Mensaje 3
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Lectura bíblica: Am. 6; Am. 7; Am. 8; Am. 9
Amós 3:1—9:10 aborda el hecho de que Jehová contiende, disputa verbalmente, con la casa de Jacob. Como vimos en el mensaje anterior, en los capítulos del 3 al 5 se presentan las tres reprensiones hechas por Jehová a Israel. En 6:1—9:10 tenemos las plagas que corresponden a las cinco señales que vio Amós, y 9:11-15 nos habla acerca de la restauración de la casa de Israel junto con la reedificación del tabernáculo caído de David con miras al reino de Cristo.
Amós 6:1-14 es una introducción a las plagas que corresponden a las cinco señales.
En esta introducción se describe a Israel, especialmente a los de la clase alta, como personas que llevan una vida desahogada, de lujos y placeres; pero que han convertido el derecho en veneno y el fruto de justicia en ajenjo, que se regocijan en cosas vanas y se jactan de haber adquirido cuernos para sí mismos por su propia fuerza (vs. 1-6, 12-13). Ellos se jactaban de disfrutar de todo y obtenerlo todo por su fuerza y capacidad propias.
Debido a esto, el castigo de Jehová les sería impuesto a través de la opresión, el cautiverio, la muerte y la destrucción traídas por el enemigo (vs. 7-11, 14).
La plaga de la primera señal consistía en langostas que comen la hierba de la tierra (7:1-3). Las langostas simbolizan al ejército enemigo.
Cuando el profeta vio que habían acabado de comer la hierba de la tierra, oró: “¡Oh Señor Jehová, perdona, te ruego! ¿Cómo podrá resistir Jacob?, pues pequeño es” (v. 2). Algunos de los castigos ordenados por Dios no tuvieron lugar debido a que algunos de los que aman a Dios, los profetas, oraron por Israel, advirtiéndole a Dios que Israel podría no soportar.
Al oír la oración de Amós, Jehová se arrepintió y detuvo la plaga (v. 3).
La segunda plaga consistía en fuego que consume el gran abismo (las aguas profundas) y la tierra (v. 4).
El profeta oró pidiendo que el Señor detenga esta plaga, pues Jacob es pequeño y no podría resistir (v. 5).
Jehová se arrepiente y detiene la plaga (v. 6).
La plaga de la tercera señal consistía en una plomada en manos del Señor (v. 7).
El Señor sostenía una plomada para medir a Israel a fin de determinar qué parte tenía que ser destruida y qué parte debía ser conservada. Aquí el Señor era como un cirujano, el cual sabe lo que debe cercenar y lo que debe dejar que permanezca.
El Señor le dijo a Amós que Él ahora ponía una plomada en medio de Su pueblo Israel (v. 8a). Él dijo: “Los lugares altos de Isaac serán destruidos, / y los santuarios de Israel serán asolados; / y me levantaré con espada contra la casa de Jeroboam” (v. 9). Los lugares altos eran lugares en los que Israel adoraba ídolos sobre los montes. La expresión los santuarios de Israel no se refiere al santuario en la ciudad de Jerusalén, sino principalmente a los santuarios establecidos en Bet-el, en el reino norteño de Israel. Dios habría de convertirlos en desolación; Él habría de atacar con espada la casa de Jeroboam (uno de los reyes de Israel).
El Señor dijo que Él ya no pasaría más por alto al pueblo de Israel (v. 8b).
En los versículos del 10 al 17 vemos la frustración causada por Amasías, el sacerdote de Bet-el, un falso sacerdote. En Bet-el, en el reino norteño de Israel, ellos habían edificado una especie de templo y tenían sus propios sacerdotes.
Amasías le habló a Amós, con lo cual procuró frustrarlo impidiéndole profetizar (vs. 10-13).
Amós le respondió: “Me dijo Jehová: Ve, profetiza a Mi pueblo Israel” (v. 15b), y procedió a profetizar contra Amasías y contra Israel (vs. 16-17).
La plaga de la cuarta señal, la señal de la fruta de verano, es abordada en el capítulo 8. La fruta de verano significa que el tiempo está maduro y que le ha llegado el fin a Israel. El fruto de la higuera está maduro, listo para que alguien lo recoja.
El Señor ya no pasaría más por alto al pueblo de Israel (v. 2b).
Los versículos del 3 al 10 indican que habrá una tragedia en medio de Israel.
Los versículos del 11 al 13 indican que habrá carencia de la palabra de Jehová. Que faltara la palabra de Jehová es una especie de castigo de parte de Jehová. Por ejemplo, después que Abraham tomó a Agar para engendrar a Ismael, Dios no le habló por trece años (Gn. 16:15—17:1). En el reino norteño de Israel sucedió lo mismo. Debido a sus pecados en contra del Señor, Él no les hablaría.
Amós 8:14 dice que los adoradores del becerro de Samaria y de los ídolos en Dan y Beerseba caerían y nunca más se levantarían.
La plaga de la primera señal fue las langostas; la plaga de la segunda, el fuego; la plaga de la tercera, la plomada; y la plaga de la cuarta, la fruta de verano. La plaga de la quinta señal es que el Señor está de pie sobre el altar (9:1-10), lo cual significa que el Señor está listo para destruir a Israel.
Los versículos del 1 al 4 hablan sobre el temblor y la matanza.
En los versículos 5 y 6 vemos a Jehová como Aquel que juzga.
Los versículos del 7 al 10 revelan que la destrucción de Israel, el reino pecaminoso, efectuada por el Señor no sería una destrucción completa de la casa de Jacob. El Señor habría de causarles sufrimientos, mas no permitiría que fueran completamente destruidos por causa de Su propósito. Si nada de Israel hubiera quedado en la tierra, ¿cómo habría podido Cristo nacer de ellos? A fin de encarnarse, Dios tenía que conservar un remanente de Israel.
La restauración de la casa de Israel junto con la reedificación del tabernáculo caído de David se abarca en los versículos del 11 al 15.
“En aquel día Yo levantaré / el tabernáculo caído de David, / repararé sus brechas, / levantaré sus ruinas / y lo edificaré tal como era en los días de antaño, / para que posean el remanente de Edom y todas las naciones que son llamadas por Mi nombre, declara Jehová, que hace esto” (vs. 11-12). Este pasaje de Amós es citado por Jacobo en Hechos 15, cuando los apóstoles y ancianos se reunieron para resolver el problema de la circuncisión.
El tabernáculo de David es el reino y la familia real de David. En tiempos antiguos, era difícil separar la familia real del reino; en realidad, ambas cosas eran una sola. El reino de David era la familia real de David. Ese reino, esa familia real, cayó cuando Nabucodonosor vino a llevar en cautiverio a la nación de Israel, devastar su tierra, quemar su ciudad, destruir el templo y llevar cautivo al rey. Esa fue la caída del reino de David y de la familia real de David. Sin embargo, en la persona de Amós Dios vino para prometer que cierto día Él regresaría a fin de restaurar el reino de David que había sido derribado. En ese día, el reino de David y la familia de David serán restaurados, y todas las naciones serán llamadas por el nombre de Jehová.
Esta profecía en Amós indica que un día Cristo regresará para ser el verdadero David. Cuando Cristo regrese, en Su última aparición Él será el verdadero David para restaurar Su reino y Su familia real. Ese será el reino milenario, en el cual todas las naciones serán llamadas por el nombre de Jehová, esto es, todas las naciones pertenecerán a Dios. Fue con base en esto que Jacobo le dijo a los creyentes judíos en Hechos 15 que no se sintieran turbados por el hecho de que Pedro y Pablo fuesen a los gentiles, puesto que en la restauración todos los gentiles pertenecerán a Dios, tal como sucede con los judíos.
Cristo vendrá y restaurará el reino caído de David para establecer Su reino con miras a la restauración del universo entero. En aquel tiempo, todas las naciones se convertirán en el pueblo de Dios. Éste es un ítem importante en la profecía de Amós.
Amós 9:13 dice que vienen días cuando el que ara alcanzará al segador, y el que pisa las uvas al que siembra la semilla. Los montes destilarán vino dulce, y todos los collados se derretirán (cfr. Jl. 3:18a). Esto indica que en la restauración, el producto de la tierra será abundante. Habrá abundancia de alimentos para todos.
Amós 9:14 nos dice que Jehová hará volver a Su pueblo Israel de su cautividad. Ellos edificarán las ciudades asoladas y las habitarán. Además, plantarán viñas y beberán el vino de ellas, y harán huertos y comerán de su fruto.
Amós concluye su profecía diciendo que Jehová plantará al pueblo de Israel sobre su tierra y que ellos nunca más serán arrancados de su tierra, la cual Él les dio (v. 15).