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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 37

CRISTO EN VOSOTROS

  Lectura bíblica: Col. 1:27; Jn. 14:17, 20, 23; 15:4-5; Ro. 6:3; 8:9-11; 1 Co. 1:30; 6:17; 2 Co. 13:5; 2 Ti. 4:22a

  La economía de Dios consiste en forjar a una persona maravillosa en nuestro ser. Esta persona es el Cristo todo-inclusivo, quien es la realidad de todas las cosas positivas que hay en el universo. Cristo es el Primogénito de toda creación. Él es tanto Dios como hombre, porque Aquel que era el Dios eterno se encarnó en un momento determinado. Por tanto, Cristo es el verdadero Dios y el verdadero hombre. Él posee todos los atributos divinos y las virtudes humanas. Él es la realidad de: el amor, la vida, la luz, la gracia, la humildad, la paciencia, el poder, la misericordia, la sabiduría, la justicia y la santidad.

CRISTO ES DADO A NOSOTROS PARA QUE LO DISFRUTEMOS Y EXPERIMENTEMOS

  Cristo está estrechamente vinculado con la creación. Colosenses 1:16 dice: “En El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El”. Además, 1:17 dice: “Todas las cosas en El se conservan unidas”. Así como los radios de una rueda se mantienen unidos o tienen cohesión por estar adheridos al eje de la rueda, de la misma manera toda la creación se conserva unida en Cristo.

  Primero se consumó la obra de la creación y después Cristo se hizo hombre, lo cual constituyó el primer paso del largo proceso por el cual pasó. Como hombre, Él vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. ¡Cuán maravilloso es que el Dios infinito vivió en la casa de un carpintero de una pequeña ciudad! De esta manera, Dios quedó confinado y limitado. Después de que Cristo pasó por el vivir humano con sus sufrimientos, pruebas y tentaciones, Él fue crucificado en la cruz. Su muerte fue maravillosa y todo-inclusiva. Después de ser sepultado, se dio un paseo por la región de la muerte, y luego salió en resurrección. Después de Su resurrección, Cristo ascendió a los cielos, donde fue entronizado, coronado y hecho Señor y Cabeza de todo.

  Cristo, en Su resurrección, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Todo por lo que Cristo atravesó, todo lo que es, y todo lo que logró, obtuvo y alcanzó constituyen los ingredientes que se mezclaron con Él haciendo que Él sea el Espíritu todo-inclusivo. Como tal, Él descendió sobre Su Cuerpo en el día de Pentecostés. En este Espíritu, se halla Dios, el hombre, la encarnación, el vivir humano, la redención, la eficacia de la muerte de Cristo, el poder de Su resurrección, la vida de resurrección, la ascensión, la entronización, la autoridad de la Cabeza, el señorío. Ésta es la persona todo-inclusiva que Dios desea forjar en nosotros, con miras al cumplimiento de Su economía. La impartición del Cristo todo-inclusivo en nosotros tiene como fin que se cumpla el propósito y plan eterno de Dios. Éste es nuestro Cristo, Aquel que amamos y disfrutamos.

  La Biblia revela que Dios es triuno: Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu. Si leemos la Biblia atentamente, veremos que el Padre está en el Hijo (Jn. 14:10), e incluso que el Hijo es llamado el Padre (Is. 9:6). Aquellos que han visto al Hijo, también han visto al Padre. Asimismo, el Hijo ha llegado a ser el Espíritu de realidad, lo cual indica que el Hijo es hecho real en nosotros como Espíritu. Cuando el Dios Triuno llega a nosotros, viene como el Espíritu todo-inclusivo. Nuestro Cristo se nos ha dado como este Espíritu a fin de que lo experimentemos y lo disfrutemos hoy.

EN CRISTO

  En 1 Corintios 1:30 se nos dice que por Dios estamos en Cristo Jesús. Anteriormente, por nuestro nacimiento, estábamos en Adán. Pero Dios, el Padre, nos trasladó de Adán a Cristo. En el momento en que creímos en el Señor Jesús e invocamos Su nombre, fuimos trasladados de Adán a Cristo. Es por eso que después de haber creído en Cristo, fuimos bautizados. Usando las mismas palabras de Romanos 6:3, fuimos bautizados en Cristo Jesús.

CRISTO VIVE EN NOSOTROS

  El hecho de estar ahora en Cristo es algo maravilloso y glorioso. Sin embargo, esto no deja de ser un asunto de posición. Esta posición nos da efectivamente el derecho y el privilegio de participar en todo lo que Cristo es. Sin embargo, además de tener este derecho y privilegio, debemos permitir que Cristo viva en nosotros. Ahora que estamos en Cristo, Cristo quiere vivir en nosotros. Esto ya no es un asunto de posición sino de experiencia y disfrute. El hecho de estar en Cristo es un asunto de posición; el hecho de que Cristo esté en nosotros es un asunto de experiencia y disfrute. La medida en la que disfrutemos a Cristo depende de la medida en que Él viva en nosotros.

  Si no estuviésemos en Cristo, Él no podría estar en nosotros. Conforme al Nuevo Testamento, el hecho de que Cristo esté en nosotros se basa en el hecho de que nosotros ahora estamos en Él. En Juan 15:4, el Señor Jesús dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. Si permanecemos en Cristo, Él permanecerá en nosotros. Una vez más, vemos que el hecho de estar en Cristo es un asunto de posición, mientras que el hecho de que Cristo esté en nosotros es un asunto de experiencia y disfrute. Mi carga en este mensaje no es decirles que estamos en Cristo, sino hacerles saber que Cristo está en nosotros. El simple hecho de saber que estamos en Cristo no nos brinda la experiencia de Cristo ni el disfrute de Cristo. Sin embargo, esta posición sí nos concede el derecho y el privilegio de reclamar el disfrute y experiencia de Cristo.

  Debemos tener la confianza de decir que estamos completa, absoluta y totalmente en Cristo. Con respecto a nuestra posición en Cristo, podemos estar seguros de que estamos absolutamente en Él. Por ejemplo, cualquier ciudadano estadounidense es un ciudadano de manera total, completa y absoluta. Su ciudadanía no es parcial ni condicional. No obstante, el disfrute que tenga de Estados Unidos depende de qué tanto de Estados Unidos haya entrado en él. Él está en Estados Unidos, ¿pero qué tanto de Estados Unidos se encuentra en él? Una persona de otro país puede obtener la ciudadanía estadounidense por naturalización. De este modo, él llega a ser completamente un estadounidense por ciudadanía. No obstante, es posible que aún conserve muchas cosas de su país de origen. Esto indica que a pesar de que él está en Estados Unidos, no mucho de Estados Unidos ha entrado en él. Interiormente, él sigue añorando muchas cosas de su país natal. Aplicando el mismo principio, nosotros estamos absolutamente en Cristo, pero Él está en nosotros solamente de manera relativa y condicional. En realidad, en nuestra experiencia, no tenemos mucho de Cristo en nosotros. En una gran medida, todavía nuestra cultura nos ocupa y nos posee. Aunque llevemos muchos años en la vida de iglesia en el recobro de Señor, dentro de nosotros todavía la iglesia debe tener mucho más cabida en nosotros. Lo mismo se aplica a Cristo. Aunque tal vez llevemos mucho tiempo en Cristo, en nuestra experiencia todavía no hay mucho de Él en nosotros.

LA CULTURA NOS OCUPA

  Debemos entender claramente lo que significa decir que Cristo es contrario a la cultura. A pesar de que Cristo está en nosotros, la cultura ocupa aún más espacio. Estamos llenos de muchas cosas que no son Cristo. Algunas de ellas son nuestros gustos y disgustos, nuestras preferencias y elecciones, nuestra pecaminosidad y mundanalidad. Cuanto más de Cristo nos sea ministrado como gracia, más se eliminarán aquellas cosas que nos ocupan. Sin embargo, aunque muchas cosas pecaminosas y mundanas pueden ser eliminadas fácilmente, nuestra cultura aún persiste, no importa cuánta gracia sea ministrada a nuestro ser.

  Todo aquello en nosotros que no sea Cristo, nos impide experimentarle y disfrutarle genuinamente. Esto se aplica especialmente a los elementos culturales que hay en nosotros. Durante los años que llevamos en la vida de iglesia, muchas cosas fueron eliminadas de nosotros a medida que nos era añadida la gracia. No obstante, hay algo que persiste en nosotros de una manera muy sutil, ese algo es la cultura.

  Es difícil discernir el elemento de la cultura en nosotros y condenarlo. Debido a que no identificamos nuestra cultura debidamente, no la discernimos fácilmente. Aunque condenemos los elementos pecaminosos y mundanos presentes en nosotros, es probable que no condenemos nuestra cultura. Tal vez nuestra cultura es muy dominante, y no estamos conscientes de ello. Incluso quizás pensemos que no estamos bajo la influencia de la cultura. Pero toda persona, mientras viva, tendrá su cultura. Mientras usted viva y haya dejado de ser un bebé, tendrá su cultura.

LA CULTURA QUE HEMOS ELABORADO Y LA CULTURA QUE HEMOS HEREDADO

  No solamente poseemos la cultura de nuestro país, sino también la cultura que nosotros mismos hemos creado. Sin que estemos conscientes de ello, todos tenemos cierta clase de cultura que hemos elaborado. Esta cultura no solamente se compone de ciertas prácticas por las cuales nos conducimos diariamente, sino que además se ha convertido en la norma de nuestro vivir. Siempre que tengamos esta norma, eso indica que nos encontramos bajo la influencia de nuestra cultura. La cultura no simplemente tiene que ver con la manera en que comemos o cosas semejantes. La cultura principalmente implica ciertas normas. Interiormente, cada uno de nosotros tiene en su mente una imagen de la clase de persona que debería ser. Ésta es una cultura fabricada por nosotros mismos, la norma por la cual nos conducimos diariamente.

  Cuando Dios llamó a Abraham, no le dio un mapa; más bien, la presencia del Señor era el mapa viviente que Abraham tenía. Sin embargo, hoy la mayoría de los cristianos prefieren tener cierta clase de “mapa” que los guíe cada día. Este “mapa” se va dibujando subconscientemente según las normas que ellos han establecido para su vivir. Día a día, ellos “guían su vehículo” basándose en este “mapa”. Cada vez que tenemos tal “mapa”, automáticamente echamos al Señor a un lado, debido a que nuestras normas lo reemplazan. Debido a las normas que nosotros mismos hemos elaborado para la vida cristiana, no vemos la necesidad de buscar al Señor, de tener contacto con Él ni de confiar en Él. En lugar de ello, vivimos conforme a nuestras propias normas. Algunos tal vez digan que todos los días oran al Señor y le piden Su ayuda. En efecto, ellos piden al Señor que los ayude, pero la ayuda que buscan es la que les permite cumplir los requisitos de su norma. Esto es muy diferente de pedirle al Señor que nos guíe conforme a Su persona. En lugar de ello, nosotros tenemos nuestras propias normas y después le pedimos al Señor que nos ayude a vivir conforme a ellas. Esto es lo que significa vivir según la cultura que nosotros mismos hemos elaborado.

  Aparte de la cultura que nosotros mismos hemos creado, también tenemos la cultura que subconscientemente hemos ido acumulando a través de la influencia de nuestro entorno y nuestra crianza. Desde la niñez, muchos han sido enseñados a ser honestos, humildes, amables y bondadosos. Esta cultura forma parte de su ser y espontáneamente viven conforme a ella. Puede ser que aquellos que tienen esta cultura amen al Señor y estén en la vida de iglesia. No obstante, en lugar de vivir a Cristo, ellos viven por su cultura. Podemos vivir por la cultura que hemos heredado o por la cultura que nosotros mismos fabricamos. En ambos casos, nuestro ser es ocupado y poseído por la cultura, y no por Cristo.

  Debido a que consideramos que nuestra cultura es buena, no la condenamos. ¿Quién condenaría la norma que tiene para llevar una buena vida matrimonial? Así que, en lugar de condenar nuestra cultura, la valoramos y la apreciamos. Sentimos un profundo aprecio por las cosas buenas que hemos heredado. Así pues, vivimos automáticamente por nuestra cultura. A pesar de que la gracia que nos ha sido suministrada en la vida de iglesia desecha muchas cosas de nosotros, nuestra cultura aún permanece. Satanás, en su sutileza, usa nuestra cultura para impedir que disfrutemos y experimentemos a Cristo. Ahora que Cristo ha entrado en nosotros y vive en nosotros, debemos condenar firmemente la cultura que hemos heredado o la que hemos elaborado nosotros mismos, la cual nos impide experimentarle. Debemos condenar nuestra cultura de la misma manera que condenamos las cosas pecaminosas y mundanas. Puesto que nuestra cultura forma parte de nuestra constitución, necesitamos que la luz celestial brille sobre nosotros para exponerla. Bajo este resplandor, podremos decir: “Satanás, desapruebo tu sutileza. Antes de que Cristo entrara en mí, necesitaba vivir por la cultura; pero ahora necesito vivir por Cristo. Por tanto, aborrezco la cultura que está en mí y la condeno porque me impide disfrutar Cristo”.

VIVIR POR EL ESPÍRITU MEZCLADO

  Es crucial ver que Dios no quiere nada que no sea Cristo. Si tenemos esta visión, desecharemos nuestra norma y anhelaremos ser uno con el Señor en nuestro espíritu, momento a momento. El Cristo todo-inclusivo está ahora en nuestro espíritu. En 1 Corintios 6:17 se nos dice que el que se une al Señor es un espíritu con Él. En 2 Timoteo 4:22 Pablo dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Nuestra norma no debería ser la cultura que hemos heredado ni la cultura que hemos elaborado nosotros mismos; nuestra norma debe ser la unidad que experimentamos con el Señor en nuestro espíritu. No intente ser una buena esposa o un buen esposo; simplemente sea un solo espíritu con el Señor. Entonces usted vivirá a Cristo debido a que es realmente Cristo quien vive en usted.

  Dios nos puso en Cristo. Si vemos que nuestra cultura nos impide experimentar al Cristo que mora en nosotros, comprenderemos que el Señor mora en nuestro espíritu como el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, y que somos un solo espíritu con Él. Necesitamos vivir por el espíritu mezclado, tomándolo como nuestra norma. Si permitimos que Cristo viva en nosotros cada día, espontáneamente viviremos por Él. De esta manera, Cristo reemplazará nuestra cultura.

CRISTO, Y NO LAS NORMAS CULTURALES

  El problema de los santos de Colosas era que la mayoría de ellos habían sido engañados, apartados de Cristo y llevados cautivos por la filosofía y las observancias religiosas. Ellos habían tomado la filosofía y las observancias como su norma y vivían por ella. Esta norma les impidió disfrutar y experimentar a Cristo. Fue por eso que Pablo los exhortó a no permitir que nadie los privara de su premio (2:18).

  El principio es el mismo hoy en día. El enemigo que está en nosotros es muy sutil. Todos nosotros tenemos ciertas normas, ya sea heredadas o elaboradas por nosotros mismos. Puesto que dichas normas son buenas, no las condenamos. No obstante, estas normas positivas no son Cristo mismo. Dios no desea el bien que nosotros podamos producir; lo único que Él quiere es Cristo. A los ojos de Dios, lo único que cuenta es Cristo. La intención de Dios consiste en forjar a Cristo en nosotros a fin de que podamos disfrutarlo plenamente. Cuando Cristo encuentre en nosotros plena libertad para ser nuestro disfrute y nuestra experiencia, la cultura habrá sido eliminada de nosotros.

  Éste es el momento propicio en que todos los que estamos en las iglesias escuchemos este mensaje, recibamos esta visión y condenemos nuestras normas culturales. Entonces comprenderemos que lo que Dios desea es Cristo y que Cristo hoy es el Espíritu vivificante que está mezclado con nuestro espíritu. En lugar de vivir conforme a cierta norma, simplemente debemos vivir por el Cristo que mora en nuestro espíritu. A medida que vivimos en el espíritu, debemos permitir que Cristo tenga plena libertad en todo nuestro ser. Entonces, le disfrutaremos, le experimentaremos y seremos liberados de nuestra cultura.

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