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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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PABLO VINDICA SU AUTORIDAD APOSTÓLICA

(6)

  Lectura bíblica: 2 Co. 12:1-10

  En 2 Corintios 12:1-10 se halla un excelente pasaje de la Palabra. Estos versículos muestran que Pablo era una persona profunda y que poseía una sabiduría igualmente profunda. Los judaizantes se gloriaban de cuánto sabían y profesaban ser más conocedores que el apóstol Pablo. Pablo, en lugar de argumentar con ellos, primero se glorió de sus debilidades. Ahora, en 12:1-10, él llega a las visiones y las revelaciones. La sabia estrategia de Pablo consiste en vencer a los arrogantes judaizantes mostrándoles que en realidad ellos no tienen ninguna visión ni ninguna revelación. Lo que sabían los judaizantes no era más que vanidad.

EL PROPÓSITO DE PABLO

  Creo que al escribir estos diez versículos, el propósito de Pablo es mostrar a los creyentes de Corinto que él era mucho más conocedor que los judaizantes. Él tenía el conocimiento no solamente de la vida humana que se vive en la tierra, sino también de las cosas que hay en el paraíso y aun en el tercer cielo. Pablo no sólo conocía estas cosas, sino que también tuvo una visión de ellas. Pablo hizo mención de esto para poner de manifiesto las necedades de los judaizantes.

  Si los corintios compararan lo que Pablo sabía y lo que había visto, con el conocimiento que poseían los judaizantes, habrían dicho: “Los judaizantes son superficiales. Lo único que tienen es un limitado conocimiento del Antiguo Testamento en cuanto a la ley mosaica y a los rituales tradicionales. Pero aquí está un hombre lleno del conocimiento del nuevo pacto. Él posee el conocimiento de la vida humana y de las cosas que están en el paraíso y en el tercer cielo”.

LA JACTANCIA DE PABLO

  Yo diría que en 12:1-10 encontramos la principal jactancia de Pablo. Además del Señor Jesús, ¿ha existido alguna persona aparte de Pablo que haya visto las cosas que hay en el tercer cielo y en el paraíso? El Señor Jesús es Dios mismo y, como tal, Él estaba en los cielos. Luego, se hizo hombre, vivió en la tierra, murió en la cruz y fue al Hades. Por tanto, Él viajó a través de los cielos, de la tierra y de la región debajo de la tierra. Pablo, un hombre que nació en la tierra, fue al tercer cielo y vio lo que había allí. Él también fue al paraíso y contempló las cosas que había debajo de la tierra. Indudablemente, en la historia humana no hay nadie que se compare con el Señor Jesús y con el apóstol Pablo. ¿Qué podían decir acerca de esto los judaizantes?

  En 12:1 Pablo declara: “Es necesario gloriarse, aunque ciertamente no conviene; no obstante, vendré a las visiones y a las revelaciones del Señor”. El apóstol se vio obligado a gloriarse, debido a la necedad de los corintios. Aunque eso no le convenía a él, era necesario para el beneficio de ellos. Para la edificación de ellos, él tenía que gloriarse, a fin de que ellos volvieran a tener un entendimiento sobrio y correcto acerca de su relación con el apóstol. La palabra “vendré” de este versículo significa que ahora Pablo se gloriaría de las visiones y revelaciones que había recibido del Señor.

  En el versículo 1 Pablo habla de visión y de revelación. La revelación implica que se ha quitado el velo de las cosas ocultas; la visión es la escena, o el panorama, que se ve cuando el velo es quitado. Muchas cosas relacionadas con la economía y la administración de Dios en el universo están escondidas. El Señor las reveló al apóstol, y éste recibió visiones de dichas cosas.

UN HOMBRE EN CRISTO

  Según los versículos del 2 al 5, Pablo se considera a sí mismo dos personas. En el versículo 2 él declara: “Conozco a un hombre en Cristo”. Refiriéndose a este hombre en Cristo, afirma en el versículo 5: “De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades”. El hombre en Cristo del versículo 2 es el apóstol (v. 7), no como parte de la vieja creación sino como parte de la nueva creación (5:17). En esta sección, el apóstol desea gloriarse de la nueva creación en Cristo al gloriarse de sus debilidades en la carne, la vieja creación (vs. 5, 9).

  El hombre en Cristo mencionado en el versículo 2 no era Saulo, sino Pablo. Saulo era el hombre natural, y Pablo es el nuevo hombre en Cristo. Sería muy bueno si todos tuviéramos dos nombres: un nombre que denote la persona que éramos antes de ser salvos, lo que éramos en Adán, y un nombre que denote la persona que ahora está en Cristo. Antes éramos un Saulo; ahora somos un Pablo.

  Hace algún tiempo oí que un escritor dijo que había dos personas de nombre William Law. El primer William Law era un hombre de doctrina, de conocimiento, de teología, de letra y de tradición. El segundo William Law era una persona del Espíritu y en el Espíritu. El primer William Law no sabía nada del Espíritu, aunque tenía mucho conocimiento de la teología y de la tradición. Pero un día tuvo un nuevo comienzo, y se convirtió en una persona del Espíritu. Éste fue aquel que, con base en las enseñanzas de ciertos autores místicos, escribió algo más claro y más práctico. Podríamos decir que, al final, William Law llegó a ser un hombre en Cristo. Más tarde, Andrew Murray recibió ayuda de los escritos de William Law.

  Cuando Pablo habla de un hombre en Cristo, él se refiere a su segundo nombre, a su segunda persona. Él sí se gloriaría de ese hombre, mas no del viejo yo. En el versículo 5, la expresión “mí mismo” se refiere al viejo yo de Pablo, no a su nuevo yo. Se refiere a Saulo, no a Pablo. El nuevo yo de Pablo estaba totalmente en Cristo. Este hombre en Cristo era una nueva creación.

  Si nos examinamos a nosotros mismos como creyentes que somos, nos daremos cuenta de que también nosotros somos dos personas. Por una parte, somos personas que poseen un viejo yo. Por otra parte, somos personas que tienen un nuevo yo; estamos en Cristo y somos una nueva creación. Ya no nos debe importar ser la primera persona; antes bien, debemos ocuparnos de ser la segunda.

  Lo que le sucedió a Pablo, un hombre en Cristo, según se relata en estos versículos, es algo misterioso. Ni siquiera Pablo pudo decir si él estaba en el cuerpo o fuera del cuerpo. En el versículo 3, él declara: “...(si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)”. Lo que sí está claro es que Pablo no experimentó un trance. No debemos pensar que lo que se describe en este versículo es la experiencia de alguien que entra en un trance. Lo que le sucedió a Pablo excedía su capacidad de expresar, pues ni él mismo lo entendía a cabalidad.

EL PARAÍSO Y EL TERCER CIELO

  Según los versículos 2 y 4, a Pablo le sucedieron dos cosas. Primero, fue arrebatado al tercer cielo; segundo, fue arrebatado al paraíso. En el versículo 2 Pablo dice: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo”. La palabra griega traducida “arrebatado” es la misma que se usa en Hechos 8:39 y en 1 Tesalonicenses 4:17. Literalmente, la palabra griega traducida “hasta” significa hacia adentro. Las nubes visibles pueden considerarse como el primer cielo, y el firmamento, como el segundo cielo. El tercer cielo debe ser el cielo que está por encima de los cielos, el cielo más alto (Dt. 10:14; Sal. 148:4), donde el Señor Jesús y Dios están ahora (Ef. 4:10; He. 4:14; 1:3).

  Observe que el versículo 2 no dice que Pablo fue arrebatado y llevado arriba, sino que fue arrebatado hasta el tercer cielo. Existe una importante diferencia entre los dos. En Hechos 8:39, Felipe fue arrebatado por el Espíritu; él sabía que estaba en el cuerpo cuando fue arrebatado. Pero Pablo no sabía si estaba en el cuerpo o fuera de él cuando fue arrebatado hasta el tercer cielo.

  El tercer cielo es una expresión hebrea que denota el cielo más alto. Como hemos señalado, podríamos decir que las nubes son el primer cielo, y el firmamento es el segundo cielo. Por tanto, el tercer cielo debe de ser el cielo que se halla sobre el firmamento, es decir en términos bíblicos, el cielo que está arriba de los cielos. Hoy el Padre y el Hijo, el Señor Jesucristo, están en el cielo más alto. Pablo fue arrebatado hasta el cielo más alto.

  En los versículos 3 y 4, Pablo dice además: “Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al Paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar”. La conjunción “y” tiene una función importante en este contexto, pues indica que lo mencionado en los versículos 3 y 4, y lo mencionado en el versículo anterior, son dos asuntos diferentes. El versículo 2 nos dice que el apóstol fue arrebatado hasta el tercer cielo. Ahora, los versículos 3 y 4 nos dicen algo más, que el apóstol también fue arrebatado a otro lugar, al Paraíso. Esto indica claramente que el Paraíso no es sinónimo del tercer cielo del versículo 2; se refiere a un lugar que no es el tercer cielo.

  Muchos intérpretes y expositores de la Biblia creen que el tercer cielo y el Paraíso son el mismo lugar. Según su comprensión, cuando Pablo fue arrebatado hasta el tercer cielo, también fue arrebatado al Paraíso. Sin embargo, el Paraíso no es sinónimo del tercer cielo. La conjunción al principio del versículo 3 indica que aquí Pablo describe dos experiencias distintas. Primero, él fue arrebatado al tercer cielo; y después fue arrebatado al Paraíso.

  El Paraíso es la sección agradable del Hades, donde están los espíritus de Abraham y todos los justos, mientras esperan la resurrección (Lc. 16:22-23, 25-26), y a donde el Señor Jesús fue después de Su muerte y donde estuvo hasta que resucitó (Lc. 23:43; Hch. 2:24, 27, 31; Ef. 4:9; Mt. 12:40). Este paraíso difiere del paraíso mencionado en Apocalipsis 2:7, el

  cual será la Nueva Jerusalén en el milenio. En esta sección, el apóstol habla de la suma grandeza de las revelaciones que había recibido. En el universo hay tres secciones principales: los cielos, la tierra y el Hades, el cual está debajo de la tierra (Ef. 4:9). El apóstol, por ser un hombre que vivía en la tierra, conocía las cosas de la tierra. Pero los hombres no conocen las cosas que están en los cielos ni las que están en el Hades. No obstante, el apóstol fue arrebatado a esas dos regiones desconocidas. Así que, recibió visiones y revelaciones de esas regiones escondidas. Por esta razón, él menciona estas dos partes remotas del universo. Cuando el Señor Jesús murió, Él no fue inmediatamente al tercer cielo; más bien, fue a un lugar llamado Paraíso. Uno de los ladrones le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en Tu reino” (Lc. 23:42). El Señor Jesús contestó: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43). Además, según el capítulo dos de Hechos, el Señor Jesús fue al Hades después de morir (v. 31). Si juntamos estos dos pasajes de la Palabra, vemos que el Paraíso tiene que estar situado en el Hades.

  En Lucas 16 vemos un cuadro de las dos secciones del Hades, la sección agradable y la sección de tormento. Cuando Lázaro murió, él fue a la sección agradable, donde se encontraba con Abraham. Cuando el hombre rico murió, él fue a la sección de tormento. Por lo tanto, el Paraíso es la sección agradable y apacible del Hades.

UN PANORAMA COMPLETO DEL UNIVERSO

  Pablo, el nuevo hombre en Cristo, por una parte fue arrebatado hasta el tercer cielo, y por otra, fue arrebatado al Paraíso, la sección agradable del Hades. Puesto que Pablo había llegado a conocer las cosas del cielo y las cosas que están debajo de la tierra, así como también las que están sobre la tierra, él tenía un panorama completo del universo. Todo aquel que desee tener un panorama completo del universo debe conocer estas tres secciones: el tercer cielo, la tierra y la región que se halla debajo de la tierra.

  Pablo era una persona instruida en las cosas de la tierra. Un día, el Señor lo arrebató hasta el tercer cielo y le permitió ver lo que había allí. Él también lo llevó al Paraíso para mostrarle lo que había allí. En cuanto al Paraíso, Pablo dice que él oyó cosas “que no le es dado al hombre expresar” (2 Co. 12:4). Por tanto, él no era libre de hablar de ello a los corintios. Pablo, un nuevo hombre en Cristo, ciertamente tenía un conocimiento pleno y una visión completa de todo el universo.

  Los judaizantes, en comparación con Pablo, se habían encerrado en su mundo. No podían ver más allá de los confines de su mundo, el cual era el Antiguo Testamento y el judaísmo con sus rituales. Pero Pablo pudo gloriarse de las visiones y revelaciones que había recibido de parte del Señor. Él pudo declarar: “Corintios, el Señor me ha concedido ver un panorama maravilloso de todo el universo. Me llevó hasta el tercer cielo y al Paraíso. En el Paraíso oí palabras inefables de las cuales no se me permite hablar”. No es de extrañar que Pablo se refiera a la excelente grandeza de las revelaciones que él recibió (v. 7). Sólo dos personas, Jesús y Pablo, han visto un panorama tan completo del universo.

LA REVELACIÓN ES SEGUIDA POR EL SUFRIMIENTO

  En los versículos 6 y 7, Pablo dice a continuación: “Porque si acaso quisiera gloriarme, no sería insensato, porque diría la verdad; pero lo dejo, para que nadie piense de mí más de lo que en mí ve, u oye de mí. Y para que la excelente grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás, para que me abofetee, a fin de que no me enaltezca sobremanera”. La palabra griega traducida “excelente grandeza” significa también sobreabundancia, gran excelencia, exceso. La palabra traducida “aguijón” se usa frecuentemente en el griego clásico en el sentido de un palo o una estaca. Aquí puede referirse a cierta clase de sufrimiento físico, tal como el problema que tenía Pablo en sus ojos. La palabra griega traducida “abofetee” significa golpear con el puño; es diferente de la palabra traducida “golpear” en 1 Corintios 9:27, una palabra que significa golpear debajo del ojo.

  El versículo 7 indica que después de la revelación, siempre viene el sufrimiento. Para un ser humano, es algo muy peligroso recibir la visión que Pablo vio. Aun para Pablo era un riesgo recibir tal visión. El peligro era que después de recibir una revelación tan extraordinaria, Pablo se enalteciera y se enorgulleciera. El Señor, en Su soberanía, con el fin de ensanchar a Pablo y ampliar su visión a un nivel universal, lo arrebató al tercer cielo y también al Paraíso. Pero el Señor sabía también que se corría el riesgo de que Pablo fuera perjudicado o dañado por eso. Por tanto, Él envió a Pablo un aguijón, un mensajero de Satanás, que lo abofeteara y le causara dolor. El propósito de este aguijón era humillar a Pablo y mantenerlo humilde.

  Aquí vemos que no es cosa sencilla estar en la mano del Señor. A veces, la mano del Señor nos enaltecerá; pero después que nos haya enaltecido, nos humillará. Puesto que los judaizantes no estaban en la mano del Señor, con relación a ellos no había ni elevación ni humillación. Antes bien, eran como un llano. Pero la experiencia de Pablo estaba llena de montes y valles, lo cual significa que el Señor lo elevó, y luego, lo humilló.

EXPERIMENTAR A CRISTO COMO GRACIA Y PODER

  Los versículos 8 y 9 dicen: “Respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que este aguijón me sea quitado. Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo extienda tabernáculo sobre mí”. Muchas veces el Señor nos asigna sufrimientos y dificultades a fin de que experimentemos a Cristo como gracia y poder. Por ello, a pesar del ruego del apóstol, el Señor no quiso quitarle el aguijón.

  Quizás Pablo hubiera orado así: “Oh Señor, quítame el aguijón. Elimina este mensajero de Satanás. Estoy sufriendo, y no puedo soportar más este aguijón”. El Señor contestó la oración de Pablo, mas no a la manera de Pablo. Asimismo, el Señor contestará nuestra oración, pero quizás no la conteste a nuestra manera. Es como si el Señor dijera a Pablo: “No, no quitaré el aguijón. Estoy usando este aguijón para mantenerte humilde. Yo sé que sufres y te daré la gracia que necesitas. Pablo, bástate Mi gracia. No me pidas que te quite el aguijón. Si lo quitara, tendría que llevarme las revelaciones y las visiones, y la única manera de hacer eso sería llevarte conmigo. Pablo, sin este aguijón, tal vez te enorgullecerías y te enaltecerías demasiado. No puedo permitir que eso suceda. La mejor manera de mantenerte humillado es dejarte este aguijón; pero te daré Mi gracia y Mi apoyo para que puedas soportar este sufrimiento. Además, en tu experiencia, Mi gracia se convertirá en un poder que se perfecciona en la debilidad. El aguijón pone de manifiesto tus debilidades. Sin él, no te darías cuenta cuán débil eres. Ahora, necesitas que Yo sea tu gracia. En tu experiencia, mientras me disfrutas a Mí, Mi gracia se convertirá en el poder que extiende tabernáculo sobre ti”.

  La gracia que experimentó Pablo era realmente el propio Señor Jesucristo. Creo que Pablo, en su experiencia, se dio cuenta de que la gracia del Señor llegó a ser un poder que se extendía sobre él como una tienda. Por tanto, este poder de gracia llegó a ser una morada para Pablo en sus sufrimientos. Mientras Pablo sufría, él podía morar en el tabernáculo que se había extendido sobre él. Este tabernáculo, esta tienda, lo sostenía, lo apoyaba, lo mantenía y lo guardaba.

  Debemos pasar por sufrimientos para que la suficiencia de la gracia del Señor sea magnificada. Asimismo es necesario que padezcamos debilidad para que se exhiba la perfección del poder del Señor. Por tanto, el apóstol de buena gana se gloriaría de sus debilidades, para que el poder de Cristo extendiera tabernáculo sobre él. La gracia es el suministro, y el poder es la fuerza, la capacidad, de la gracia. Los dos son el Cristo resucitado, quien ahora es el Espíritu vivificante que mora en nosotros (1 Co. 15:45; Gá. 2:20), para que le disfrutemos.

  La palabra griega que se traduce “extienda tabernáculo” en el versículo 9 es episkenóo, un verbo compuesto de epi y skenóo.Skenóo, que significa morar en una tienda, se usa en Juan 1:14 y en Apocalipsis 21:3. Episkenóo significa aquí fijar una tienda o habitación sobre algo o alguien, y describe cómo el poder de Cristo, Cristo mismo, habita sobre nosotros como una tienda extendida sobre nuestro ser, cubriéndonos con Su sombra en nuestras debilidades.

  En el versículo 10, Pablo concluye, diciendo: “Por lo cual, por amor a Cristo me complazco en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy poderoso”. La palabra griega traducida “complazco” significa también estar muy contento, como en Mateo 3:17. Las “afrentas” son maltratos, y las “necesidades” son limitaciones, necesidades urgentes que presionan mucho. La palabra griega traducida “angustias” literalmente significa estrechez de espacio; por lo tanto, apuros, dificultades, angustias. Al final de este versículo, Pablo habla de ser débil y también poderoso. Él era débil en su viejo ser, pero poderoso en el Cristo que lo cubría con Su sombra.

EL SEÑOR COCINA A PABLO

  Lo que encontramos en estos versículos es que el Señor “está cocinando” a Pablo. El Señor “cocinó” a Pablo e hizo de él un delicioso “platillo”, para que todos lo disfrutemos. Por más de cincuenta años, he estado disfrutando al apóstol Pablo. Pero tengo que testificar que jamás lo he disfrutado tanto como lo he hecho recientemente. Él ciertamente es un delicioso banquete cocinado por el Señor Jesús.

  En la preparación de la comida china, a veces se pone la comida primero en el fuego, y luego, en agua fría. Parece que este proceso de cocimiento produce el mejor sabor. Esto muestra lo que el Señor hizo con Pablo, cómo lo cocinó. Primero, el Señor elevó a Pablo hasta el tercer cielo; luego, lo llevó al Hades, y después, permitió que le fuera dado un aguijón. Si yo hubiera sido Pablo, probablemente me habría preguntado qué me estaba sucediendo. Ciertamente le habría dicho al Señor que no era capaz de soportar el aguijón. Pero como hemos hecho notar, la gracia suficiente del Señor le fue suministrada a Pablo, y esta gracia se convirtió en el poder que extendió tabernáculo sobre él.

SE ENRIQUECE EN LA EXPERIENCIA DE CRISTO

  Mientras Pablo consideraba las elevadas visiones y las maravillosas revelaciones, el aguijón operaba en él para impedir que se enorgulleciera y se enalteciera. Pero al mismo tiempo que el aguijón mantenía a Pablo humillado, la gracia lo suministraba y lo sostenía, y el poder lo cubría con su sombra. Ésta era la manera maravillosa en que el Señor cocinaba a Pablo a fin de que él le experimentara como el Cristo que todo lo abarca. Como resultado, Pablo era rico en la experiencia de Cristo.

  Los judaizantes ciertamente no podían compararse con Pablo. ¡Cuán necios habían sido los corintios al hacerles caso! Los judaizantes no tenían ninguna revelación ni ninguna visión. Tampoco tenían el aguijón, la gracia ni el poder que extiende tabernáculo. Estaban totalmente desprovistos de la experiencia de Cristo. Pablo, por el contrario, había recibido visiones y revelaciones. Además, el Señor había hecho algo con Pablo a través del aguijón para que éste experimentara al Señor como gracia y como poder de una manera muy práctica. Por tanto, Pablo era un hombre lleno de visión, de sufrimiento, de experiencia y del disfrute del Señor. El Señor se hizo gracia para él y también el poder que se extendía sobre él como una tienda.

  Lo que el apóstol Pablo experimentó, prácticamente no existe entre los cristianos de hoy. Muchos creyentes son naturales y tradicionales. Al igual que los judaizantes, tienen una religión vieja y tradicional, una Biblia de letra muerta y muchos rituales y reglas. En principio, son iguales a los judaizantes, aun con respecto a que predican a un Jesús que no es totalmente genuino. En ellos no hay visión, ni revelación, ni aguijón, ni gracia. Interpretan la Biblia de una manera natural y siguen las tradiciones y las regulaciones. Con ellos no vemos ningún poder que fije tabernáculo sobre ellos. ¡Qué contraste entre la experiencia de Pablo y la de los judaizantes de hoy!

  No se desaliente si le sobreviene un aguijón después de recibir una revelación del Señor. Las visiones y las revelaciones siempre son seguidas por los sufrimientos. No es necesario que ore mucho en cuanto al aguijón. El aguijón no le será quitado. Antes bien, el Señor permitirá que permanezca en usted con el propósito de darle más gracia para que la disfrute. Esta gracia se convertirá entonces en su fuerza diaria e incluso en su morada, en un tabernáculo que lo cubrirá con su sombra. Esto enriquecerá su experiencia espiritual. Cuando disfrutemos la gracia del Señor y moremos bajo la sombra de Su poder, siempre tendremos algo que decir acerca de Cristo y la iglesia.

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