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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Josué»
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Mensaje 12

LA ASIGNACIÓN DE LA TIERRA

(2)

  Lectura bíblica: Jos. 18; Jos. 19; Jos. 20; Jos. 21; Jos. 22

  Muchos de los asuntos espirituales concernientes a Cristo y la iglesia son revelados en el Nuevo Testamento a manera de principios, pero sin muchos detalles. Esto es especialmente cierto en lo referido a ganar a Cristo, experimentar a Cristo y disfrutar a Cristo.

  En el libro de Efesios, Cristo es revelado como todo-inclusivo debido a que Él es Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). Él no solamente es todo-inclusivo, sino también universalmente extenso, pues Su amor es inconmensurable en cuanto a su anchura, longitud, altura y profundidad (3:18-19a). El amor de Cristo es Cristo mismo. Si Su amor es inconmensurable, Él mismo es inconmensurable. En Efesios 3:8, Pablo habla de las inescrutables riquezas de Cristo. Sus riquezas son tan abundantes y vastas que resultan insondables. Aunque Efesios revela un Cristo que es todo-inclusivo, universalmente extenso e inescrutablemente rico, en este libro no encontramos los detalles en cuanto a las maneras de ganar a Cristo.

  Los detalles en cuanto a las maneras de ganar a Cristo, experimentarle y disfrutarle no están en el Nuevo Testamento. Sin embargo, Josué 13—22 muestra detalladamente cómo poseer y disfrutar la tierra, la cual es un tipo del Cristo todo-inclusivo.

  La buena tierra era espaciosa, extendiéndose desde el mar Mediterráneo hasta el Éufrates; pero los hijos de Israel no poseyeron toda la tierra. Incluso con respecto a lo que lograron tomar en posesión, ellos todavía requerían la manera detallada en que se debía asignar la tierra a fin de ganarla y disfrutarla. La manera en que la tierra fue asignada consistió en echar suertes. En el libro de Josué, la palabra suertes se usa en el sentido de echar suertes (18:8, 10). En términos humanos, sabemos que echar suertes depende de la fortuna, pero Dios es nuestra fortuna, y el resultado de echar suertes correspondía con lo dispuesto de antemano por Dios. Cuando Dios creó la tierra, Él ya tenía una clara perspectiva respecto a la buena tierra. Para Él ya estaba claro que, por ejemplo, Jerusalén y sus distritos circundantes serían para Judá, la tribu de la cual procedería Cristo. Esto había sido dispuesto de antemano, pero aún debía ser realizado echando suertes. La mano rectora de Dios estaba presente cuando se echaban suertes a fin de determinar el resultado. Esto quiere decir que la repartición de la tierra no dependía de Josué ni del sumo sacerdote, sino únicamente de Dios. Como resultado de ello, no se daba cabida a que las tribus se quejaran sobre la porción de tierra que les fue asignada. La manera en que se asignó la tierra fue imparcial, y esto hizo que todos fuesen acallados.

  A estas alturas, quisiera recalcar el hecho de que Cristo en Sí mismo es únicamente uno solo y es siempre el mismo. En cuanto concierne a Su persona, no hay cambio alguno; Él es el mismo ayer, hoy y por siempre (He. 13:8). Sin embargo, en cuanto se refiere a nuestra experiencia y disfrute de Cristo, Cristo es de diversos tamaños y tipos, tal como lo indican las diversas clases de holocaustos y ofrendas de harina. Lo que Cristo sea en nuestra experiencia no depende de Él, sino que depende de nosotros. Nosotros ganamos a Cristo, le experimentamos y le disfrutamos según lo que nosotros seamos. Por tanto, alguien que vaya en pos de Cristo diligentemente experimentará a un Cristo más grande que aquel que sea perezoso al respecto.

  Recientemente, me percaté de que se podría considerar a las doce tribus de Israel como un cuadro representativo de los creyentes que han vivido desde el primer siglo hasta el presente. Gálatas 6:16 dice que nosotros somos “el Israel de Dios”. Esto indica que entre los elegidos por Dios en la era neotestamentaria debe haber doce “tribus”. La primera tribu fue la de los primeros apóstoles, quienes trajeron la revelación del Nuevo Testamento. La segunda tribu fue la de los padres de la iglesia. La tercera tribu fue la de los mártires en el Imperio romano. La cuarta tribu fue la de los reformadores en la Iglesia Romana, antes de que el sistema papal fuese establecido. La quinta tribu fue la de los protestantes, y la sexta la de los místicos. Los protestantes se volvieron superficiales y quedaron sumidos en la muerte, así que surgió una reacción por parte de los místicos, que incluyen a Madame de Guyón, al padre Fenelón y al hermano Lawrence. La séptima tribu fue la de los hermanos moravos bajo el liderazgo del conde Zinzendorf. La octava tribu fue la de los Hermanos Británicos bajo el liderazgo de John Nelson Darby. Cuando la Asamblea de los Hermanos se llenó de conocimiento muerto, hubo una reacción triple. En primer lugar, hubo una reacción por parte de los cristianos de la vida interior, incluyendo a Andrew Murray, Jessie Penn-Lewis y T. Austin-Sparks. Ésta fue la novena tribu. En segunda lugar, hubo una reacción por parte de los cristianos evangélicos, incluyendo a C. H. Spurgeon, D. L. Moody, Charles Finney, Hudson Taylor, William Carey y David Livingstone. Ésta fue la décima tribu. Y en tercer lugar, hubo una reacción por parte de los cristianos pentecostales. Ésta fue la undécima tribu. La duodécima tribu es el recobro, que ha recobrado la revelación del Nuevo Testamento retornando a los primeros apóstoles.

  En el recobro, el Señor ha recobrado las verdades presentadas desde Mateo hasta Apocalipsis. En particular, el Señor ha recobrado las verdades relacionadas con el Cristo todo-inclusivo y la Nueva Jerusalén. La verdad en el recobro es la verdad consumada de los últimos diecinueve siglos. Nosotros estamos de pie sobre los hombros de todas las tribus que nos han precedido. Por tanto, la verdad ha sido extraída, condensada y cristalizada para nosotros.

  Consideremos ahora más detalles relacionados con la asignación de la tierra, los cuales se hallan en los capítulos 18 al 22.

VI. LA TIERRA QUE SERÍA ASIGNADA A LAS SIETE TRIBUS RESTANTES

  En Josué 18:1—19:51 tenemos el relato sobre la tierra que sería asignada a las siete tribus restantes. Josué le encargó a los hijos de Israel que tomaran posesión de la tierra que todavía no habían logrado poseer (18:1-3). Después, envió tres hombres de cada una de las siete tribus restantes a recorrer la tierra y escribir una descripción de ella con miras a recibirla en heredad (vs. 4-6, 8-9). Luego, Josué asignó y repartió la tierra entre estas siete tribus (v. 10). A los levitas no se les asignó tierra alguna, pues su heredad era el sacerdocio de Jehová (v. 7).

A. La tierra asignada a la tribu de Benjamín

  La tierra asignada a la tribu de Benjamín (vs. 11-28) se encontraba entre la tribu de Judá y la tribu de José (vs. 11-20). En la tierra asignada a ellos había veintiséis ciudades con sus respectivas aldeas, incluyendo a Jerusalén (vs. 21-28). Jerusalén estaba ubicada en el territorio de Benjamín, pero fue heredada por los hijos de Judá (15:63).

B. La tierra asignada a la tribu de Simeón

  La tierra asignada a la tribu de Simeón (19:1-9) estaba en medio de la heredad de los hijos de Judá (vs. 1, 9) e incluía diecisiete ciudades con sus aldeas (vs. 2-8).

C. La tierra asignada a la tribu de Zabulón

  La tierra asignada a la tribu de Zabulón (vs. 10-16) consistía de doce ciudades con sus aldeas, incluyendo a Belén (v. 15).

D. La tierra asignada a la tribu de Isacar

  La tierra asignada a la tribu de Isacar se extendía desde Jezreel hasta el río Jordán e incluía dieciséis ciudades con sus aldeas (vs. 17-23).

E. La tierra asignada a la tribu de Aser

  La tierra asignada a la tribu de Aser se extendía desde Helcat hasta el mar (vs. 24-31). En ella había veintidós ciudades con sus aldeas, incluyendo a la gran Sidón y la ciudad fortificada de Tiro (vs. 28-29).

F. La tierra asignada a la tribu de Neftalí

  La tierra asignada a la tribu de Neftalí (vs. 32-39) llegaba hasta Zabulón por el sur, a Aser por el occidente y a Judá en el Jordán hacia donde nace el sol. Esta tierra incluía diecinueve ciudades con sus aldeas.

G. La tierra asignada a la tribu de Dan

  La tierra asignada a la tribu de Dan (vs. 40-48) estaba frente a Jope (v. 46; cfr. Hch. 10:5). Cuando les faltó territorio a los hijos de Dan, ellos subieron y pelearon contra Lesem (Lais, mencionada en Jue. 18:29, al extremo norte de la buena tierra), con lo cual tomaron posesión de ella y la llamaron conforme al nombre de Dan, su padre (Jos. 19:47).

H. La heredad dada a Josué

  La heredad dada a Josué (vs. 49-50) fue la ciudad de Timnat-sera, en la región montañosa de Efraín. Él pidió esta ciudad para sí, y los hijos de Israel se la dieron según el mandamiento de Jehová.

VII. LAS CIUDADES DE REFUGIO

  El relato en el capítulo 20 trata sobre las ciudades de refugio (Éx. 21:13; Nm. 35:6a, 10-15).

A. Designadas para el homicida que mató por accidente y no a sabiendas

  Jehová encargó a Josué decirle a los hijos de Israel que designaran ciudades de refugio para que huya el homicida que haya matado a alguno por accidente y no a sabiendas, refugiándose allí del vengador de la sangre (Jos. 20:1-6).

B. Tres en Canaán, al occidente del Jordán

  Se designaron tres ciudades de refugio en Canaán, al occidente del Jordán (v. 7). Estas ciudades fueron Cedes en Galilea, en la región montañosa de Neftalí, Siquem en la región montañosa de Efraín y Hebrón en la región montañosa de Judá.

C. Tres en la tierra al oriente del Jordán

  Se designaron otras tres ciudades de refugio en la tierra al oriente del Jordán (vs. 8-9). Estas ciudades fueron Beser en el desierto, en la llanura de la tribu de Rubén, Ramot en Galaad de la tribu de Gad y Golán en Basán de la tribu de Manasés.

D. Asignadas a los levitas

  Todas las ciudades de refugio fueron asignadas a los levitas (Nm. 35:6a).

VIII. LAS CIUDADES CON SUS RESPECTIVOS PASTIZALES QUE FUERON ASIGNADAS A LOS LEVITAS SON RECLAMADAS POR ELLOS EN SILO

  Las ciudades con sus respectivos pastizales que fueron asignadas a los levitas fueron reclamadas por ellos en Silo. Estas ciudades fueron dadas a los levitas por los hijos de Israel conforme al mandamiento de Dios a Moisés (21:1-3). En total había cuarenta y ocho ciudades, incluyendo seis ciudades de refugio (v. 41).

A. A las familias de los coatitas y a los hijos de Aarón el sacerdote

  A las familias de los coatitas y a los hijos de Aarón el sacerdote se les dieron trece ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín (vs. 4, 8-19).

B. Al resto de los hijos de Coat

  Al resto de los hijos de Coat se les dieron diez ciudades de las tribus de Efraín, de Dan y de la media tribu de Manasés (vs. 5, 20-26).

C. A los hijos de Gersón

  A los hijos de Gersón se les dieron trece ciudades de las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y de la media tribu de Manasés (vs. 6, 27-33).

D. A los hijos de Merari

  A los hijos de Merari se les dieron doce ciudades de las tribus de Rubén, de Gad y de Zabulón (vs. 7, 34-40).

IX. EL CUMPLIMIENTO DE LA PROMESA HECHA POR JEHOVÁ A LOS PADRES DE ISRAEL RESPECTO A DARLES LA BUENA TIERRA

  La asignación de la buena tierra presentada en estos capítulos constituye el cumplimiento de la promesa hecha por Jehová a los padres de Israel respecto a darles la buena tierra para que ellos la poseyeran y morasen en ella (vs. 43-45). En cuanto a esto, el versículo 45 dice: “No dejó de cumplirse una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová había dicho a la casa de Israel; todo se cumplió”.

X. EL RETORNO DE LAS TRIBUS DE RUBÉN, GAD Y LA MEDIA TRIBU DE MANASÉS A SUS TIERRAS AL ORIENTE DEL JORDÁN

  El capítulo 22 nos relata el retorno de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés a sus tierras al oriente del Jordán.

A. Josué los despide bendiciéndolos

  Josué los despidió bendiciéndolos (vs. 1-9). Él los llamó y les dijo que ellos habían guardado todo lo que Moisés les había mandado y que habían escuchado la voz de Josué en todo lo que él les había mandado; además, les dijo que ellos habían guardado las instrucciones que les había mandado Jehová su Dios.

B. Ellos edifican un altar junto al Jordán, en la tierra de Canaán

  Cuando los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés llegaron a la región del Jordán en la tierra de Canaán, edificaron allí junto al Jordán un altar de grandioso aspecto (v. 10).

C. Los hijos de Israel quieren subir para librar batalla contra ellos

  Cuando los hijos de Israel oyeron acerca del altar que había sido edificado frente a la tierra de Canaán, en la región del Jordán, ellos querían subir para librar batalla contra las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés (vs. 11-12). Los hijos de Israel enviaron a Finees, el sacerdote, acompañado por diez líderes de las diez tribus de Israel a fin de dialogar con ellos (vs. 13-20).

D. Las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés explican que el altar no fue edificado para presentar ofrendas a Dios, sino como testimonio

  Las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés explicaron a Finees y a los diez líderes de Israel que ellos no habían edificado el altar para presentar ofrendas a Dios, sino como testimonio (vs. 21-29). Ellos afirmaron que no habían edificado el altar por rebelión ni por transgresión contra Jehová (v. 22). Ellos concluyeron diciendo: “Lejos esté de nosotros rebelarnos contra Jehová y apartarnos hoy de seguir a Jehová, edificando altar para holocausto, para ofrenda de harina o para sacrificio, además del altar de Jehová nuestro Dios, que está delante de Su tabernáculo” (v. 29).

E. A Finees, el sacerdote, y a los diez líderes de Israel les satisface tal explicación

  A Finees el sacerdote y a los diez líderes de Israel les satisfizo tal explicación y retornaron en paz a su tierra (vs. 30-33).

F. Le dan nombre al altar

  Los hijos de Rubén y los hijos de Gad le dieron nombre al altar, pues dijeron que era testigo de que Jehová es Dios (v. 34).

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