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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 39

VIVIR A CRISTO

  Lectura bíblica: Col. 2:13; 3:4; Jn. 6:57; 14:19; 15:4-5

  Mientras el Señor Jesús estuvo en la tierra, no vivió por Su vida humana. Aunque, como hombre, Él era una persona perfecta y completa, y tenía Su propia vida, vivió por la vida del Padre, y no por Su vida humana. Puesto que la vida del Padre es divina y eterna, el Señor Jesús vivió por la vida divina. Tanto el Padre como Él tenían una sola vida y un solo vivir. El Hijo vivía por la vida del Padre porque la intención del Hijo era expresar al Padre. Puesto que el Hijo es la imagen, la expresión, del Padre, y puesto que vivió por el Padre, el Hijo expresa plenamente al Padre. Aunque el Hijo vive, es el Padre quien es expresado.

  En Juan 6:57 el Señor Jesús dijo claramente que el Padre viviente le había enviado y que Él vivía por el Padre. El Padre envió al Hijo, y el Hijo vivió en la tierra por el Padre, por causa del Padre, o mediante el Padre. Yo prefiero decir simplemente que el Hijo vivía al Padre, porque el Padre era la vida del Hijo.

  La Biblia revela que el Hijo es una semilla que ha de ser multiplicada en los creyentes. Según Juan 12:24, el grano de trigo debe caer en la tierra y morir para producir muchos granos en resurrección. Mientras el Señor Jesús anduvo en la tierra, vivió la vida del Padre. Ahora, después de Su resurrección, Él ha llegado a ser nuestra vida. Él desea que vivamos Su vida, y no nuestra propia vida natural. Como individuos, todos tenemos nuestra propia vida. Pero Dios, en Su economía, no quiere que vivamos nuestra vida natural; desea que vivamos a Cristo. Así como Cristo vivió al Padre, nosotros también debemos vivir a Cristo.

LA CULTURA ES CONTRARIA A CRISTO

  Hemos mencionado que Cristo es contrario a nuestra cultura. La cultura que nosotros mismos hemos elaborado y nos hemos impuesto, así como la cultura que hemos heredado, pueden ser excelentes, pero mientras no sean Cristo mismo, constituirán un estorbo que nos impedirá experimentar, disfrutar y vivir a Cristo. Para ver esto claramente, necesitamos una visión celestial. Si tratamos de abandonar nuestra cultura sin haber visto que Cristo es nuestra vida y nuestro todo, lo único que lograremos es cambiar una clase de cultura por otra. Ser inculto también equivale a tener una cultura. Los que son cultos tienen una cultura, y los que son incultos tienen también su cultura, aunque de una índole muy distinta. Si nos percatamos de esto, entenderemos que no servirá de nada que simplemente determinemos abandonar nuestra cultura. Aparte de Cristo, todo lo que seamos o hagamos se relaciona de algún modo con la cultura. Cada ser humano tiene su propia cultura. Una cultura puede ser avanzada o subdesarrollada, refinada o burda; aun así, sigue siendo una cultura. Cuando el libro de Colosenses fue escrito, los griegos tenían su cultura y los judíos la suya. Durante los miles de años de historia, todos los pueblos de distintas razas y nacionalidades han tenido su cultura particular. Lo que queremos resaltar es que todas las distintas culturas son contrarias a Cristo y que Cristo es contrario a todas ellas. No importa de qué cultura se trate, ésta es contraria a Cristo. Aparte de Él, todo lo que sea producido y desarrollado por el hombre forma parte de la cultura.

LA INTENCIÓN QUE DIOS TIENE EN SU ECONOMÍA

  No debemos intentar de nuestra cuenta hacer nada con respecto a la cultura que yace en nuestro interior. Lo más importante es que tengamos la visión de la economía de Dios. La economía de Dios consiste en forjar en nosotros a la persona viviente y todo-inclusiva de Cristo. Según lo revelado en el libro de Colosenses, Cristo es la porción de los santos, el Primogénito de toda creación, la imagen del Dios invisible, la Cabeza del Cuerpo, el Primogénito de entre los muertos, Aquel en quien toda la plenitud se agradó en habitar, el misterio de la economía de Dios, el misterio de Dios, la realidad de todas las cosas positivas y el constituyente del nuevo hombre. Cristo lo es todo: Él es vida, luz, poder, fuerza, justicia, santidad, bondad y todos los demás atributos divinos y virtudes humanas. Debido a que Cristo es nuestro todo, Él es todo-inclusivo. La intención de Dios en Su economía es forjar a este Cristo todo-inclusivo en nosotros. Como Aquel que es todo-inclusivo, Cristo tiene los logros más elevados. Él ascendió a los cielos y fue exaltado al lugar más alto del universo. Ahora, Él está sentado a la diestra de Dios. Cristo fue entronizado y llegó a ser Señor y Cabeza de todos. Además, Él obtuvo todas las cosas, pues todo le pertenece. Esta persona con todo lo que ha logrado y obtenido es Aquel que Dios desea forjar en nuestro ser. ¿Cree usted sinceramente que esta persona todo-inclusiva y viviente ha sido forjada en usted? Dudo que sean muchos los cristianos, incluyendo a los que están en el recobro del Señor, que realmente crean esto.

NECESITAMOS QUE CRISTO SEA NUESTRA VIDA

  El Cristo todo-inclusivo debe llegar a ser nuestra vida (3:4). Si Cristo no llega a ser nuestra vida, entonces todo lo que es y todo lo que ha logrado y obtenido permanecen como hechos objetivos. Él sigue siendo lo que es, y nosotros seguimos siendo lo que somos. En estas condiciones, Él prácticamente no tiene nada que ver con nosotros, ni nosotros con Él. Por lo tanto, en nuestra experiencia diaria, Cristo debe ser nuestra vida. Sin embargo, quizás solamente hayamos recibido un conocimiento doctrinal de la Biblia acerca de que Cristo es nuestra vida, pero no vivamos por Cristo de una manera práctica cada día. En lugar de vivir por Cristo, vivimos demasiado tiempo por nuestra vida natural.

  Todos deberíamos reconocer que amamos nuestra propia vida, nuestra vida humana natural. Tal vez digamos que aborrecemos nuestra vida, pero en realidad la amamos mucho. Aun mientras usted testifica que odia su vida natural, en lo profundo de su ser, sigue apreciando su vida y en su estimación es mejor que la de los demás. Por ejemplo, quizás una hermana sienta interiormente que su vida es mejor que la de su esposo. Por supuesto, un hermano tendrá sentimientos semejantes respecto a su esposa. Sin excepción, todos tenemos un alto concepto de nuestra vida natural.

EL REFINAMIENTO DE LA VIDA NATURAL

  Además de tener en alta estima nuestra vida natural, todos nosotros estamos acostumbrados a usarla, es decir, vivimos conforme a ella. En el transcurso de los años, nos hemos acostumbrado a vivir por nuestra propia vida. Aun más, nos hemos esforzado por refinar nuestra vida natural. Mediante la educación que hemos recibido en nuestro hogar, nuestra vida natural ha sido refinada en cierta medida. El sistema educativo y la religión la han refinado aun más todavía. Incluso debemos reconocer que nuestra vida natural ha sido refinada a través de nuestra participación en la vida de iglesia local. Un hermano que lleve varios años en la vida de iglesia será mucho más refinado de lo que era antes de entrar en la vida de iglesia. Algunas de las personas más refinadas de este país se pueden encontrar en la vida de iglesia. No obstante, la iglesia debería acabar con la vida natural y sepultarla, en lugar de refinarla de esa manera. La mayoría de nosotros no hemos sido sepultados por la iglesia; antes bien, hemos sido refinados por ella. Tal vez antes de entrar en la vida de iglesia, usted era semejante a un trozo de cobre sin brillo, pero ahora, después de haber sido refinado por la vida de iglesia, usted es semejante a un trozo de cobre pulido y brillante. Aunque el cobre pulido se parezca al oro, no es oro. Del mismo modo, aunque nuestra vida natural sea muy refinada y pulida, no es Cristo. En las iglesias hay demasiado cobre pulido y muy poco oro; se ve demasiado la vida natural y no mucho de Cristo.

  A menudo los predicadores cristianos dan un consejo equivocado a la gente. Al respecto, parecen médicos que prescriben la medicina equivocada. En los primeros años de mi ministerio, yo les decía a los que estaban próximos a casarse que debían ser equilibrados y moderados. Les decía que el Señor usaría a su esposo o esposa y a sus hijos para moderarlos. Lamento haber dado esta clase de enseñanzas porque conducen al refinamiento de nuestra vida natural, y no a vivir por Cristo. En la primera etapa de mi ministerio, no podía discernir claramente entre el oro y el cobre que había sido refinado y pulido. Ahora, puedo ver que por más que se refine y se pula el cobre, no llegará a ser oro. Bajo el mismo principio, el hecho de refinar nuestra vida natural no la transformará haciéndola igual a Cristo. Lo que Dios desea es que vivamos a Cristo. Él no tiene la intención de refinar nuestra vida humana.

  Cuando no vivimos a Cristo, vivimos según nuestra propia filosofía. Cuando aconsejaba a los santos a ser equilibrados y moderados en su vida matrimonial, yo les estaba ministrando filosofía, y no las riquezas de Cristo. En aquella época, mi filosofía consistía en una mezcla de la Biblia y algunas enseñanzas éticas con las cuales me educaron. Por consiguiente, lo que les compartí a los santos acerca de la vida matrimonial era mera cultura, y no Cristo. En cierto sentido, mi filosofía era bastante buena. Yo podía defenderla basándome en algunos versículos del Nuevo Testamento que exhortan a las esposas a someterse a sus maridos, y a los maridos a amar a sus esposas. Incluso me parecía que de cierto modo mi filosofía superaba la de Confucio. Confucio nunca enseñó que una esposa debe ser equilibrada por su marido y que un esposo debe ser moderado al llevar la carga de cuidar a su esposa e hijos. Si examinamos la vida matrimonial aparte de Cristo, tal vez estaríamos de acuerdo con esta filosofía. No obstante, aun cuando esta filosofía sea correcta, no es Cristo, y sólo sirve para refinar nuestra vida natural.

MINISTRAR A CRISTO

  Incluso nosotros, que estamos en la vida de iglesia, no hemos visto adecuadamente la visión celestial de que Dios desea que vivamos a Cristo. Debido a nuestra falta de claridad respecto a esta visión, hemos dedicado demasiado tiempo a refinar nuestra vida humana en lugar de vivir a Cristo. Por lo tanto, siento la carga de comunicarles que la iglesia local no es un lugar donde se lleva a cabo la obra de refinamiento. Al contrario, la iglesia debe ser un lugar donde Cristo es ministrado. Ahora, cuando los jóvenes me piden que tenga comunión con ellos acerca del matrimonio, les digo que deben experimentar a Cristo como su gracia. Ya no les digo que deben ser equilibrados y moderados según lo que Dios disponga soberanamente en su vida matrimonial. Yo deseo decirles a todos los santos que nuestra única necesidad es Cristo. Cristo vive en nosotros, y nosotros somos un solo espíritu con Él. ¡Oh, lo que necesitamos hoy es el Cristo que mora en nosotros!

  Si hemos de disfrutar y experimentar a Cristo, siendo un solo espíritu con Él, debemos abandonar todas las normas, reglas, preceptos, y principios que hemos elaborado para nosotros mismos. Decir a los demás que deben ser equilibrados y moderados es tener comunión con ellos conforme a una norma. Hoy en día, no ministro una norma; simplemente ministro a Cristo. Quiero animar a todos los santos a que desistan de elaborar normas y reglas, y que más bien tengan continuo contacto con Cristo, quien es el Espíritu vivificante. Si usted es una persona lenta, no trate de actuar rápidamente; si siempre hace las cosas con rapidez, no se esfuerce por hacerlas lentamente. En lugar de buscar el equilibrio, simplemente viva a Cristo. Permita que Cristo sea su norma, su regla, su principio y su meta.

DEBEMOS MANTENERNOS EN UNA ACTITUD DE ORACIÓN

  Si queremos experimentar y vivir a Cristo, debemos mantenernos en una actitud de oración. Muchos de nosotros podemos testificar que es por medio de la oración que entramos en el espíritu, donde somos uno con el Señor y le podemos tomar como nuestra vida. Esta experiencia es tan preciosa que cuando la disfrutamos, no queremos que se acabe. Nos gusta permanecer en espíritu para ser uno con el Señor. Sin embargo, en cuanto termina nuestro tiempo de oración, generalmente volvemos a nuestra manera natural de vivir y no mantenemos más esta actitud de oración. Automáticamente comenzamos una vez más a esforzarnos por ser santos, espirituales y victoriosos. Cada vez que fracasamos, nos arrepentimos, confesamos nuestras faltas al Señor y resolvemos volver a intentarlo. Ésta no es la manera de vivir la vida cristiana. En lugar de ello, nuestro diario vivir debe ser igual a la experiencia que tenemos cuando oramos genuinamente. Cuando entramos en el espíritu por medio de la oración, somos uno con el Señor, disfrutamos Su presencia y lo vivimos a Él espontáneamente. Sin ningún esfuerzo, podemos ser santos, espirituales y victoriosos, y dejamos de tener problemas o ansiedades. Creo que todos nosotros hemos tenido experiencias semejantes en la oración.

  Las experiencias que tenemos cuando oramos genuinamente deberían ser el modelo de nuestra experiencia diaria con el Señor. Esto quiere decir que lo que experimentamos en nuestra vida diaria debería ser idéntico a lo que experimentamos en la oración. Sin embargo, la mayor parte del tiempo vivimos conforme a la vida natural, y no según Cristo. Para vivir a Cristo, es necesario perseverar en la oración, orar sin cesar. Debemos permanecer en una actitud de oración. Es allí donde somos un solo espíritu con el Señor. Él es nuestra vida, nosotros lo vivimos a Él, y espontáneamente somos santos, espirituales y victoriosos. No tenemos noción alguna de que necesitamos equilibrarnos. En lugar de normas, principios y reglas, tenemos a Cristo de una manera experimental y práctica. Cada vez que procedemos en una actitud de oración, somos uno con Cristo, y Él es nuestra vida. Esto es lo que significa vivir a Cristo.

  Las enseñanzas que di hace muchos años con respecto a ser equilibrados y moderados, no ministraban a Cristo ni ayudaron a los santos para que tuvieran un contacto directo y viviente con Cristo. En lugar de tratar de refinarnos, necesitamos llevar cierta clase de vida que exprese a Cristo directamente. Dios no nos dio santidad, victoria ni espiritualidad; Él nos dio Cristo, una persona viviente y todo-inclusiva. Lo que Dios desea es esta persona, y no ninguna virtud o atributo. Por consiguiente, nuestra necesidad es tener contacto con esta persona viviente en oración. Luego necesitamos mantenernos en una actitud de oración. Si hacemos esto, viviremos a Cristo espontáneamente. Además, seremos liberados de nuestra cultura sin tener que intentar ajustarnos o corregirnos. Todo lo que no es Cristo se desvanecerá. Cristo será todo lo que necesitamos: vida, luz, gracia, consuelo, salud, fuerza, humildad, paciencia, bondad, mansedumbre. Cuando lo tenemos a Él, tenemos todos los atributos divinos y las virtudes humanas. Además, en nuestra experiencia, la Biblia llega a ser viviente y llena de luz.

CRISTO ES EXPRESADO EN NUESTRO VIVIR DESDE NUESTRO INTERIOR

  En este mensaje, mi carga es que nuestros ojos sean abiertos para ver que lo que Dios desea es que Cristo se exprese en nuestro vivir desde nuestro interior. A Dios no le preocupa si somos equilibrados, sino si somos uno con Cristo y si vivimos a Cristo. Dios quiere que vivamos a Cristo. Tal vez usted sea joven, pero debe vivir a Cristo, y no la vida típica de un joven. Tratar de ser equilibrados, moderados o refinados no es la manera en que se vive a Cristo. La manera de vivir a Cristo consiste en que por medio de la oración tengamos contacto con Cristo, quien es el Espíritu vivificante que mora en nosotros. Si nos ejercitamos para orar hasta lograr mantenernos en una actitud genuina de oración, viviremos espontáneamente a Cristo. Yo puedo testificar que esto es real y que todos podemos experimentarlo.

  La manera de experimentar al Cristo que mora en nosotros es orar de una manera genuina. No debemos orar por un trabajo mejor ni una mejor casa. Esta clase de oración nos impide experimentar a Cristo. Necesitamos la clase de oración que nos ponga en contacto con el Señor, la que nos haga uno con Él en nuestro espíritu. Si oramos así, disfrutaremos a Cristo, lo experimentaremos como nuestra vida, y lo viviremos a Él.

  En lugar de tratar de ser cierto tipo de personas y conformarnos a determinadas normas y reglas, simplemente deberíamos tener contacto con Cristo, ser uno con Él y vivirle. Nuestra meta debería ser conocer única y exclusivamente a Cristo, y no tratar de saber lo que debemos hacer ni adónde debemos ir. Mientras disfrutamos al Señor y lo experimentamos, Él será nuestra vida y lo viviremos a Él. ¡Cuán maravilloso es esto! Esto es el significado de lo dicho por Pablo en Filipenses 1:21: “Para mí, el vivir es Cristo”.

  Para vivir a Cristo es necesario orar sin cesar. Tan pronto como dejemos de orar, dejaremos de vivir a Cristo. Quisiera insistirles una y otra vez que es sólo al mantenernos en una actitud de oración que podemos vivir a Cristo. Por eso, cada aspecto de nuestra diario vivir debe ser introducido en esta atmósfera, donde nosotros y Cristo podemos ser verdaderamente uno. En tal atmósfera, Cristo es hecho real, concreto y accesible a nosotros, y nosotros lo podemos tocar. Es en esta atmósfera donde Cristo puede ser nuestra vida de manera práctica. Es aquí que lo vivimos a Él y disfrutamos de todo lo que Él es para nosotros. Este Cristo es inescrutable e ilimitado. En nuestra experiencia, somos uno con Él, tenemos contacto con Él y disfrutamos de todas Sus riquezas. De este modo, vivimos a Cristo espontáneamente.

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