Mensaje 9
Lectura bíblica: Jos. 9
Al estudiar las historias y profecías del Antiguo Testamento debemos tomar en cuenta el panorama completo, la perspectiva completa, de todo lo que las Escrituras abarcan respecto a la economía de Dios en torno a Cristo y la iglesia, cuya consumación es la Nueva Jerusalén. Mi carga en este mensaje es aplicar dicho principio a Josué 9 a fin de que podamos ver el significado intrínseco de este capítulo.
Josué 9 relata cómo los hijos de Israel fueron engañados por los gabaonitas. Ellos fueron engañados debido a que actuaron como una esposa que olvida a su marido. Lo que ellos hicieron aquí fue exactamente igual a lo que Eva hizo en Génesis 3. La astuta serpiente quiso tentar, seducir, a Adán, pero no se atrevió ir a él directamente. En lugar de ello, Satanás fue al complemento de Adán, una mujer, pues sabía que es más fácil engañar a una mujer (2 Co. 11:3; 1 Ti. 2:14).
La Biblia revela que en el universo hay un romance divino entre Dios y Sus elegidos. La Biblia es el relato de un romance, en el sentido más puro y santo, el romance de una pareja universal. El varón en esta pareja es Dios mismo, y la mujer es el pueblo redimido de Dios, un ser corporativo. La Biblia nos muestra que nosotros, los elegidos de Dios, somos la esposa de Dios; así que, entre Él y nosotros tiene que darse una unión matrimonial basada en el amor mutuo. Por tanto, el universo es el lugar donde esta boda se realiza, el lugar donde el Esposo, el Dios Triuno procesado y consumado, se une en matrimonio al hombre tripartito, quien ha sido redimido, regenerado, santificado, transformado y glorificado. El Esposo es triuno y la esposa es tripartita, por lo cual ellos se complementan perfectamente a fin de vivir juntos como una pareja única en todo el universo. La consumación de este romance, de esta vida matrimonial, es vista en Apocalipsis 21 y 22, dos capítulos que debemos leer una y otra vez hasta lograr ver claramente la vida matrimonial de esta pareja universal.
Este romance divino es revelado repetidas veces a lo largo de la Biblia. Después de la caída del hombre, Dios eligió a un hombre, Abraham. Esta persona, junto con todos sus descendientes, tanto judíos como gentiles, llegó a ser la esposa de Dios. En el Antiguo Testamento, Dios a menudo se refiere a Sí mismo como el Marido y se refiere a Su pueblo como la esposa (Is. 54:5; 62:5; Jer. 2:2; 3:1, 14; 31:32; Ez. 16:8; 23:5; Os. 2:7, 19). Al final, la Biblia concluye con la Nueva Jerusalén, la máxima consumación de los elegidos de Dios en los cielos nuevos y la tierra nueva, quien es la esposa universal por la eternidad (Ap. 21:9-10).
En Jeremías 2:2, Jehová le dijo a Israel: “Me acuerdo de ti ... / del amor de tu noviazgo”. Hubo un “noviazgo”, lo cual se refiere al período durante el cual Dios “cortejó” a Israel. Para cuando Dios sacó a Israel de Egipto y lo trajo al Sinaí, ciertamente Israel se había “enamorado” de este Varón universal, este Héroe singular. Todo cuanto Israel quería, Dios lo podía hacer. Lo que ellos necesitaban, Él lo tenía. Él poseía la sabiduría, la capacidad, la aptitud, la fortaleza, la fuerza, el poder y la autoridad necesarios para hacerlo todo. Él parecía decir a Israel: “Para ti, Yo soy Único y Yo soy suficiente. Puesto que Yo soy el mejor, no debieras acudir a ninguna otra persona, sino simplemente tomarme a Mí. Yo soy el que te ama y tú eres Mi amada”. Creo que cuando Israel llegó al Sinaí, ellos habían tomado la firme determinación de “casarse” con esta persona.
Ellos se casaron en el Sinaí y siguieron adelante como una pareja. Dondequiera que iban, eran una pareja que andaba junta: el esposo y la esposa, el Dios Triuno y Sus elegidos, andaban como una sola persona. Éste era el cuadro del Dios-hombre, una parte Dios y una parte hombre. La parte que es Dios, es el Marido, y la parte que es hombre, es la esposa.
Una esposa jamás debe dejar a su esposo; más bien, ella siempre debe apoyarse en él y ser uno con él. Si Eva hubiera observado este principio, cuando Satanás vino a seducirla, ella hubiera corrido hacia su esposo. Ello hubiera sido su protección, su salvaguardia.
Supongamos que yo soy una esposa, y una mujer pobre viene a mí pidiéndome alguna ayuda. Como esposa, ¿debo hacer algo directamente, por cuenta propia, a favor de esta mujer pobre? Puesto que éste parece ser un asunto tan insignificante, quizás simplemente le dé a esta mujer un poco de dinero o un poco de pan, sin preguntarle a mi esposo al respecto. Esto fue lo que sucedió en Josué 9. Los gabaonitas acudieron a Israel como una mujer pobre acudiría a una dama rica que procede de una familia poderosa y de alto rango. Israel, la esposa, debía haber ido a su Marido y consultado con Él. Pero los hombres de Israel actuaron “sin pedir el consejo de Jehová” (v. 14). En lugar de ello, Israel fue engañado por los gabaonitas e hicieron pacto con ellos. Una vez que el pueblo de Israel hizo tal pacto, jurando a los gabaonitas por el nombre de Jehová, tal pacto ya no pudo ser alterado, y los israelitas no pudieron tocar a los gabaonitas.
La verdadera vida matrimonial consiste en que la esposa viva juntamente con su marido, siempre uno con él. Esto significa que la única manera de tener una vida matrimonial placentera consiste en que la esposa sea uno con su marido. Sin embargo, esta querida esposa, Israel, jamás aprendió a ser fiel en este aspecto. En Hai ellos sufrieron una derrota y aprendieron la lección de ser uno con el Señor, pero no aprendieron cabalmente dicha lección. En el noveno capítulo vemos que los gabaonitas se acercaron a ellos de una manera diferente. Mientras que el pueblo de Hai combatió en contra de Israel, los gabaonitas vinieron a ellos rogándoles que les permitieran ser sus siervos. El resultado fue que Israel, esta esposa independiente e individualista, fue engañada. Ella perdió su protección, su salvaguardia. En este capítulo necesitamos aprender que, por ser la esposa del Señor, debemos ser uno con Él todo el tiempo. Éste es el significado intrínseco del capítulo 9 de Josué.
Ahora que hemos visto el significado intrínseco de este capítulo, prosigamos a considerar qué dice respecto a la salvación de Gabaón.
Los reyes al otro lado del Jordán, tanto en la región montañosa como en la tierra baja y en toda la costa del mar Grande delante del Líbano, se sintieron amenazados y se reunieron para pelear contra Israel (vs. 1-2).
Los versículos del 3 al 15 muestran el ardid de los gabaonitas.
Los gabaonitas engañaron a Israel con astucia (vs. 3-13). Ellos fingieron ser embajadores, así que tomaron sacos viejos sobre sus asnos y cueros viejos de vino, rotos y remendados; además, se pusieron sandalias viejas y recosidas sobre sus pies, con vestidos viejos sobre sí. Todo el pan que se habían provisto estaba seco y mohoso. Al llegar a Josué al campamento en Gilgal, le dijeron a él y a los de Israel: “Nosotros venimos de tierra lejana; haced, pues, ahora pacto con nosotros” (v. 6). Los de Israel respondieron a estos heveos: “Quizás habitáis en medio de nosotros. ¿Cómo, pues, podremos hacer pacto con vosotros?” (v. 7). Los de Gabaón le dijeron a Josué que ellos serían sus siervos. Cuando Josué les preguntó quiénes eran ellos y de dónde venían, le respondieron que venían de tierra muy lejana, pues habían oído de la fama de Jehová y de todo lo que Él hizo en Egipto y con los dos reyes de los amorreos, Sehón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán. Después, le dijeron que sus ancianos y los habitantes de su tierra les habían ordenado tomar provisiones e ir al encuentro del pueblo de Israel para decirle: “Nosotros seremos vuestros siervos; haced ahora pacto con nosotros” (v. 11). Ellos afirmaron que el pan que traían consigo había estado caliente pero que ahora estaba mohoso, que sus cueros de vino eran nuevos pero que ahora estaban rotos y que sus vestidos y sandalias estaban ya viejos a causa de lo muy largo del camino. Todo esto nos muestra que los gabaonitas actuaron con mucha astucia.
Los israelitas tomaron de la provisión de ellos, pero no pidieron el consejo de Jehová. Josué hizo la paz con ellos e hizo un pacto con ellos dejándoles vivir; más aún, los líderes de la asamblea se lo juraron (vs. 14-15).
A la postre, Israel descubrió el ardid de los gabaonitas (vs. 16-27). Al final de tres días, después de haber hecho pacto con ellos, los israelitas oyeron que eran sus vecinos y que habitaban en medio de ellos (v. 16).
Israel cumplió su juramento a causa de la fidelidad de Jehová (vs. 16-20, 22-25). Al llegar a las ciudades de Gabaón, los israelitas no los atacaron debido a que los líderes de la asamblea les habían jurado por Jehová, el Dios de Israel. Cuando la asamblea murmuró contra los líderes, ellos le dijeron a la asamblea que debido a que les habían jurado a los gabaonitas por Jehová, no podían tocarlos. Ellos los dejaron vivir para que no viniera ira sobre Israel por causa del juramento hecho a los gabaonitas.
Josué llamó a los gabaonitas y les preguntó por qué habían engañado a Israel diciéndole que vivían muy lejos de allí cuando en realidad habitaban en medio de ellos. Los gabaonitas respondieron a Josué que ellos sabían que Jehová, el Dios de Israel, había mandado a Moisés, Su siervo, que diera toda la tierra a Israel y que destruyera a todos los habitantes de dicha tierra. Luego, ellos dijeron: “Por eso temimos mucho por nuestras vidas por causa de vosotros, e hicimos esto. Y ahora henos aquí en tus manos: lo que te parezca bueno y recto hacer con nosotros, hazlo” (vs. 24b-25).
Josué libró a los gabaonitas de la mano de los hijos de Israel, y no los mataron. En lugar de ello, Josué tomó a los gabaonitas como esclavos, esto es: leñadores y aguadores para toda la asamblea y para la casa de Jehová y para el altar de Jehová (vs. 21, 23, 26-27).
Este relato de la salvación de Gabaón indica que Jehová había hecho a Su elegido, Israel, poderoso ante los ojos de todos los cananeos.