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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(6)

  Lectura bíblica: 2 Co. 5:9-15

  En los capítulos tres y cuatro, Pablo habla de los requisitos que uno tiene que cumplir para ser ministro del Nuevo Testamento. El primero es que el Dios Triuno se forje en uno hasta llegar a ser su propia constitución. Este requisito es fundamental. Llegamos a ser competentes, suficientes, equipados y aptos para ser ministros del nuevo pacto al permitir que se forje plenamente en nosotros el Dios Triuno, quien ahora es el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Al forjarse en uno esta persona maravillosa, la eficacia de la muerte todo-inclusiva de Cristo opera en él poniéndole fin a la vieja creación y aniquilando la carne y la vida natural.

  La constitución forjada en los apóstoles contiene varios factores o elementos, los cuales son tipificados por las especias usadas para preparar el ungüento de Éxodo 30. Uno de estos factores es la eficacia de la muerte de Cristo. A diario este elemento, este factor, opera en los apóstoles. Por esta razón, en su diario vivir no hay nada que pertenezca a la vieja creación: no está el yo, la carne, ni la vida natural. Este elemento aniquilador se puede comparar a un antibiótico usado para eliminar microbios.

  Además del factor que pone fin a la vieja creación, existe otro factor, un factor positivo, a saber, el factor de la resurrección. Este ingrediente no solamente incluye la divinidad, sino también la humanidad resucitada y elevada de Cristo. El propio Cristo resucitado es la resurrección.

  El Espíritu vivificante y todo-inclusivo es el Dios procesado. El Dios procesado como Espíritu vivificante incluye la divinidad, la humanidad, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Por tanto, el hecho de que el Dios Triuno se forje en nosotros hasta ser nuestra propia constitución es muy importante. Dios se procesó y nosotros hemos recibido un nuevo elemento constitutivo. Dios se procesó por medio de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Hoy en día, el Cristo resucitado es también el Cristo ascendido, el Cristo exaltado y entronizado.

  Una persona puede recibir el beneficio de la medicina sin conocer todos los ingredientes que ella contiene. Asimismo, aunque ayuda conocer todos los elementos del Espíritu vivificante todo-inclusivo, podemos beneficiarnos de estos ingredientes aun cuando no los conozcamos. Sencillamente debemos tomar la “dosis” del Espíritu. Entonces los elementos de la muerte y la resurrección operarán dentro de nosotros. A medida que la resurrección opera en nosotros, llegamos a ser celestiales, somos fortalecidos y recibimos autoridad. El ingrediente de la resurrección a menudo actúa en nosotros aun cuando no estamos conscientes de ello. Esto se compara a la manera en que un antibiótico ejerce su acción en nuestro organismo aunque no nos demos cuenta de ello. Ahora mismo el ingrediente de la resurrección está operando en nosotros.

  Pablo, en cuanto a su vivir, poseía la humanidad más elevada. De hecho, su humanidad era una expresión del vivir humano de Jesús. La vida de Jesús se había forjado en él, y por tanto, él era un a ser humano apropiado, es decir, llegó a expresar la humanidad de Jesús. Cuando lleguemos a los demás capítulos de este libro, veremos cuán extraordinaria era la humanidad de Pablo.

  Hemos señalado que el requisito fundamental que un ministro del nuevo pacto tiene que cumplir es que en él sea forjado el Dios Triuno procesado hasta que Él mismo haya llegado a ser la propia constitución de dicho ministro. La constitución es la base, el fundamento, de los requisitos que tiene que cumplir. Hoy nosotros también necesitamos este fundamento. Para hacer o aprender cualquier cosa, necesitamos una base. Si deseamos ser ministros del nuevo pacto, debe haber en nosotros la debida constitución como requisito fundamental.

  El segundo requisito que los ministros del nuevo pacto tienen que cumplir es que ellos se conduzcan de manera que hace resplandecer el evangelio. Su conducta y comportamiento son productos de su constitución. Debido a que poseen cierta constitución, llevan una vida que manifiesta la verdad y que irradia la gloria del evangelio. Los apóstoles no necesitaban hacer nada para resplandecer. No; sin estar conscientes y sin proponérselo, sencillamente por la manera en que vivían, se producía un resplandor que surgía de su ser. Su constitución llegó a ser su resplandor. Por ejemplo, el carbón no puede resplandecer, pero una moneda de oro sí resplandece. Existe una diferencia de constitución entre el carbón y el oro. Los apóstoles, debido a su constitución, irradiaban la gloria del evangelio. No necesitaban predicar, porque su ser resplandecía.

  Debido a que este resplandor provenía de su ser, de su propia constitución, la manera en que se conducían no era una actuación. Hoy en día, las personas a menudo se conducen según la ocasión. Esta conducta es una actuación. Por ejemplo, en algunas ocasiones tal vez se conducen con orgullo, como si fuesen dignatarios, y en otras, se conducen humildemente como si fueran subalternos. Todo esto es una actuación. Pero los que están capacitados como ministros del nuevo pacto no se comportan de esta manera. Por el contrario, su comportamiento, basado en su constitución interna, es genuino. Éste es el segundo requisito que un ministro del nuevo pacto tiene que cumplir.

  Aspiro a seguir el ejemplo de Pablo. Por la misericordia del Señor, no quiero llevar a cabo ninguna actuación; deseo que mi comportamiento emane de mi constitución.

  Tercero, los apóstoles llevaban una vida crucificada. Ellos eran molidos diariamente. Así como Jesús de Nazaret llevó una vida crucificada, los apóstoles también llevaban esa clase de vida. El Señor Jesús fue crucificado durante toda Su vida. Él llevó una vida crucificada desde que nació en el pesebre. Luego, a lo largo de Sus años, se le crucificó continuamente. A Él se le puso en el molino, se le aniquiló, se le dio muerte. Pero este aniquilamiento le brindó la oportunidad de manifestar la vida de resurrección que estaba dentro de Él. Antes de que Cristo fuera clavado en la cruz, ya había llevado una vida crucificada. Asimismo, antes de que fuera resucitado, la vida de resurrección ya se había manifestado en Él.

  Los apóstoles, al llevar a cabo su ministerio, por una parte eran cautivos en el desfile triunfal del Señor, y por otra, eran personas crucificadas, personas que llevaban a diario una vida crucificada. A ellos les daban muerte, los crucificaban, no sólo los opositores, sino también los creyentes. Al leer el libro de 1 Corintios podemos ver que los creyentes corintios ponían en la cruz a los apóstoles. Ésta fue la razón por la cual Pablo dijo: “Cada día muero” (1 Co. 15:31). A diario se le daba muerte. Esto es llevar una vida crucificada con miras a manifestar la vida de resurrección y a la verdad de todo lo que ministraban los apóstoles a los demás.

  Los apóstoles eran molidos, y a consecuencia de esto, su hombre exterior era consumido. Sin embargo, al mismo tiempo eran renovados en el hombre interior. El Dios Triuno se había forjado en ellos de modo que Él mismo llegó a ser la constitución de ellos, ellos se conducían según esta constitución con miras a hacer resplandecer la gloria del evangelio, y llevaban una vida crucificada que consumía su hombre exterior y renovaba su hombre interior. Éstos eran los requisitos que tenían que cumplir para ser ministros del nuevo pacto.

  Espero que estos asuntos dejen una profunda impresión no sólo en los que llevan la delantera en las iglesias, sino también en todos los santos, incluyendo a los jóvenes. No piensen que son demasiado jóvenes como para experimentar estas cosas. Sí, hice notar que se necesitan muchos años para que el Señor se forje en uno, pero también es cierto que el Señor puede usar aun a los que son jóvenes. Puedo testificar que al poco tiempo de ser salvo, el Señor empezó a usarme, pues yo tenía cierta medida de constitución divina. Esta constitución es la base, el fundamento, para que el Señor nos use como ministros del nuevo pacto. Esta constitución afecta nuestro comportamiento. Cuando fui salvo, se produjo un cambio en mi constitución interior, y espontáneamente comencé a comportarme según esa constitución. Aunque nunca me enseñaron a llevar una vida crucificada, empecé automáticamente a llevar esa clase de vida. Como resultado, temprano en mi vida cristiana llegué a ser un pequeño ministro del nuevo pacto.

  Ser ministro del nuevo pacto es algo gradual. Todos podemos ser ministros del nuevo pacto, mientras tengamos la debida constitución y nos conduzcamos conforme a ella y llevemos una vida crucificada con los elementos de la resurrección y la ascensión. Entonces, todos nosotros, hermanos y hermanas, podremos ser usados por el Señor como pequeños ministros del nuevo pacto.

  Al final del capítulo cuatro, vemos que Pablo ha enumerado plenamente las aptitudes de los ministros del Nuevo Testamento. En 5:1 él expresa su aspiración, su deseo y anhelo, de ser arrebatado. Pablo era una persona madura y, como tal, él estaba listo para ser arrebatado. Era como el trigo maduro que está listo para la cosecha. Este trigo es dorado, ya no es verde, y por tanto, está listo para ser cosechado.

  Esta manera de entender el arrebatamiento difiere mucho de las doctrinas “azucaradas” de hoy en día. D. M. Panton señaló en una ocasión que los predicadores de hoy a menudo regalan a la gente “boletos de admisión” que no serán aceptados por los que están a la “puerta” vigilando quién entra. Sí, tal vez usted posea un “boleto”, pero un día se descubrirá que dicho “boleto” no es válido, que es inaceptable. A los cristianos de hoy les dan “boletos” que, según ellos, les garantizan ser arrebatados. Pero un día se darán cuenta de que han sido engañados. El arrebatamiento depende de la madurez. ¿Qué agricultor cosecharía granos que todavía están tiernos y verdes? Ningún agricultor haría eso. Por el contrario, él permitiría que esos granos tiernos permanezcan en el campo y crezcan hasta que estén listos para la cosecha. Pablo era una persona madura en Cristo, madura en vida. Por tanto, él ciertamente estaba listo para ser arrebatado. Sin embargo, en la época de Pablo no muchos creyentes habían alcanzado la madurez. Por esta razón, no se pudo segar la cosecha. Aun después de mil novecientos años, el Señor Jesús aún no ha venido. Este retraso obedece a que no muchos han madurado en vida.

  Muchos creyentes no tienen el deseo ni el anhelo sincero de ser arrebatados. Esta falta de deseo se debe a que ellos no están maduros. Por ejemplo, los niños sólo desean jugar y divertirse; pero al crecer y madurar, desean graduarse de la escuela, tener un buen trabajo, casarse y criar una familia. El deseo siempre va relacionado con la madurez. Un niño tiene deseos sencillos porque carece de crecimiento y obviamente de madurez. Pero cuanto más crezcamos y maduremos, más profundos y más elevados serán nuestros deseos. Si usted afirma tener el deseo de ser arrebatado, de ser revestido de un edificio celestial, debe pasar por 2 Corintios 4. Únicamente hasta después de experimentar este capítulo, podremos tener ese deseo. De lo contrario, seremos como niños de kinder que afirman tener el deseo de graduarse de la universidad.

  En 5:1, Pablo habla de “nuestra morada terrestre, este tabernáculo”, una expresión muy particular. En la Biblia, la palabra tabernáculo es una expresión especial que alude a la morada de Dios. El hecho de que Pablo usara esta palabra en 5:1 indica que nuestra morada es también la morada de Dios. Además, este tabernáculo no es solamente una morada para Dios y nosotros, sino que también es un lugar donde adoramos a Dios. Hoy nuestro cuerpo físico es un tabernáculo, un templo. Nuestro cuerpo físico, en el cual mora nuestra persona, no sólo nos sirve para vivir, sino también para adorar a Dios. Ésta es la razón por la cual Pablo se refiere a nuestro cuerpo como “nuestra morada terrestre, este tabernáculo”.

  El pensamiento de Pablo es profundo y está plenamente saturado de Dios. El ciertamente era maduro; por eso anhelaba ser arrebatado. No deseaba estar desnudo, sino ser revestido de un cuerpo transfigurado. Cuando usted sienta ese anhelo, esa aspiración, entonces será un creyente maduro, un creyente listo para ser arrebatado, para ser cosechado.

V. TIENEN POR META AGRADAR AL SEÑOR AL VIVIR PARA ÉL

A. Su empeño

  Nosotros, además de desear ser arrebatados, debemos empeñarnos por agradar al Señor. Pablo habla de esto en el versículo 9: “Por tanto nos empeñamos también, sea en este domicilio o fuera de él, en conseguir el honor de serle agradables”. Después de que Pablo describió, en 5:1-8, su anhelo de ser revestido del cuerpo transfigurado, él habla de su empeño de agradar al Señor al vivirlo a Él (5:9-15). En el versículo 9, la expresión “nos empeñamos” significa tener celo con una meta firme, esforzarnos con diligencia para agradar al Señor. Éste fue el empeño de Pablo, sea “en este domicilio o fuera de él”. Las expresiones “en este domicilio” y “fuera de él” significan vivir y así permanecer en el cuerpo, o morir y así estar con el Señor.

  En el versículo 9, Pablo parece decir: “Mi empeño es agradar al Señor. Ya estoy maduro y listo para ser arrebatado. No me queda más por hacer; pero mientras espero, mi corazón anhela una sola cosa: agradar a mi Señor. No tengo ningún otro empeño, propósito o meta. Mi único empeño es complacer al Señor al vivir para Él”.

  ¿Por qué Pablo en el pasaje 5:9-15 habla de vivir para el Señor y no de vivir por Él, dedicado a Él, o con Él? Para contestar esta pregunta, nos ayudaría leer Gálatas 2:19, donde dice: “Porque yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios”. Aunque es difícil definir la expresión “vivir para Dios”, ella tiene muchas implicaciones. En Gálatas 2:19 Pablo declara que él vive para Dios, no para la ley. Si vivimos para la ley, esto significa que estamos bajo la ley, que somos dirigidos y gobernados por la ley, y que tenemos la responsabilidad de cumplir la ley, pero si vivimos para Dios o para el Señor, esto significa que estamos bajo la dirección y el control del Señor y que queremos cumplir con Sus requisitos, satisfacer Sus deseos y llevar a su consumación lo que Él ha propuesto.

  En 5:15 Pablo declara: “Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió por ellos y fue resucitado”. Las personas del mundo viven para sí, pero en cuanto a nosotros, el amor de Cristo nos constriñe a vivir para Él y no para nosotros mismos. Vivir para nosotros significa que estamos bajo nuestro propio control, dirección y gobierno, y que lo único que nos interesa es nuestros objetivos y metas. Esto no sólo es vivir dedicados a nosotros mismos, sino para nosotros mismos. Pero los apóstoles, que eran maduros y que estaban listos para ser arrebatados, se empeñaban únicamente en agradar al Señor al vivir para Él. Ellos se sometían absolutamente al Señor; eran dirigidos, controlados y gobernados por Él. Todo lo que hacían tenía como fin cumplir el propósito y deseo del Señor. Por ser personas así, no vivían para la ley, para sí mismos, ni para nada que no fuese el Señor mismo.

  Los que trabajan para cierta empresa tal vez viven para ella con el fin de obtener un ascenso. En todo lo que hacen, se preguntan qué pensará de ellos su jefe. Por lo tanto, con relación a su conducta, a su forma de vestir y a la manera en que se cortan el pelo, viven para la empresa. Incluso cuando escogen un nuevo par de zapatos viven para su empresa. Al hacer esto, su objetivo es agradar al jefe con miras a recibir un ascenso. Sin lugar a dudas, un empleado que vive para la empresa avanzará y tendrá éxito. Del mismo modo, un pastor de cierta congregación tal vez viva para esa congregación. Todo lo que hace, incluyendo la manera de vestirse, lo hace para esa iglesia. Se da cuenta de que si no vive en todo sentido para los miembros de esa iglesia, lo podrían despedir de la posición de pastor.

  Pablo no vivía para sí ni para nada que no fuera su Amo, Cristo. Él siempre se ejercitaba para hacer lo que agradaba al Señor. Él era muy diferente de los rabinos que vivían para la ley y lo hacían todo con miras a la ley. Como una persona madura y lista para ser arrebatada, la única meta de Pablo era agradar a su Amo, la persona cuya venida él esperaba. Pablo procuraba agradar al Señor, no llevando a cabo una obra, sino viviendo para Él en todos los aspectos de su vida diaria. Asimismo, nosotros hoy en día no debemos agradarnos a nosotros mismos, sino procurar serle agradables al Señor al vivir para Él. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo para Él. Éste es el asunto vital en este pasaje de 2 Corintios 5.

  Como hice notar, hay empleados que viven para sus empresas. Ahora quisiera ilustrar lo que es vivir para Cristo usando la experiencia de algunas mujeres que viven para sus maridos con el deseo de agradarlos. En todo lo que dicen y hacen toman en cuenta a sus maridos. Toda esposa que viva para su marido de esta manera ciertamente lo agradará. La manera de complacer a otros es vivir para ellos.

  En 1934 visité a algunos creyentes en el sur de China. El amor que sentían por mí los llevó a preparar cierta clase de pan. Aunque de hecho, hubiera preferido un simple tazón de arroz, porque los chinos del sur no sabían preparar adecuadamente esa clase de pan. No obstante, fui constreñido por ellos a comer el pan que habían preparado. Ellos hicieron algo por mí, mas no lo que a mí me agradaba. Uso esto como ejemplo del hecho de que muchos cristianos que aman al Señor no viven para el Señor; antes bien, viven para sí mismos. Ellos son diferentes a Pablo, cuyo empeño consistía en complacer a su Amo, no al obrar para el Señor, sino viviendo para Él.

  En el versículo 10 Pablo dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo”. La palabra “porque” explica el motivo del empeño mencionado en el versículo 9. El tribunal es el lugar donde Cristo juzgará a Sus creyentes a Su regreso, no con respecto a la salvación eterna de ellos, sino a su recompensa dispensacional (1 Co. 4:4-5; 3:13-15). La palabra “reciba” es una palabra técnica que significa recibir salario (Alford). Mientras todavía residamos en nuestro domicilio, el cuerpo, debemos hacer lo que agrada al Señor, para que seamos recompensados por el Señor cuando venga.

  En el versículo 11 Pablo añade: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias”. La frase “conociendo, pues el temor del Señor” significa estar conscientes de temer al Señor. La palabra “pues” indica que estar así conscientes se debe al tribunal de Cristo mencionado en el versículo 10. Además, el temor del Señor, como lo menciona este versículo, no se refiere a que el Señor nos infunda temor, sino a que nosotros le tememos a Él. Los apóstoles, conscientes de que debían temer al Señor, persuadieron a los hombres con respecto a su integridad, en cuanto a la clase de hombres que eran para con Dios y para con el hombre. No necesitaban persuadir a Dios, porque para Dios ya era manifiesto lo que eran; no obstante, los apóstoles esperaban que esto también fuera manifiesto en la conciencia de los creyentes.

  El versículo 12 dice además: “No nos recomendamos, pues, otra vez a vosotros, sino os damos ocasión de gloriaros por nosotros, para que tengáis con qué responder a los que se glorían en las apariencias y no en el corazón”. La expresión “con qué” denota tener palabras con las cuales responder a los que se glorían. Literalmente, la palabra griega traducida “apariencias” es rostros, una referencia a la apariencia de los judaizantes. El corazón es donde se encuentran la sinceridad y la realidad de las virtudes.

  El versículo 13 dice: “Porque si estamos locos, es para Dios; y si somos cuerdos, es para vosotros”. Estar locos para Dios significa estar enloquecidos, como necios, para la gloria de Dios (Hch. 26:24-25). El éxtasis del apóstol no era un frenesí de locura; era un éxtasis para Dios y con Dios para Su gloria. Aquí ser cuerdos significa tener dominio propio en amor, para el bien de otros.

B. El amor de Cristo los constriñe a vivir para Él

  En el versículo 14 Pablo explica: “Porque el amor de Cristo nos constriñe, habiendo juzgado así: que uno murió por todos, por consiguiente todos murieron”. El amor de Cristo para con nosotros se manifestó en la cruz al morir Él por nosotros (Gá. 2:20). Este amor nos constriñe. La palabra constreñir literalmente significa presionar por todos lados, mantener para un solo fin, limitar por fuerza, confinar dentro de ciertos límites con miras a un solo objetivo, encerrar en una sola línea y con un solo fin, como en un sendero estrecho y amurallado. (La misma palabra griega se usa en Lc. 4:38; 12:50; Hch. 18:5; Fil. 1:23). De esta manera los apóstoles eran constreñidos por el amor de Cristo a vivir para Él.

  La expresión “habiendo juzgado así” significa habiendo llegado a la conclusión, (probablemente en el momento de su conversión). Pablo concluyó que puesto que uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron. La muerte de Cristo, sufrida por amor, era el factor motivador que constriñó a los apóstoles a llevar una vida de amor para Él. Puesto que Cristo murió como nuestro sustituto, sufriendo la sentencia de muerte por todos nosotros, a los ojos de Dios todos morimos. Así que, no tenemos que morir como está establecido para los hombres, o sea, morir y después de esto, el juicio (He. 9:27).

  Como hicimos notar, Cristo murió por todos nosotros para que ya no vivamos para nosotros, sino para Él. La muerte de Cristo no sólo nos salva de la muerte a fin de que ya no muramos, sino que también hace posible, por medio de Su resurrección, que ya no vivamos para nosotros mismos, sino para Él.

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