Mensaje 58
Siempre que llegamos a los capítulos veintiuno y veintidós de Apocalipsis, tenemos el sentir de que estamos entrando en otro ámbito, en otra esfera. Esto se debe a que en estos capítulos el universo entero es renovado. No solamente son renovados los que creen en Cristo, sino también el cielo y la tierra. En este mensaje examinaremos el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1-8).
Debido a que las dispensaciones de Dios sólo se completan en el capítulo veintiuno, el cielo nuevo y la tierra nueva no aparecen antes de ese momento. Antes del final del capítulo veinte lo que Dios hace en Sus criaturas no se ha consumado. La venida del cielo nuevo y la tierra nueva en 21:1 indica que las dispensaciones de Dios se han consumado. La venida del cielo nuevo y la tierra nueva en 21:1 indica que las dispensaciones de Dios se han cumplido.
En la eternidad pasada Dios se propuso obtener una expresión corporativa para ser completamente expresado y glorificado (Ef. 3:9-11; 1:9-11). Con este fin El creó los cielos, la tierra y la humanidad. Desde la creación del hombre ha habido cuatro dispensaciones: la dispensación de los patriarcas, desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14); la dispensación de la ley, desde Moisés hasta Cristo (Jn. 1:17); la dispensación de la gracia, desde la primera venida de Cristo hasta “los tiempos de la restauración de todas las cosas” en Su segunda venida (Hch. 3:20-21); y la dispensación del reino, desde la segunda venida de Cristo hasta el final del milenio (Ap. 11:15; 20:4, 6). Dios usó estas cuatro dispensaciones para cumplir el propósito de perfeccionar y completar Su pueblo escogido para que éste sea Su expresión corporativa eternamente. Todas estas dispensaciones pertenecen al primer cielo y a la primera tierra. Aunque la dispensación del reino será la dispensación de la restauración, ésta sucederá en el primer cielo y la primera tierra, debido a que la obra de perfeccionar y completar a los escogidos sólo se habrá cumplido al final de esa dispensación. Cuando Dios termine Su obra, por medio de la dispensación del reino, el primer cielo y la primera tierra pasarán por obra del fuego y serán renovados, llegando así a ser el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 3:10-13). La Nueva Jerusalén será la expresión eterna de Dios.
Consideremos detalladamente estas cuatro dispensaciones. La mayoría de los maestros de la Biblia dicen que desde Adán hasta el final de los mil años habrá siete dispensaciones. Estoy de acuerdo con esto. Sin embargo, la clasificación en siete dispensaciones ha sido hecha por el hombre. Según la Biblia, sólo hay cuatro dispensaciones, no siete, desde Adán hasta el final de los mil años. La primera dispensación va desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14). Es así como la Biblia demarca la primera dispensación. Algunos dividen la primera dispensación en varias: la dispensación de la inocencia, la dispensación de la conciencia, la dispensación del gobierno humano y la dispensación de la promesa. Todas éstas deben ser consideradas secciones de una sola dispensación, no cuatro dispensaciones separadas. En cada dispensación Dios ha obtenido cierto pueblo. En la primera dispensación Dios produjo a los patriarcas. Ellos están representados por las estrellas de la corona que lleva sobre la cabeza la mujer universal resplandeciente (12:1).
La segunda dispensación, que se extiende desde Moisés hasta Cristo, es la dispensación de la ley. “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1:17). En la dispensación de la ley, Dios produjo a los santos del Antiguo Testamento y perfeccionó a algunos de ellos, como por ejemplo Moisés, Josué, Aarón, Samuel, David y los profetas. Estos santos están representados por la luna que está debajo de los pies de la mujer resplandeciente mencionada en Apocalipsis 12.
La tercera dispensación, que va desde la primera venida de Cristo hasta la restauración de todas las cosas en Su segunda venida (Hch. 3:20-21), es la dispensación de la gracia. En esta dispensación Dios produce los creyentes del Nuevo Testamento y perfecciona a muchos de ellos. Ellos son representados por el sol que viste a la mujer. Por consiguiente, en las primeras tres dispensaciones, Dios perfecciona a los patriarcas, a algunos santos del Antiguo Testamento y a algunos creyentes del Nuevo Testamento.
La cuarta dispensación es la dispensación del reino, la dispensación de la restauración. Esta dispensación comenzará con la segunda venida de Cristo y se extenderá hasta el final del milenio (11:15; 20:4, 6). Durante la dispensación del reino, Dios perfeccionará al remanente de Israel y a los creyentes que no hayan madurado. Dios es sabio. En la segunda dispensación, la dispensación de la ley, El no perfeccionó completamente a los hijos de Israel, debido a que ellos no le dieron la oportunidad de hacerlo. Se rehusaron a dejar que El los perfeccionara. Así que, Dios pospuso el perfeccionamiento de los hijos de Israel hasta la cuarta dispensación. En ese entonces, esto se cumplirá por completo. Durante la dispensación del reino, Dios también perfeccionará a los cristianos inmaduros. Muchos cristianos no le permitirán que los perfeccione durante la dispensación de la gracia. Por eso, el Señor se verá forzado a posponer el perfeccionamiento de ellos hasta la próxima dispensación. Por lo tanto, una de las funciones de la dispensación del reino es completar el perfeccionamiento de los hijos de Israel y de los cristianos inmaduros.
En la Biblia éstas son las cuatro dispensaciones del primer universo. Después de estas dispensaciones, se completará el perfeccionamiento del pueblo del Señor, y Dios tendrá una mujer universal completa, la Nueva Jerusalén. ¡Qué iluminación es ver lo que son estas dispensaciones!
Después de estas cuatro dispensaciones, es decir, después del perfeccionamiento absoluto del pueblo de Dios y su culminación, el primer cielo y la primera tierra no le serán útiles a Dios. Entonces se le pondrá fin a la vieja creación. Para perfeccionar a Su pueblo Dios usará muchas cosas: Satanás, el anticristo, el falso profeta, la debilidad, los inconvenientes y otras dificultades. Después de que hayamos sido perfeccionados, Dios ya no necesitará las cosas negativas de la vieja creación; de modo que podrá decir: “Satanás, ya no te necesito, vete al lago de fuego. Enfermedades, tristezas y lágrimas, no las necesito a ustedes tampoco pues Mi pueblo ha sido perfeccionado. No necesito nada viejo. No necesito el cielo viejo ni la tierra vieja. Todas las cosas viejas y negativas fueron instrumentos que usé para perfeccionar a Mi pueblo. Ahora que Mi pueblo ha sido perfeccionado, todas estas cosas pueden ser lanzadas al ‘basurero’ universal, el lago de fuego”.
Durante la construcción del edificio de reunión en Anaheim fue necesario usar muchas herramientas. Cuando yo iba a desechar esas herramientas, los hermanos me dijeron que no lo hiciera porque aún las necesitaban. En contra de mi deseo consentí en retenerlas. Un día el edificio se completó, y todas esas herramientas fueron echadas al basurero. De igual manera, cuando el pueblo de Dios sea completamente perfeccionado, ni el primer cielo ni la primera tierra tendrán utilidad alguna. En consecuencia, el primer cielo y la primera tierra desaparecerán, y aparecerán el cielo nuevo y la tierra nueva. Dios le dirá a la vieja creación: “Mi pueblo ha sido perfeccionado, y debido a que todos ellos han madurado, no es necesario que permanezcas”. Así que, el primer cielo y la primera tierra serán desechados.
Hay algo relacionado con desechar el primer cielo y la primera tierra que encuentro difícil de entender. De acuerdo con Hebreos 1:11-12 la tierra y los cielos “se envejecerán como una vestidura”, y el Señor como un manto los envolverá y serán mudados. Sin embargo, 2 Pedro 3:10-13 indica que los cielos y la tierra serán quemados. De acuerdo con estos versículos los elementos serán quemados y deshechos. ¿El primer cielo y la primera tierra serán envueltos o quemados? Tal vez primero sean enrollados y luego quemados.
También me pregunto en cuanto a las naciones que estarán en la tierra al final del milenio: cuando Dios envuelva la tierra y la queme, ¿dónde van a estar las naciones? No he hallado respuesta a esta pregunta. Mi mente, igual que la de ustedes, es demasiado limitada para conocer las respuestas a estas preguntas. Hay ciertas cosas que simplemente no nos podemos explicar. Por ejemplo, mencionaré la aparición del Cristo resucitado a Sus discípulos en la tarde de Su resurrección (Jn. 20:19). Los discípulos estaban en un cuarto a puertas cerradas. Repentinamente el Señor Jesús apareció con un cuerpo físico y tangible. ¿Cómo entró? Además llevaba las marcas de los clavos en Su cuerpo. ¿Por qué Su cuerpo resucitado tenía las marcas de los clavos? De la misma manera que no podemos explicar esto, tampoco podemos explicar otros asuntos relacionados con la desaparición del primer cielo y la primera tierra. No obstante, según la Biblia, viene el día cuando el primer cielo y la primera tierra serán envueltos y quemados.
El primer cielo y la primera tierra serán quemados para que lleguen a ser el cielo nuevo y la tierra nueva. Al ser quemados el primer cielo y la primera tierra, serán renovados. Del mismo modo que nosotros somos renovados, lo serán el cielo y la tierra. Nosotros somos la nueva creación (2 Co. 5:17). El hecho de que habrá una nueva creación no significa que Dios creará nuevamente algo de la nada, sino que la primera creación será renovada y llegará a ser la nueva creación. Aún así, no puedo explicar como hará Dios esto. De todos modos debemos creer en la soberanía de Dios.
Muchos científicos no creen que Dios haya creado todas las cosas. Ellos dicen: “¿Cómo puede Dios hacer que algo exista sólo diciéndolo?” Pero la Biblia dice que Dios llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y que el universo fue constituido por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía (He. 11:3). Dios es el Creador, y como tal no necesita ningún tipo de material; El puede crear cosas de la nada. Asimismo, El puede hacer nuevos el cielo y la tierra. Finalmente, la nueva creación no seremos solamente nosotros, el pueblo de Dios, los que hemos nacido de nuevo, sino que también el universo será renovado y llegará a ser la nueva creación. Como ya vimos, esto sucederá cuando Dios haya perfeccionado por completo a Su pueblo. Todo el universo espera que nosotros seamos perfeccionados.
Pocos cristianos prestan atención al asunto de ser perfeccionados en vida. Pero a la luz de Dios, hemos visto que a menos que seamos perfeccionados en vida, Dios no puede cumplir Su propósito eterno. Si usted no permite que Dios lo perfeccione hoy, El será paciente y esperará hasta la próxima era, la dispensación del reino, para completar Su obra en usted. No piense que cuando usted muera, sus problemas quedarán resueltos automáticamente. Si usted tiene problemas cuando muera, tendrá los mismos problemas cuando resucite. Quizá se sorprenda y diga: “Queridos problemas, yo pensaba que muriendo escaparía de ustedes. Ahora después de resucitar tengo que enfrentarme con ustedes otra vez”. Esto es correcto. Todos tenemos que terminar nuestras lecciones; si no, no podremos graduarnos. Sin embargo, muchos cristianos continúan pensando, equivocadamente, que muriendo serán rescatados de sus problemas. Pero la verdad es que una vez que uno muere, pierde la oportunidad de ser perfeccionado en esta era y tiene que ser perfeccionado en la próxima dispensación. Todos debemos orar: “Señor, quiero ser perfeccionado antes de morir. No me permitas morir sin serlo. Si muero sin ser perfeccionado, tendré que serlo en la próxima dispensación. Señor, guárdame en la tierra y concédeme la misericordia y la gracia que necesito para darte la plena libertad de hacer todo lo necesario a fin de que me perfecciones hoy”. Debemos estar desesperados por ser perfeccionados antes de morir y por darle al Señor la libertad de perfeccionarnos hoy. Este es un asunto de gran importancia.
De acuerdo con la visión clara que se presenta en la Biblia, no sólo necesitamos ser redimidos, perdonados y regenerados, sino que también necesitamos urgentemente ser perfeccionados. Necesitamos ser conducidos a la madurez. Si no somos perfeccionados y madurados en esta dispensación, tendremos que afrontar esto en la próxima dispensación para madurar. Posponer nuestra perfección no será muy placentero. Necesitamos ponernos en las manos del Señor para ser perfeccionados hoy. Cuando usted se encuentre en diferentes circunstancias, no culpe a nadie ni a nada. Por el contrario, debe decir: “Señor, gracias por esta situación. Este es el instrumento con el que me perfeccionas. Señor, gracias por la excelente esposa y los hijos que me has dado. Ellos me están ayudando a madurar. Señor también te doy gracias por tantos hermanos y hermanas peculiares, extraños y difíciles que me rodean diariamente en la vida de iglesia. Señor, conozco Tu propósito. Todas estas situaciones difíciles y todos estos hermanos y hermanas me ayudan a ser perfeccionado. ¡Señor muchas gracias!”
Solamente hay un lugar donde podemos ser perfeccionados hoy, y ese lugar es la vida de iglesia. En algunos grupos cristianos, si uno no está contento con los que están a su alrededor, puede fácilmente dejarlos e irse a otro lugar. Pero después de llegar verdaderamente a la vida de iglesia, no hay salida ni escalera de incendio. No hay manera de salirse. Tenemos que permanecer aquí y ser consumidos y disciplinados para nuestra perfección. ¡Alabado sea el Señor porque podemos ser perfeccionados en esta era!
Todo divorcio es un escape de las limitaciones de la vida de casado. Cuando la gente del mundo está insatisfecha con su matrimonio, sencillamente se divorcia y huye de sus problemas. Haciendo esto se escapan de ser confrontados, consumidos y perfeccionados. Pero nosotros los hijos de Dios, nunca debemos divorciarnos de la vida de iglesia. Después de haber entrado en matrimonio con la vida de iglesia, debemos permanecer en el horno hasta que hayamos sido completamente asados. El día viene cuando ya no necesitaremos el horno, pues seremos perfeccionados, y todo será nuevo. En ese entonces todo lo viejo del primer cielo y de la primera tierra llegará a su fin. Hoy tenemos muchos hornos: nuestro cónyuge, nuestros hijos, los hermanos y las hermanas de la iglesia. En la vida de iglesia nos metemos al horno unos a otros para asarnos mutuamente. No debemos salirnos de ese horno hasta que seamos perfeccionados. ¡Gracias damos al Señor porque El usa la iglesia para perfeccionarnos en vida!
El versículo 1 añade: “Y el mar ya no existía”. El mar es el resultado de las aguas del juicio, las aguas que Dios usó para juzgar al mundo preadamítico (véase el Estudio-vida de Génesis, mensaje dos). En la obra de recreación efectuada por Dios, El recobró la tierra confinando las aguas, las cuales eran el resultado de aquel juicio (Gn. 1:9-10; Jer. 5:22). Los seres vivos del mundo preadamítico, después de ser juzgados por las aguas, se convirtieron en los habitantes del mar. Después de ser juzgados por Cristo y Sus creyentes (Mt. 8:29-32; Lc. 10:17; Hch. 16:16-18; 19:12) y de que el mar los haya devuelto para ser juzgados ante el gran trono blanco (20:13), el mar ya no será necesario. Desde la recreación, Dios se propuso abolir el mar juzgando a Satanás y sus demonios. Por consiguiente, decir que “el mar ya no existía” indica que Satanás y sus seguidores malignos han sido juzgados y no se hallarán en el cielo nuevo ni en la tierra nueva.
Isaías 65:17 dice: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni vendrá más al pensamiento”. Aquí vemos que las primeras cosas no serán recordadas. Dios tiene una gran capacidad de olvidar.
El cielo nuevo y la tierra nueva estarán delante del Dios eterno, esto es, permanecerán por siempre (Is. 66:22). Permanecer por siempre significa perdurar eternamente.
En 2 Pedro 3:13 dice: “Pero nosotros esperamos, según Su promesa, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. Aquí vemos que la justicia morará en el cielo nuevo y en la tierra nueva. Esto significa que todo será justo, recto y apropiado, y que no habrá más antagonismos.
El versículo 2 dice: “Y vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. La Nueva Jerusalén descenderá a la tierra nueva. Después de que todos los redimidos de Dios hayan sido arrebatados a los cielos, estarán en la Nueva Jerusalén, la cual descenderá del cielo, de Dios. Esto indica que no moraremos por la eternidad en el cielo, sino en la Nueva Jerusalén en la tierra nueva.
La Nueva Jerusalén como novia de Cristo descenderá. Esto indica que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino una persona corporativa, la novia. Esta ciudad también será el tabernáculo de Dios donde El morará con el hombre (v. 3). Para Cristo, esta nueva ciudad será la novia en la cual hallará satisfacción; para Dios, será el tabernáculo en el cual morará y a través del cual se expresará.
El versículo 3 añade: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y El fijará Su tabernáculo con ellos; y ellos serán Sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos”. Estos pueblos son las naciones del versículo 24. Habrá varios pueblos, y cada uno de ellos será una nación en la tierra nueva. Las naciones que estarán alrededor de la Nueva Jerusalén serán restauradas, pero no regeneradas. En ese entonces su naturaleza rebelde ya habrá sido purgada. Las naciones restauradas y depuradas vivirán fuera de la Nueva Jerusalén y disfrutarán de las bendiciones comunes en el cielo nuevo y la tierra nueva. Las bendiciones comunes se mencionan en el versículo 4: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. En el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá lágrimas ni muerte ni llanto ni tristeza ni dolor. En el cielo nuevo y la tierra nueva habrá plena satisfacción y descanso total; no habrá motivo de lágrimas. La muerte será enteramente sorbida por la vida (1 Co. 15:54) y lanzada al lago de fuego (20:14); en el cielo nuevo y la tierra nueva no habrá muerte. La muerte será lanzada en el “basurero”, el lago de fuego, y los elementos de la muerte, la tristeza, el llanto y el dolor serán abolidos.
Los versículos del 5 al 7 hablan de los hijos de Dios en la eternidad. El versículo 7 dice: “El que venza heredará estas cosas, y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo”. El significado de vencer aquí difiere del mencionado en los capítulos dos y tres, donde se usa siete veces. Aquí significa vencer creyendo, como en 1 Juan 5:4-5. Los vencedores a los que aluden los capítulos dos y tres facultan al creyente que venza para participar del deleite que habrá en el reino milenario como una recompensa particular en la administración de la dispensación de Dios, mientras que vencer aquí hace aptos a todos los creyentes para participar de la Nueva Jerusalén con su deleite como porción común a todos de la salvación eterna.
El “hijo” al que alude este versículo es el creyente que habitará en la Nueva Jerusalén. Los hijos de Dios constituyen la Nueva Jerusalén. Ellos son los creyentes regenerados que tienen la vida divina y la naturaleza divina. La Nueva Jerusalén está conformada por todos los santos que nacieron de Dios. Como veremos, la Nueva Jerusalén es una composición de todos los que nacieron de nuevo, los hijos de Dios. Cada uno de ellos es parte de esta composición viviente. Debido a que los hijos de Dios constituyen la Nueva Jerusalén, ellos también morarán en la Nueva Jerusalén.
Los hijos de Dios participarán de todo el deleite que habrá en la Nueva Jerusalén, y disfrutarán especialmente del agua de vida (v. 6). Muchos cristianos confunden el deleite de las naciones con el de los santos. Las naciones disfrutarán de la bendición común, mientras que los santos gozarán de un deleite particular. Primordialmente los santos disfrutaremos el suministro proporcionado por el agua de vida (22:1). Además, quienes estemos en la Nueva Jerusalén serviremos ante el Señor y ante el Cordero por la eternidad (22:3-4). Esta es una de las bendiciones que recibirán los redimidos de Dios en la eternidad. Al mismo tiempo, reinaremos por los siglos de los siglos (22:5). Seremos reyes no solamente por mil años, sino por la eternidad. Todos los santos habrán madurado, habrán sido perfeccionados y serán aptos para disfrutar de la Nueva Jerusalén eternamente.
Apocalipsis 22:3 dice: “Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y Sus esclavos le servirán”. Note que los pronombres en este versículo están en singular y no en plural. Este versículo dice: “Sus esclavos le servirán”; note que no dice “les servirán”. El pronombre singular, el cual se refiere tanto a Dios como al Cordero, comprueba que Dios y el Cordero son uno solo. No debemos considerarlos dos seres distintos.
Apocalipsis 21:8 dice: “Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”. En el primer cielo y la primera tierra había un mar que contenía el resultado del juicio de Dios, mientras que en el cielo nuevo y la tierra nueva habrá un lago de fuego que reemplazará al mar. Todas las cosas negativas e inmundas, después de ser juzgadas por Dios, estarán en el lago de fuego por la eternidad. De acuerdo con 22:15, el lago de fuego estará fuera de la Nueva Jerusalén, tal como Tofet, donde estaban las cosas inmundas (Jer. 19:11-13), estaba fuera de la antigua Jerusalén (2 R. 23:10; Is. 30:33). El lago de fuego es mucho más restringido que el mar de agua. Sufrir la segunda muerte, estar en el lago de fuego, es arder en fuego y azufre por la eternidad (14:10-11).