Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 4:1-18
Los capítulos tres y cuatro de 2 Corintios difieren en naturaleza. De hecho, el capítulo tres es un capítulo de doctrina. Estoy consciente de que para muchos de nosotros, la palabra doctrina no es positiva. Debido a nuestro trasfondo, un trasfondo religioso lleno de doctrinas, no consideramos que la doctrina sea algo agradable ni de buen gusto. Cuando damos testimonios en las reuniones de la iglesia, nos gusta decir: “Lo que quiero compartir con ustedes no es una doctrina; más bien, es una experiencia real y valiosa”. Todos valoramos la palabra experiencia, y cada vez que tenemos la oportunidad, nos gusta testificar acerca de la experiencia que hemos tenido del Señor o de nuestra experiencia en el Señor. Titubearíamos antes de levantarnos para decir: “Lo que voy a presentarles es una doctrina”. Con todo, me atrevo a decirles que el capítulo tres de 2 Corintios es un capítulo que trata de doctrina. Por supuesto, como regla, la doctrina debe incluir la experiencia. Asimismo, toda experiencia espiritual genuina incluye la doctrina. Por consiguiente, podemos afirmar que el tercer capítulo de 2 Corintios trata de la doctrina, pero con cierto grado de experiencia.
Permítanme darles las razones por las cuales afirmo que el tercer capítulo de 2 Corintios habla de doctrina. Los versículos 8 y 9 hablan del ministerio del Espíritu y del ministerio de la justicia. Por tanto, el ministerio del nuevo pacto primero es el ministerio del Espíritu, y luego, el ministerio de la justicia. ¿Acaso no es esto un asunto de doctrina? Si somos imparciales, y si no dejamos que el concepto negativo en cuanto a la doctrina influya en nosotros, reconoceremos que de hecho se trata de la doctrina. Puesto que la Biblia es un libro de doctrina, no podemos evitar la doctrina o pasarla por alto. El capítulo tres, en especial, presenta la doctrina de que el ministerio del nuevo pacto es el ministerio del Espíritu y de la justicia.
No obstante, el capítulo tres contiene también cierta cantidad de experiencia. Por ejemplo, en el versículo 18, Pablo declara: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Este versículo contiene tanto la doctrina como la experiencia. Aunque Pablo habla aquí desde la perspectiva de la experiencia, al mismo tiempo sus palabras incluyen la doctrina.
Si el tercer capítulo de 2 Corintios básicamente trata de la doctrina, ¿cuál podría ser la naturaleza del capítulo cuatro? El capítulo cuatro de 2 Corintios trata de la experiencia. ¿Cómo sabemos esto? El versículo 1 nos proporciona un indicio de que este capítulo gira en torno a la experiencia: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. Aquí Pablo habla de tener “este ministerio”. Aun esto está relacionado con la doctrina y también con la experiencia. Pero el hecho de no desanimarnos ciertamente tiene que ver con nuestra experiencia.
Aun en el capítulo cuatro, cuyo tema principal es la experiencia, podemos encontrar la doctrina. Asimismo, el capítulo tres, el cual trata de la doctrina, contiene cierta cantidad de experiencia. Podemos decir que el tercer capítulo de 2 Corintios trata de la doctrina a manera de experiencia, y que 2 Corintios 4 trata de la experiencia a manera de doctrina. Es esencial comprender estos dos capítulos de esta manera para poder captar lo que abarcaremos en este mensaje.
¿Qué clase de experiencia encontramos en el capítulo cuatro? No es la experiencia de la salvación, la justificación, o del perdón. Algunos tal vez digan que en este capítulo encontramos la experiencia de la cruz. No obstante, esto equivaldría a hablar de la experiencia que se halla en el capítulo cuatro de una manera demasiado negativa. Lo que encontramos en este capítulo es la manifestación de la vida, pues este capítulo trata de la experiencia de manifestar la vida.
Es posible que los cristianos lean el cuarto capítulo de 2 Corintios sin darse cuenta de que este capítulo trata de la manifestación de la vida. Los versículos 10 y 11 dicen: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal”. En estos versículos Pablo no usa el adjetivo “manifiesto”, sino el verbo “se manifieste”. Existe una diferencia entre algo manifiesto y algo que se manifiesta. La palabra manifiesto no supone una experiencia o un proceso, pero usar la forma verbal y decir que algo se manifiesta sí supone un proceso, un procedimiento. En estos versículos Pablo no dice que la vida de Jesús puede ser manifiesta. Si hubiera dicho eso, no quedaría supuesto ningún proceso o procedimiento, y no sería necesario que pasemos por ninguna experiencia. Pero cuando Pablo habla de que la vida de Jesús se manifieste en nosotros, eso implica un proceso. El hecho de que la vida de Jesús se manifieste requiere un proceso, un procedimiento. En 4:10-12 podemos ver claramente la manifestación de la vida, lo cual indica que este capítulo gira en torno a la experiencia de permitir que la vida se manifieste.
La manifestación de la vida se produce por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz. Por esta razón, el título de este mensaje es: “La manifestación de la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz”. Por supuesto, aunque en el capítulo cuatro no encontramos mención de la cruz, el concepto de la cruz sí está implícito. Por ejemplo, la expresión “la muerte de Jesús” mencionada en el versículo 10, ciertamente deja implícita la cruz. La muerte de Jesús aquí se puede traducir “el dar muerte a Jesús”, lo cual implica la muerte que operaba en Jesús. Existe por lo menos cierta diferencia entre las dos expresiones. La experiencia de manifestar la vida está relacionada con la muerte que operaba en Jesús.
Después de que Pablo, en el capítulo tres, presentó el ministerio del nuevo pacto de una manera un tanto doctrinal, él presenta en el capítulo cuatro la experiencia de un ministro del nuevo pacto. Al hacerlo, ¿por qué habla de llevar la muerte de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste? Indudablemente, Pablo y los demás apóstoles tenían distintas clases de experiencia. ¿Por qué entonces presenta él esta experiencia en el capítulo cuatro? El enfoque principal de este capítulo no es otro que la manifestación de la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz. En el capítulo tres, Pablo nos hace saber en qué consiste el ministerio del nuevo pacto. Luego, en el capítulo cuatro, testifica de este ministerio basándose en su experiencia. Para poder testificar del ministerio del nuevo pacto, el ministerio del Espíritu y de la justicia, es necesario que Pablo presente la experiencia de manifestar la vida por medio del aniquilamiento efectuado por la cruz.
En 4:1 Pablo dice: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no nos desanimamos”. Supongamos que Pablo hubiera redactado este versículo de manera diferente y hubiera dicho: “Por lo cual, teniendo este servicio según la gracia abundante que hemos recibido, somos consolados”. ¿Acaso confirmaría este modo de escribir lo que declara Pablo en el capítulo tres? Por supuesto que no. No habría ninguna belleza ni riquezas que correspondieran a los asuntos mencionados en el capítulo tres. En el tercer capítulo de 2 Corintios, Pablo abarca algunos puntos maravillosos: el ministerio del Espíritu, el ministerio de la justicia, la transformación de gloria en gloria. En el capítulo cuatro vemos algo que corresponde con cada uno de estos puntos, los cuales describen el maravilloso ministerio del nuevo pacto, un ministerio que es del Espíritu, de la justicia y para la transformación que va de gloria en gloria. Es necesario que este ministerio, descrito de manera doctrinal en el capítulo tres, sea confirmado. Y en el capítulo cuatro Pablo nos da la experiencia que confirma los puntos que acaba de presentar acerca del ministerio del nuevo pacto.
Una persona que lee el capítulo tres podría decir: “Pablo, acabas de describirnos tu ministerio. Tu ministerio es del Espíritu y de la justicia, y su objetivo es nuestra transformación de gloria en gloria. Esto es maravilloso. Pero ¿podrías confirmarnos este tan excelente ministerio con tu propia experiencia? ¿Podrías contarnos algunas experiencias como confirmación de tu ministerio?” Pablo, como si hubiera sabido que le harían esas preguntas, parece decir en esta epístola: “En el siguiente capítulo, el capítulo cuatro, os hablaré de mi experiencia”. Por consiguiente, lo que Pablo dice en el capítulo cuatro acerca de su experiencia, debe recalcar los asuntos cruciales abarcados en el capítulo tres. Esto significa que él debe recalcar algo relacionado con el Espíritu, la justicia, la transformación y la gloria. Al leer el capítulo cuatro, debemos descubrir cuáles asuntos corresponden a todos los asuntos presentados en el capítulo tres.
De lo que se menciona en el capítulo cuatro, ¿qué corresponde con el Espíritu mencionado en el capítulo tres? No sería correcto decir que el “espíritu de fe”, mencionado en el versículo 13, porque esto se refiere a algo distinto. El asunto del capítulo cuatro que corresponde con el Espíritu, es la vida. La vida del capítulo cuatro es sinónima del Espíritu. En un capítulo que habla de la doctrina, Pablo habla del Espíritu, pero en un capítulo que trata de la experiencia, él habla de la vida. En cuanto a la doctrina, la vida es el Espíritu, y con respecto a nuestra experiencia, el Espíritu es la vida.
Podemos ejemplificar la diferencia que existe entre el Espíritu y la vida con la que existe entre los comestibles que llevamos a la casa del supermercado y la comida ya cocinada. Antes de preparar la comida, lo que tenemos es varias clases de ingredientes. Sin embargo, no nos comemos los ingredientes, sino la comida cocinada con dichos ingredientes. La doctrina se puede comparar con los ingredientes, y nuestra experiencia espiritual, con la comida cocinada que nos comemos. El Espíritu mencionado en el tercer capítulo de 2 Corintios es los “ingredientes”, mientras que la vida de la cual habla el capítulo cuatro es la “comida ya cocida”. Así que, podemos decir que la vida es el Espíritu “cocinado” o procesado para que lo experimentemos. Además, todos somos cocineros. Cada vez que cocinamos al Espíritu, el Espíritu llega a ser vida para nosotros. Por consiguiente, ahora disfrutamos comida cocinada. Esto significa que la vida del capítulo cuatro es el Espíritu procesado. Después de que el Espíritu es procesado, es decir, cocinado, Él llega a ser vida para nosotros en nuestra experiencia.
Por ahora no intentaremos encontrar qué elementos del capítulo cuatro corresponden a la justicia del capítulo tres; más bien, preguntémonos qué corresponde a la transformación. Así como la vida es sinónima del Espíritu, el ser renovado es sinónimo de ser transformado. En el versículo 16, Pablo habla de la renovación, cuando dice que el hombre interior “se renueva de día en día”. Aunque la transformación y la renovación son sinónimas, existe una diferencia entre ambas. La transformación supone un proceso, y cuando este proceso está en marcha llega a ser la renovación.
¿Cuál es el sinónimo, en el capítulo cuatro, de la gloria mencionada en el capítulo tres? De hecho, no hay sinónimo. Por mucho que se procese la gloria, sigue siendo gloria. En los capítulos tres y cuatro, Pablo habla de la gloria. No obstante, la gloria del capítulo tres no tiene tanto peso como la del capítulo cuatro. En 4:17 Pablo habla de un “eterno peso de gloria”. La gloria del capítulo tres tiene un peso dispensacional en esta era, pero la gloria del capítulo cuatro tiene un peso eterno. En otras palabras, en el capítulo tres, la gloria tiene un peso con relación a esta era, mientras que en el capítulo cuatro, la gloria tiene un peso con relación a la eternidad. Debemos recordar que 3:18 habla de pasar de un grado de gloria a otro. Indudablemente, la gloria del capítulo cuatro representa el grado más avanzado. Por lo menos, se encuentra en un nivel más elevado que la gloria del capítulo tres.
En el capítulo tres, el Espíritu, la transformación y la gloria se presentan de manera un poco doctrinal. Pero en el capítulo cuatro, los asuntos correspondientes tienen que ver con la experiencia. Como hemos visto, el Espíritu llega a ser la vida; la transformación llega a ser la renovación; y la gloria dispensacional llega a ser la gloria eterna.
La manifestación de la vida equivale a la manifestación del Espíritu. En 3:8, Pablo declara que su ministerio, el ministerio del nuevo pacto, es el ministerio del Espíritu. En el capítulo cuatro, él nos presenta la experiencia que confirma esto. En ese capítulo, él parece decir: “Permitidme confirmaros que mi ministerio es un ministerio del Espíritu. Cuando vine a vosotros, ¿acaso no visteis algo manifestado en mí? ¿Qué visteis? ¿La religión judía? ¿Las prácticas, hábitos y costumbres judíos? No, no visteis nada de eso. Vosotros los corintios tenéis que reconocer que lo que visteis en mí fue la manifestación de la vida, no la manifestación de ninguna religión, filosofía, costumbre o práctica judías”. La vida manifestada en Pablo era el Espíritu que él había experimentado, el Espíritu procesado, el Espíritu que había sido cocinado.
Cuando Pablo estaba con los corintios, él era viviente y poderoso, pero también era amable, humilde y comprensivo. Todas estas virtudes formaban parte de la manifestación del Espíritu que él experimentaba. Su ministerio era el ministerio del Espíritu manifestado en él como vida. Así que, Pablo estaba lleno de vida. La vida no sólo se manifestó sobre él, sino que también operaba en los creyentes que estaba en Corinto en aquel entonces.
La vida podía manifestarse en Pablo porque él había experimentado el aniquilamiento efectuado por la cruz. Supongamos que Pablo no hubiera experimentado ningún problema, ninguna dificultad, ninguna oposición ni ninguna persecución. Supongamos que hubiese sido fuerte físicamente y que nunca hubiese tenido ningún problema de salud. Si ése hubiera sido el caso, hay pocas probabilidades de que la vida se pudiera haberse manifestado en él. Pero cuando Pablo estuvo con los corintios, él tuvo problemas y dificultades, experimentó oposición y persecución. A veces, incluso los santos de Corinto le causaron problemas. Pablo sabía que si todo hubiese sido fácil y cómodo, no habría sido posible que la vida se manifestara de la misma manera.
Cuando nos encontramos en un ambiente agradable, hay menos oportunidades de que se manifieste la vida. Pero cuando se nos oponen, somos perseguidos y criticados, cuando tenemos problemas de salud y cuando nos hacen la vida pesada los santos de la iglesia, estamos en una situación propicia para que se manifieste la vida. Cuando Pablo estaba con los corintios, él se hallaba en esa clase de situación. Eso le brindó una excelente oportunidad de permitir que el Espíritu que estaba en él se manifestara como vida.
En los versículos 8 y 9 Pablo da a conocer la situación difícil en la que se encontraba. Él declara: “Estamos oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados; en apuros, mas no sin salida; perseguidos, mas no abandonados; derribados, pero no destruidos”. En estos versículos Pablo menciona cuatro cosas. Primero, declara que estaban oprimidos en todo aspecto, mas no ahogados. La versión china declara que ellos eran atacados en todo aspecto, atacados por las cuatro direcciones: por enfrente, por atrás, por la derecha y por la izquierda. No obstante, no estaban ahogados en la estrechez. Esto alude a la vida. Estar en esa situación y no ahogarse equivale a permitir que la vida se manifieste.
Segundo, Pablo dice que estaban en apuros, mas no sin salida. Los apóstoles fueron encerrados; no tenían salida. Pero no es que no tuvieran ninguna salida. Esta parte del versículo 8 contiene, en el griego, un juego de palabras. Primero, Pablo dice que no podían encontrar salida, y luego, que no era el caso que no podían encontrar alguna salida. Una vez más, ésta es la vida. Aparentemente no podían encontrar salida; pero gracias al Espíritu que estaba en ellos como vida, no estaban completamente sin salida.
Tercero, Pablo dice que eran perseguidos, más no abandonados. Esto significa que eran perseguidos por enemigos, pero que no estaban abandonados; es decir, no habían sido abandonados en un maligno dilema.
Finalmente, en el versículo 9, Pablo declara que estaban derribados, pero no destruidos. Aunque fueron derribados, no perecieron.
Pablo fue afligido, estaba perplejo, fue perseguido y derribado. Todo esto permitió que la vida se manifestara. La vida vence todas estas cosas. Aunque Pablo fue afligido, estuvo perplejo, fue perseguido y derribado, él seguía manifestando la vida. Él no estaba ahogado, ni desesperado; tampoco estaba abandonado ni destruido. Ciertamente la vida se manifestó en él.
Pablo indicaba, al presentar su propia experiencia como confirmación de su ministerio, que él y su ministerio eran uno. Lo que Pablo era y lo que vivía constituía su ministerio. El ministerio era lo que Pablo era, y no solamente lo que él hacía ni la labor que él realizaba. Pablo vivía de tal manera que su vivir era una confirmación de su ministerio. Su ministerio era del Espíritu, y su vivir estaba lleno de vida. Esto significa que su vivir era la manifestación del Espíritu procesado, el Espíritu cocinado. Pablo vivía por el Espíritu, y la vida emanaba de él. La vida fue manifestada a los corintios y les fue ministrada. Cuando esta vida entró en ellos, se convirtió inmediatamente en el Espíritu. Luego, cuando ellos, en su vivir, expresaban al Espíritu, el Espíritu llegaba a ser vida para otros. Ésta era la confirmación del ministerio de Pablo, la confirmación del ministerio del nuevo pacto.
En 2 Corintios 4 Pablo parece decir a los corintios: “Nuestro vivir y nuestro ser son la confirmación de nuestro ministerio. Nosotros y el ministerio somos uno. Esto significa que nosotros somos el ministerio. El ministerio es nuestro ser, nuestra persona, nuestro vivir. Lo que vivimos es la confirmación del ministerio. Os he dicho que el ministerio es el ministerio del Espíritu. Ahora confirmo esta afirmación al daros testimonio de mi experiencia de manifestar la vida en medio de circunstancias difíciles”.
A veces el Señor permite que nos encontremos en situaciones donde somos oprimidos en todo aspecto. ¿Se siente usted feliz cuando se halla en esas circunstancias? A veces nos parece que el Señor nos deja caer en medio de semejante entorno, en el cual nos atacan de frente, de atrás, de la izquierda y de la derecha. Somos oprimidos en todo aspecto, es decir, conforme al significado del griego, somos oprimidos por todos lados. El fin de todo esto es que la vida sea manifestada.
Quizás usted se pregunte quiénes son los que atacan, quiénes son los que oprimen por todos lados. Los que más lo atacan quizás sean los de su propia familia. Es posible que su cónyuge, sus hijos, o su familia política, le causen dificultades. Si clama al Señor para que tenga misericordia de usted, quizás Él le indique que la mayor misericordia que le puede conceder es que usted se encuentre en esa situación para que experimente la manifestación de la vida.
La vida, el Espíritu cocinado, es la expresión del Espíritu. Por tanto, debido a que Pablo manifestaba la vida, su vivir y su ser eran la confirmación de su ministerio. Él y el ministerio del Espíritu eran uno.
En el capítulo tres, Pablo indica que los apóstoles eran uno con su ministerio. Luego, en el capítulo cuatro, él presenta una vida que confirma la afirmación de que los ministros del nuevo pacto y el ministerio del nuevo pacto son uno. Lo que ellos son y lo que viven constituye su ministerio. Ellos ministran vida a los demás, no solamente con sus palabras, sino más bien, con su modo de vivir. Lo que viven confirma lo que hablan y fortalece su ministerio. Por tanto, los ministros y el Espíritu son uno solo.