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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 36

EL CRISTO TODO-INCLUSIVO ES CONTRARIO A LA CULTURA

  Lectura bíblica: Col. 1:27-28; 2:2-4, 6, 8-9, 16-19; 3:3-4, 9-11

  Es difícil hablar acerca del tema de que Cristo es contrario a la cultura por el peligro de que esto se entienda conforme al concepto natural. Cuando decimos que Cristo es contrario a la cultura, no estamos diciendo que debamos abandonar nuestra cultura y que, por tanto, vivamos sin ninguna clase de cultura. Si tratáramos de abandonar nuestra cultura de esta manera, desarrollaríamos simplemente otra forma de cultura, la cultura de abandonar nuestra cultura. Debemos ver que sin la cultura la gente se convertiría en animales salvajes. Los que no tienen a Cristo ciertamente deben vivir conforme a la cultura.

LA INTENCIÓN DE DIOS

  En cuanto al tema de que el Cristo todo-inclusivo es contrario a la cultura, debemos entender que, conforme a la revelación completa de la Biblia, la intención de Dios consiste en forjarse a Sí mismo en Su pueblo escogido. Esta intención es el tema central de la revelación divina contenida en las Escrituras. Para que Dios pueda forjarse en nosotros, Él tiene que ser triuno. Es asombroso y maravilloso el hecho de que Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre, quien es la fuente, está corporificado en el Hijo, quien es la expresión del Padre. Cuando el Hijo viene, siempre viene con el Padre. Esto indica que el Padre no puede separarse del Hijo, ni el Hijo del Padre. El Hijo es la corporificación, realidad y expresión del Padre. Mediante el proceso de la muerte y la resurrección, el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), el Espíritu Santo que imparte la vida. Por consiguiente, el Espíritu es el Hijo hecho real a nosotros, tal como el Hijo es la corporificación del Padre.

  El Padre, el Hijo y el Espíritu no son tres Dioses, sino un solo Dios en Su tri-unidad. Puesto que Dios es triuno, Él puede impartirse en nosotros. Dios vino a nosotros en el Hijo por medio de la encarnación de Cristo. Cristo murió en la cruz para redimirnos y poner fin a la vieja creación. Luego, en la resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Por una parte, Cristo está sentado en el trono en los cielos como Cabeza y Señor de todos; por otra, Él mora como Espíritu en nosotros para ser nuestra vida. Como Espíritu vivificante, Cristo es nuestra provisión de vida, y Él es para nosotros la realidad de todas las cosas positivas.

  El Dios Triuno es el Espíritu todo-inclusivo y, como tal, Él se está forjando en nuestro ser. La parte más profunda de nuestro ser es nuestro espíritu, al cual le circundan el alma y el cuerpo. El cuerpo humano contiene el alma, y el alma contiene el espíritu, el cual es un vaso creado para recibir a Dios y contenerlo a Él. Cristo como Espíritu procesado, todo-inclusivo y vivificante está en nuestro espíritu, y desea extenderse a todas las partes de nuestra alma hasta llegar a saturar nuestro cuerpo, a fin de hacernos absolutamente iguales a Él. Cuando esto ocurra, todo nuestro ser será saturado de Él mismo. Ésta es la salvación de Dios conforme a Su economía.

LA CULTURA NOS IMPIDE EXPERIMENTAR A CRISTO

  Son muchas las cosas que nos impiden experimentar la plena salvación que Dios nos brinda. Dos de los obstáculos más evidentes son el pecado y la mundanalidad. Sin embargo, el impedimento más sutil es la cultura. La cultura impide que los escogidos de Dios experimenten a Cristo y lo disfruten. El Cristo todo-inclusivo es contrario a la cultura. No obstante, no estamos diciendo que deberíamos abandonar nuestra cultura y actuar como bárbaros. De ninguna manera estamos animando a nadie a actuar como si no tuviera cultura. Los que no tienen a Cristo ciertamente necesitan la cultura. Los niños, mientras crecen, no sólo necesitan la cultura, sino también la ley. Pero después de haber recibido a Cristo, no deberíamos permitir que nuestra cultura limite a Cristo y nos impida experimentarlo. Antes de recibir a Cristo, todos necesitamos la cultura; pero después de haberlo recibido, deberíamos vivir según Cristo, y no según la cultura. No pensemos que la cultura es innecesaria. La cultura ayuda a preservar, regular y mejorar a la gente. No obstante, una vez que Cristo haya entrado en nosotros, debemos empezar a vivir por Cristo de manera práctica. El problema es que nuestra cultura limita a Cristo.

  Hemos visto que la intención de Dios consiste en forjar a Cristo en Su pueblo escogido. Dios usa la cultura para preservar a los hombres hasta que ellos reciban a Cristo. Antes de recibir a Cristo, los niños deben ser educados conforme a la cultura y estar bajo la ley. No diga jamás que los niños pequeños no necesitan la cultura. Por el contrario, usted debe enseñarles a honrar a sus padres, a amar a los demás y a compartir sus pertenencias con los demás. Finalmente, cuando obtengan cierto grado de madurez, ellos decidirán si recibirán a Cristo. Entonces, necesitaremos ayudarles a crecer en Cristo y con Cristo. Poco a poco podemos ayudarles a abandonar la cultura y volverse a Cristo. Con el tiempo, ellos vivirán según Cristo en lugar de vivir conforme a su cultura. Jóvenes, no proclamen que han abandonado su cultura; más bien, testifiquen a los demás que ustedes han recibido a Cristo y que ahora están viviendo a Cristo, cultivando a Cristo y produciendo a Cristo.

  Satanás en su sutileza usará cosas buenas, incluso cosas que Dios nos ha dado, para impedir que experimentemos a Cristo. Aun la Biblia ha sido usada por Satanás para impedir que las personas disfruten a Cristo. No obstante, nada nos aparta más de Cristo que la cultura. La cultura estorba especialmente a aquellos cristianos que verdaderamente aman al Señor. De hecho, cuanto mayor sea nuestro amor por Él, más la cultura nos impedirá experimentarlo.

  Tomemos por ejemplo el caso de Pedro. Aunque era pescador, él conocía bien la teología judía. Un día, Pedro fue inspirado y declaró que el Señor Jesús era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. El Señor respondió diciendo que Pedro había recibido esta revelación del Padre que está en los cielos. Luego, Él prosiguió a hablar de la edificación de la iglesia y de la cruz (Mt. 16:18, 24). En el libro de Hechos, vemos que Pedro fue usado por el Señor para establecer la primera iglesia local, la iglesia en Jerusalén. Sin embargo, aunque Pedro fue usado por el Señor de esta manera, todavía lo limitaba su cultura judía. Esto lo demuestra la experiencia que Pedro tuvo en Hechos 10. Mientras él oraba, su experiencia del Espíritu se encontraba limitada por sus conceptos naturales acerca de los gentiles. Pedro pensaba que los únicos que podían disfrutar a Cristo eran los judíos. Puesto que él era un judío típico, él consideraba a los gentiles, a la gente pagana, como cerdos. Esta actitud se debía a su cultura judía. Aunque Pedro era uno con el Señor, su experiencia de Cristo se hallaba limitada por su cultura. Así que más adelante, en Hechos 10, Pedro recibió la visión del gran lienzo “en el cual había de todos los cuadrúpedos y reptiles de la tierra y aves del cielo” (v. 12). De repente una voz le dijo: “Levántate, Pedro, mata y come”. Entonces Pedro contestó: “Señor, de ninguna manera; porque ninguna cosa profana o inmunda he comido jamás” (vs. 13-14). Pedro recibió esta visión tres veces. Mientras Pedro se preguntaba sobre el significado de esta visión, llegaron algunos gentiles adonde él estaba hospedado y preguntaron por él. La intención de Dios era que el disfrute de Cristo se expandiera de modo que incluyera a los gentiles. Para que esto sucediera, era necesario que Pedro hiciera a un lado su cultura.

CRISTO REEMPLAZA LA CULTURA

  No obstante, no deberíamos tratar de abandonar nuestra cultura sin esta visión de Cristo. Pero una vez que recibamos esta visión, debemos desechar nuestra historia cultural y no permitir que ésta reemplace a Cristo o lo restrinja. Una vez que Cristo viene a nosotros, nuestra cultura debe ser desechada; pero no deberíamos tratar de abandonar nuestra cultura aparte de Cristo. En realidad, lo que nos preocupa no es la cultura, sino que podamos experimentar a Cristo. Lo que estamos diciendo es que, debido a que hemos recibido a Cristo, no debemos permitir que la cultura llegue a reemplazarlo. En Cristo, tenemos la libertad de echar a un lado nuestra cultura a fin de aumentar nuestra capacidad para disfrutar al Señor. Debemos cederle a Cristo todo el espacio en nuestro interior. Si le cedemos toda nuestra capacidad interior, espontáneamente Cristo reemplazará la cultura que está dentro de nosotros. No obstante, es muy perjudicial abandonar la cultura sin contar con Cristo. Pero una vez que Cristo viene a nosotros, debemos decirle al Señor que deseamos que Él posea y ocupe todo el espacio dentro de nosotros.

  La cultura es un gran estorbo que nos impide experimentar a Cristo. En Su recobro, el Señor ciertamente nos ha visitado. Lo que nos impide disfrutarle, no es tanto el pecado o la mundanalidad, sino la cultura. Sin que estemos conscientes de ello, la cultura nos impide experimentar a Cristo. Muchos santos llevan años deseando experimentar más de Cristo. Sin embargo, la experiencia que tienen de Él no se ha ampliado. La cultura es el factor que impide que nuestro disfrute de Cristo sea mayor. La cultura dentro de nosotros nos impide espontáneamente experimentar verdaderamente a Cristo. En las reuniones tal vez declaremos que Cristo es nuestra vida y que la iglesia es gloriosa. Sin embargo, cuando regresamos a nuestra casa después de la reunión, vivimos automáticamente conforme a nuestra cultura, y no según Cristo. El principio que gobierna la vida que llevamos en nuestra casa no es Cristo, sino nuestra cultura. En las reuniones, todos podemos vernos iguales mientras participamos en las mismas alabanzas y aspiraciones, pero fuera de las reuniones somos diferentes en nuestros conceptos y comportamiento culturales. Puede ser que hagamos ciertas cosas o nos abstengamos de hacerlas conforme a la influencia de la cultura. Así, nuestra vida es regulada y gobernada por la cultura, y no por Cristo. Los que tienen una formación china viven conforme a la cultura china, y los estadounidenses viven conforme a la cultura de Estados Unidos.

  Supongamos que cierto hermano experimenta problemas con su esposa. En su desesperación, él ora al Señor y le pide cómo podría llegar a ser la clase de esposo que se describe en Efesios 5. Tal vez otro hermano trate de animarlo a que tome a Cristo como su vida y persona. Sin embargo, puede ser que el primer hermano reconozca que, a pesar de haber escuchado muchos mensajes acerca de vivir por Cristo, no sabe cómo tomar a Cristo como su vida y como su persona. Esto indica que durante años, este hermano ha hecho a Cristo a un lado y ha vivido por su cultura. En los momentos difíciles él se ve obligado a acudir al Señor, pero poco después, espontáneamente vuelve a su cultura.

  El principio es el mismo con todos nosotros. A pesar de que hemos oído mensajes acerca de Cristo como nuestra vida y nuestra persona, en nuestra vida diaria vivimos conforme a nuestra cultura. Mientras cantamos y alabamos al Señor en las reuniones de la iglesia, es posible que nos ajustemos al ambiente de las reuniones. Sin embargo, en nuestra casa tal vez seguimos viviendo conforme a nuestra cultura. Es por eso que el Señor nos ha puesto una carga pesada para que todos los santos que están en el recobro del Señor aprendan a tomar a Cristo como su vida y persona de una manera práctica, de tal modo que esto reemplace su cultura. Repito una vez más que lo que importa no es que abandonemos nuestra cultura, sino que tomemos a Cristo como nuestra vida y como nuestra persona, de modo que esto reemplace nuestra cultura cada día, cada hora y aun cada momento. Si hacemos esto, viviremos verdaderamente por Cristo, y no por nuestra cultura.

VIVIR CONFORME A NUESTRA CULTURA EN LUGAR DE VIVIR SEGÚN CRISTO

  Tal vez usted se pregunte cuál es la diferencia entre vivir conforme a la cultura y vivir según Cristo. En la iglesia, encontramos santos de diferentes culturas, y conforme a su cultura, algunos santos son abiertos, francos e impetuosos; les cuesta mucho trabajo guardar algo en secreto. Pero, por otro lado, carecen de paciencia. Otros santos con una formación distinta, pueden ser reservados e impenetrables. Es muy difícil que los demás sepan lo que ocurre en el interior de ellos o lo que sienten con respecto a ciertos asuntos. Aun es posible que otros, con una formación cultural diferente a las anteriores, no expresen nada. No puede uno darse cuenta si tales personas están contentas con uno o están disgustadas. Aun después de que todas estas personas de distintas culturas son salvas y comienzan a buscar al Señor, siguen conservando sus características culturales e incluso las introducen en la vida de iglesia. El problema es que en la iglesia todos viven mucho más según su cultura que conforme a Cristo. Aunque aman al Señor Jesús, siguen viviendo de acuerdo con su cultura. No importa cuál sea su cultura, no le dejan suficiente espacio a Cristo dentro de ellos. Por consiguiente, día a día lo que más se destaca en la vida de iglesia es la cultura y no Cristo. Al respecto sentimos una profunda carga. Debemos preguntarnos dónde está Cristo en nuestra vida de iglesia práctica y cotidiana.

  El problema que había en Colosas no era el pecado, como sucedía en Corinto, ni la ley ni el judaísmo, como pasaba en Galacia. El problema que había en Colosas era la cultura. Algunos aspectos de la cultura, tales como la filosofía, las tradiciones y los principios rudimentarios del mundo, se habían forjado en los santos y habían llegado a reemplazar a Cristo en su vida diaria. En Colosas la cultura se había convertido en un sustituto de Cristo. Cristo no tenía suficiente espacio en la vida diaria de los creyentes. Por consiguiente, Pablo escribió la Epístola a los Colosenses para hacer frente a este problema.

UNA VISIÓN DEL CRISTO TODO-INCLUSIVO

  Creo que éste es el momento más propicio para dar mensajes que hablen de cómo Cristo es contrario a la cultura. Es de vital importancia que todos nosotros tengamos una visión de lo todo-inclusivo que es Cristo. Cristo debe llegar a ser nuestro todo en nuestra vida diaria. El Cristo que es la expresión de Dios y el misterio de la economía de Dios vive ahora en nosotros. El Cristo que mora en nosotros no es un Cristo pequeño ni limitado, sino Aquel que es la imagen del Dios invisible, la corporificación de la plenitud de Dios y el enfoque central de la economía de Dios. Tal Cristo mora ahora en nosotros y espera la oportunidad de extenderse en todo nuestro ser. Debemos vivir por Él momento a momento. En nuestro vivir, no debemos darle cabida alguna a la cultura; antes bien, debemos cederle todo el espacio que hay en nosotros al Cristo todo-inclusivo, quien mora en nosotros como nuestra esperanza de gloria. Si tenemos esta visión del Cristo todo-inclusivo que mora en nosotros, automáticamente renunciaremos a nuestra cultura. Anteriormente, Cristo era reemplazado por la cultura, pero una vez que recibamos esta visión, la cultura presente dentro de nosotros será reemplazada por Cristo.

  El Cristo que es la imagen de Dios es el misterio de la economía de Dios y el misterio de Dios mismo. Como corporificación de Dios, Él es la realidad de todas las cosas positivas del universo. No obstante, para la mayoría de los cristianos de hoy, todas estas palabras maravillosas son como un idioma extranjero.

  No debemos dejarnos engañar con palabras persuasivas ni permitir que nadie nos lleve cautivos por medio de la filosofía, tradiciones o cultura humanas. Lo único que nos debe preocupar es Cristo. Cristo debe ocuparnos, poseernos y controlarnos. En nuestro ser interior, no debe haber ningún espacio para la filosofía ni para los principios rudimentarios del mundo. Cada parte de nuestro ser interior debe ser ocupada por Cristo y con Cristo. Para nosotros, Cristo es el verdadero Dios, la verdadera comida, la verdadera bebida, el verdadero vestido y el auténtico sábado. Él es la realidad de todas las cosas positivas. Por consiguiente, en nuestro ser no debemos dar cabida a ninguna cosa que no sea Cristo.

NO DEBEMOS PERMITIR QUE NADIE NOS PRIVE DE NUESTRO PREMIO

  En 2:18 Pablo nos exhorta a que no permitamos que nadie nos defraude y así nos prive de nuestro premio. Nuestro premio es el pleno disfrute de Cristo. Incluso los que llevamos años en el recobro del Señor no disfrutamos a Cristo de una manera plena. Hemos sido privados de esto. A medida que recibamos la visión del Cristo todo-inclusivo, recuperaremos nuestro premio. Si tenemos esta visión, nadie podrá privarnos del pleno disfrute de Cristo. Cuando lo disfrutamos de esta manera, nos damos cuenta de que Cristo es nuestra realidad. Esto lo expresa la estrofa de un himno que habla de la experiencia de Cristo como realidad:

  Cristo es mi Dios y mi Señor real, Cristo es mi vida y mi luz real; Cristo es comida y bebida real, Mi vestidura y poder real.

  Himnos, #210

  Puesto que Cristo es tal realidad para nosotros, debemos vivir por Él, y no por la cultura.

CRISTO NUESTRA VIDA Y EL CONSTITUYENTE DEL NUEVO HOMBRE

  En 3:3 y 4 vemos que Cristo, quien es el enfoque central de la economía de Dios y la realidad de todas las cosas positivas, es nuestra vida. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Esto significa que hoy en día nosotros vivimos en Dios. Como nuestra vida, Cristo es el constituyente del nuevo hombre. Puesto que Cristo es el único constituyente del nuevo hombre, en el nuevo hombre no hay lugar para los griegos ni para los judíos, ni para estadounidenses ni chinos, circuncisión ni incircuncisión, esclavos ni libres. En el nuevo hombre, el Cristo que es nuestra vida es el todo y en todos. Tal Cristo todo-inclusivo es contrario a la cultura.

  Yo espero que esta visión produzca una profunda aspiración dentro de nosotros. Debemos orar: “Señor Jesús, quiero que Tú tomes el control de mi ser, quiero que Tú me llenes y me poseas. Quiero cederte todo el espacio en mi ser. Señor, no quiero que nada me limite y me impida experimentarte. Quiero disfrutarte sin ningún tipo de limitación, restricción o confinamiento. Señor, sólo te deseo a Ti, y no la cultura. Quiero vivir por Ti, y no por ninguna clase de cultura”.

VIVIR A CRISTO

  No es necesario que nos propongamos llevar cierta clase de vida cristiana. Hoy Cristo es el Espíritu todo-inclusivo y vivificante que mora en nosotros. Este Espíritu es el Dios Triuno procesado que mora en nosotros. No debemos esforzarnos por ser amorosos, amables o bondadosos. Esto no es vivir a Cristo. En lugar de proponernos hacer ciertas cosas, deberíamos simplemente vivir por el Cristo que ahora es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Deberíamos decirle: “Señor, no sé lo que significa ser amable, humilde o bondadoso. Lo único que me importa es vivirte”. Cuando un hermano se siente tentado a discutir con su esposa, debería decir: “Señor, ¿deseas Tú discutir con mi esposa? Si Tú quieres hacerlo, entonces seré uno contigo en esto”. Del mismo modo, cuando usted esté a punto de hablar con sus hijos, debe decirle al Señor que en cuanto a esto usted quiere vivirlo a Él y que desea ser uno con Él, mientras Él toma la iniciativa de hablar con sus hijos. Esto es vivir a Cristo. De nada sirve que nos propongamos actuar de una manera determinada. Esto sencillamente no funciona. Simplemente, lo que necesitamos es vivir a Cristo.

PERSEVERAR EN LA ORACIÓN

  En 4:2 Pablo nos exhorta a perseverar en la oración. Pablo pretendía que nos olvidáramos de todas las necesidades prácticas de la vida diaria y que simplemente nos dedicáramos a la oración. Lo que él estaba diciendo era que debíamos orar con el propósito de vivir a Cristo en todo lo que hacemos a diario. Como ya hemos dicho, deberíamos orar mientras estamos a punto de conversar con nuestro cónyuge o con nuestros hijos. Al orar, podemos decir: “Señor, soy uno contigo, y Tú eres uno conmigo. Señor, estoy a punto de hablar con mis hijos. Señor, ¿quieres Tú tomar la iniciativa en esto?” Esto es lo que significa perseverar en la oración, orar sin cesar.

  En realidad, vivir a Cristo tiene mucho que ver con la oración. Para vivir por Cristo debemos orar. Si usted decide salir de compras, pregúntele al Señor si a Él le agradaría acompañarlo. Antes de comprar algo, pregúntele si a Él le place hacer esa compra. Deberíamos consultar al Señor hasta en los detalles más mínimos. Hacer esto es perseverar en la oración y, por ende, vivir a Cristo. La manera de vivir a Cristo consiste en orar a Él todo el día.

  Si vivimos a Cristo de esta manera, Él tendrá mucho lugar en la vida de iglesia. Entonces, tendremos una vida de iglesia que está desligada de la cultura. Sin importar cuál sea la cultura en la que hayamos crecido, viviremos según Cristo, y no conforme a la cultura. De esta manera, creyentes de distintos trasfondos llegarán a ser iguales, no en la cultura, sino en el hecho de que viven a Cristo. Ésta es la vida apropiada de iglesia, la vida corporativa en la cual Cristo es expresado. En esta genuina vida de iglesia, somos llenos, empapados y saturados de Cristo; ya no existe más el pecado, la mundanalidad, el yo, la carne ni la cultura. Lo único que permanece es Cristo: el Cristo todo-inclusivo que es contrario a la cultura.

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