Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 1:23-24; 2:1-11
En este mensaje vamos a considerar 1:23—2:11. En estos versículos Pablo explica las razones de su demora en su llegada a Corinto.
En 1:23 Pablo dice: “Mas yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que por consideración a vosotros no he pasado todavía a Corinto”. El que Pablo tuviera consideración de los corintios muestra lo comprensivo que era. El apóstol no quiso visitar a los creyentes corintios con vara para disciplinarlos, sino que quería visitarlos con amor y espíritu de mansedumbre para que fuesen edificados (1 Co. 4:21). Por un lado, se abstuvo de ir para evitar cualquier sentimiento desagradable; los trató con poca severidad y no quiso ir a verlos con tristeza (2 Co. 2:1). Por otro, a él no le gustaba enseñorearse de la fe de ellos, sino que deseaba colaborar con ellos para su gozo (1:24). Esto era la verdad, y Pablo invocó a Dios para que diera testimonio de esto a favor de él.
Según el versículo 23, el apóstol Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma; es decir, para que diera testimonio contra su alma, o sea, contra él mismo, por si acaso hablaba falsamente.
Invocar a Dios no es solamente orar a Dios o pedirle que haga algo por nosotros. Decir “Oh Dios” u “Oh Padre” no es solamente orar; más bien, es invocar a Dios. Hoy muchos cristianos carecen de un espíritu de invocación, un espíritu fuerte con el cual invocar a Dios. Si las circunstancias o la situación lo permitieran, me gustaría invocar continuamente: “Oh Padre mío” u “Oh Señor Jesús”. Hay una diferencia entre la invocación y la oración. Por ejemplo, alguien puede orar así: “Padre Dios; Tú eres fiel; Tú nunca cambias; ayúdame también a ser fiel y a no cambiar. Te pido esto en el nombre del Señor Jesús. Amén”. Por muy buena que sea esta oración, tal vez no sea muy viviente. Además, es posible que oremos al Señor Jesús de una manera no muy viviente. Tal vez digamos: “Señor Jesús, yo te doy gracias por amarme. Señor, te amo también, pero Tú sabes que soy débil. Señor, ayúdame, por favor, en mi debilidad”. Muchos cristianos oran así, pero lo hacen con desgana y sin ejercitar el espíritu. Tal vez ni siquiera entienden lo que significa ejercitar el espíritu en oración. En Juan 4:24, el Señor Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren”. Adorar a Dios también incluye orar a Él. Ya que orar es adorar, y puesto que el Señor Jesús declara que debemos adorar a Dios en espíritu, debemos entonces orar también en espíritu. Las palabras que pronunciamos para expresarnos en la oración son algo secundarias; lo más importante es que ejercitemos nuestro espíritu para contactar a Dios. Cuando oramos, debemos invocar a Dios, ejercitar nuestro espíritu y decir: “Oh Padre, Oh mi Dios, mi Padre”. Esto es invocar a Dios.
Dios el Padre se alegra cuando nos oye invocarle. Según lo que expresó el Señor en Juan 4, el Padre busca ahora a personas que lo adoren en espíritu.
Según mi conocimiento, la mejor manera de ejercitar el espíritu es invocar a Dios. Invocar en voz alta no es necesario, pues muchas veces no es conveniente ni apropiado hacerlo. Por ejemplo, es posible que las personas que nos rodeen estén trabajando o durmiendo, y los molestaríamos si invocásemos en voz alta. Podemos ejercitar nuestro espíritu aun invocando en voz baja.
Pablo fue muy cuidadoso y tuvo mucha consideración en cuanto a qué palabras usar al escribir sus epístolas. En 1:23 él no dijo: “Le pido a Dios” ni tampoco: “Oro a Dios”; más bien dijo: “Yo invoco a Dios”. Esta invocación exige el ejercicio del espíritu. Pablo era una persona que vivía en el espíritu y que adoraba a Dios en el espíritu. Si no vivimos en el espíritu, ciertamente nos resultará difícil adorar a Dios en el espíritu.
En el versículo 23 leemos que Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma. Esto significa que invocó a Dios para que diera un testimonio en contra suya. Pablo parecía decir: “Hermanos corintios, no actué en el alma. Si lo hubiera hecho, Dios habría testificado en contra mía. Yo no soy una persona que vive en el alma ni se conduce en el alma. No fue en mi alma que determiné venir a vosotros. De haberlo hecho, Dios habría testificado en contra mía”.
Es interesante que Pablo no dijo: “Invoco a Dios por testigo sobre mi espíritu, para que testifique que yo determiné en mi espíritu venir a vosotros”. Por el contrario, él invocó a Dios para que testificara contra su alma. Lo invocó para que testificara que realmente él no había determinado nada en su alma, es decir, en su yo. No hay duda alguna que Dios testificaría en contra de tal determinación. Esta clase de testimonio, un testimonio en el cual se testifica en contra de alguien, es a veces más contundente que un testimonio de parte de los que están a favor.
La razón por la cual Pablo no visitó Corinto fue por consideración a los corintios, y no porque él fuera inconstante, que dijera que sí y que no al mismo tiempo. Pablo no quería ir a Corinto con vara disciplinaria, sino que tuvo consideración de los corintios y quiso ir a ellos en amor. Él invocó a Dios por testigo con respecto a esto.
Pablo es un buen ejemplo a seguir. Por la misericordia del Señor, todos debemos aprender de él y seguirle. Pablo era una persona maravillosa. Él era espiritual, tenía a Cristo forjado en él, y también tenía mucha experiencia y madurez en cuanto a las riquezas de Cristo. Por ser una persona así, tuvo consideración de los corintios y, por esta razón, no había ido a Corinto.
En el versículo 24 Pablo dice además: “No que nos enseñoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos con vosotros para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes”. La fe subjetiva es necesaria para que los creyentes se mantengan firmes en la fe objetiva (1 Co. 16:13). El que uno se enseñoree de la fe subjetiva de los creyentes debilita la fe de ellos, pero el que uno colabore con ellos para su gozo la fortalece.
En el versículo 1 del capítulo dos Pablo dice: “Esto determiné para conmigo, no ir otra vez a vosotros con tristeza”. Por una parte, Pablo invocó a Dios por testigo sobre su alma; por otra, nos dice que él determinó algo para consigo mismo. ¿Acaso no está relacionado esto con el alma? Así que, vemos en 2:1 que el yo de Pablo es un yo espiritual, un alma espiritual, un alma bajo el control y la dirección del espíritu. En sí mismo, Pablo determinó no ir otra vez a los corintios con tristeza. Su determinación no fue inspirada por el Espíritu; sino que fue algo que él mismo se propuso. No obstante, debemos recordar que esta determinación fue tomada por una persona que estaba bajo el control y la dirección del espíritu. Esto muestra una vez más el principio de la encarnación, el cual se halla en Gálatas 2:20. El principio de la encarnación siempre opera de esta manera. El Señor Jesús, como hombre, realizó milagros; mas, Dios fue aquel que los llevó a cabo. En esto consiste el principio de la encarnación.
En el versículo 2, Pablo les pregunta: “Porque si yo os contristo, ¿quién será luego el que me alegre, sino aquel a quien yo contristé?” Esta frase es muy filosófica, lógica y espiritual.
En el versículo 3 Pablo añade: “Y esto mismo os escribí, para que cuando llegue no tenga tristeza de parte de aquellos de quienes me debiera gozar; confiando en vosotros todos que mi gozo es el de todos vosotros”. La palabra “escribí” se refiere a lo que Pablo había escrito a los corintios en la primera epístola.
En el versículo 4 Pablo declara: “Porque por la mucha tribulación y angustia del corazón os escribí con muchas lágrimas, no para que fueseis contristados, sino para que conocieseis el amor desbordante que os tengo”. Aquí Pablo se está refiriéndose a sí mismo. Algunas personas, supuestamente espirituales, insisten en que uno nunca debe de hablar de sí mismo. Durante los años que estuve en la Asamblea de los Hermanos se me enseñó que los creyentes jamás deberían hablar de sí mismos, y eso es lo que hice durante muchos años; pero más tarde, me di cuenta de que eso no siempre es correcto. El hablar o no hablar de nosotros mismos depende de nuestros motivos. En 2 Corintios Pablo tenía mucho que decir acerca de sí mismo. En su introducción, él no sólo habla de sí mismo, sino que también argumenta y se vindica a sí mismo. A veces es necesario que hablemos de nosotros mismos. Cristo necesita testigos. Cristo es la realidad, y nosotros somos testigos de esta realidad. Como testigos, no debemos ser ni orgullosos ni humildes. En el momento oportuno, debemos testificar del Señor con honestidad y denuedo. Y esto es precisamente lo que Pablo hizo cuando les dijo a los corintios en la primera epístola que por la mucha tribulación y angustia del corazón él les escribió con muchas lágrimas. Así les escribió a los corintios, no con el afán de entristecerlos sino con el fin de darles a conocer el amor que él sentía por ellos.
El versículo 5 dice: “Pero si alguno ha causado tristeza, no me la ha causado a mí, sino en cierto modo (por no ser yo gravoso) a todos vosotros”. Pablo tomó la precaución de no exagerar. Él escribió prudentemente y usó la expresión “en cierto modo”. Ser gravoso significa aplicar demasiada presión, hablar más de lo debido. Pablo dijo que el culpable había causado tristeza en cierto modo a toda la iglesia. Dijo “en cierto modo” para no agraviarlos con mucha presión, no fuera que exagerara. Esto indica que él era una persona tierna, prudente y considerada.
En el versículo 6 Pablo declara: “Le basta a tal persona este castigo infligido por la mayoría”. Esto indica que después de que la mayoría de los creyentes corintios habían leído la primera epístola de Pablo, reprendieron y castigaron al que había cometido el incesto. Pablo señala que el castigo aplicado por la mayoría había sido suficiente. Por tanto, en el versículo 7, añade: “Así que, al contrario, vosotros más bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de excesiva tristeza”. En este contexto, perdonar significa también tratar de manera benévola. En lugar de reprenderle, ahora los corintios debían consolarle y perdonarle, y también aliviarle y vendarle sus heridas. Por consiguiente, en el versículo 8, Pablo declara: “Por lo cual os exhorto a que confirméis vuestro amor para con él”.
El versículo 9 dice: “Porque también para este fin os escribí, para conocer vuestro carácter aprobado, y ver si sois obedientes en todo”. “Conocer vuestro carácter aprobado” significa “poneros a prueba”. Un carácter aprobado es una calidad intrínseca de alguien que ha pasado por una prueba. La meta de Pablo al escribir la primera epístola a los corintios era conocer el carácter aprobado de ellos. Escribió con el fin de ponerlos a prueba y comprobar su obediencia. Ahora Pablo se daba cuenta de que los corintios eran obedientes y aprobados. Al obedecer a la primera epístola, ellos fueron aprobados a los ojos de Pablo.
El versículo 10 dice: “Y al que vosotros algo perdonáis, yo también; porque también yo lo que he perdonado, si algo he perdonado, por vosotros lo he hecho en la persona de Cristo”. Es posible que haya algunos que piensen que perdonar en la persona de Cristo significa perdonar en nombre de Cristo. Los que sostienen esta perspectiva tal vez nos remitan a Juan 20:23, donde dice que los discípulos tienen la autoridad de perdonar los pecados. Según esta interpretación, perdonar a un hermano que peca significa perdonarle en nombre del Señor y como representante del Señor. Esta comprensión no es errónea, pero tampoco es una interpretación exacta de lo que Pablo está diciendo en el versículo 10.
La palabra griega traducida “persona” significa literalmente faz, como en 4:6. Es la parte que está alrededor de los ojos, la expresión que señala los pensamientos y sentimientos interiores, la cual exhibe y manifiesta todo lo que la persona es. Esto indica que el apóstol vivía y se conducía en la presencia de Cristo, conforme a la expresión que indicaba toda Su persona, según se trasmitía en Sus ojos. La primera sección de 2 Corintios, de 1:1 a 2:11, es una larga introducción a esta epístola, la cual sigue a la primera epístola que Pablo escribió a los desordenados creyentes de Corinto. Él fue consolado y animado después de recibir información de que ellos se habían arrepentido (7:6-13) al aceptar las reprimendas que les había hecho en la primera epístola. Así que Pablo escribió la segunda epístola para consolarlos y animarlos de modo personal, tierno y afectuoso, de tal manera que la epístola de 2 Corintios, en cierto sentido, es considerada como su autobiografía. En esta epístola vemos a una persona que vivía a Cristo conforme a lo que había escrito con respecto a Él en su epístola anterior, en un contacto muy íntimo y estrecho con Él, actuando conforme a la expresión de Sus ojos. Vemos que Pablo era uno con Cristo, que estaba lleno de Cristo y saturado de Él. Pablo había sido quebrantado y aun terminado en su vida natural, también había sido ablandado y hecho flexible en su voluntad. Al mismo tiempo, era afectuoso, aunque restringido en sus emociones; era considerado y sobrio en su mente, y puro y genuino en su espíritu hacia los creyentes, para beneficio de ellos, a fin de que pudieran experimentar y disfrutar a Cristo como él lo hacia, para el cumplimiento del propósito eterno de Dios en la edificación del Cuerpo de Cristo.
Hemos señalado que la palabra “persona” indica la parte que está alrededor de los ojos, la expresión de los pensamientos y sentimientos de una persona, y que representa todo lo que ella es. Si usted desea saber lo que una persona siente por usted, si está alegre o triste, satisfecha o insatisfecha, no le miraría a la cara de manera general, sino que también se fijaría en la parte que se halla alrededor de sus ojos, la cual expresa sus pensamientos y sentimientos. Cuando Pablo perdonó al hermano que había pecado, él lo hizo mirando la expresión de los ojos del Señor Jesús. Si los ojos del Señor expresaban insatisfacción con su decisión de perdonar a ese hermano, entonces Pablo no lo habría perdonado. En otras palabras, Pablo se habría dado cuenta de que el Señor no aprobaba lo que él estaba haciendo. En el momento en que perdonaba al hermano, Pablo tenía la mirada puesta en el Señor Jesús y se daba cuenta de que el Señor lo alentaba. Así Pablo podía afirmar que él perdonaba en la persona de Cristo. Esto indica que Pablo era uno que vivía y actuaba en la presencia de Cristo.
En 1940 el hermano Nee dijo que Deuteronomio puede ser considerado como la autobiografía de Moisés, y 2 Corintios, la autobiografía de Pablo. En 2 Corintios Pablo habla mucho de sí mismo; de hecho, habla más de sí mismo que de Cristo. Sin embargo, en esta epístola autobiográfica, Pablo da testimonio de Cristo. En este libro vemos a alguien que vive a Cristo conforme a lo que él mismo escribió acerca de Cristo en 1 Corintios. Pablo vivía en un estrecho e íntimo contacto con Cristo, actuando según la expresión de los ojos de Él. Pablo era verdaderamente uno con Cristo, estaba lleno de Cristo y saturado de Él.
En el versículo 11, Pablo dice: “Para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones”. Este versículo revela que el maligno, Satanás, está detrás del escenario en todas las circunstancias y opera a través de todas las cosas. La palabra griega traducida “maquinaciones” significa planes, complots, estratagemas, designios, engaños, intenciones y propósitos. Es posible que incluso en la vida de iglesia, Satanás puede estar operando detrás del escenario. No piensen que perdonar a un hermano solamente tiene que ver con la iglesia y no con las estratagemas de Satanás. Es posible que aun detrás de este asunto, Satanás esté agazapado, buscando la manera de ejecutar sus malvados planes y devorar a los débiles.
En estos versículos vemos que Pablo se relacionaba con los santos de una manera personal, que él era espiritual y que estaba alerta. Él cuidaba a los santos de una manera íntima, vivía conforme a la expresión del ser de Cristo, y estaba alerta ante los sutiles complots del enemigo, que operaba detrás del escenario de todas las circunstancias que se encuentran en la vida de iglesia. Todos debemos aprender de Pablo con respecto a cuidar a los santos, a vivir a Cristo y a estar al tanto de la sutileza del enemigo.