Mensaje 15
Lectura bíblica: Jos. 23; Jos. 24
En este mensaje consideraremos la partida de Josué descrita en los capítulos 23 y 24.
Al momento de su partida, la carga de Josué era encargar al pueblo de Israel que no abandonase a Dios, sino que lo recordase en todo cuanto Él, en Su gracia y misericordia, había hecho por ellos en Egipto, en el desierto y en la buena tierra. Josué les dijo que si ellos abandonaban a Jehová su Dios, Él no desposeería más a las naciones expulsándolas de delante de ellos. Como resultado, las naciones serían como lazo y trampa para el pueblo de Israel (23:13).
El encargo de Josué estaba basado en sus más de setenta años de experiencia con Dios. Cuando Josué era joven, él estuvo con Moisés. Durante los cuarenta años en el desierto, Josué observó todo cuanto Moisés hizo y aprendió de él. Una vez que Moisés partió, Josué se convirtió en el líder del pueblo de Israel y continuó siendo el líder por unos veinticinco años. Durante sus años al lado de Moisés y sus años como líder, Josué estuvo ocupado en los intereses de Dios. Él había aprendido que Dios es único, fiel y recto en todo. Josué sabía que si los israelitas abandonaban a Dios, ciertamente sufrirían. Por tanto, les hizo una advertencia, y después murió en paz.
Consideremos ahora los detalles con respecto a la partida de Josué relatada en estos capítulos.
El capítulo 23 contiene las últimas palabras de Josué a los ancianos de Israel, sus cabezas, sus jueces y sus oficiales.
Josué les recordó la fidelidad de Jehová, quien les había prometido la tierra y había peleado por ellos. Josué les recordó que ellos habían visto todo lo que Jehová su Dios había hecho a las otras naciones por causa de ellos (v. 3). Josué prosiguió diciéndoles que él les había asignado, en herencia para sus tribus, todas las naciones que quedaban, así como todas las naciones que él había exterminado (v. 4). Entonces, Josué les dijo: “Y Jehová vuestro Dios las expulsará de delante de vosotros y las desposeerá, arrojándolas de vuestra presencia; y poseeréis su tierra, como Jehová vuestro Dios os ha dicho” (v. 5).
Luego, Josué alentó a los ancianos de Israel, sus cabezas, sus jueces y sus oficiales a amar a Jehová su Dios y a asirse de Él (vs. 6-11). Él les encargó que se esforzaran en guardar y hacer todo lo que estaba escrito en el libro de la ley de Moisés, a no mezclarse con las naciones que habían quedado entre ellos y a no mencionar los nombres de sus dioses, ni servirlos o inclinarse a ellos (vs. 6-7). Más bien, el pueblo de Israel debía asirse de Jehová su Dios, pues Él había desposeído a naciones grandes y fuertes por causa de ellos. Después de decirles estas cosas, Josué les recordó: “Tendréis buen cuidado, pues, de amar a Jehová vuestro Dios” (v. 11).
Josué continuó advirtiéndoles que no debían retroceder y unirse al resto de las naciones que habían quedado, ni casarse con ellas ni mezclarse con ellas (v. 12). Después, Josué les exhortó diciéndoles: “Sabed con certeza que Jehová vuestro Dios no desposeerá más a estas naciones, expulsándolas de delante de vosotros, sino que os llegarán a ser lazo y trampa, y por azote para vuestros costados y por espinas para vuestros ojos, hasta que perezcáis de esta buena tierra que Jehová vuestro Dios os ha dado” (v. 13). Josué prosiguió recordándoles que ellos sabían con todo su corazón y con toda su alma que no había dejado de cumplirse una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová había dicho de ellos. Todas habían sido cumplidas. Sin embargo, si ellos abandonaban a Jehová su Dios, así como había venido sobre ellos toda palabra buena, Él también traería sobre ellos toda palabra mala, hasta destruirlos de sobre la buena tierra que Él les había dado (vs. 14-15). Si ellos quebrantaban el pacto de Jehová y servían a otros dioses, la ira de Jehová se encendería contra ellos y perecerían prontamente de la buena tierra (v. 16).
El capítulo 24 contiene las últimas palabras de Josué para todas las tribus de Israel junto con sus ancianos, sus cabezas, sus jueces y sus oficiales.
Josué les recordó las obras maravillosas que Jehová su Dios había hecho con sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob, y con ellos mismos en Egipto, en el desierto y en Canaán, la buena tierra (vs. 1-13).
En sus últimas palabras a todas las tribus, Josué también les encargó temer a Jehová y servirle en sinceridad y fidelidad, y a quitar de entre ellos los dioses a los cuales habían servido sus padres al otro lado del Río y en Egipto (v. 14). Josué les dijo que si les parecía mal servir a Jehová, ellos debían escoger por sí mismos a quién servir: si a los dioses del otro lado del Río o a los dioses de los amorreos. Después, Josué les aseguró que él y su casa servirían a Jehová (v. 15).
El pueblo le respondió que ellos no abandonarían a Jehová para servir a otros dioses (vs. 16-18). Ellos declararon que, puesto que Jehová los había sacado de la tierra de Egipto, había hecho grandes señales delante de ellos y los había guardado por todo el camino, y había echado de delante de ellos a todos los pueblos, ellos servirían a Jehová, pues Él era su Dios.
Josué les advirtió que Jehová les haría mal y habría de consumirlos si ellos abandonaban a Jehová y servían a dioses ajenos (vs. 19-20). Entonces, les encargó que quitaran los dioses ajenos que estaban entre ellos e inclinaran sus corazones a Jehová, el Dios de Israel (v. 23).
Finalmente, Josué hizo un pacto en representación del pueblo de Israel en Siquem. Además, les hizo estatuto y ordenanza, y tomó una gran piedra y la erigió allí debajo del terebinto que estaba junto al santuario de Jehová, para que ella sirviera de testigo contra Israel, no sea que ellos obrasen con engaño contra su Dios (vs. 25-27).
Josué murió a la edad de ciento diez años, y fue sepultado en el territorio de su heredad, en Timnat-sera, que está en la región montañosa de Efraín (vs. 29-30).
Israel sirvió a Jehová durante todos los días de Josué y durante todos los días de los ancianos cuyos días se extendieron más que los de Josué y que sabían todas las obras que Jehová había hecho por Israel (v. 31).
Los huesos de José, que habían sido traídos por los hijos de Israel desde Egipto, fueron enterrados en Siquem (v. 32). Fueron sepultados en la parte del campo que Jacob había comprado de los hijos de Hamor, padre de Siquem (Gn. 33:18-19), la cual pasó a ser heredad de los hijos de José.
El libro de Josué concluye con una palabra respecto a la muerte y sepultura de Eleazar, hijo de Aarón (24:33). Eleazar fue sepultado en el collado de Finees, su hijo, que le había sido dado en la región montañosa de Efraín.