Mensaje 4
La Biblia en su totalidad es la revelación de Dios. En el libro de Apocalipsis tenemos la revelación final y completa de quién es Dios. Dios es triuno. Todos estamos familiarizados con la expresión el Dios Triuno. Este es un asunto importante en la revelación de Dios. Sin embargo, a lo largo de los siglos, la mayoría de los cristianos no ha captado completamente el significado del título “el Dios Triuno”. En el libro de Apocalipsis, el cual revela aspectos finales, vemos algo más profundo, más alto, más rico y más dulce en cuanto al Dios Triuno. Hemos visto que en el Apocalipsis la revelación de Cristo y el testimonio de Jesús son finales. En este mensaje necesitamos ver que la revelación del Dios Triuno también es máxima y final.
En Ap. 1:4-5 leemos: “Gracia y paz a vosotros de parte de Aquel que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de Su trono; y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, y el Soberano de los reyes de la tierra”. “Aquel que es y que era y que ha de venir”, es Dios, el Padre eterno. Los siete Espíritus “que están delante de Su trono” son el Espíritu de Dios en operación, son Dios el Espíritu. Jesucristo, quien es “el Testigo fiel” para Dios, “el Primogénito de los muertos” para la iglesia, y “el Soberano de los reyes de la tierra” para el mundo, es Dios el Hijo. Este es el Dios Triuno. Como Dios, el Padre eterno, El era en el pasado, es en el presente, y vendrá en el futuro. Como Dios el Espíritu, El es el Espíritu siete veces intensificado con miras al operar de Dios. Como Dios el Hijo, El es “el Testigo”, el testimonio, la expresión de Dios; para la iglesia El es “el Primogénito de los muertos”, la nueva creación; y para el mundo es “el Soberano de los reyes de la tierra”. Este Dios Triuno imparte gracia y paz a las iglesias.
El libro de Apocalipsis nos dice que Dios es el Dios Todopoderoso (1:8; 19:6, 15). En el lenguaje hebreo, el título “Dios” significa poderoso, aquel que es potente. Pero en Apocalipsis vemos que Dios no es solamente poderoso, sino también Todopoderoso. El es Poderoso en todos los aspectos y formas, en todas y cada una de las cosas. El título “Dios” significa que El es el Todopoderoso.
El Dios Todopoderoso es el Señor. Ser el Señor significa que El es el amo del universo. Podemos decir que El es el dueño de todo el universo. El es el Soberano, la autoridad, del universo. Lo que nosotros u otros digamos no significa nada. Pero lo que Dios diga tiene todo el peso, porque El es el Señor. Cuando El dice “Sí”, significa sí, y cuando dice “No”, significa no. Dios no es solamente el Señor, el dueño y la autoridad, sino también el Amo. Todo el universo, incluyendo a los ángeles y los seres humanos, está bajo Su autoridad. Le pertenecemos a nuestro Amo. Antes de ser salvo, yo no sabía a quién pertenecía. Ahora puedo exclamar: “Dios es mi Amo y mi Dueño. ¡Aleluya El es mí Señor!”
Apocalipsis 1:8 dice que el Señor es el Alfa y la Omega. El Dios eterno y todopoderoso es el Alfa, el principio de los orígenes, y la Omega, la culminación y el cumplimiento de Su propósito eterno. En el libro de Génesis El fue el Alfa; y ahora en Apocalipsis El es la Omega. Cualquier cosa que El inicie, la completa. En Su gobierno, El continúa la operación que comenzó en la eternidad y la culminará en su totalidad (21:6).
Dios es también el que es, el que era y el que ha de venir. Este es el significado del nombre Jehová. En Hebreo, Jehová significa: “Yo soy el que soy”. Por ser el Yo soy, El es el que existe desde la eternidad y hasta la eternidad. Su título “Yo soy” no solamente indica que El existe sino que, en sentido positivo, El lo es todo. El es vida, luz y todas las demás cosas positivas. ¿Necesita usted vida? Dios es vida. ¿Necesitas luz? Dios es luz. ¿Desea santidad? Dios es santidad. Dios existe desde la eternidad hasta la eternidad y El es el todo. Este es nuestro Dios.
Como ya vimos, nuestro Dios es triuno. El hecho de que sea triuno significa que El es el Padre, el Hijo y el Espíritu. A nosotros nos es imposible entender completamente al Dios Triuno, ya que la Trinidad Divina está fuera del alcance de nuestra mentalidad. No procure entender esto con su mente. Más bien ejercite su espíritu para percibir y experimentar al Dios Triuno como el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Primeramente, el Dios Todopoderoso es el Padre. El Padre no es otro que Dios mismo. El hecho de que sea el Padre significa que El es el origen. El Padre también es el Señor, y como lo explica 1:4, El es el que es, el que era, y el que ha de venir.
En Apocalipsis, la secuencia del Dios Triuno es diferente a la de Mateo 28:19, donde dice que el Dios Triuno es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En Apocalipsis 1:4-5 la secuencia es otra. Los siete Espíritus de Dios se mencionan en segundo lugar y no en el tercero. Esto revela la importancia de la función siete veces intensificada del Espíritu de Dios. Este punto es confirmado por el marcado énfasis que se hace en el hablar del Espíritu en Apocalipsis 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 14:13; 22:17. Al comienzo de las epístolas, sólo se menciona al Padre y al Hijo, quienes dan gracia y paz. Pero aquí el Espíritu es incluido, al hablar de impartir gracia y paz a las iglesias. Esto también muestra la vital importancia del Espíritu en el mover de Dios, para impedir la degradación de la iglesia.
Veamos ahora por qué en Apocalipsis el Espíritu ocupa el segundo lugar en la secuencia de la Trinidad Divina. La razón es que en este libro la época ha pasado del Hijo al Espíritu. En el libro de Apocalipsis, la época es la época de el Espíritu, y en esta época el Espíritu ha sido intensificado.
El Espíritu es llamado los siete Espíritus en 1:4 porque es el Espíritu intensificado de Dios. Los siete Espíritus son indudablemente el Espíritu de Dios porque se mencionan dentro del Dios Triuno en los versículos 4 y 5. No podemos entender la Biblia con nuestra mente natural y limitada. De acuerdo con nuestro concepto, la expresión “siete Espíritus” denota siete espíritus individuales, pero ese no es el verdadero significado. El número siete aquí no se refiere a siete diferentes espíritus sino a un Espíritu séptuple.
El siete es el número de consumación en la obra dispensacional de Dios, mientras que doce es el número de consumación en la administración eterna de Dios. Por ejemplo, Dios creó la tierra en seis días, y uno más, el día de reposo. Además, hay siete dispensaciones en la Biblia. Para el mover de Dios hoy, la iglesia corresponde al número siete. En el libro de Apocalipsis los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas propenden por el mover dispensacional de Dios. De manera que los siete Espíritus son el Espíritu de Dios siete veces intensificado para Su mover. El es el Espíritu de Dios, intensificado siete veces para el mover de Dios.
Los siete Espíritus se relacionan con el mover de Dios en la tierra puesto que siete es el número de consumación en la operación de Dios. El Espíritu de Dios es uno solo en substancia y en existencia; pero en la función intensificada y en la obra, la operación, de Dios, el Espíritu es séptuple. Es semejante al candelero mencionado en Zacarías 4:2. Existe como un solo candelero, pero al cumplir su función es siete lámparas. Cuando se escribió el Apocalipsis, la iglesia se había degradado y la época se había cubierto de tinieblas. Por consiguiente, el Espíritu de Dios siete veces intensificado era necesario para la obra y el mover de Dios en la tierra. Todos conocemos la bombilla eléctrica de tres filamentos, que puede ser encendida progresivamente en tres grados de intensidad luminosa. Cuando no necesitamos mucha luz, accionamos el interruptor al primer grado, pero si necesitamos más luz, pasamos al segundo o al tercer grado de iluminación. De igual manera, en las siete lámparas del candelero la luz estaba intensificada siete veces. En los cuatro evangelios, el Espíritu de Dios solamente tenía el primer grado de intensidad luminosa porque no se necesitaba mucha luz. Pero después de la degradación de la iglesia, la época se volvió extremadamente obscura; entonces fue necesario que el Espíritu Santo fuera intensificado siete veces. De esta manera el Espíritu de Dios se volvió el Espíritu séptuple. El Espíritu Santo existe como uno solo, igual que el candelero que se menciona en Zacarías, pero en función el Espíritu Santo es siete.
Los siete Espíritus de Dios son los siete ojos del Cordero (5:6; Zac. 3:9; 4:10). Nuestros ojos son necesarios para movernos. Si somos ciegos, nos cuesta mucho movernos. Hoy en el mover de Dios, Cristo, el Cordero de Dios, tiene siete ojos. Los siete ojos del Cordero también sirven para vigilar, observar e infundir. Cuando miro a alguien, algo de mí es infundido en él. Frecuentemente hablamos de amarnos uno a otros; ¿pero como puede uno saber que alguien lo ama? El amor es comunicado con los ojos. Si usted me mira con amor, sus ojos me comunicarán su amor. Cuando Cristo nos mira con Sus siete ojos, es posible que nos atemorice al principio. Con el tiempo, estos siete ojos nos infundirán el elemento de Cristo.
El Espíritu Santo hoy es los siete ojos de Cristo. Muchos cristianos afirman que el Espíritu Santo está separado de Cristo, pero la Biblia dice que el Espíritu Santo es los ojos de Cristo. ¿Piensa usted que sus ojos están separados de usted? Es absurdo decir eso. Cuando miro sus ojos, lo estoy mirando a usted, y cuando usted mira mis ojos, me está mirando a mí. Los ojos de la persona expresan a la persona. Decir que el Espíritu Santo está separado de Cristo no corresponde con la revelación pura de la Palabra santa. ¿Cómo podemos decir que los ojos de una persona están separados de la persona misma? No hay ninguna base para afirmar tal cosa. Ya vimos que la Biblia dice que el Espíritu de Dios ahora es los ojos de Cristo. Esto simplemente significa que el Espíritu es Cristo. Mis ojos son mi persona. Cuando mis ojos lo miran a usted, soy yo quien lo mira. Si no tuviera ojos, no podría mirarlo. Por consiguiente, el Espíritu, los ojos de Cristo, no está separado de El. El Espíritu es los ojos de Cristo que nos miran. Nuestra experiencia demuestra esto. Día tras día, tenemos el sentir de que alguien nos observa. Este alguien es el Espíritu, el mismo Cristo. Si el Espíritu no fuera Cristo, sentiríamos la mirada de dos personas, el Espíritu y Cristo. Decir que el Espíritu está separado de Cristo es arrancarle los ojos a Cristo y separarlos de El. No es bíblico decir que el Espíritu esta separado de Cristo y que Cristo no es el Espíritu. De igual manera que nosotros y nuestros ojos somos uno solo, también Cristo y el Espíritu son uno solo. Nuestro Cristo no es un Cristo ciego. El es el Cristo que tiene siete ojos. Frecuentemente El nos infunde Su elemento. Otras veces El nos observa como un relámpago, y nos dice: “¿Qué estas haciendo, estás riñendo con tu cónyuge? ¡Detente!” ¿No ha tenido usted esta clase de experiencia? Día tras día experimentamos esta vigilancia, observación e infusión de Cristo. Estas acciones se producen por medio de Sus ojos. Sus ojos son el Espíritu, y el Espíritu es simplemente El mismo. Si usted no cree esto, perderá la bendición.
Los siete ojos también son las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios (4:5; Zac. 4:2). Esto es difícil de entender. Cristo lleva a efecto la administración de Dios con el resplandor de la siete lámparas de fuego. Esto es válido en las iglesias hoy. Cuando Cristo nos mira penetra en lo más recóndito de nuestro ser, nos ilumina y lleva a cabo la administración de Dios. Muchas veces cuando los ancianos de las iglesias discuten asuntos, tienen la sensación de que las siete lámparas de fuego brillan sobre ellos. Este es el Cristo que lleva a cabo la administración de Dios mediante el resplandor de las siete lámparas de fuego.
Los siete Espíritus de Dios han sido enviados por toda la tierra (5:6). Adondequiera que vamos, los siete ojos nos siguen. De hecho, ellos van antes de nosotros y nos esperan en nuestro destino. Muchos santos amados que no están satisfechos con la iglesia en cierta localidad, se han mudado a otra localidad, pensando que hallarán una mejor situación en otro lugar. Pero cuando llegan a la nueva localidad, descubren que el Espíritu estaba esperándolos allí. Algunos de nosotros hemos visitado sitios adonde no debíamos ir, y al llegar somos recibidos por el Espíritu, quien nos dice: “Regresa. No te quedes aquí ”. Hoy, el Espíritu ha sido enviado por toda la tierra. El ahora está en todos los rincones de la tierra. Este es el maravilloso Espíritu del Dios Triuno.
Después de estudiar reiteradamente el libro de Apocalipsis, he descubierto que éste contiene veintiséis aspectos de lo que es el Hijo. Podemos decir que Cristo abarca todas las letras del abecedario, desde la A hasta la Z. Con El podemos formar cualquiera palabra. ¿Quiere usted formar la palabra luz? El es l, u y z. ¿Quiere escribir la palabra amor? El es a, m, o y r. Con Cristo podemos escribir cualquiera cosa positiva. Después de tener las palabras, tenemos las oraciones, los párrafos y los capítulos; una vez que tenemos los capítulos, tenemos la Biblia completa. La Biblia en su totalidad se compone de Cristo. Consideremos ahora brevemente cada uno de los veintiséis aspectos de Cristo que hallamos en Apocalipsis.
El Hijo es Jesucristo. Jesús es Jehová el Salvador, y Cristo es el ungido de Dios que lleva a cabo la economía de Dios.
El Hijo es el Testigo fiel (1:5; 3:14). El es el Testigo de Dios. Aunque El es Dios, es también el Testigo de Dios. Sin El, no podemos conocer ni ver ni ganar a Dios. El da testimonio de Dios.
El Hijo es el Primogénito de los muertos (1:5). En el universo Dios tiene dos creaciones: la creación que llevó a cabo originalmente y la creación que hizo en Su segunda obra. Todos conocemos la primera creación, pero pocos estamos familiarizados con la segunda creación. La segunda obra de Dios es la resurrección. En primer lugar, Dios creó todas las cosas que existen; más adelante, resucitó algunas de las cosas que ya existían y las introdujo en otra esfera, otro ámbito, la resurrección. ¿Estamos nosotros en la primera creación o en la segunda? Aunque nuestro cuerpo continúa en la primera creación, nuestro espíritu está en la segunda creación. Nuestro espíritu fue regenerado. Esto significa que fue recreado. Por consiguiente, nuestro espíritu pertenece a la segunda creación. En ambas creaciones Cristo es el primero. Colosenses 1:15 dice que Cristo es el Primogénito de toda la creación, y en Apocalipsis 1:5 se nos dice que El es el Primogénito de los muertos. El fue el primero en ser resucitado de los muertos, y nosotros le seguiremos. Aquí la frase “el Primogénito de los muertos” implica la creación que Dios hizo en resurrección. Esto implica un nuevo comienzo. En la primera creación hubo un comienzo, y en la segunda creación en resurrección, hubo otro. Cuando somos regenerados, experimentamos un nuevo comienzo en la segunda creación.
El Hijo es el Soberano de los reyes de la tierra (1:5). Aunque los comunistas están en contra de Cristo, ellos usan el calendario cristiano sin darse cuenta. De acuerdo con la historia, el calendario que usted usa es el calendario de aquel a quien usted está sujeto. Si alguno usaba el calendario de cierto rey, estaba bajo el gobierno de dicho rey. De igual manera, los comunistas están bajo Jesucristo porque usan el calendario cristiano. Ellos lo llaman el calendario internacional, pero en realidad es el calendario cristiano. De esta manera ellos inconscientemente admiten que El es su Soberano. En el universo solamente hay un solo Soberano. Toda la humanidad hoy usa el calendario de Cristo y está bajo Su gobierno. Toda la gente de la tierra es Suya, y El es el Soberano de todas las naciones. Jesús puede decirle a los comunistas: “Ustedes están oponiéndose a Mí, pero haré que sean Míos. Haré que ustedes usen Mi calendario, y no tendrán posibilidad de escoger en cuanto a estar bajo Mi gobierno. Yo soy el único Soberano de la tierra.
El Hijo es el Hijo de Dios (2:18). Como Hijo de Dios, El es Dios mismo. El es el Dios verdadero con divinidad.
El Hijo también es el Hijo del Hombre (1:13). Como Hijo del Hombre, El es un hombre auténtico con el elemento humano. El es el mismo Dios y el hombre verdadero.
El Hijo es el primero y el último (1:17; 2:8; 22:13), el principio y el fin (22:13), el Alfa y la Omega. Cuando yo era joven, me molestaban estos términos, pues pensaba que eran una repetición, que el principio, el primero y el Alfa eran lo mismo, y que el fin, el último y la Omega también eran la misma cosa. Pero esto no es una repetición, sino diferentes aspectos. Ser el primero no necesariamente significa ser el último. Ser uno el primero simplemente significa que llega en primer lugar y que nada había antes. Pero ser el principio no solamente significa que uno es el primero, sino también que ha dado comienzo a algo. ¿Entonces, cuál es la diferencia entre el Alfa y el principio? Cierta cosa puede ser el principio, y no tener necesariamente ni contenido, ni continuación. Ser el Alfa y la Omega, quiere decir que uno es el contenido completo y la continuación. El hecho de que Cristo sea el Alfa y la Omega, la primera letra y la última del alfabeto griego, indica que El también es todas y cada una de las letras del abecedario. El primero y el último simplemente indica eso, sin dejar implícito un principio o un fin. Para ser el principio y el fin, uno tiene que hacer algo. Cristo no es solamente el primero sino también el principio, a saber: el principio de la economía de Dios y de la obra de Dios. La obra de Dios comenzó y terminará con Cristo. Este Cristo también es el contenido y la continuación de dicha obra, porque El no solamente es el Principio y el Fin, sino también el Alfa y la Omega. En otras palabras, el Hijo, Jesucristo, lo es todo. El es el primero y el último, el principio y el fin de la obra de Dios, el contenido y la continuación de lo que Dios está haciendo. Podemos decir que Cristo es cada una de las letras con las cuales podemos formar palabras, oraciones, párrafos, capítulos y libros, puesto que las letras desde el Alfa hasta la Omega comprenden todos los caracteres del alfabeto griego. ¡Aleluya, El lo es todo!
El Hijo, el todo-inclusivo, es el que vive (1:18). El murió, y resucitó y ahora vive para siempre.
Aquel que vive es el Santo (3:7) y el que tiene la naturaleza de Dios que santifica.
Cristo también es el Verdadero (3:7), el que es auténtico y genuino en todos los aspectos.
En 19:11 vemos que Cristo es el Fiel, el que es digno de nuestra confianza.
El Hijo también es el Amén (3:14). El título “Amén” tiene varios significados: realidad, sí, así sea. Esto indica más de lo que podemos decir. Hace trece años, me invitaron a una reunión en Tyler, Texas. Durante la reunión estaba un poco cauteloso, y no me atrevía a decir “Amén” con mucho estrépito. Al final de algunas de las oraciones, en voz baja dije: “Amén”. En unos minutos alguien se me acercó y me dijo: “Hermano Lee, probablemente usted no conoce las costumbres de este país. En este tipo de servicio, tenemos que estar callados”. En lo profundo de mi corazón dije: “El lugar más callado es el cementerio. Ustedes probablemente están tratando de convertir la reunión de su iglesia en un cementerio”. ¿Qué hay de malo con que nosotros digamos: “Amén”? Es equivalente a invocar el nombre del Señor. Cuando decimos “Amén”, es como si dijéramos “Oh Señor Jesús”. Aprendamos todos a decir “¡Amén!”
En 3:14 se nos dice que el Hijo es el principio de la creación de Dios. Este es un concepto importante. Los traductores han estado turbados con este versículo. Algunos han dicho que Cristo es el originador, no el origen. Sin embargo, el sentido aquí no es de originador sino de origen. Cristo es el origen de la acción de Dios de crear al universo.
El Hijo es la raíz y linaje de David (5:5; 22:16). Esto significa que El es ambas cosas. Una vez más vemos que El es el todo. Como raíz, El es el primero, el principio y el Alfa, y como linaje, es el último, el fin y la Omega.
Como dijimos en otro mensaje, Cristo, el Hijo, es el León de la tribu de Judá (5:5) y el Cordero (5:6; 21:23; 22:1). El es el León-Cordero. Para el enemigo, El es el León; para nosotros los redimidos El es nuestro precioso y amado Cordero.
El Hijo es Rey de reyes y Señor de señores (19:16). Rey de reyes se relaciona con Su autoridad, y Señor de señores con Su posición como cabeza. El es la autoridad y la cabeza de todo el universo.
El Hijo es el Verbo de Dios (19:13), la expresión de Dios. El y la Biblia son uno solo, puesto que Cristo es el Verbo. No lea la Biblia sin leerlo a El, y no se acerque a la Biblia sin acercarse a El. Cuando vamos a la Biblia, debemos estar conscientes de que El mismo es el Verbo de Dios.
En 22:16 vemos que el Hijo de Dios es la estrella resplandeciente de la mañana. En Malaquías 4:2, El se revela como el sol, pero aquí se revela como la estrella de la mañana. El como el sol se relaciona principalmente con la gente de la tierra, pero como la estrella de la mañana está relacionado con los creyentes que vigilan y que lo esperan. A los que esperan y anhelan la venida del Señor, El les aparecerá como la estrella de la mañana. Aunque deseo verlo como el sol, ahora lo espero como la estrella de la mañana. A todos los que amamos al Señor como la estrella de la mañana, El se nos aparecerá de esta manera.
En 21:23 Cristo se revela como la lámpara que contiene a Dios como la luz. La luz es la esencia de la lámpara, y la lámpara irradia la luz. Dios es la esencia de Cristo, y Cristo irradia a Dios.
En 21:2 vemos que la Nueva Jerusalén es la esposa de Cristo. Esto implica que Cristo es el Esposo, quien toma por esposa a los redimidos de Dios.
Finalmente, Cristo es el otro Angel (7:2; 8:3; 10:1; 18:1) enviado por Dios para llevar a cabo la comisión de Dios. En el Antiguo Testamento Cristo apareció muchas veces como el ángel del Señor (Ex. 3:2-6; Jue. 6:11-24; Zac. 1:11-12; 2:8-11; 3:1-7), que venía para cuidar al pueblo de Dios con el fin de cumplir el plan de Dios. En este libro El también es el Angel que Dios envía para llevar a efecto Su propósito.
Si juntamos estos veintiséis aspectos, tendremos una visión clara de lo que es el Hijo. El Padre y el Espíritu son uno con el Hijo. Si el Hijo no tuviera todos estos aspectos, el Padre no podría expresarse adecuadamente y el Espíritu no tendría mucho qué manifestar.