Mensaje 4
Lectura bíblica: Jos. 3; Jos. 4
Los capítulos 3 y 4 nos relatan el cruce del río Jordán por parte de Israel. El pueblo de Israel estaba listo para entrar en la buena tierra y tomar posesión de ella; sin embargo, en su viejo hombre ellos no podrían obtener la victoria. Su viejo hombre tenía que ser sepultado para que ellos llegasen a ser un nuevo hombre. Esto corresponde con la economía neotestamentaria de Dios. Los hijos de Israel fueron sepultados en la muerte de Cristo y luego fueron resucitados en la resurrección de Cristo. Esto indica que incluso en tiempos del Antiguo Testamento, los hijos de Israel estaban identificados con Cristo y eran uno con Él. Debido a que ellos eran uno con Cristo, al pasar por las experiencias de Cristo, la historia de Cristo se convirtió en la historia de ellos. En particular, ellos pasaron por la muerte de Cristo a fin de sepultar su viejo hombre para llegar a ser un nuevo hombre en Cristo a fin de combatir en la guerra espiritual.
Debemos darnos cuenta de que nuestro hombre natural, nuestro viejo hombre, no es en absoluto capaz de combatir en la guerra espiritual para ganar a Cristo. La intención de Dios es unirnos a Cristo para conseguir que haya una unión orgánica entre nosotros y Cristo, de modo que seamos uno con Cristo, a fin de que Su historia llegue a ser nuestra historia. Su historia es la nuestra, y nuestra historia es la Suya. Hemos sido identificados con Cristo a fin de experimentar aquello que Él experimentó. En nuestra unión con Cristo, Sus experiencias llegan a ser nuestras. Él murió en la cruz, y nosotros morimos con Él. Él fue sepultado, y nosotros fuimos sepultados con Él. Él resucitó de entre los muertos, y nosotros resucitamos juntamente con Él. Ahora, debido a que somos personas en Cristo, ya no somos el viejo hombre sino el nuevo hombre.
Consideremos ahora los diversos asuntos relacionados con el cruce del río Jordán por parte de Israel.
El Arca de Dios con los sacerdotes que la portaban tomó la delantera para entrar en el Jordán y permanecer firme en las aguas (3:3, 6, 8, 11, 14, 17a). El Arca tipifica a Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno. Cuando el Arca de Dios salió con los hijos de Israel, el Dios Triuno iba con ellos, tomando la delantera, por lo cual fue quien primero pisó las aguas. Sin embargo, el Arca estaba sobre los hombros de los sacerdotes que la portaban. Esto indica que los sacerdotes portadores del Arca formaban una sola entidad con el Dios Triuno; ellos eran una sola persona corporativa. Dios caminaba en el andar de ellos, y ellos caminaban en el andar de Dios. Hoy en día, la propagación del recobro del Señor se lleva a cabo mediante el mover de Cristo juntamente con Sus sacerdotes, quienes portan a Cristo. Él y nosotros andamos juntos, como un solo hombre corporativo.
Cuando los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca se mojaron a la orilla del agua, porque el Jordán solía desbordarse por todas sus orillas, las aguas que venían de arriba se detuvieron y se levantaron en un montón a una gran distancia de ellos (vs. 13, 15-16). Éste fue el más grande milagro que había ocurrido en la historia de los hombres y el primer milagro realizado en beneficio de Israel al entrar ellos en la buena tierra. Semejante milagro ciertamente era una señal para los hijos de Israel que les mostraba que su Dios era real, verdadero, viviente y activo.
Los sacerdotes que llevaban el Arca de Jehová permanecieron firmes sobre suelo seco en medio del Jordán, mientras todo Israel pasaba por el cauce seco, hasta que toda la nación hubo acabado de cruzar el Jordán (v. 17; 4:10-11). Sin duda alguna, debe haber transcurrido un período bastante prolongado de tiempo para que cerca de dos millones de personas, incluyendo a los niños, los ancianos y los más débiles, cruzaran al otro lado del río con todas las cosas que acarreaban. Sin embargo, creo que los sacerdotes no se impacientaron, sino que, felices por causa del milagro hecho por Dios, ellos estaban contentos de ver que todo el pueblo cruzaba el Jordán.
Doce representantes de las doce tribus de Israel tomaron doce piedras del lugar donde estuvieron firmes los pies de los sacerdotes en medio del Jordán y las llevaron consigo para colocarlas donde Israel habría de posar esa noche (4:1-5, 8). Las doce piedras representan a las doce tribus del Israel nuevo. Que estas piedras hubiesen sido levantadas de las aguas del Jordán significa resucitar de la muerte. Las doce piedras levantadas del agua eran una señal, la cual muestra que el Israel nuevo y resucitado sería un testimonio de haber cruzado las aguas de la muerte (vs. 6-7, 21-24). Esto tipifica la experiencia que los creyentes tienen, juntamente con Cristo, de resucitar de la muerte (Ro. 6:3-11).
Josué erigió doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde estuvieron los pies de los sacerdotes que llevaban el Arca (Jos. 4:9). Éstas fueron otras doce piedras, que representan las doce tribus de Israel en su vieja vida y su vieja naturaleza. Josué erigió estas doce piedras en medio del Jordán, allí donde estaba el Arca, lo cual significa que el Señor deseaba que Israel en su vieja naturaleza permaneciera bajo las aguas de muerte del Jordán. Esto tipifica que el viejo hombre de los creyentes debe permanecer en la muerte de Cristo (Ro. 6:6; Col. 2:20). Nosotros, los que hemos sido identificados con Cristo en Su muerte y resurrección, que hemos sido resucitados juntamente con Cristo para llegar a ser el nuevo hombre, debemos dejar que nuestro viejo hombre permanezca en la muerte de Cristo. Todos los que estamos en la vida de iglesia debiéramos poder declarar que nuestro viejo hombre ha sido sepultado con Cristo y permanece bajo la muerte de Cristo, por lo cual ahora somos el nuevo hombre.
Los sacerdotes que llevaban el Arca se pararon en medio del Jordán hasta que todo el pueblo hubiera acabado de cruzar el río y, al completarse todo, Josué les diera la orden, conforme al mandamiento de Jehová, que salieran del Jordán (Jos. 4:10-11). ¡Qué cuadro tan maravilloso del mover del Dios Triuno corporificado en Cristo! Al estar en pie en medio del Jordán, los sacerdotes no tenían nada que temer, pues el Arca estaba con ellos. Ellos simplemente tenían que mirar al Arca y estar en paz.
Este principio se cumple con nosotros hoy también. El Dios Triuno está aquí con nosotros. Debido a que nuestro viejo hombre ha sido sepultado y nuestro nuevo hombre opera juntamente con el Dios Triuno, no debemos sentirnos turbados por nada de lo que pudiera sobrevenirnos. El Dios Triuno está con nosotros, y Él y nosotros vivimos y laboramos juntos.
Cuando los sacerdotes que llevaban el Arca subieron de en medio del Jordán y las plantas de sus pies pisaron tierra seca, las aguas del Jordán se volvieron a su lugar, desbordando todas las orillas, como antes (v. 18).
Israel cruzó el río Jordán para hacer guerra contra las siete tribus en Canaán (vs. 12-13; 3:10b). Al ser partícipe de este milagro, Josué fue fortalecido para tomar la delantera en la guerra contra los cananeos demoníacos.
Después que los hijos de Israel cruzaron al otro lado del río, Josué erigió en Gilgal las doce piedras sacadas del Jordán por los doce representantes de las doce tribus, para que sirvieran de memorial testificando que Israel cruzó el río Jordán debido a la obra milagrosa de Jehová (4:20-24).
Al considerar la historia de Israel relatada en Josué 3 y 4, debemos darnos cuenta de que lo mismo ha sucedido con nosotros. Nosotros morimos con Cristo, fuimos sepultados con Él y fuimos resucitados juntamente con Él a fin de llegar a ser algo nuevo. Efesios 2 nos dice que los creyentes, que estaban muertos en pecado, fueron vivificados, levantados de entre los muertos y ahora están sentados juntamente con Cristo (v. 5-6) para ser un nuevo hombre (v. 15). Este nuevo hombre es la obra maestra de Dios (v. 10).