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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 20

ANDAR EN CRISTO, EL MISTERIO DE DIOS

  Lectura bíblica: Col. 2:6; Dt. 8:7-10; Ro. 8:11; 2 Ti. 4:22 Fil. 1:19; 1 Co. 6:17; 4, Ro. 8:6; Gá. 5:16, 25

  En el mensaje anterior hablamos acerca de la manera de experimentar a Cristo como el misterio de Dios. Ahora veremos cómo debemos andar en este Cristo. Leamos lo que dice Pablo en Colosenses 2:6: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El”. Andar en el Cristo que es el misterio de Dios significa vivir, actuar, conducirnos y tener todo nuestro ser en Él.

  En el capítulo uno de Colosenses Pablo presenta una revelación profunda acerca de Cristo. El primer aspecto de Cristo revelado en este capítulo es que Él es la porción de los santos (v. 12). En el Antiguo Testamento, la buena tierra tipifica a Cristo como la porción, o lote, de los santos. En este capítulo, Pablo muestra también que Cristo es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, la Cabeza del Cuerpo, el Primogénito de entre los muertos y Aquel en quien toda la plenitud se agradó en habitar.

  Pablo comienza el capítulo dos hablando de la gran lucha que sostenía a fin de que los corazones de los colosenses fueran consolados “hasta alcanzar todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento, hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo” (v. 2). Los colosenses únicamente podrían tener el entendimiento apropiado de Cristo, cuando sus corazones fueran consolados, cuidados con calor y ternura. Esto les permitiría experimentar a Cristo de una manera genuina. Los colosenses necesitaban que sus corazones fueran consolados y tener una mente sobria, a fin de obtener el pleno conocimiento del Cristo que habían recibido y de quien se habían distraído. En este Cristo, el misterio de Dios, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento (v. 3). Además, en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (2:9). Una vez que los colosenses tuviesen la perfecta certidumbre de entendimiento acerca del Cristo todo- inclusivo, podrían andar en Él.

  Ya hicimos notar que en 2:6 la palabra “andar” significa vivir, actuar, conducirse y ser. Aquel en quien debemos andar es la misma persona todo-inclusiva que se revela de una manera profunda en el capítulo uno. Como tal, Cristo es la porción de los santos y el misterio de la economía de Dios. Al igual que los colosenses, nosotros necesitamos que se nos exhorte a andar en el Cristo que es todo para nosotros.

NUESTRA BUENA TIERRA

  Mientras Pablo escribía este capítulo de Colosenses, él tenía en mente la buena tierra del Antiguo Testamento, la cual es un tipo del Cristo todo-inclusivo. Encontramos un indicio de esto en 1:12, donde Pablo dice que Cristo es la porción de los santos. Luego en 2:6 Pablo nos exhorta a andar en Cristo, lo cual implica que Cristo es la tierra, el territorio, la esfera, en la cual podemos andar. Además, sus palabras acerca de ser arraigados en Cristo, en 2:7, indican también que él tenía en mente la buena tierra. Para ser arraigados en Cristo, se requiere que Él sea nuestra tierra, nuestro suelo. Todo esto nos da a entender que el Cristo revelado en Colosenses es nuestra buena tierra.

  Pablo tenía un conocimiento profundo del Antiguo Testamento. Mientras él escribía las Epístolas, tales como Romanos, 1 Corintios, Gálatas, Colosenses y Hebreos, él debe de haber tenido muy en mente las Escrituras del Antiguo Testamento, puesto que escribió muchas cosas conforme a ellas. En particular, mientras Pablo escribía el libro de Colosenses, tuvo presente el cuadro de la tierra de Canaán. Él sabía que en la época del Antiguo Testamento el pueblo escogido de Dios había disfrutado de la buena tierra como su porción. También sabía que la buena tierra era el todo para ellos. En la buena tierra ellos podían adorar a Dios y edificar el templo para el testimonio de Dios y para Su única morada. En la buena tierra el propósito de Dios podía cumplirse por medio de los hijos de Israel. Puesto que Pablo entendía perfectamente lo que la buena tierra representaba para los escogidos de Dios, él compuso la Epístola a los Colosenses, teniendo este panorama en mente. Por lo tanto, si queremos experimentar al Cristo todo-inclusivo, tal como se revela en este libro, debemos darnos cuenta de que este Cristo es tipificado por la tierra de Canaán. El Cristo tipificado por la buena tierra es el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante. Reconozco que hago mucho énfasis en este asunto, pero ésta es la comisión y la carga que he recibido de parte del Señor.

  Si hemos de andar en el Cristo que es el misterio de Dios, debemos ver que, conforme al concepto de Pablo, el Cristo en quien debemos andar es la buena tierra. Al respecto, necesitamos tener perfecta certidumbre de entendimiento. Podríamos dar muchos mensajes sobre el tema de Cristo como la buena tierra. Éste es un asunto inagotable.

  En diciembre de 1962 celebramos la primera conferencia de grande escala en los Estados Unidos, cuyo tema fue el Cristo todo-inclusivo tipificado por la tierra de Canaán. Estos mensajes se publicaron en un libro titulado El Cristo todo-inclusivo. Dichos mensajes fueron la fuente de inspiración de un himno muy bueno sobre la experiencia de Cristo como vida. La última estrofa de este himno (Himnos, #214) dice:

  ¡Oh, qué premiar! ¡Oh, qué ganar! Mi meta sólo en Cristo está. Ningún tesoro deseo yo, Mas Cristo en Su totalidad. Mi Cristo es mi galardón, Mi gloria y premio sin igual.

  Muchos de los mensajes de esa conferencia se basaron en Deuteronomio 8:7-10. A partir de estos versículos, examinamos las inescrutables riquezas de la tierra: el agua, los alimentos y los minerales. Lo que compartimos en esos mensajes fueron solamente unas palabras de introducción, pues queda aún mucho que compartir acerca de las riquezas de Cristo tipificadas por la tierra de Canaán.

  Los estudiosos de la Palabra saben que la Biblia no es un libro fácil de entender. Cuando yo era un cristiano joven, le dije al Señor que no estaba de acuerdo con la manera en que Él había escrito la Biblia. En mi opinión, debía haberla escrito de una manera sistemática, tratando cada uno de los asuntos principales sistemáticamente y acomodando todo el material debajo de distintos títulos y subdivisiones principales. Pero debemos reconocer que la manera en que el Señor dispone es la mejor. En la Biblia el Señor habla de cierto tema en varios lugares. Tomemos como ejemplo la justificación. Este tema se trata en más de un libro. Puesto que nuestra capacidad es tan limitada, el Señor sabía que la única manera de revelarnos asuntos espirituales como la justificación consistía en hacerlo paulatinamente. Éste es ciertamente el caso en cuanto a la revelación de Cristo como nuestra buena tierra.

UN TIPO TODO-INCLUSIVO DE CRISTO

  Por un lado, la buena tierra se revela en el Antiguo Testamento; por otro, se halla escondida allí. Aunque esta afirmación parezca contradictoria, en realidad no lo es. Puesto que Deuteronomio describe la buena tierra, podemos decir que la buena tierra se revela en el Antiguo Testamento. No obstante, puesto que su significado e importancia no son muy evidentes, podemos decir que la buena tierra se halla escondida en las Escrituras. A medida que los hijos del Señor, mediante Su misericordia y Su gracia, indagaban cuidadosamente en la Palabra, empezaron a darse cuenta de que la buena tierra que Dios prometió a Su pueblo escogido, tipifica a Cristo. Si la Pascua que ellos disfrutaron en Egipto y el maná que comieron en el desierto eran tipos de Cristo, entonces la buena tierra tiene que ser también un tipo de Cristo.

  En Josué 5:11 y 12 vemos un indicio de que la buena tierra tipifica al Cristo que es la continuación del maná. El versículo 11 dice que los hijos de Israel comieron del producto de la buena tierra. El versículo 12 es especialmente claro: “Y el maná cesó el día siguiente, desde que comenzaron a comer del fruto de la tierra; y los hijos de Israel nunca más tuvieron maná, sino que comieron de los frutos de la tierra de Canaán aquel año”. El maná era un tipo de Cristo como provisión de vida para el pueblo de Dios. Como mencionan estos versículos de Josué, el producto de la buena tierra constituye la continuación del maná. Por consiguiente, si el maná tipificaba a Cristo, el producto de la buena tierra también debe de tipificarlo a Él. La provisión de maná que recibió el pueblo de Dios en el desierto les permitió edificar el tabernáculo como morada de Dios. En el mismo principio, la rica suministración del producto de la tierra los capacitó para edificar una morada más sólida, el templo, para Dios. Sin lugar a dudas, la buena tierra que disfrutaron los hijos de Israel es un tipo sobresaliente de Cristo, porque mediante el disfrute de ella, el templo fue edificado. Incluso podríamos decir que éste es el tipo más destacado de Cristo en las Escrituras, ya que reúne todos los aspectos de lo que Él es.

  El hecho de que nuestros corazones sean consolados y entrelazados en amor hasta alcanzar el pleno conocimiento de Cristo como misterio de Dios, implica el hecho de tener el pleno conocimiento de Cristo como es tipificado por la buena tierra. Por lo tanto, debemos conocer en detalle cómo cada una de las cosas mencionadas en Deuteronomio 8:7-11 tipifican a Cristo. Él es el agua que brota en vegas y montes. Él es el trigo y la cebada, los cuales representan respectivamente al Cristo encarnado y crucificado y al Cristo resucitado. Luego, debemos proseguir y ver cómo Cristo es tipificado por el vino, el aceite, los higos, las granadas y los minerales. Sin los versículos de Deuteronomio 8, no tendríamos un entendimiento adecuado del Cristo todo-inclusivo.

  La tierra constituye el enfoque crucial del Antiguo Testamento. Es por eso que en el Antiguo Testamento el Señor habla continuamente de la tierra. Él llamó a Abraham y le reveló que lo llevaría a una tierra, a la tierra de Canaán. Observe cuántas veces se refirió el Señor a la tierra desde Génesis 12 hasta el final del Antiguo Testamento. De hecho, el centro del Antiguo Testamento es el templo dentro de la ciudad que fue edificada en la buena tierra. Si conocemos las Escrituras y somos iluminados por Dios, descubriremos que el centro del plan eterno de Dios, conforme a la tipología, es la tierra con su templo y su ciudad. Empezando con el libro de Génesis, el Antiguo Testamento toma la tierra como centro, refiriéndose a ella incontables veces. Como hemos dicho en varias ocasiones, la buena tierra es una figura del Cristo todo-inclusivo, un tipo del Cristo que lo es todo para nosotros.

LA BATALLA POR LA TIERRA

  Satanás, el enemigo de Dios, ha hecho todo lo posible por impedir que el pueblo de Dios disfrute de la buena tierra. Él hará todo lo que esté a su alcance para impedir que disfrutemos a Cristo como la tierra. Poco después de que Dios creó los cielos y la tierra con la intención de darle la tierra al hombre para su disfrute, Satanás hizo algo para estorbar a Dios. Debido a la rebelión de Satanás, Dios tuvo que juzgar el universo, lo cual hizo que la tierra quedara sepultada bajo las aguas del abismo. Después de algún tiempo, Dios intervino para recobrar la tierra haciéndola emerger de aquellas aguas. Luego, sobre esta tierra recobrada fueron producidos diversos géneros de vida, entre los cuales figuraba una especie de vida que tenía la imagen de Dios, y a la cual se le encomendó la autoridad de Dios. Sin embargo, no mucho después, el enemigo de Dios se presentó nuevamente para engañar al hombre, lo cual obligó a Dios a pronunciar otro juicio sobre la tierra. Así que, en la época de Noé, la tierra recobrada quedó una vez más sepultada en las aguas del abismo. En tipología, diríamos que el hombre fue separado del disfrute de Cristo, representado por la tierra. No obstante, mediante la redención efectuada a través del arca, Noé y su familia obtuvieron el derecho a poseer la tierra y disfrutar de todas sus riquezas. El diluvio separó a los hombres de la tierra, pero el arca llevó a Noé y a su familia de regreso al disfrute de la tierra. Así, el hombre volvió a tomar posesión de la tierra y a disfrutar de sus riquezas.

  Sin embargo, al poco tiempo el enemigo hizo algo más para anular el disfrute de la tierra; esta vez fue por medio de la rebelión de Babel. Por lo tanto, de entre el linaje caído que se hizo rebelde por causa de Satanás, Dios llamó a un hombre, a Abraham, y le reveló que lo llevaría a una tierra. Pero lamentablemente, aun este escogido se desvió gradualmente de la tierra hacia Egipto, y entonces el Señor tuvo que traerlo nuevamente a la tierra. Finalmente, sus descendientes abandonaron esta tierra y descendieron a Egipto. Luego, después de mucho tiempo, el Señor sacó a Su pueblo de Egipto y los trajo de nuevo a la buena tierra. Siglos después, el enemigo actuó otra vez, enviando al ejército de Babilonia para que destruyera la tierra y se llevara cautivo al pueblo. Pero setenta años después, el Señor los trajo una vez más a la buena tierra. Todo lo anterior nos muestra que la historia del Antiguo Testamento está estrechamente vinculada con la tierra. La obra de Dios siempre consiste en recobrar la tierra, mientras que la obra del enemigo siempre tiene como fin frustrar, destruir e impedir el disfrute de la tierra y hacer de ella un caos. La intención del enemigo es atacar la tierra por sorpresa y apoderarse de ella, pero después de cada intento del enemigo, Dios actúa para pelear por Su pueblo y recobrar nuevamente la tierra.

ANDAR EN EL ESPÍRITU TODO-INCLUSIVO

  Espero que quede grabado en nosotros el hecho de que la buena tierra tipifica al Cristo todo-inclusivo. Hemos señalado que en Colosenses 2:7 Pablo dice que hemos sido arraigados en Cristo. El hecho de ser arraigados en Cristo da a entender que Él es nuestro suelo, nuestra tierra. ¿Se había dado cuenta alguna vez de que Cristo es la tierra en la cual está usted arraigado y que usted es una planta que ha sido arraigada en este suelo? En mi interior siento que la mayoría de los hijos del Señor aún permanecen en Egipto; hasta ahora sólo han experimentado al Señor como el Cordero pascual. Otros han salido de Egipto y disfrutan a Cristo como su maná diario, mientras vagan por el desierto. Pero lamentablemente, son muy contados los creyentes que experimentan a Cristo como el ámbito, la esfera, en el cual ellos andan. ¡Que el Señor abra nuestros ojos y nos permita ver que Cristo es nuestra buena tierra y que diariamente debemos andar en Él!

  En Gálatas 3:14 Pablo dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Aquí Pablo habla de la bendición de Abraham y de la promesa del Espíritu. Dicha bendición se refiere a la buena tierra, cuyo cumplimiento para nosotros hoy es Cristo como Espíritu todo-inclusivo. Por consiguiente, conforme al concepto de Pablo, andar en el Cristo que es la buena tierra equivale a andar en el Espíritu todo-inclusivo.

  En Colosenses 2:6, Pablo nos alienta a andar en Cristo, y en Gálatas 5:16, nos exhorta a andar por el Espíritu. Además, en Romanos 8:4, él habla de andar conforme al Espíritu. Estos versículos indican que la buena tierra es para nosotros hoy el Espíritu todo-inclusivo, quien mora en nuestro espíritu. Este Espíritu es el Cristo todo-inclusivo, quien a su vez es el Dios Triuno procesado. Puesto que el Dios Triuno ha sido procesado, Él es ahora el Cristo todo-inclusivo, dado a nosotros como el Espíritu todo-inclusivo para que le experimentemos. Hoy en día, este Espíritu mora en nuestro espíritu a fin de ser nuestra buena tierra.

  Muchos de los libros escritos por Pablo, como por ejemplo Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas y Filipenses, indican que hoy en día Cristo es el Espíritu todo-inclusivo. Cristo es la corporificación y la expresión de Dios. Por medio de la encarnación, Él llegó a ser el postrer Adán, quien fue crucificado para nuestra redención. Luego, en la resurrección, el postrer Adán se hizo Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por esta razón, en 2 Corintios 3:17, Pablo dice: “Y el Señor es el Espíritu”. Puesto que Cristo mora en nuestro espíritu como Espíritu vivificante, nosotros podemos ser un solo espíritu con Él. En 2 Timoteo 4:22, Pablo dice: “El Señor esté con tu espíritu”, y en 1 Corintios 6:17, dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Por lo tanto, Cristo, la buena tierra que suple todas nuestras necesidades, está ahora en nuestro espíritu. En este respecto, todos necesitamos las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento.

  Una vez que tengamos la perfecta certidumbre de que el Espíritu todo-inclusivo está mezclado con nuestro espíritu, debemos poner nuestra mente en el espíritu mezclado (Ro. 8:6). Al hacer esto, espontáneamente ponemos nuestra mente en Cristo. Luego, debemos andar en el espíritu mezclado, lo que significa que debemos vivir, actuar, conducirnos y ser conforme al espíritu. De esta manera experimentaremos a Cristo y lo disfrutaremos como la buena tierra. En el Nuevo Testamento no existe nada más crucial y vital que andar conforme al espíritu mezclado. Cristo es el Espíritu todo-inclusivo y, como tal, mora en nuestro espíritu para ser nuestra vida, nuestra persona y nuestro todo. Nuestra necesidad hoy es volver a Él, poner nuestra mente en el espíritu, y andar conforme al espíritu. En esto consiste andar en el Cristo que es el misterio de Dios.

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