Mensaje
(1)
Lectura bíblica: 2 Co. 1:1-11
El libro de 2 Corintios es único en el sentido de que tiene una extensa introducción. Esta epístola consta de trece capítulos, y la introducción en sí abarca un capítulo y medio. De entre todos los libros de la Biblia, ningún otro tiene una introducción tan larga.
La introducción de 2 Corintios es larga porque su trasfondo es bastante complejo. En 1 Corintios Pablo se ocupó con muchos asuntos en los cuales los creyentes corintios se habían enredado. Discutió con ellos e incluso los reprendió. Debido a este trasfondo, 2 Corintios requería una larga introducción.
En realidad, esta introducción consta de palabras de consuelo. Pablo se dio cuenta de que debido a que había disciplinado a los corintios en la primera epístola, ahora en esta epístola, debía vendar sus heridas. El primer capítulo y medio de 2 Corintios justamente tiene que ver con esto. Lo que Pablo hace aquí es semejante a lo que hace un padre que consuela a su hijo después de disciplinarlo. Supongamos que un niño se ha portado mal y sus padres le han disciplinado estrictamente. Después de que el niño se ha arrepentido, sus padres dedican tiempo para consolarle. Asimismo, en el primer capítulo y medio de 2 Corintios Pablo echa aceite a las heridas de los corintios, las cuales fueron producidas por la disciplina que él les había dado.
Otra razón por la cual esta larga introducción es tan larga es que Pablo era una persona muy emotiva. Pablo tenía emociones intensas que él expresaba de una manera adecuada. Cuando Pablo reprendía a los corintios, es cierto que él estaba bajo la restricción del Espíritu, pero con todo y eso se expresó enérgicamente. Por ejemplo, en 1 Corintios 4:21 él les pregunta: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” Estas palabras muestran cuán intensas eran sus emociones. Mientras echaba aceite a las heridas de ellos y las vendaba, él ejercía sus emociones y las expresaba positivamente. Con esto vemos que Pablo necesitaba el tiempo suficiente para poder expresar sus emociones.
El versículo 3 deja ver las emociones de Pablo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de compasiones y Dios de toda consolación”. El hecho de que en los versículos 4 y 5 Pablo hace referencia a las tribulaciones, los sufrimientos y la consolación, también indica que él era emocional. A mi parecer Pablo pudo haber condensado estos tres versículos en una sola frase: “Queridos hermanos corintios, puesto que Dios me ha consolado, ahora yo os consuelo a vosotros”. Sin embargo, por ser tan emocional, Pablo escribió de una manera que parece ser algo repetitiva. En los versículos 6, 7 y 8, él sigue hablando de sufrimientos, de tribulaciones y de consolación. Debido a que Pablo era emocional, necesitaba la ocasión oportuna para manifestar positivamente sus emociones.
Otra razón por la cual esta introducción es larga radica en que los corintios eran muy complicados. Por una parte, querían a Pablo, pero por otra, estaban algo molestos con él. Pablo usó esta larga introducción para solucionar las complejidades de ellos y tranquilizarlos a fin de que recibieran sus palabras.
En esta larga introducción, podemos ver la persona de Pablo. Siento mucho aprecio por Pablo. Por un lado, él puede ser emocional, compasivo y tierno, y por otro, también puede ser firme e incluso hasta duro. Él es honesto, sencillo y sincero; a veces es cortés, pero jamás político. He aprendido mucho de él. A lo largo de mi vida he aprendido muchísimo principalmente de dos personas: la primera es Pablo y la segunda es Watchman Nee.
El versículo 1 dice: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya”. Acaya estaba ubicada al sur de Macedonia. Era una provincia del imperio romano y constituía la mayor parte de lo que hoy es Grecia. La ciudad de Corinto se encontraba en dicha provincia. Pablo y Timoteo eran los escritores de 2 Corintios, y los destinatarios eran la iglesia de Dios que estaba en Corinto, con todos los santos en toda Acaya.
El saludo de Pablo se halla en el versículo 2: “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Pablo acostumbraba a usar este saludo en sus epístolas.
En los versículos 3 y 4, Pablo declara: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de compasiones y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en toda tribulación nuestra, para que podamos nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios”. La palabra griega traducida “compasiones” significa también misericordias, lástima, comprensión. Ser consolado implica ser alegrado. El título “Padre de compasiones y Dios de toda consolación” se atribuye a Dios porque esta epístola es una epístola de consolación y aliento, escrita por el apóstol después de haber sido consolado y animado por el arrepentimiento de los creyentes corintios.
En el versículo 4, Pablo dice que consolamos a los que están en tribulación por medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios. Primero debemos ser consolados por Dios; luego podremos consolar a otros con el consuelo que proviene de Dios, el cual hemos experimentado. Por consiguiente, somos consolados con el fin de que podamos consolar a los demás. Esto requiere experiencia, pues cuando tenemos la experiencia, tenemos el capital espiritual necesario para consolar a los demás.
Si usted jamás ha sufrido y nunca ha sido consolado por Dios, no podrá consolar a otros, pues sus palabras de consuelo estarán vacías. Usted será como alguien que emite un cheque por una gran suma de dinero sin disponer de los fondos suficientes en el banco que puedan respaldar el cheque. Usted no tiene la realidad, la experiencia, el capital espiritual. Es por eso que en primer lugar, nosotros mismos debemos sufrir por los intereses del Señor y luego ser consolados y animados por Dios. Entonces esta experiencia se convertirá en el capital espiritual con el cual consolamos a los demás. De esta manera, somos consolados, y así podemos consolar a otros.
La primera epístola a los corintios presenta el argumento del apóstol, argumento que derrotó y sometió a los corintios distraídos y confusos. Ahora, la segunda epístola los trajo de nuevo a experimentar a Cristo, quien es el tema del argumento que Pablo presenta en la primera epístola. Por tanto, la segunda epístola se centra más en la experiencia, es más subjetiva y más profunda que la primera. En la primera epístola, tenemos como temas principales a Cristo, el Espíritu con nuestro espíritu, la iglesia y los dones. En la segunda, se describe más detalladamente a Cristo, al Espíritu con nuestro espíritu, y a la iglesia, pero no se mencionan los dones. En esta epístola, en lugar de los dones, tenemos el ministerio, cuyo elemento constitutivo es las experiencias de las riquezas de Cristo, y que es producido y formado por las mismas, las cuales son obtenidas por medio de los sufrimientos, las presiones abrumadoras, y la obra aniquiladora de la cruz. La segunda epístola nos proporciona un modelo, un ejemplo, de cómo se lleva a cabo este aniquilamiento, de cómo Cristo es forjado en nuestro ser, y de cómo nosotros llegamos a ser la expresión de Cristo. Estos procesos forman la propia constitución de los ministros de Cristo y producen el ministerio que lleva a cabo el nuevo pacto de Dios. La primera epístola trata de los dones en términos negativos, y la segunda trata del ministerio en términos positivos. La iglesia necesita mucho más el ministerio que los dones. El ministerio consiste en ministrar al Cristo que hemos experimentado, mientras que los dones sólo sirven para enseñar las doctrinas acerca de Cristo. La comprobación de que los apóstoles son ministros de Cristo no consiste en los dones que poseen, sino en el ministerio que es producido y formado al experimentar ellos los sufrimientos, las aflicciones, de Cristo.
En el versículo 5, Pablo dice: “Porque de la manera que abundan para con nosotros los sufrimientos del Cristo, así abunda también por el Cristo nuestra consolación”. Estos sufrimientos no son los que padecían los discípulos por Cristo, sino los propios sufrimientos de Cristo, de los cuales ellos participaban (Mt. 20:22; Fil. 3:10; Col. 1:24; 1 P. 4:13). “El Cristo” designa la condición de Cristo; no es un nombre (Darby). En este contexto se refiere al Cristo que sufrió, al Cristo que padeció aflicciones por Su Cuerpo conforme a la voluntad de Dios. Los apóstoles participaron de los sufrimientos de tal Cristo, y por medio de tal Cristo, ellos recibieron consolación. Según los versículos 6 y 7, las tribulaciones y consolación que experimentaron sirvieron para consolar a los creyentes.
El versículo 8 dice: “Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de vivir”. La palabra “abrumados” en este versículo, la misma palabra griega que aparece en 5:4, significa cargados, oprimidos. Pablo se encontraba en Asia cuando escribió 1 Corintios. En aquel entonces, él y sus compañeros se hallaban atribulados, ya que las persecuciones y los ataques contra ellos eran extremadamente duros. Por consiguiente, fueron abrumados excesivamente, más allá de sus fuerzas; es decir, que fueron abrumados a tal grado que según sus fuerzas naturales no pudieron soportar más, que incluso perdieron toda esperanza de vivir. Conforme a su evaluación de la situación, no les quedaba ninguna esperanza de vivir. Estaban seguros de que iban a morir, de que sus perseguidores los matarían.
En el versículo 9, Pablo agrega: “De hecho tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos”. La palabra “sentencia” significa literalmente contestación, o respuesta. Cuando los apóstoles estaban bajo la presión de aflicciones, habiendo perdido la esperanza aun de conservar la vida, pudieron haberse preguntado cuál sería el resultado de sus sufrimientos. La contestación, o respuesta era ésta: la muerte.
Mientras los apóstoles eran perseguidos, se preguntaron en qué terminaría todo aquello. Según lo que evaluaron, ellos iban a morir. Habiendo percibido esto, tomaron una decisión vital: a no confiar en sí mismos. Para ellos, no había ninguna salida. Su confianza estaba puesta en Dios, que levanta a los muertos.
La experiencia que tenemos de la muerte nos lleva a experimentar la resurrección. La resurrección es el propio Dios que resucita a los muertos, y es la cruz que opera en nosotros de una manera que pone fin a nuestro yo para que experimentemos a Dios en resurrección. La experiencia de la cruz siempre da por resultado que disfrutamos al Dios de resurrección. Esta experiencia produce y forma el ministerio. Esto se describe con más detalles en 4:7-12.
Hacia el final de 1 Corintios, Pablo habla de la resurrección. Ahora, al principio de 2 Corintios, él trae de nuevo a los creyentes al tema de la resurrección. Como veremos más adelante, esto tiene que ver con el ministerio. El ministerio no está relacionado con lo que hacemos, sino con el vivir que llevamos. Tanto el ministerio como el vivir que se revela en esta epístola pertenecen a la vida de resurrección.
En 1 Corintios Pablo declara el hecho de la resurrección. La resurrección debe ser nuestra vida diaria; ella debe ser el poder con el cual vencemos el pecado y la muerte, y vivimos en el primer día de la semana. Ahora en 2 Corintios, Pablo dio un testimonio de cómo los apóstoles vivían en el primer día de la semana. Para ellos no era posible que vivieran en el séptimo día, en la vieja creación. Esto significa que no había posibilidad de que ellos vivieran en sí mismos, pues no tenían ninguna confianza en ellos mismos. El no tener confianza en nosotros mismos significa que ya no nos es posible vivir en la vieja creación. Ya que los apóstoles vivían en el primer día de la semana, su confianza estaba puesta únicamente en el Dios de resurrección, el Dios que levanta los muertos. Se consideraban a sí mismos ya muertos. Esto indica que Pablo no sólo escribió acerca de la resurrección, sino que vivió la resurrección.
En el versículo 10, Pablo añade: “El cual nos libró de tan gran muerte, y nos librará; y en quien esperamos que aún nos librará”. La palabra “librará” al emplearse la primera vez, se refiere al futuro inmediato, mientras que al usarse la segunda vez en la frase: “aún nos librará”, alude al futuro en un sentido más general. Aquí Pablo no dijo que Dios los libraría a ellos de una gran aflicción, sino de “tan gran muerte”, lo cual significa que Dios los libró de una condición de muerte.
El versículo 11 dice: “Si cooperáis también vosotros con la petición a favor nuestro, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos”. Las palabras griegas traducidas “cooperáis ... vosotros” significa también “trabajar juntos”. En este versículo, “el don” se refiere a la gracia que les había sido dado (v. 12), la gracia que los apóstoles disfrutaban al experimentar la resurrección que libra de la muerte. La palabra “personas” significa literalmente “rostros”, lo cual implica que son las personas de semblantes alegres las que dan estas gracias.
El don del versículo 11 es muy diferente de los dones de 1 Corintios. Este don es la gracia de Dios, y esta gracia es la vida de resurrección, el Cristo resucitado, quien, como gracia, fue dado a los apóstoles. Esto les permitió disfrutar y experimentar la resurrección, en medio de condiciones de muerte.
Pablo nos ha dado un testimonio de lo que es vivir en resurrección. Los apóstoles vivían en resurrección. Dios los había puesto en una situación particular, en una situación que en realidad era la muerte. Ningún ser humano podía escapar de ese ambiente de muerte ni tener el poder de vencerla. Sólo el Dios de resurrección, el Dios mismo que es resurrección, podía liberarlos. El vino a liberar a los apóstoles de esa muerte. Esta liberación fue la experiencia que ellos tuvieron de la resurrección. Dios los resucitó de la muerte, y así experimentaron a Dios como la resurrección. Además, fue una experiencia en la que disfrutaron al Cristo resucitado como la gracia, como el don que recibieron de Dios.
En estos versículos Pablo les relata a los corintios cómo los apóstoles fueron consolados y, por ende, hechos aptos para consolar a otros. Luego les dice cómo él experimentó al Cristo resucitado y al Dios de resurrección. Pablo y sus colaboradores, al experimentar esta gracia, tenían la capacidad espiritual necesaria para consolar a los demás. Esta clase de experiencia los hizo ministros del nuevo pacto, ministros de la gracia. Así que lo que se ve en 2 Corintios no es los dones, sino el ministerio. Además, el ministerio se produce concretamente al forjarse en nosotros la gracia por medio de los sufrimientos que experimentamos.