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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(3)

  Lectura bíblica: 2 Co. 4:7-15

  Los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios son los capítulos más importantes de 1 y 2 Corintios. En estas epístolas, ningún otro capítulo presenta el hecho de que Cristo se forja en las personas para que experimenten más profundamente la vida divina. Estos dos capítulos son muy profundos en cuanto a la experiencia de vida. Primero, revelan cómo los apóstoles, en calidad de ministros del nuevo pacto, fueron intrínsecamente constituidos tales. Los apóstoles, al ser hechos ministros del nuevo pacto, experimentaron una reestructuración en su ser, un cambio total.

  Pablo se consideraba a sí mismo el principal de los pecadores. ¿Cómo ese hombre que se rebeló contra Dios pudo llegar a ser un ministro del nuevo pacto, un ministro de Cristo cuyo objetivo era llevar a cabo la economía de Dios? Indudablemente, es algo sumamente importante lo de convertir a una persona que se rebela contra Dios en un ministro de Cristo cuya meta es llevar a cabo la administración de Dios en la era neotestamentaria.

  Pablo, para llegar a ser un ministro de Cristo, primero tuvo que nacer de nuevo y luego tuvo que recibir una nueva constitución. Nacer de nuevo no es suficiente para hacer de alguien un ministro del nuevo pacto; es necesario también que la persona experimente una reestructuración en su ser, un cambio total, que reciba una nueva constitución. Sin embargo, para recibir una nueva constitución se requiere un nuevo elemento. Sin el elemento que sea la esencia de la constitución, nada puede forjarse en nosotros. La redención de Cristo nos devuelve a Dios, pero no forja en nosotros una nueva constitución. Para esto se requiere un elemento además de la sangre redentora de Cristo. Este elemento no es solamente la vida o el Espíritu; es el Dios procesado.

  Quisiera que consideráramos los pasos del proceso por el cual pasó Dios: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Estos cuatro pasos fundamentales del proceso que experimentó Dios también son los ingredientes del Dios procesado, quien es el elemento que llega a ser nuestra nueva constitución. Estos ingredientes son tipificados por las cuatro especias que se mezclan con el aceite de oliva para formar el ungüento de Éxodo 30. El aceite de oliva era el elemento básico, y las cuatro especias eran los ingredientes que se mezclaban con dicho elemento. El elemento que se producía como resultado de este proceso era el ungüento compuesto por todos sus ingredientes.

  Dios es el Espíritu, el aceite de oliva, es decir, el elemento básico. Las cuatro especias tienen que ver con la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. La encarnación introdujo la divinidad en la humanidad y las convirtió en una sola entidad. Sin embargo, ni la divinidad ni la humanidad cambió de naturaleza. La divinidad sigue siendo la divinidad, y la humanidad sigue siendo la humanidad. Esto lo ejemplifica la mezcla del aceite con la harina fina en la preparación de la ofrenda de harina. El aceite y la harina se mezclaban y llegaban a formar una sola entidad con dos naturalezas. Sin embargo, cada una de las naturalezas permanecía separada y completa por sí misma; ni el aceite ni la harina cambiaban de naturaleza. Lo que sí sucedía es que el aceite y la harina se mezclaban y producían una sola entidad. Pero esta entidad no constituía una tercera naturaleza, algo que no era ni aceite ni harina; más bien, era una entidad completa que poseía dos naturalezas: la naturaleza del aceite y la naturaleza de la harina. Esto ejemplifica cómo la encarnación introdujo la divinidad en la humanidad, e hizo de ambas una sola entidad y propició que ambas vivieran como una sola.

  El Señor Jesús, una maravillosa persona que posee dos naturalezas, la divinidad y la humanidad, vivió en casa de un carpintero de Nazaret durante treinta años. Después de terminar Su ministerio, fue crucificado. El hecho de que llevó una vida humana implica que Él experimentó todo lo humano relacionado con la primera creación. Cuando Él fue crucificado, llevó toda la vieja creación a la cruz y allí le puso fin. Puesto que a la vieja creación ya se le dio fin, ya no deben abrumarnos nuestros problemas. A los ojos de Dios, se le puso fin a todos estos problemas. Dios, quien está sentado en Su trono, puede decir a Satanás: “Pequeño Satanás, ¿qué intentas hacer? ¿Todavía estás causando problemas? Te voy a dar un poco más de tiempo para que juegues, pero debes darte cuenta de que ya te aniquilé. Ya te puse fin, a ti y a la vieja creación”. La muerte de Cristo en la cruz le puso fin a Satanás y a la vieja creación, así como también a nosotros. En esto consiste el verdadero significado de la crucifixión.

  Cristo, mediante Su resurrección, introdujo en Dios aquellos que Dios había escogido y redimido. La encarnación introdujo a Dios en el hombre, y la resurrección introdujo al hombre en Dios. Ahora nosotros, el pueblo que Dios remidió, no sólo tenemos a Dios en nosotros, sino que también estamos en Dios. Tener a Dios en nosotros es maravilloso, pero es todavía más maravilloso estar en Dios.

  Quizás usted no esté tan consciente del hecho de que usted está en Dios. Por la misericordia del Señor, yo puedo testificar que ciertamente tengo la sensación y estoy consciente de que soy un hombre que está en Dios. Aparentemente soy un hombre que vive en la tierra; pero de hecho, soy un hombre que está en Dios. Dios está en mí, y yo estoy en Él.

  Dios entró en nosotros por medio de la encarnación, y nosotros entramos en Dios mediante la resurrección de Cristo. Éste es el Dios Triuno, el Dios procesado. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que llega a ser nuestra nueva constitución.

  Algunos dirán: “Yo no siento que el Dios Triuno procesado esté forjado en mí”. Quizás no lo sienta, pero debe creerlo. Como cristianos, debemos vivir por fe y andar por fe, no por vista (5:7). Somos creyentes, no somos personas que andan por vista. ¿Es usted un creyente o una persona que anda por vista? Un creyente es uno que no confía en las cosas que se ven, sino que se apropia de ciertas cosas invisibles, las confiesa y las experimenta por fe. Ser una persona que actúa conforme a los sentimientos es todavía peor que ser uno que anda por vista. Tal vez usted no sienta que está viviendo en cierto lugar, pero de hecho vive allí. Los sentimientos no son confiables. Tal vez sienta que usted es maravilloso, pero es posible que su condición sea deplorable. No crea en sus sentimientos; crea en los hechos. Es un hecho que todos fuimos introducidos en Dios. El Dios Triuno procesado es el elemento mismo que se ha forjado en nosotros. Tal vez no sienta que tiene una nueva constitución, o que ha ocurrido un cambio en su interior, pero de nuevo le digo, sea un creyente, uno que anda por fe, no sea uno que anda conforme a sus sentimientos. Cuando Dios declara algo, usted también debe declararlo, simplemente porque la Biblia así lo dice. La Biblia revela que Dios se procesó pasando por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora en resurrección, Él es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu como el elemento constitutivo. La Biblia dice esto, y nosotros debemos creerlo.

  El hermano Nee solía decir que primero tenemos el hecho, luego la fe y después la experiencia. La secuencia no es experiencia, fe y hecho. Los hechos siempre van primero. Pero ¿cómo nos damos cuenta de los hechos? Los hechos constan en el Nuevo Testamento. Este testamento es algo más fuerte y mejor que un pacto. Un pacto constituye un acuerdo parecido a un contrato. Pero un testamento alude a algo que ya se cumplió. Supongamos que un testamento lega un millón de dólares a una persona. La evidencia, la prueba, de ello es el testamento mismo.

  El Nuevo Testamento es lo mismo. Este testamento declara que el Dios procesado se encuentra ahora en nosotros, que Él es nuestra porción, y que Él es nuestro elemento constitutivo. Definitivamente hemos recibido una nueva constitución. Debemos creer este hecho, así como creemos que somos hijos de Dios. A veces el diablo nos dice: “¡Mírate a ti mismo! ¿te dices ser hijo de Dios? ¿Cómo puedes decir que eres hijo de Dios cuando esta mañana te enojaste?” Aunque nos enojemos, debemos seguir creyendo que somos hijos de Dios. Así que debemos declarar: “Satanás, a pesar de haber perdido la calma muchas veces, sigo siendo hijo de Dios. El hecho de perder la calma no cambia el hecho de que soy hijo de Dios. Satanás, al declararte este hecho te ahuyento”.

III LLEVAN UNA VIDA CRUCIFICADA PARA MANIFESTAR LA VIDA DE RESURRECCIÓN POR EL SUPEREMINENTE PODER DEL TESORO CONTENIDO EN LOS VASOS DE BARRO

A. El tesoro en vasos de barro

  En 2 Corintios 4:7 leemos las siguientes palabras: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro”. La palabra “pero” indica un contraste con lo que se dijo antes. En el versículo 6, Pablo declara: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. La expresión “este tesoro” se refiere al versículo 6. Debido a que Dios resplandeciera en nuestros corazones, ahora tenemos este tesoro maravilloso, precioso y admirable. No obstante, tenemos este tesoro en vasos de barro, en algo que no tiene nada de admirable. Puesto que el tesoro se encuentra en vasos de barro, Pablo comienza el versículo 7 con “pero”.

  El versículo 7 en su totalidad lee así: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. La palabra griega traducida “excelencia” significa también trascendencia, eminencia, grandeza que lo excede todo. El hecho de que somos vasos de barro demuestra que la excelencia del poder es de Dios, y no de nosotros. Aquí Pablo parece decir: “Yo no soy más que un vaso de barro, insignificante y sin valor. En mí mismo, soy un hombre pecaminoso, caído e insignificante. ¿Cómo una persona así podría manifestar la verdad e irradiar la gloria del evangelio? No tengo el poder necesario para hacer esto. La excelencia del poder no proviene de mí, sino de Dios. Aunque soy un vaso de barro sin valor, Dios, al resplandecer en mí, ha infundido este precioso tesoro en mi interior. Ahora este tesoro se ha convertido en la fuente de poder que me vigoriza y capacita para que irradie la gloria de Dios y manifiesta la verdad”.

  ¿Acaso no tiene usted un motor divino en su interior? El maravilloso tesoro es ahora un motor celestial que nos da poder. Tal vez este motor no nos inquiete mientras durmamos, pero sí nos inquieta durante el resto del día. Los predicadores acostumbran decirles a las personas que Cristo les dará paz. Pero según mi experiencia, Él a menudo no me da paz. Él me proporciona gozo, pero en lugar de darme paz, me molesta. Si no le hago caso cuando me molesta interiormente, no tengo paz. A veces coopero con la inquietud que Él genera en mí y experimento gozo, pero aun así no hay paz.

  En su experiencia, ¿puede usted sentarse tranquilamente en su casa y disfrutar paz? ¿Acaso no es cierto que el Señor con frecuencia le molesta interiormente? Cristo es una persona que molesta. Este tesoro es un tesoro vivo y activo que opera dentro de nosotros. Este tesoro incluso nos constriñe a hacer ciertas cosas. Según 2 Corintios 5, el amor de Cristo nos constriñe. Cristo no sólo nos molesta, sino que también nos constriñe, nos obliga a seguir adelante. Éste es el poder, la fuente, de la fuerza, con la cual los apóstoles pudieron conducirse de tal manera que hicieran resplandecer el evangelio y manifestaran la verdad.

B. Una vida crucificada cuyo fin es manifestar la vida de resurrección

  A partir del versículo 8, vemos que los apóstoles no llevaban una vida gloriosa, sino una vida crucificada. Llevar una vida crucificada significa llevar una vida que lo muele a uno. Es ser como los granos que pasan por la piedra de molino. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él llevó una vida en la que fue molido. Su madre, Sus hermanos, Sus discípulos y los que se oponían a Él y lo perseguían sirvieron de piedras de molino. A diario el Señor Jesús era molido.

  Para moler el grano se pueden usar dos piedras: una piedra fija abajo y la otra movible arriba. Podemos decir que los fariseos y los saduceos fueron la piedra fija para el Señor Jesús, y la piedra de arriba, la piedra movible, fue Su madre, Sus hermanos y Sus discípulos. En el proceso de moler, la piedra de abajo necesita la piedra de arriba, para que corresponda y coopere con ella. Esto significa que la madre, los hermanos y los discípulos del Señor ayudaron a los fariseos y saduceos a moler al Señor Jesús.

  En principio, nuestra experiencia actual es igual. Los que se oponen al recobro del Señor son la piedra de abajo, la piedra fija. Pero nuestro cónyuge, los ancianos de la iglesia, los colaboradores y los santos constituyen la piedra de arriba. Así que, los miembros de nuestra familia y los santos de la iglesia cooperan con los que nos persiguen y se oponen a nosotros para molernos. Hermanos, ¿acaso no es su experiencia que su esposa le muele mucho más que los opositores? Las críticas de ella lo muelen a usted. Si no fuera por las personas allegadas a nosotros, los opositores no podrían molernos. Lo que realmente nos muele proviene de las personas allegadas a nosotros. Los opositores sólo echan los cimientos para que seamos molidos. Una vez se echan los cimientos, nuestro esposo o nuestra esposa o algún santo acabará por molernos.

  Si volvemos a leer los cuatro evangelios, veremos que fueron los que estaban cerca del Señor Jesús los que provocaron que Él fuera molido. Cuando el Señor era perseguido, Él estaba feliz. Pero un día, mientras predicaba a la multitud, Sus amigos pensaban que Él estaba fuera de Sí (Mr. 3:21). En cierto momento, el Señor Jesús preguntó: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos? (Mt. 12:48) Luego dijo: “Porque todo aquel que hace la voluntad de Mi padre que está en los cielos, ése es Mi hermano, y hermana, y madre” (Mt. 12:50). Hoy nosotros también somos molidos por aquellos que están allegados a nosotros, por aquellos que nos quieren y nos cuidan de una manera natural.

1. Oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados

  En el versículo 8, Pablo declara: “Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida”. La palabra griega traducida “oprimidos” puede ser traducida también “afligidos”. La palabra “ahogados” significa también restringidos. La descripción de la vida de los apóstoles, que se extiende del versículo 8 al versículo 18, muestra que ellos llevaban una vida crucificada en resurrección, o sea, que llevaba la vida de resurrección bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz, para cumplir su ministerio.

2. En apuros, mas no sin salida

  Literalmente “en apuros” significa aquí incapaces de encontrar una salida. La palabra traducida “sin salida” significa literalmente sin ninguna posibilidad de encontrar una salida; o sea, que el camino está totalmente cerrado. Aquí el apóstol dice que ellos estaban en apuros, sin poder encontrar una salida, mas no sin salida, no sin ninguna posibilidad de salir.

3. Perseguidos, mas no abandonados

  El versículo 9a dice: “Perseguidos, mas no abandonados”. La palabra griega traducida “perseguidos” significa también acosados (por enemigos). Ser abandonados es ser desamparados; literalmente ser dejados atrás, en alguna situación terrible.

4. Derribados, pero no destruidos

  El versículo 9b dice: “Derribados, pero no destruidos”. “Derribados” significa también echados para abajo, y “destruidos” también quiere decir perecer, como en el versículo 3, es decir, muertos.

5. Llevan en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús

  El versículo 10 añade: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. “La muerte” aquí alude al aniquilamiento, es decir, a la obra de la muerte, la operación de la cruz, que el Señor Jesús padeció y por la cual pasó. Cuando el Señor estaba en la tierra, Él se encontraba a diario bajo el aniquilamiento. Él experimentó la muerte día tras día. Los apóstoles pasaron por la misma experiencia. Cada día se hallaban bajo el aniquilamiento; a diario eran pasados por la muerte.

  Los apóstoles experimentaron este aniquilamiento “para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. La palabra traducida “Para que” implica un resultado. El aniquilamiento efectuado por la cruz da por resultado la manifestación de la vida de resurrección. Esta muerte diaria tiene como fin liberar la vida divina en resurrección. La vida que se menciona en el versículo 10 es la vida de resurrección, la cual el Señor Jesús vivió y expresó por medio de la operación de la cruz.

  La operación continua que nos muele a diario tiene un propósito específico, a saber: que la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Esta vida es la vida de resurrección. El Señor Jesús vivió la vida de resurrección antes de ser crucificado. La vida que Él llevó en la tierra fue una vida de resurrección. Esta vida de resurrección es capaz de pasar por la muerte.

  En el versículo 11, Pablo añade: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. El título “Jesús” en los versículos 10 y 11 implica que los apóstoles llevaron una vida como la que el Señor Jesús llevó en la tierra, una vida bajo el aniquilamiento efectuado por la cruz para la manifestación de la vida de resurrección. El hecho de que las palabras “carne” y “cuerpos” se usen de modo intercambiable en los versículos 10 y 11 indica que la carne mortal es nuestro cuerpo caído.

6. La muerte actúa en ellos, mas en los creyentes la vida

  El versículo 12 dice: “De manera que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida”. Cuando experimentamos la operación de la muerte del Señor, Su vida de resurrección es impartida en otros a través de nosotros. Cuando sufrimos el aniquilamiento efectuado por la cruz, el resultado de esto siempre es que la vida se imparte a los demás. En el versículo 12 Pablo parece decir: “Nosotros morimos, pero vosotros corintios, sois vivificados. Nuestra muerte infunde vida en vosotros y os vivifica. Para nosotros, es un aniquilamiento; para vosotros, es una impartición de vida”.

7. Tienen el espíritu de fe

  En el versículo 13 Pablo declara: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. El “mismo espíritu” se refiere al mismo espíritu que se expresa en las palabras citadas de Salmos 116:10.

  En cuanto al espíritu del versículo 13, Alford declara: “No exclusivamente el Espíritu Santo; pero, por otro lado, no meramente una inclinación humana: el Espíritu Santo que mora en nosotros penetra y caracteriza a todo el hombre renovado”. Vincent declara: “Espíritu de fe: no exclusivamente el Espíritu Santo, ni tampoco, por otro lado, una facultad o inclinación humana, sino una mezcla de los dos”. Esto significa que este espíritu es la mezcla del Espíritu Santo con nuestro espíritu humano. Nosotros debemos ejercitar tal espíritu para creer y hablar, como lo hizo el salmista, lo que hemos experimentado del Señor, especialmente Su muerte y Su resurrección. La fe se halla en nuestro espíritu, el cual está mezclado con el Espíritu Santo, y no en nuestra mente. Las dudas están en nuestra mente. Aquí la palabra “espíritu” indica que fue por medio del espíritu mezclado que los apóstoles llevaron una vida crucificado en resurrección para cumplir su ministerio.

  El versículo 14 dice: “Sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús, y nos presentará aprobados juntamente con vosotros”. Esto indica que los apóstoles se daban por muertos (1:9), porque siempre estaban entregados a muerte por causa del propósito del Señor. Habían puesto su única esperanza en el Dios que resucitó al Señor Jesús y que los resucitaría a ellos también. Ellos vivían con esta clase de fe.

  En el versículo 15, Pablo declara: “Porque todo es por vuestro bien, para que abundando la gracia por medio de la mayoría, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios”. Conforme al contexto, la gracia es Cristo mismo, quien vivía en los apóstoles como su vida y suministro de vida para capacitarles a llevar una vida crucificada a fin de que se manifestara la vida de resurrección y ellos llevaran a cabo su ministerio para el nuevo pacto de Dios. Al mismo tiempo que los apóstoles experimentaban el aniquilamiento, la vida era impartida a otros, y la gracia abundaba por medio de la mayoría. Como resultado de esto, abundaba también la acción de gracias. A Pablo no le importaban los sufrimientos, porque se daba cuenta de que al ser aniquilado él, la vida se impartía a otros y esta vida llegaría a ser la gracia para ellos. Como resultado de esto, todos darían gracias a Dios. Esta fue la vida que llevaron los apóstoles, una vida crucificada que manifestaba la vida de resurrección por el excelente poder del tesoro escondido en los vasos de barro.

  Tarde o temprano, todos nosotros seremos molidos. Seremos molidos entre la piedra de arriba y la piedra de abajo. En cuanto a esto, no tenemos alternativa, pues todos necesitamos ser molidos. Ser molidos así propicia que se manifieste la vida de resurrección.

  A los ojos de Dios, ciertamente ya recibimos la nueva constitución, pero aún necesitamos las pruebas que determinen a qué grado la hemos recibido, y también necesitamos ser molidos para que se forje en nosotros esta constitución de manera práctica y experimental. De hecho ya tenemos esta constitución, pero todavía necesitamos que se forje por completo en nosotros. Esto se lleva a cabo principalmente a través de la oposición que viene a nosotros y de la molienda que sufrimos a manos de nuestros seres queridos.

  Cada iglesia es un molino. Quizás a usted no le agrada la iglesia de su localidad y desee mudarse a otro lado. Si usted se muda para evitar el ser molido, descubrirá que en el lugar donde se traslade será molido todavía más. Por tanto, si usted se muda para evadir el ser molido, esté preparado para que lo muelan aún más. Esto no se puede evitar. Esto nos ha sido ordenado; éste es nuestro destino. ¡Alabado sea el Señor por la experiencia de ser molidos, porque ella propicia que la vida de resurrección sea manifestada!

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