Mensaje 35
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Lectura bíblica: Col. 2:2-4, 6-10, 16-22; 3:4, 10-11, 15-16
En 2:3 Pablo nos dice que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en Cristo. En el versículo 4 él añade: “Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas”. Esto indica que los santos de Colosas estaban siendo engañados con palabras persuasivas.
En el versículo 8 Pablo dice: “Mirad que nadie os lleve cautivos por medio de su filosofía y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo”. En este versículo, Pablo nos hace una seria advertencia de no permitir que nadie nos lleve cautivos por medio de su filosofía y vanas palabras. Esta filosofía y dichas huecas sutilezas concuerdan con las tradiciones de los hombres.
Las tradiciones están relacionadas con la cultura y se originan en ella. No hay tradición que no se desprenda de la cultura. Tanto la gente religiosa como las que son filosóficas se aferran a sus tradiciones. Cuanto más cultos somos, más tradiciones tenemos. Todos los pueblos tienen sus tradiciones particulares. En la antigüedad, los judíos tenían sus tradiciones, y los griegos tenían las suyas. Además, hoy en día, los creyentes tienen sus tradiciones cristianas, y todos tenemos tradiciones personales. La única manera de no tener tradiciones es no tener cultura alguna. Mientras tengamos alguna clase de cultura, tendremos tradiciones. Algunas de nuestras tradiciones pueden ser tradiciones que nosotros mismos hemos creado y nos hemos impuesto. Todas las tradiciones son según los hombres, porque Dios no tiene ninguna tradición. Por tanto, no existen tradiciones que sean según Dios.
En 2:8 la expresión “conforme a los rudimentos del mundo” está en aposición con “según las tradiciones de los hombres”. Esto indica que las tradiciones de los hombres y los rudimentos del mundo son idénticos. Aquí el mundo no se refiere al mundo físico, sino a la humanidad caída, como en Juan 3:16. Las tradiciones corresponden a los rudimentos, y los hombres al mundo. Por consiguiente, las tradiciones de los hombres y los rudimentos del mundo son expresiones sinónimas.
En este versículo, Pablo señala que la filosofía y las huecas sutilezas no son según Cristo. La expresión “según Cristo” es muy importante, pues indica que todo debe ser estimado y evaluado según Cristo. Cuando nos consideramos a nosotros mismos, a nuestras familias, nuestras situaciones y nuestro medio ambiente, debemos evaluarlo todo, no conforme a las tradiciones de los hombres, sino según Cristo.
El versículo 16 dice: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados”. Aquí, vemos el asunto de emitir juicios y opiniones. Juzgamos porque insistimos en ciertas cosas. Por ejemplo, si insistimos en que se debe comer de cierta manera, juzgaremos conforme a lo que insistimos. Por otra parte, seremos juzgados por otros a causa de ello. Si yo insisto en que los santos deben comer comida cantonesa, yo seré juzgado por ellos, pero si yo no insisto en ninguna comida en particular, no seré criticado en cuanto a la comida. Sucede lo mismo con respecto a la bebida y a la observancia de los días.
Decir que no insistimos en nada significa que no somos ni religiosos ni filosóficos. Aquellos que son religiosos o filosóficos insisten siempre en ciertas cosas. Su insistencia hace que otros los juzguen y los critiquen. Por lo tanto, si no queremos que otros nos juzguen, nosotros mismos no deberíamos insistir en ciertas cosas.
En el versículo 17 Pablo dice que todo lo mencionado en el versículo anterior es “sombra de lo que ha de venir, mas el cuerpo es de Cristo”. No deberíamos preocuparnos por nada que no sea Cristo. Si lo único que nos preocupa es Cristo, no seremos juzgados.
En el capítulo dos Pablo usa la palabra “nadie” cuatro veces. En 2:4, él dice que no permitamos que nadie nos engañe; en 2:8, dice que no permitamos que nadie nos lleve cautivos; en 2:16, dice que no permitamos que nadie nos juzgue; y finalmente, en 2:18, dice que no permitamos que nadie, con humildad autoimpuesta y culto a los ángeles, nos defraude juzgándonos indignos de nuestro premio.
En los versículos 20 y 21 Pablo nos pregunta por qué nos sometemos a ordenanzas en cuanto a manejar, gustar y tocar, si ya hemos muerto con Cristo a los rudimentos del mundo. En el versículo 22 vemos que tales ordenanzas son conforme a los mandamientos y enseñanzas de los hombres. Ya mencionamos que los rudimentos del mundo son las tradiciones de los hombres.
Pablo escribió esta epístola debido a que las tradiciones de los hombres, esto es, los rudimentos del mundo, prevalecían en Colosas. Los santos estaban siendo engañados y llevados cautivos. Además, estaban siendo juzgados y privados de su premio. Los mejores inventos de la cultura estaban engañando a los santos y privándolos de Cristo. Estos aspectos de la cultura estaban reemplazando a Cristo. En la experiencia de los santos, dichos aspectos se habían convertido en sustitutos de Cristo. Por consiguiente, Pablo escribió este libro para confrontar este problema.
En Colosenses, una epístola que contiene una revelación más elevada que 1 Corintios o Gálatas, Pablo hace frente a la cultura, la cual se compone de la religión y la filosofía. La sociedad humana considera la filosofía y la religión como algo necesario y positivo. Si la sociedad no tuviese religión ni filosofía, la gente sería salvaje y se comportaría como animales salvajes. La religión y la filosofía son necesarias para la sociedad humana; sin embargo, no hay ningún lugar para ellas en la vida de iglesia, pues ambas son sustitutos de Cristo. La iglesia necesita a Cristo, quien es una persona viviente y todo-inclusiva, y no la religión ni la filosofía.
Algunas de las afirmaciones que Pablo hace en el libro de Colosenses han causado muchas dificultades a los teólogos y a los traductores de la Biblia. Una de estas expresiones, que ha sido particularmente difícil, es “el Primogénito de toda creación” (1:15). Aunque a algunos teólogos les resulta fácil hablar acerca de Cristo como la imagen del Dios invisible, están poco dispuestos a comentar sobre esta difícil expresión. Pero Pablo dice que Aquel que es la imagen del Dios invisible es el Primogénito de toda creación. Quizás los teólogos se sentirían contentos de explicar que Cristo, como Primogénito de entre los muertos, fue el primero en resucitar. No obstante, son muy pocos los que estarían dispuestos a explicar que Cristo, como Primogénito de toda creación, es también el primero de todas las criaturas. Todo aquel que siga a Pablo al hacer esta declaración podría ser tachado de hereje. Sin embargo, no podemos borrar de nuestras Biblias las palabras de Pablo que afirman que Cristo es la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación.
En 1:16 Pablo nos dice que todas las cosas fueron creadas en Cristo. Esto incluye tanto las cosas que están en los cielos como las que están en la tierra, tanto lo visible como lo invisible. Aun las cosas que los judíos consideran inmundas como por ejemplo, las tortugas, las ranas, las serpientes y los cerdos, forman parte de las cosas que fueron creadas en Cristo. La primera vez que leí este versículo en la traducción interlineal griego-inglés, me quedé muy sorprendido y me dije para mis adentros: “¿Está diciendo Pablo que aun las tortugas y las serpientes fueron creados en Cristo?”. No cabe duda de que la afirmación de Pablo incluye también a estas criaturas. Colosenses 1:16 asesta un fuerte golpe a la filosofía gnóstica. Hemos dicho anteriormente que, conforme al gnosticismo, el mundo material, incluyendo el cuerpo humano, es intrínsecamente maligno. No obstante, Pablo declara que todas las cosas fueron creadas en Cristo y que Cristo mismo es el Primogénito de toda creación. Estas afirmaciones derriban los conceptos de los griegos y también de los judíos. Puesto que todas las cosas fueron creadas en Cristo, no deberíamos considerar la creación como algo intrínsecamente maligno, ni despreciar ningún aspecto de la creación que Dios produjo en Cristo.
Lo que Pablo deseaba era que los colosenses no enseñaran a los demás conforme a las tradiciones de los hombres, sino únicamente según Cristo. Es crucial que aprendamos a estimar todas las cosas y a evaluarlas, no conforme a nuestra mentalidad cultural, sino según Cristo. Por ejemplo, nuestro punto de vista acerca del matrimonio no debería ser conforme a nuestra cultura; debería ser según Cristo. Yo aprecio mucho la expresión “según Cristo”. No deberíamos permitir que nada sustituya a Cristo o lo reemplace. Única y exclusivamente Cristo es la norma y la base para medir todas las cosas. Esto significa que no debemos evaluar las cosas conforme a la cultura, según las tradiciones o los rudimentos del mundo. En la iglesia, Cristo es la única regla, norma y base para medir las cosas. Éste es un principio básico en la práctica de la vida de iglesia.
En Colosas la cultura había invadido a la iglesia, reemplazado a Cristo y llevado cautivos a los santos. Lo que distrajo a los santos de Cristo, no fue el pecado ni la mundanalidad, sino algunos de los aspectos más avanzados de la cultura. Hoy en día, el principio es el mismo. Aunque los que estamos en la vida de iglesia aborrecemos el pecado, somos muy pocos los que odiamos la cultura. Por el contrario, de manera subconsciente, todos valoramos nuestra cultura sin que nos percatemos de ello; todos tenemos en alta estima la cultura en la cual crecimos. En la vida de iglesia, Cristo es reemplazado por la cultura más que por cualquier otra cosa. Vivimos mucho más conforme a la cultura que según Cristo.
En el capítulo uno, Pablo declara que Cristo es el Primogénito de toda creación, que todas las cosas fueron creadas en Él, por medio de Él y para Él, y que todas las cosas se conservan unidas en Él. Después de esto, él nos dice que el Cristo todo-inclusivo es el misterio de la economía de Dios. Dios desea forjar a Cristo en nosotros. Cristo está en nosotros como esperanza de gloria. Ahora debemos crecer en Él hasta llegar a la plena madurez. Por consiguiente, la economía de Dios gira en torno a Cristo.
En 2:2 Pablo dice además que Cristo es el misterio de Dios. Todo lo que Dios es y tiene se halla corporificado en Cristo. Como misterio de Dios, Cristo es la corporificación, la definición y la explicación de Dios. Todo lo que Dios desea hacer está relacionado con Cristo.
Además, este Cristo que es el misterio y la corporificación de Dios es la realidad de todas las cosas positivas. Pablo dice en el versículo 17, en referencia a las cosas enumeradas en 2:16, que éstas son “sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. La comida, la bebida, los días de fiesta, las nuevas lunas y los sábados son sombra de lo cual Cristo es el cuerpo, la realidad y la sustancia. Cristo es la verdadera comida y la verdadera bebida. Él también es la verdadera fiesta, luna nueva, y sábado. Como corporificación de Dios, Cristo es la realidad de todas las cosas positivas. Por consiguiente, no hay lugar alguno para la religión judía ni para la filosofía griega; sólo hay lugar para el Cristo todo-inclusivo. Aunque Pablo había sido antes muy celoso en el judaísmo, una vez que él recibió la revelación acerca de Cristo, comprendió que la filosofía griega y la tradición judía no representaban nada. En la economía de Dios, lo único que cuenta es Cristo.
En 2:6 Pablo dice: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El”. Con respecto a Cristo, lo primero que hacemos, es recibirlo. Luego, debemos andar en Él. Cristo no es solamente nuestra vida; Él es nuestro territorio, nuestra esfera, nuestro ámbito, en el cual andamos. Muchos creyentes hemos tenido la experiencia de recibir a Cristo como su Redentor, su Salvador y su vida. Pero además de esto, debemos recibirlo como el misterio de Dios, como la corporificación de Dios, y como la realidad de todas las cosas positivas.
Debemos aplicar el asunto de experimentar a Cristo como la realidad de todas las cosas positivas a cada área de nuestra vida diaria. Al tomar nuestras comidas, deberíamos tomar a Cristo como la verdadera comida. En lugar de orar por los alimentos de una manera tradicional, deberíamos decir algo más elevado conforme a la revelación presentada en Colosenses: “Señor Jesús, no simplemente te doy gracias por los alimentos. Señor, te tomo como la realidad de esta comida”. Quienes creemos en Cristo deberíamos estimar todas las cosas y evaluarlas según Cristo, quien es nuestro todo de una manera práctica. Si evaluamos todas las cosas conforme a Cristo, la manera en que vivimos a diario cambiará.
En 2:3 Pablo nos dice que todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en Cristo. Después de esto, él nos amonesta para que no permitamos que nadie nos desvíe de Cristo con palabras persuasivas. No debemos permitir que la religión o la filosofía nos engañe y nos extravíe de Cristo. No debemos apartarnos de Cristo para seguir alguna clase de cultura. Cristo, el misterio de Dios y la sustancia de todas las cosas positivas, es nuestro todo: nuestra comida, nuestro vestido, nuestra vivienda y nuestro transporte. Cuando pensemos en todas las cosas positivas del universo, debemos evaluarlas según Cristo. ¡Qué asombrosa es esta revelación! El Cristo que hemos recibido no es un Cristo estrecho. Por el contrario, Él es ilimitado, todo-inclusivo. Él no solamente es nuestro Redentor, nuestro Salvador y nuestra vida; Él lo es todo para nosotros. ¡Qué Cristo tan rico y tan completo hemos recibido!
Después de haber recibido a tal Cristo, debemos andar en Él. Muchos cristianos piensan que el Cristo que recibieron es solamente su Redentor, su Salvador y su vida. Lo aprecian como el Redentor que vertió Su sangre por ellos, y como el Salvador que los salvó del pecado. Sin embargo, no se dan cuenta de que este Cristo a quien ellos recibieron es la corporificación de Dios y la realidad de todas las cosas positivas. Debemos andar en este Cristo todo-inclusivo. Ande en Él cuando usted coma; ande en Él cuando usted se vista; ande en Él cuando usted converse con su esposo o con su esposa.
Debemos ser de aquellos que están llenos de Cristo, saturados de Cristo, vestidos de Cristo y plenamente poseídos por Cristo. En el recobro del Señor, muchos de nosotros todavía no estamos saturados de Cristo. En las reuniones de la iglesia, puede ser que oremos en Cristo o cantemos en Cristo, y que cuando regresemos a casa, nos olvidemos completamente de Cristo y vivamos conforme a nuestra cultura. Es posible que en nuestras reuniones proclamemos que para nosotros el vivir es Cristo, y que en nuestra vida diaria, especialmente en nuestra casa, vivamos por el yo, y no por Cristo. ¡Cuán diferente sería todo si en nuestro hogar viviéramos a Cristo! Mientras una hermana cocina, podría darse cuenta de que para ella cocinar es Cristo. Si todos nos ejercitáramos para vivir por Cristo día tras día, viviríamos a Cristo, cultivaríamos a Cristo, y lo produciríamos. Es necesario que en nuestra vida diaria veamos a Cristo en todas las cosas y andemos en Él.
En 2:7 Pablo habla de ser arraigados en Cristo. Nosotros somos plantas arraigadas en Cristo, el verdadero suelo. Cristo es la tierra en la cual crecemos. Cristo es también todo lo que necesitamos para crecer; Él es nuestro fertilizante, nuestra agua y nuestro suministro de vida.
En 2:10 Pablo dice además que estamos llenos en Cristo. Sin embargo, dudo que algunos de nosotros se atrevan a decir que estamos llenos, debido a que todavía no experimentamos a Cristo de una manera plena. La plenitud de la Deidad mora en Cristo corporalmente, y nosotros estamos llenos en Él. Necesitamos recibirlo en nuestra experiencia, andar en Él, ser arraigados en Él, y así estar llenos en Él. Yo espero que en las reuniones de la iglesia, haya muchos testimonios de cómo estamos llenos en Cristo. Debería haber testimonios que describan cómo estamos llenos en conocimiento, sabiduría, paciencia, bondad, humildad, amor, discernimiento. La razón por la cual no oímos esta clase de testimonios es que nos hace falta experimentar más a Cristo. Día a día, no experimentamos lo que significa estar llenos en Él. Así que, en lugar de estar llenos en muchos aspectos, carecemos de ellos. Por ejemplo, en lugar de estar llenos de discernimiento para resolver situaciones, carecemos de discernimiento. Cuando escuchamos los testimonios de los santos, podemos darnos cuenta de que a la mayoría de nosotros nos hace falta experimentar más a Cristo diariamente. Muchos de nosotros aún no entendemos claramente que el Cristo que hemos recibido es todo-inclusivo y que debemos andar en Él. Pero si andamos en tal Cristo, después de haber sido arraigados en Él, estaremos llenos en Él.
Hemos hecho notar que Cristo es la realidad, la sustancia, de todas las sombras. Si hemos visto esto, no nos importarían más las sombras, y sólo nos preocuparía el Cristo todo-inclusivo. No nos debería interesar ser meramente santos, espirituales y victoriosos; debemos aspirar a poseer y experimentar al Cristo todo-inclusivo. Deberíamos pedirle al Señor que por Su misericordia y gracia podamos experimentar a este Cristo.
En el capítulo tres, vemos que Cristo es nuestra vida y también el constituyente del nuevo hombre. El nuevo hombre, el cual es la iglesia, el Cuerpo de Cristo, está constituido del Cristo que es nuestra vida. Él vive en nosotros, y nosotros vivimos en Él. Aparte de este Cristo, ¿qué más podemos desear? Puedo testificar que yo no quiero nada que no sea el Cristo todo-inclusivo, el cual es mi vida y el constituyente del nuevo hombre.
En 3:15 Pablo dice: “Y la paz de Cristo sea el árbitro en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo Cuerpo”. En Efesios 2 se nos dice que en la cruz Cristo hizo la paz. Debemos permitir que esta misma paz arbitre en nosotros. Esto implica que debemos desechar nuestras opiniones. Los griegos deben olvidarse de su filosofía, y los judíos, de sus observancias. En lugar de dar tanta importancia a la filosofía y a las observancias, debemos prestar atención a la paz de Cristo que mora en nosotros. En la cruz, Cristo anuló las ordenanzas y abolió los conceptos filosóficos. Cristo abolió las diferencias que existían entre los pueblos, para crear en Sí mismo un solo y nuevo hombre. La paz que se produjo al abolirse las diferencias culturales, debe ahora arbitrar en nuestros corazones. Deberíamos permitir que esta paz sea el árbitro en nuestro interior. Cuando la paz de Cristo arbitre en nosotros, todas nuestras opiniones desaparecerán.
Esperamos que las iglesias en el recobro del Señor aumenten gradualmente en número. Sin lugar a dudas, personas de culturas y formaciones distintas entrarán en la vida de iglesia. Todas estas personas tendrán diferentes opiniones. Así que, en lugar de discutir por causa de nuestras opiniones, deberíamos dejar que la paz de Cristo sea el árbitro en nosotros. Espero que todos digamos: “Señor Jesús, te amo. Señor, no me importa mi opinión ni mi juicio; sólo me importa Tu paz. No quiero vivir por mis preferencias. Quiero que Tu paz sea el árbitro en mí, me gobierne y tome todas las decisiones”.
En 3:16 Pablo añade: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros”. Debemos permitir que la palabra de Cristo habite en nosotros. No debemos estar llenos de las tradiciones judías ni de la filosofía griega, sino de la palabras de Cristo. Nosotros somos recipientes que deben contener las palabras de Cristo, y no la filosofía ni la religión. Así que, debemos vaciarnos de estas cosas para que la palabra de Cristo nos llene. Si permitimos que la paz de Cristo sea el árbitro en nuestro interior y si somos llenos de la palabra de Cristo, tendremos al nuevo hombre en la práctica. Todos los santos de las iglesias en todo el recobro vivirán a Cristo en la esfera del nuevo hombre. Un día, el Cristo, nuestra vida, se manifestará en gloria, y nosotros también seremos manifestados con Él en gloria (3:4). Sin embargo, hoy debemos vivir por Él. Lo que nos interesa es Cristo como nuestra vida y como el constituyente del nuevo hombre, y no nuestro trasfondo, cultura, opinión ni juicio. Deseamos que Su paz sea el árbitro en nosotros y que Su palabra nos llene.
Hemos dicho en repetidas ocasiones que en el nuevo hombre no hay lugar para los judíos ni para los griegos, para la circuncisión ni incircuncisión, para los cultos ni los incultos, ni para los esclavos ni los amos (3:11). En el nuevo hombre, sólo hay lugar para Cristo. Por lo tanto, en el nuevo hombre, Cristo es el todo, y está en todos. Él es cada uno de los miembros del nuevo hombre, y Él está en todos ellos. Esto no debería ser una mera doctrina, sino nuestra experiencia de una manera práctica día a día. Espero que todos podamos experimentar plenamente al Cristo todo-inclusivo, al Cristo que es nuestro todo.