Mensaje 10
Lectura bíblica: Jos. 10; Jos. 11; Jos. 12
Todos debemos aprender a estudiar la Biblia. Al estudiar la Biblia, no debemos entenderla meramente según la letra ni tampoco entenderla de manera natural por nuestra mente natural. La Biblia posee su propio espíritu, realidad y centro. Por tanto, debemos aprender cómo captar el centro, la realidad, las líneas y los principios de la Palabra de Dios. Debemos tener esto en mente al abordar Josué 10—12. Mi carga en este mensaje es que veamos el significado intrínseco de estos capítulos.
Josué 10—12 muestra la destrucción efectuada por Josué de las demás naciones que poblaban la región montañosa, la tierra baja al occidente del Jordán y todo el litoral del mar Grande. Los habitantes más poderosos de Canaán habitaban en la faja de tierra que se extendía desde Líbano por el norte hasta Egipto por el sur, y desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán. Estos habitantes incluían a los anaceos, linaje de gigantes. Según Números 13:33, los hijos de Anac son parte de los nefilim. Génesis 6 revela que los nefilim eran producto de la unión maligna entre las hijas de los hombres y los ángeles caídos. Debido a los nefilim, Dios encargó a Sus elegidos que mataran a todos los habitantes de aquella región. Dios es bondadoso, amoroso y misericordioso, pero Él también es severo debido a que tiene un enemigo en la tierra.
Dios hizo la tierra en Su economía, y Él deliberadamente creó la faja de tierra ubicada entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Dios prometió esta tierra a Abraham y sus descendientes. A la postre, esta tierra llegó a ser la tierra de Cristo, la tierra de Emanuel (Is. 8:8). Pero cuando Israel estuvo listo para tomar posesión de Canaán, encontró que esta tierra estaba llena de endemoniados, idólatras y los nefilim. Josué los destruyó (Jos. 11:21-22), pero algunos que habitaban en los montes eran extraordinariamente fuertes, así que Caleb vino y los conquistó (14:6-14).
El significado que esto encierra es que sin Josué no podemos entender cabalmente la guerra espiritual descrita en Efesios 6. La guerra espiritual forma parte de la escena invisible que está detrás de la escena visible. Esto significa que, además de la guerra en la tierra, se libra una guerra entre Dios y Satanás en los aires. Las regiones celestes están llenas de las huestes satánicas. Cristo es nuestra buena tierra, y Dios desea que ganemos más de Cristo, pero entre nosotros y la buena tierra se interponen huestes demoníacas y diabólicas. Si hemos de tomar posesión de la buena tierra para disfrutarla, tenemos que derrotar estas huestes satánicas.
Josué conquistó muchas naciones y mató a muchos reyes, pero solamente conquistó una estrecha faja de tierra. Según Josué 1, la tierra que les había sido dada se extendía desde las orillas del mar Mediterráneo hasta el río Éufrates. La buena tierra era una tierra amplia y espaciosa; sin embargo, el territorio de Israel jamás se extendió hasta el Éufrates. Debido a que después de Josué acontecieron muchos combates y rebeliones, no hubo ocasión para que el pueblo de Dios edificase el templo. Cuando David ganó más territorios y hubo un breve período de paz, Salomón, el hijo de David, pudo edificar el templo de Dios para que el reino de Dios fuese establecido en la tierra.
En principio, nuestra situación es la misma hoy en día en el recobro del Señor. Nuestra posición afirmada sobre el terreno de la iglesia anula la posición de todas las denominaciones y, por tanto, despierta oposición. Somos el Israel de Dios, y tenemos a nuestro Capitán; pero el recobro del Señor todavía está combatiendo. Todos los días tenemos que librar una guerra espiritual.
En los Estados Unidos existen más de doscientos cincuenta iglesias, pero casi todas ellas son pequeñas. Es difícil aumentar en número. Se libra una batalla en los Estados Unidos debido a que es un país crucial, el cual afecta toda la situación mundial en relación con el mover del Señor. Nuestros enemigos no son ciertos seres humanos aquí en la tierra, sino las huestes malignas en los aires, las cuales obstaculizan a las personas para que no crean en el nombre del Señor Jesús y frustran a las personas salvas para que no vayan en pos de Cristo con todo su ser.
Es necesario que todos sepamos qué es el recobro, dónde está el recobro y qué clase de personas harán que el recobro avance. Todos debemos ver que en el recobro del Señor hoy estamos en el campo de batalla. Debemos ser los Josué y Caleb de hoy, que combaten contra las huestes aéreas de Satanás a fin de ganar más de Cristo con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo, con lo cual establecemos el reino de Dios y lo extendemos para que Cristo pueda regresar a heredar la tierra. No basta con que simplemente seamos personas santas y espirituales. Debemos aprender de Josué y Caleb a representar los intereses de Dios en esta era para combatir contra los enemigos a fin de que las personas puedan ganar a Cristo y que Cristo sea aumentado en Sus buscadores.
Consideremos varios de los detalles hallados en Josué 10—12.
Josué 10:1-27 relata la destrucción de Jerusalén, de Hebrón, de Jarmut, de Laquis y de Eglón.
El rey de Jerusalén se sintió amenazado por la destrucción de Jericó y Hai efectuada por Israel y por el acuerdo de paz hecho entre Israel y Gabaón (vs. 1-2). Cuando él se enteró de que Josué había tomado a Hai y la había destruido por completo, así como había hecho con Jericó, y que los habitantes de Gabaón habían hecho la paz con Israel y estaban entre ellos, tuvo temor, pues sabía que Gabaón era una gran ciudad y todos sus hombres eran valientes.
Los reyes de cinco naciones formaron una alianza para combatir contra Gabaón. El rey de Jerusalén se comunicó con los reyes de Hebrón, de Jarmut, de Laquis y de Eglón, y les dijo: “Subid a mí y ayudadme, y ataquemos a Gabaón; porque ellos han hecho paz con Josué y con los hijos de Israel” (v. 4). Por tanto, los cinco reyes de los amorreos subieron a Gabaón y pelearon contra ella.
Del versículo 6 al 27 vemos que Israel participa en la guerra contra las cinco naciones.
Los gabaonitas rogaron a Israel que combatiera por ellos contra las cinco naciones (v. 6).
Jehová alentó a Josué a derrotar estas naciones, diciéndole: “No tengas miedo de ellos; porque Yo los he entregado en tus manos, y ninguno de ellos te podrá hacer frente” (v. 8). Josué vino sobre ellos de repente, y Jehová los llenó de pánico delante de Israel, los hirió con gran golpe y los persiguió.
Mientras las naciones huían de delante de Israel, “Jehová envió desde los cielos piedras grandes sobre ellos hasta Azeca, y murieron; y fueron más los que murieron por causa de las piedras del granizo, que los que los hijos de Israel mataron a espada” (v. 11).
Jehová hizo que el sol y la luna se detuvieran casi por un día entero (vs. 12-14). Estos dos milagros hechos por Jehová se realizaron mediante las fuerzas de la naturaleza.
osué y los hijos de Israel destruyeron a las cinco naciones y mataron a sus reyes (vs. 15-27). Los cinco reyes fueron sacados de la cueva donde se habían escondido, y Josué le dijo a los jefes de los hombres de guerra que estaban con él que pusieran sus pies sobre los cuellos de estos reyes. Ellos así lo hicieron, y Josué les dijo: “No temáis ni desmayéis; sed fuertes y valientes, porque así hará Jehová a todos vuestros enemigos contra los cuales peleáis” (v. 25).
Josué 10:28—12:24 es un relato de la destrucción de los treinta y un reyes de las treinta y una naciones que poblaban la región montañosa y la tierra baja al occidente del Jordán, desde Baal-gad en el valle del Líbano hasta el monte Halac que sube hacia Seir.
Josué 10:42 dice que a todos estos reyes y sus tierras los tomó Josué de una vez, “porque Jehová, el Dios de Israel, peleaba por Israel”. Cuando ciertos reyes se reunieron para combatir contra Israel, Jehová dijo a Josué: “No tengas temor a causa de ellos, porque mañana a esta hora Yo los entregaré a todos ellos muertos delante de Israel” (11:6a).
Josué tomó todas las ciudades de estos reyes y mató a estos reyes a filo de espada, destruyéndolos por completo. Él hizo esto conforme al mandamiento de Moisés, el siervo de Jehová (v. 12). El versículo 15 dice: “De la manera que Jehová lo había mandado a Moisés, Su siervo, así Moisés lo mandó a Josué, y así Josué lo hizo, sin omitir nada de todo lo que Jehová había mandado a Moisés”. Por tanto, Josué tomó toda la tierra conforme a todo lo que Jehová le había dicho a Moisés (v. 23).
La destrucción de los treinta y un reyes de las treinta y una naciones concordaba con la intención de Dios. Al respecto, el versículo 20 dice: “Porque vino de Jehová endurecer el corazón de ellos para que se enfrentaran en batalla contra Israel, a fin de que Él los destruyera por completo y que no recibieran misericordia, sino que fueran destruidos como Jehová lo había mandado a Moisés”. Aquí vemos que la intención de Dios no era tener misericordia de estos reyes, sino destruirlos.
El versículo 13 dice que Israel no quemó ninguna de las ciudades que estaban sobre montículos, con excepción de Hazor.
Algunos de los anaceos quedaron en Gaza, en Gat y en Asdod (v. 22; cfr. Num. 13:33).
Josué 12:1-6 habla de la destrucción de Hesbón, que tenía por rey a Sehón, y de Basán, que tenía por rey a Og, al este del Jordán.
La destrucción de Hesbón y de Basán fue realizada por Moisés y los hijos de Israel (v. 6a).
Estas ciudades fueron destruidas antes que Israel cruzara el Jordán (v. 1a).
La tierra de Hesbón, que tenía por rey a Sehón, y de Basán, que tenía por rey a Og, fue dada por Moisés a la tribu de Rubén, a la tribu de Gad y a la media tribu de Manasés (v. 6b).