Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 13:11-14
En este mensaje examinaremos los últimos cuatro versículos de 2 Corintios, 13:11-14.
En 13:11 Pablo declara: “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, tened el mismo pensamiento, y vivid en paz; y el Dios de amor y de paz estará con vosotros”. Puesto que los apóstoles se regocijaban (v. 9), podían exhortar a los creyentes a regocijarse también, pero no lo debían hacer en su vida natural, sino en el Señor (Fil. 3:1; 4:4; 1 Ts. 5:16).
Según el Nuevo Testamento, la vida cristiana debe ser una vida de regocijo. Si su vida no es una vida de regocijo, su vida cristiana no es normal. El regocijo incluye mucho más que el hecho singular de tener gozo. Es posible tener gozo sin regocijarse. El gozo es algo interno, mientras que regocijarse significa que nuestro gozo interior se expresa exteriormente. Creo que Pablo diría que para regocijarse, debemos usar nuestra voz, es decir, debemos proclamar nuestro gozo, hacerle audible. Por tanto, proclamar nuestro gozo equivale a regocijarnos. Debemos regocijarnos ya sea cantando, alabando, gritando o invocando al Señor. Así que, regocijarse equivale a dar voz a nuestro gozo interior, a proclamarlo. Este regocijo es una característica importante de nuestra vida cristiana. Si nuestra vida cristiana es normal, será una vida de regocijo.
En el versículo 11 Pablo exhorta también a los corintios a perfeccionarse. Literalmente, la palabra griega traducida “perfeccionaos” significa ser completados totalmente, es decir, reparados o ajustados, puestos nuevamente en orden, arreglados, perfectamente unidos y, por ende, restaurados. En griego, es la raíz de la palabra traducida “perfeccionamiento” en el versículo 9, y “perfeccionar” en Efesios 4:12.
Ser perfeccionado significa ser restaurado, arreglado, reparado y ajustado. Consiste en ser traído de nuevo a la posición adecuada y ser restaurado a la senda correcta, a fin de ser edificados con los demás en el Cuerpo. Los libros de 1 y 2 Corintios tratan del perfeccionamiento. La meta única de estas dos epístolas es perfeccionar a los santos de Corinto, quienes habían sido dañados, distraídos y divididos. Los creyentes habían sido dañados, y la situación entre ellos no era sana. Por tanto, estos dos libros fueron escritos para cumplir la tarea necesaria de perfeccionar a los creyentes, hacerlos volver a una condición sana y llena de vida, edificarlos y equiparlos con miras a la edificación del Cuerpo. Todo esto está incluido en la exhortación de Pablo: “Perfeccionaos”.
Podemos considerar la exhortación “perfeccionaos” como algo activo y también pasivo. Técnicamente, [en el griego,] el verbo está en voz pasiva, pero contiene también un elemento activo; por esta razón decimos que es activa y pasiva. Dios desea perfeccionarnos; sin embargo, nosotros debemos tomar la iniciativa de ser perfeccionados. Además, el apóstol fue usado para perfeccionar a los corintios. Esto significa que se llevaba a cabo una obra de perfeccionamiento. Con todo, los corintios todavía necesitaban ser perfeccionados. Podemos comparar a Pablo con un médico y decir que él estaba listo para administrar medicina a los creyentes, pero que era necesario que ellos tomaran la iniciativa en recibir la medicina. El doctor estaba presto, y la medicina, lista, pero la pregunta crucial era ésta, ¿estaban dispuestos los corintios a tomar la medicina y ser sanados? Ésta fue la razón por la cual Pablo les exhortó a ser perfeccionados.
En el versículo 11 Pablo dice también a los corintios que se consuelen. Los apóstoles eran consolados por el Dios de toda consolación (1:3-6). Los corintios se desanimaron mucho con la primera epístola que el apóstol les había escrito. Ahora, en la segunda epístola, él los consuela con la consolación de Dios (7:8-13).
Si estudiamos todo el libro de 2 Corintios, entenderemos que en esta epístola la consolación es un asunto importante. Por esta razón, la palabra de Pablo “Consolaos” de 13:11 es muy significativa. Consolarse significa que primero somos alentados y luego, tranquilizados, satisfechos, fortalecidos y habilitados. Entonces, como resultado de todo esto, somos consolados; no nos desanimamos y no estamos desalentados. Aquí Pablo parece decir: “Creyentes de Corinto, la obra de perfeccionamiento que he llevado a cabo en vosotros no debe hacer que os sintáis tristes. Por el contrario, debéis estar contentos y gozosos. Incluso debéis proclamar vuestro gozo. Además, debéis consolaros. Corintios, no os desaniméis”.
El libro de 2 Corintios es un libro de consolación. Los capítulos uno y siete están llenos de consolación. Como libro de consolación, esta epístola trae aliento, satisfacción, fuerza, habilitación y gozo. Nos trae todo lo que necesitamos. Si estamos satisfechos, fortalecidos y, por ende, consolados, tendremos la energía de seguir adelante en la vida cristiana y en la vida de iglesia sin desanimarnos.
En el versículo 11 Pablo exhorta también a los corintios a tener el mismo pensamiento. Tener el mismo pensamiento debe de haber sido el aspecto principal en el cual los corintios distraídos y confundidos necesitaban ser perfeccionados, corregidos, puestos en orden y restaurados. Pablo les había exhortado, en su primera epístola (1 Co. 1:10), a tener el mismo sentir: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. La palabra griega traducida “perfectamente unidos” en 1 Corintios 1:10 es la misma palabra que se traduce “remendar” en Mateo 4:21. Significa reparar, restaurar, ajustar, remendar, completar totalmente, unir perfectamente algo que se haya destrozado. En conjunto, los creyentes corintios estaban divididos, o sea, destrozados. Necesitaban ser restaurados para estar perfectamente unidos a fin de que estuvieran en armonía, con un mismo sentir y un mismo parecer.
Podemos tomar como ejemplo el teclado de un piano. Cada tecla necesita una perfecta afinación para estar en armonía con las demás teclas. Asimismo, Pablo exhortó a los corintios a estar perfectamente unidos en el mismo sentir, es decir, a pensar lo mismo y no tener pensamientos peculiares. Todos debemos, por la gracia, aprender a tener el mismo sentir.
En 13:11 Pablo exhorta a los corintios a vivir en paz. Esto significa vivir en paz unos con otros, y probablemente también con Dios. Pablo sabía que existían contiendas y ambiciones egoístas entre los corintios. En 1 Corintios 1:11 dice: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de la casa de Cloé, que hay entre vosotros contiendas”. Esto indica claramente que entre los creyentes corintios no había paz. En 13:11, Pablo les exhorta a vivir en paz.
La vida cristiana es una vida de regocijo y también una vida de paz. Por tanto, contender con otros o tener ambiciones egoístas va en contra del principio fundamental que rige la vida cristiana. Las contiendas y las ambiciones egoístas caracterizan la vida de la humanidad caída. Hoy en día, el mundo está lleno de contiendas y de ambiciones egoístas. En todo aspecto de la sociedad humana, son comunes las ambiciones egoístas y las contiendas. La vida cristiana es totalmente distinta de eso. Como pueblo celestial que somos, siempre debemos vivir en paz unos con otros.
Según lo que dice Pablo en el versículo 11, si nos regocijamos, si somos perfeccionados, consolados, si pensamos la misma cosa y si vivimos en paz, el Dios de amor y de paz estará con nosotros. Los corintios carecían de amor (1 Co. 8:1; 13:1-3, 13; 14:1) y no tenían paz porque eran perturbados por las enseñanzas que los distraían y por los conceptos que los confundían. Por eso, el apóstol desea que el Dios de amor y de paz esté con ellos para que sean corregidos y perfeccionados. Ellos necesitan ser llenos de la paz y del amor de Dios para poder andar según el amor (Ro. 14:15; Ef. 5:2) y tener paz unos con otros (Ro. 14:19; He. 12:14).
Los creyentes corintios tenían contiendas y ambiciones egoístas, y debido a esto, ciertamente les faltaba amor. El libro de 1 Corintios dedica todo un capítulo, el capítulo trece, al amor. Ahora Pablo, al concluir 2 Corintios, hace énfasis en el Dios de amor. Él no hace hincapié en el Dios de poder, ni en el Dios de milagros. Aquí Pablo parece decir a los corintios: “Vosotros carecéis de amor y, por tanto, necesitáis al Dios de amor. Debido a vuestra condición, vosotros no necesitáis al Dios de poder ni al Dios poderoso. Lo que necesitáis es al Dios de amor y de paz”.
Cuando muchos cristianos piensan en Dios, piensan de Él como el Dios fuerte, el Dios poderoso, el Dios que hace milagros. Pero Pablo hace énfasis en el Dios de amor y de paz. Él les da a entender a los corintios que necesitan al Dios de amor y de paz. Ellos hacían hincapié en los dones, y en particular, en el don de lenguas. Por esta razón, podemos decir que ellos eran los pentecostéses de antaño. Sé por experiencia que los pentecostéses necesitan particularmente al Dios de amor y de paz. Ellos tal vez se abrazan un día y se dividen al día siguiente. Les cuesta mucho trabajo saber lo que es genuino, porque les falta el Dios de amor y de paz.
Debemos regocijarnos, ser perfeccionados, ser consolados y vivir en paz. También debemos tener el mismo pensamiento. Si todo esto constituye nuestra propia experiencia, disfrutaremos al Dios de amor y de paz.
De hecho, el amor es el factor que nos motiva a regocijarnos. Si carecemos de amor, no tendremos ningún gozo y no podremos regocijarnos. Tal vez intentemos regocijarnos, pero si hay odio en nuestro corazón, no logrará regocijarse. Asimismo, no podemos regocijarnos si estamos llenos de celos. Una persona que se regocija está llena de amor, de amabilidad y de paz.
Ciertamente sería muy provechoso enmarcar lo que dice 2 Corintios 13:11 y colocarlo en alguna pared de nuestra casa; pero más importante que eso, debemos guardar estas palabras en nuestro ser.
En el versículo 12 Pablo dice: “Saludaos unos a otros con ósculo santo”. Este beso es un beso de amor puro, sin ninguna contaminación. Lo que dice Pablo en el versículo 12 implica que nuestra vida cristiana debe tener un equilibrio. No es suficiente tener amor y paz. Nuestro amor debe ser equilibrado con santidad. Pablo, consciente de la necesidad de este equilibrio, exhortó a los corintios a saludarse unos a otros con ósculo santo. Luego en el versículo 13, él dice: “Todos los santos os saludan”.
Entre los sesenta y seis libros de la Biblia, 2 Corintios es único en que concluye con una bendición: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Esta bendición se compone de los atributos del Dios Triuno: la gracia, el amor y la comunión. El amor de Dios el Padre es la fuente, el origen, y la gracia es el caudal, la expresión, del amor. Teniendo el amor como fuente, podemos actuar en beneficio de los demás o darles algo. Ésta es la gracia que es el rebosamiento y la expresión del amor. Por ejemplo, quizá yo tenga el deseo de darle un reloj a un hermano. El hecho de darle el reloj es una expresión de mi amor por el hermano. El amor que se halla dentro de mí, se expresa en el hecho de darle el reloj. Podemos usar esto como ejemplo del amor de Dios y de la gracia de Cristo. El amor está relacionado con el Padre, quien es la fuente, y la gracia está ligada al Hijo, quien es el caudal, el fluir, la expresión.
La comunión del Espíritu Santo es una comunicación, una transportación, una trasmisión. Por tanto, el amor es la fuente, la gracia es el fluir, y la comunión es la trasmisión del fluir con la fuente. De esta manera disfrutamos el amor, la gracia y la comunión, y participamos de ellos.
En 2 Corintios 13:14 se dice claramente que la gracia es de Cristo, que el amor es de Dios y que la comunión es del Espíritu Santo. Puesto que el libro de 2 Corintios hace hincapié en la gracia, en 13:14 la gracia se menciona primero. En otras partes de este libro, Pablo hace mucho hincapié en la gracia. Por ejemplo, en 1:12 él declara: “Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros”. Luego, en 8:1-15, se presenta la gracia que proviene de cuatro entidades, y en particular, la gracia de Cristo. En 8:9 Pablo declara: “Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros por Su pobreza fueseis enriquecidos”. Luego, en 12:9, tenemos lo que probablemente es el versículo más famoso de toda la Biblia en cuanto a la gracia: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”.
La gracia, según se presenta en 2 Corintios, es en realidad el Dios Triuno, quien está corporificado en el Hijo y se trasmite a nuestro ser por medio del Espíritu para que lo disfrutemos. Por tanto, la gracia es el Dios Triuno dado a nosotros como nuestra vida, nuestro suministro de vida y como nuestro disfrute. Esta gracia procede del amor del Padre y es trasmitida a nuestro ser por el Espíritu. Vemos así la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, o sea, el pleno disfrute del Dios Triuno.