Mensaje 7
Lectura bíblica: 2 Ts. 3:6-18
En este mensaje nos concentraremos en 2 Tesalonicenses 3:6-18. En 3:6-15 Pablo corrige a los que andan desordenadamente, y en 3:16-18 él concluye su epístola.
Las secciones en las que concluye este libro ciertamente tienen un tono apropiado para nuevos creyentes. Después de que Pablo aborda asuntos profundos en 2:13—3:5, escribe una palabra de corrección a los que andan desordenadamente. En 3:6 él dice: “Ahora bien, os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según las instrucciones que os fueron entregadas y que recibisteis de nosotros”. Un andar desordenado no sólo es conforme a la carne (Ro. 8:4), sino que además es contrario a la edificación de la vida de iglesia (1 Ts. 5:11; Ro. 14:19; 1 Co. 10:23).
Tal vez nos parezca que andar desordenadamente es un asunto secundario; no obstante, es muy práctico. Yo creo que el desorden de Tesalónica surgió de los conceptos erróneos que había respecto a la venida del Señor. Algunos creyentes pensaban que el Señor Jesús regresaría pronto y que, por ende, no necesitaban trabajar. Es probable que entendieran que mientras tuvieran un poco de comer, apenas como para sobrevivir, eso sería suficiente. Quienes abrigan este tipo de concepto se convierten en “supercreyentes”, pues van más allá de los límites de la espiritualidad adecuada.
Hace algunos años, hubo un grupo de jóvenes que pensaban que en tanto que amaran al Señor Jesús y llevaran la vida de iglesia, no tendrían necesidad de procurar una educación alta. Pensaban que era suficiente desempeñar trabajos sencillos. Yo me enteré de esa situación y de inmediato supe que ese concepto era absolutamente erróneo. La época en la cual vivimos exige que tengamos una buena educación. Si hemos de vivir apropiadamente en esta época, necesitamos una buena educación. Sin una educación apropiada, nos será difícil ganarnos la vida. Así, pues, les hablé con franqueza a estos jóvenes y les aconsejé asistir a la universidad. Incluso les dije que, de ser posible, debían hacer un posgrado. Les recomendé además a que estudiaran carreras tales como medicina o abogacía. Me siento muy agradecido al Señor porque ellos recibieron mis palabras. En los años subsiguientes, muchos terminaron sus estudios. Hoy ellos mismos pueden dar testimonio de cómo les ayudó este consejo.
No debemos pensar que mientras seamos espirituales, busquemos al Señor y nos entreguemos por completo al testimonio del Señor y Su recobro, no necesitamos adquirir una buena educación para trabajar. Vivimos en una época en la que se da mucha importancia a la educación, al conocimiento, a la ciencia y a la industria. Si los jóvenes no adquieren una educación apropiada, les será difícil llevar una vida humana apropiada. Por lo tanto, insto a todos los jóvenes a que obtengan una buena educación.
En el versículo 6 Pablo manda a los creyentes que se aparten de todo hermano que ande desordenadamente. Esto indica que para Pablo, el andar desordenadamente era un asunto serio, pues esto trae perjuicio a la vida de iglesia.
Al respecto, quisiera añadir que es mejor no hacer ninguna cosa con la cual los hermanos no estén de acuerdo. Si usted desea hacer algo y a los hermanos no les parece bien, usted debe detenerse y reconsiderarlo. La comunión de los hermanos es su protección y salvaguardia. Ella lo guardará en la vida de iglesia. Tal vez usted piense que sabe más que los hermanos; de hecho, es posible que así sea. Sin embargo, siempre es más seguro prestar atención a los hermanos, pues esto es una protección y salvaguardia para nosotros.
Pablo nos ordena que nos apartemos de todo el que ande desordenadamente. Si seguimos andando con este tipo de personas, es posible que esto las anime a que continúen viviendo desordenadamente. Pero si nos apartamos de ellas, esto les servirá de advertencia, y, a nosotros, nos guardará de cometer el mismo error.
Un andar desordenado trae malestares a la vida de iglesia. Si queremos tener una vida de iglesia apropiada, debemos aprender a llevar una vida ordenada y a apartarnos de todo el que ande desordenadamente.
En los versículos del 7 al 9, Pablo recuerda a los tesalonicenses que, en lo que se refiere a llevar una vida ordenada, los apóstoles eran un modelo para ellos: “Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por darnos a vosotros como ejemplo para que nos imitaseis”. Los apóstoles estaban dedicados a la edificación de la iglesia en todo aspecto (2 Co. 12:19); ellos jamás anduvieron desordenadamente entre los creyentes, sino que fueron un modelo que los creyentes podían imitar.
Los cristianos, debido a la influencia de su formación religiosa, a menudo dicen: “Nosotros no seguimos a ningún hombre. Seguimos sólo al Señor. Uno no debería imitar a ningún hombre, sino más bien, imitar al Señor únicamente”. En cierto sentido, esto es correcto. Sin embargo, no es fácil imitar al Señor directamente, ya que ninguno de nosotros le conoció físicamente. Quienes insisten en que se debe imitar únicamente al Señor, tal vez respondan: “Deberíamos estudiar los cuatro Evangelios y ver cómo anduvo el Señor Jesús. Así podremos seguir Sus pisadas”. No obstante, en muchos asuntos relacionados con la vida humana, no encontramos pisadas del Señor que podamos seguir. Por ejemplo, Él nunca se casó. ¿Cómo, entonces, podría alguien imitarle en su vida matrimonial? No obstante, podemos seguirle indirectamente al seguir a otros creyentes. Hay razones prácticas por las cuales Pablo exhortó a los creyentes corintios que le siguieran así como él seguía al Señor (1 Co. 11:1). Ya que Pablo era imitador de Cristo, nosotros debemos ser imitadores de Pablo.
Por supuesto, esto de seguir a otro creyente depende de la situación. Por ejemplo, supongamos que un arzobispo viene a nosotros y nos pide que lo imitemos. Tendríamos que decirle: “Querido arzobispo, no podemos seguirte o imitarte en el aspecto de ser un arzobispo”.
Hoy muchos creyentes están confundidos con respecto a quién seguir y a quién no seguir, a quién imitar y a quién no imitar. Pero en el recobro del Señor, nosotros hemos sido alumbrados por la palabra del Señor. Yo no les animaría a seguir a ninguna persona en particular; más bien, usando las palabras de Pablo, les animaría a seguir “las instrucciones que os fueron entregadas y que recibisteis de nosotros” (2 Ts. 3:6). Las instrucciones de las que Pablo habla aquí, son enseñanzas o instrucciones que fueron dadas verbalmente o por escrito. No podemos negar que el Señor en Su recobro, nos habla y nos da Su enseñanza e instrucción. Así, pues, aunque no les pediría que imitasen a ninguna persona en particular, sí les insto a que presten atención a todo lo que se ha hablado, y a las enseñanzas e instrucciones que han recibido. Éstas son las instrucciones que nos fueron entregadas y son del Señor, así que debemos seguirlas. Puesto que estas instrucciones están libres de la influencia de la religión, es seguro seguirlas.
En este capítulo, Pablo anima a los creyentes a no simplemente imitar su andar, sino especialmente a seguir sus instrucciones, sus enseñanzas. En esto consiste andar conforme a las instrucciones que los creyentes recibieron de los apóstoles.
Los versículos 7 y 8 nos muestran qué significa andar desordenadamente. Según el contexto, andar desordenadamente consiste principalmente en no trabajar y, aun así, comer. Si alguno no trabaja, y aun así come, anda desordenadamente. Los apóstoles, por el contrario, no andaban desordenadamente; ellos no comieron de balde el pan de nadie, sino que trabajaron noche y día para no ser gravosos a los creyentes.
En el versículo 10 Pablo añade: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”. No trabajar y aun así comer, es andar desordenadamente. Eso significa que un hermano andaría ordenadamente si no trabaja ni tampoco come. Es no trabajar y comer lo que constituye andar desordenadamente.
El versículo 11 dice: “Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entrometiéndose en lo ajeno”. Estos creyentes estaban muy activos, mas “no trabajando en nada”, sino ocupados solamente en lo que no les incumbe. Los entrometidos no aportan nada, y con ellos el Cuerpo de Cristo no puede ser edificado. Ninguno de nosotros debe ser una persona entrometida. Todos debemos aprender a estar ocupados, esto es, debemos hacer nuestro trabajo apropiadamente.
En el versículo 12 Pablo añade: “A los tales mandamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan”. Aquí vemos que debemos trabajar sin chismear, y comer nuestro propio pan. No inviten a cenar a su casa a aquellos que no quieren trabajar. Mientras no estén dispuestos a trabajar, no debieran invitarlos a comer. Invitarlos a comer de balde es mostrarles amor de una manera inapropiada.
En los versículos del 13 al 15, Pablo les dice a los creyentes que no se desanimen al hacer bien; que no se asocien con nadie que no obedezca a lo que el apóstol dice en esta carta; y que lo amonesten como a hermano, que no lo tengan por enemigo. La idea principal de esta sección es que todos debemos aprender a llevar una vida ordenada. Andemos ordenadamente para que los hermanos aprueben lo que hacemos.
El versículo 16 dice: “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros”. Al obedecer el mandato dado en los versículos del 12 al 15, los creyentes reciben continuamente paz del Señor en todas las cosas. Mientras haya desorden en alguna iglesia, no podrá haber paz. En la vida de iglesia debemos estar en paz con todas las cosas, en todo aspecto y con todos los hombres. Para ello, necesitamos que el Señor de paz nos dé paz siempre en toda manera.
En los versículos 17 y 18 Pablo concluye, diciendo: “La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros”. Es sólo cuando disfrutamos al Señor como gracia que podemos proteger la vida de iglesia de cualquier clase de desviación y desorden. Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada y conservarla en el debido orden, es preciso que disfrutemos al Señor como la gracia que nos abastece. Es solamente por la gracia que nosotros podremos llevar una vida apropiada para la vida de iglesia.
Hemos recalcado el hecho de que los libros de 1 y 2 Tesalonicenses tratan de una vida santa para la vida de iglesia. En estas epístolas, las palabras “santo”, “santificación” y “santificados” se usan repetidas veces. En 1 Tesalonicenses 4:3 Pablo dice: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”. La voluntad de Dios es que seamos santificados. En 1 Tesalonicenses 4:7 Pablo dice también: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. Luego, en 1 Tesalonicenses 5:23, Pablo expresa su deseo de que el Dios de paz nos santifique por completo. Versículos como éstos indican que el objetivo en 1 Tesalonicenses es que los creyentes lleven una vida santa.
En 2 Tesalonicenses 2:13 se nos dice que Dios nos escogió para salvación en santificación por el Espíritu. Aquí vemos que la salvación se lleva a cabo en santificación. Esto significa que ser santificado equivale a experimentar la salvación de Dios de un modo práctico.
Ambas epístolas, 1 y 2 Tesalonicenses, tratan de tal vida santa, una vida apartada para Dios y santificada por completo por Dios y para Dios. Esta vida santa tiene como objetivo la vida de iglesia.
Algunos tal vez se pregunten cómo podemos demostrar, basándonos en 1 y 2 Tesalonicenses, que la vida santa tiene como fin la vida de iglesia. Esto lo demuestra el simple hecho de que ambas epístolas fueron dirigidas a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo. Esto indica que Pablo escribió a los creyentes tesalonicenses sobre el tema de una vida santa con la intención de que ellos llevaran esta clase de vida por el bien de la vida de iglesia.
Las dos epístolas a los tesalonicenses también hacen hincapié en la estructura básica de la vida cristiana, una estructura compuesta de fe, amor y esperanza. La fe es el fundamento, el amor es la edificación y la esperanza es la piedra cimera. Una y otra vez en estos libros Pablo habla de la fe, del amor y de la esperanza. Él alienta a los creyentes a ser confirmados en estas cosas. También desea fomentar, de manera tierna, el desarrollo de la fe de ellos, así como de su amor y de su esperanza, y animarles a crecer en estas cosas.
Para poder experimentar la salvación en santificación y crecer en la estructura básica de la vida santa para la vida de iglesia, requerimos la vida eterna como la consolación eterna. Además, necesitamos al Espíritu como gracia, y necesitamos la gracia misma. Así, pues, por medio de la vida eterna como consolación eterna, por medio del Espíritu como gracia y por medio de la gracia misma, que es el Dios Triuno procesado, nosotros podemos llevar una vida santa para la vida de iglesia. Ésta es la revelación presentada en 1 y 2 Tesalonicenses.