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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 44

ARRAIGADOS EN CRISTO PARA CRECER CON EL CRECIMIENTO DE DIOS

  Lectura bíblica: Col. 2:6, 7, 19; 1:28; 13, Ef. 4:15-16

  Debido a que hemos sido injertados en Cristo, hemos entrado en Él. El hecho de entrar en Cristo tiene que ver con la vida y con el crecimiento de vida. No entramos en Cristo de la misma manera que entramos en un cuarto. El hecho de entrar en un cuarto no tiene nada que ver con la vida ni el crecimiento, pero entrar en Cristo, sí. En Romanos 6:5 Pablo dice que “hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte”. Ahora estamos creciendo con Cristo en la semejanza de Su resurrección.

EL INJERTO Y EL CRECIMIENTO

  En el mensaje anterior, dijimos que es en el bautismo que crecemos juntamente con Cristo en la semejanza de Su muerte. El bautismo no es un ritual sin vida, sino una experiencia muy relacionada con la vida y el crecimiento. Cada vez que bautizamos a los creyentes, debemos ayudarles a comprender que por medio del bautismo ellos crecerán juntamente con Cristo, por haber sido injertados en el Cristo crucificado y resucitado. La crucifixión de Cristo produjo una hendidura en Él, para que nosotros fuésemos injertados en Él, y Su resurrección nos introdujo en el proceso del crecimiento. Ahora que hemos sido injertados en Cristo, debemos crecer en Él día a día.

  En 1 Corintios 3 Pablo habla también del crecimiento. En el versículo 9 él dice que los creyentes son la labranza de Dios. En el versículo 6, él dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Esto implica que los santos son plantas en la labranza de Dios. En la iglesia, la labranza de Dios, somos plantas que crecen.

  El concepto de crecer como plantas se halla también en Romanos 11, donde Pablo usa el ejemplo en el que se injerta la rama de un olivo silvestre en un olivo cultivado. A los ojos de Dios, somos plantas o árboles. En Romanos 6:5 Pablo usa una palabra griega particular para indicar el crecimiento. Es muy difícil encontrar un equivalente español para esta palabra, la cual significa crecer como resultado de ser plantados o injertados. Tanto el hecho de plantar como el de injertar tienen como objetivo el crecimiento. Uno planta un árbol para que crezca. Del mismo modo, el propósito del injerto es el crecimiento. Hace poco, un hermano dio una definición maravillosa de esta palabra griega, la cual se halla en Commentary on Romans [Comentario sobre el libro de Romanos] de Frederick Louis Godet (pág. 243). Godet dice allí que esta palabra denota “la unión orgánica en virtud de la cual un ser participa de la vida, del crecimiento y de las etapas de existencia, de otro ser”. Mediante la unión orgánica de dos plantas, efectuada por el injerto, una planta participa de la vida y características de la otra. ¡Qué maravillosa forma de crecer! Si aplicamos esta definición a nuestra experiencia espiritual, podemos decir que hemos sido injertados en el “árbol” del Dios Triuno procesado, vivificante y todo-inclusivo, quien es el Espíritu todo-inclusivo. Puesto que hemos llegado a ser uno con Él por medio del injerto, nosotros ahora participamos de la vida y de las características de Aquel que es todo-inclusivo, y de esta manera podemos crecer.

ARRAIGADOS EN LA TIERRA VIVA

  En el libro de Colosenses hallamos algunas implicaciones de que los creyentes deben crecer como plantas que están arraigadas a la tierra. Si hemos de entender la Biblia, es necesario que entendamos tanto el significado explícito de las palabras, así como lo que éstas implican. A veces, la revelación que se expresa por medio de las implicaciones de un versículo es más profunda que la revelación que transmiten las declaraciones explícitas. Podemos ver esto en Colosenses 2:6 y 7. El versículo 7 dice que hemos sido “arraigados” en Cristo, lo cual deja implícito que, a los ojos de Dios, nosotros somos plantas. Los que han sido bautizados en Cristo son plantas que están arraigadas en Cristo.

  La frase “arraigados y sobreedificados en El” se refiere a los que andan, los cuales se mencionan en el versículo anterior. Debemos andar en Cristo, arraigados y sobreedificados en Él. Esto significa que andamos como resultado de haber sido arraigados en Cristo. Si no hemos sido arraigados en Él, no podemos andar en Él. Como plantas vivas, somos plantas que andan. Andamos siendo arraigados en Cristo. ¡Qué plantas más maravillosas y misteriosas son los cristianos! Somos plantas que andan y a la vez crecen.

  Algunos pueden pensar que no es lógico decir, por una parte, que podemos ser arraigados y, por otra, que andamos. ¿Cómo puede alguien que ha sido arraigado en Cristo andar también en Él? La respuesta es que la tierra en la cual hemos sido arraigados es una tierra viva. Puesto que hemos sido arraigados en una tierra viva y móvil, vivimos y nos movemos en Él. Así que, en realidad no somos nosotros quienes andamos; es la tierra la que se mueve. ¡Alabado sea el Señor porque estamos arraigados en Cristo quien es la tierra viva! Puesto que la tierra se mueve, nosotros también nos movemos. Según lo que se halla implícito en estos versículos, es correcto sacar esta conclusión.

  No debemos pensar que somos nosotros los que andan en la tierra. Si tratamos de andar, tropezaremos y caeremos. Luego, Satanás puede derrotarnos y extraviarnos. Debemos considerarnos plantas que están arraigadas en Cristo, nuestra tierra viva. Como aquellos que han sido arraigados en Él, nosotros andamos a medida que Él se mueve. En esto consiste andar en Él.

  Colosenses 2:6 nos exhorta a andar en Él. La frase “en El” modifica el verbo andar, lo cual indica que no podemos andar en Cristo a menos que hayamos sido arraigados en Él. Por tanto, andamos en la tierra viva en la cual hemos sido arraigados.

  Al examinar Colosenses 2:6 y 7, vemos que crecer en Cristo significa andar en Él. Ya hemos hecho notar que la frase “arraigados y sobreedificados en El” está vinculada con la palabra andar. Dicha frase nos define cómo andar en Cristo. Nosotros andamos en Él debido a que hemos sido arraigados en el Cristo móvil.

  El hecho de que andar en Cristo es algo que depende del crecimiento, está indicado por la palabra “arraigados”. Las plantas se arraigan en la tierra para que crezcan. Si queremos que un árbol crezca, hay que arraigarlo correctamente. Un árbol sin raíces se seca porque no puede absorber la humedad del suelo. Sin embargo, un árbol puede crecer si absorbe la humedad por medio de sus raíces.

  Aunque el propósito de arraigar algo es el crecimiento, Colosenses 2:6 no habla del crecimiento, sino de andar en Cristo. No obstante, el significado implícito en estas palabras es que el verdadero crecimiento lo constituye nuestro andar en Cristo. No crecemos cuando andamos en nosotros mismos, sino cuando andamos en Cristo. Hemos visto que si queremos andar en Él, primero debemos arraigarnos en Él, la tierra viva. Luego, andamos a medida que Él se mueve y actúa. Este andar constituye el verdadero crecimiento.

CRECER CON EL AUMENTO DE DIOS

  En este mensaje siento la carga de ayudar a los santos a ver en qué consiste el verdadero crecimiento en vida. El crecimiento no consiste en convertirnos en personas refinadas y dejar de ser rudos. Crecer en vida significa crecer con el crecimiento de Dios; es crecer con el aumento de Dios. El verdadero crecimiento es el aumento de Dios, la adición de Dios, en nosotros. Dios en Sí mismo no necesita crecer, Él es eterno, perfecto, y completo. No obstante, es necesario que Dios crezca en nosotros. ¿Cuánto del Dios Triuno hay en su interior? ¿No necesita usted que Dios aumente y se añada más en su interior? Todos necesitamos que Dios aumente. Necesitamos crecer con el crecimiento de Dios, es decir, necesitamos que Dios aumente, que crezca, en nosotros. Repito que en Sí mismo Dios no puede ni necesita crecer, pero es necesario que Dios crezca en nosotros.

  Para crecer de manera verdadera, primero debemos ser arraigados en Cristo, nuestra buena tierra. Esto implica que Cristo es nuestro suelo, nuestra tierra. De otro modo, ¿cómo podríamos ser arraigados en Él? Somos “plantas” arraigadas en Cristo, nuestro suelo. Por consiguiente, Cristo, el Dios Triuno procesado y todo-inclusivo, es nuestra tierra. ¡Alabado sea el Señor porque hemos sido plantados! Fuimos plantados en Cristo y ahora estamos arraigados en el Cristo viviente, el cual es nuestra buena tierra.

  En 1:12 vemos que Cristo es la porción de los santos. Como hemos hecho notar anteriormente, la palabra griega traducida “porción” en realidad significa lote, un pedazo de tierra. Cristo como nuestra porción es nuestro lote. Esto significa que Él es la buena tierra para los santos. Después de que los hijos de Israel entraron en la tierra de Canaán y tomaron posesión de ella, todos ellos recibieron su porción, el lote de tierra que les correspondía. Hoy Cristo es nuestro lote. Este lote, esta porción, es el suelo donde somos arraigados.

  Cristo es el suelo fértil en el que nosotros, “las plantas”, estamos creciendo. Este suelo es viviente y también es móvil. Debido a que fuimos arraigados en Cristo, nuestro suelo viviente, nosotros nos movemos cuando Él se mueve, ya que andamos en Él. Por consiguiente, en realidad quien anda no es nosotros sino Él. A medida que andamos de esta manera en Cristo, nuestra buena tierra, crecemos. Crecer significa andar de esta manera. Por consiguiente, cuando andamos en Cristo, crecemos en Él.

  Un árbol al crecer absorbe el agua y los nutrientes que le provee el suelo en el cual está arraigado. El árbol crece a medida que absorbe las riquezas del suelo. Cuando éstas riquezas son absorbidas, se convierten en el aumento del árbol. El árbol crece con el aumento de las riquezas del suelo. De la misma manera, nosotros somos plantas vivas arraigadas en Cristo, quien es nuestro suelo. Cristo se mueve, y nosotros, por el hecho de estar en Él, andamos juntamente con Él. Sin embargo, los cristianos que no buscan al Señor de todo corazón, no andan cuando Él se mueve ni cooperan con Él en Su mover. Pero los que amamos al Señor y le seguimos, debemos siempre cooperar con Él y decir “amén” cada vez que Él se mueve. Debemos ser muy activos y dinámicos en Él. La experiencia de andar en Cristo nos permite absorber Sus riquezas.

  Andar en Cristo es la manera en que cooperamos con Él en Su mover. Siempre que cooperamos con Él de esta manera, absorbemos espontáneamente Sus riquezas. Lo que absorbemos de Cristo —el elemento de las riquezas de Él mismo como la tierra— se traduce en el aumento de Dios en nosotros. Nuestra tierra es Cristo, y Cristo es la corporificación del Dios Triuno; por ende, la tierra es el Dios Triuno. Esto significa que cuando absorbemos las riquezas del suelo, absorbemos las riquezas del Dios Triuno. En realidad, absorbemos al propio Dios Triuno. Mediante esta absorción, recibimos más de Dios en nosotros. Es a este aumento de Dios en nuestro ser a lo que nos referimos cuando hablamos del crecimiento de Dios.

  Nosotros somos plantas vivas que han sido arraigadas en el Dios Triuno. Ahora nuestras raíces absorben las riquezas del Dios Triuno. Como resultado, Dios se añade a nuestro ser. Esta adición de las riquezas del suelo a nuestro ser interior es, en efecto, nuestro crecimiento.

  Hace unos tres años, plantamos algunos árboles alrededor de nuestra casa. En estos tres años, los árboles han crecido mucho. Este crecimiento representa el aumento de las riquezas del suelo. Mediante las raíces, los árboles han recibido las riquezas del suelo y las han absorbido. Los árboles continuamente absorben las riquezas del suelo. De este modo, estas riquezas se convierten en el elemento que causa el crecimiento de los árboles. De esta manera los árboles crecen. Esto es un cuadro, un ejemplo, del verdadero crecimiento en la vida espiritual, y al mismo tiempo, nos muestra la manera de crecer.

  Alabamos al Señor porque muchos de nosotros, después de vagar por varios años sin una meta, finalmente hemos sido arraigados en Cristo. Es una bendición el estar arraigados en Cristo en la vida de iglesia. Una vez que somos arraigados en la iglesia, no es fácil que nos desarraiguen. Ni siquiera nosotros mismos podemos desarraigarnos. Algunos de los que trataron de abandonar la vida de iglesia debido a algo que les causó descontento, se dieron cuenta de que sus esfuerzos eran infructuosos. Habían sido arraigados y no podían ser desarraigados. En lugar de tratar de desarraigarnos, deberíamos dejarnos subyugar por el Señor y permitirle vivir en nosotros.

  Cuando nos demos cuenta de que hemos sido arraigados en Él, andaremos automáticamente en Él. Según Colosenses 2:6 y 7, necesitamos ser arraigados antes de comenzar a andar. Una vez que somos arraigados en Cristo, podemos andar en Él. Simplemente permanecemos en Cristo, y Él se ocupa del andar. Así, Su andar se convierte en nuestro andar.

  Las cosas espirituales no se pueden explicar plenamente. La experiencia es lo único que nos permite comprenderlas adecuadamente. Por experiencia nos damos cuenta de que cuando Cristo se mueve, nosotros andamos en Él. Luego, las raíces, que están fijas en el suelo, absorben las riquezas del Dios Triuno, y éstas entran en nuestro ser. Es por medio de la adición de Dios en nosotros que crecemos con el crecimiento de Dios.

ASIRNOS DE LA CABEZA

  En 2:19 encontramos las palabras “asiéndose de la Cabeza”. ¿Qué significa asirse de Cristo, la Cabeza? El hecho de que el Cuerpo se asga de la Cabeza significa que el Cuerpo no permite que nada lo separe de la Cabeza. Si realmente nos asimos de Cristo, la Cabeza, no permitiremos que nada nos separe de Él. Cuando vivimos por nuestra cultura y no por Cristo, nos separamos de Cristo, la Cabeza, y somos privados de nuestro premio, que consiste en disfrutar a Cristo.

  Los cristianos en Colosas que habían acogido el gnosticismo y vivían por él, se estaban separando de la Cabeza. Estaban siendo defraudados y, por ende, privados del disfrute de Cristo. No obstante, si somos arraigados en Cristo y andamos con Él a medida que se mueve, absorberemos espontáneamente las riquezas de Cristo y creceremos con el crecimiento de Dios. Este crecimiento se produce cuando nos asimos de Cristo, la Cabeza.

  Colosenses 2:19 habla del suministro y de cómo el Cuerpo es entrelazado. Cuando el Cuerpo recibe el suministro y es entrelazado al asirse a la Cabeza, crece con el crecimiento de Dios. En este versículo, la expresión “en virtud de quien” es muy importante, ya que indica que el Cuerpo crece a partir de la Cabeza, puesto que de ella procede todo el suministro. En cierto sentido, Cristo es la Cabeza; pero en otro sentido, Él es el suelo o la tierra. Al absorber las riquezas del suelo, nos asimos a la Cabeza. Asimismo, recibir el suministro de la Cabeza equivale a absorber las riquezas de la tierra.

  Si hemos de crecer apropiadamente como cristianos, debemos entender que somos plantas vivas y que Dios nos ha sembrado en Cristo. Por tanto, debemos decir: “Señor, quiero permanecer en Ti y andar cuando Tú te muevas”. Al andar en Cristo, absorbemos en nuestro ser las riquezas del suelo. Entonces, crecemos a medida que aumentan estas riquezas en nosotros. Absorber las riquezas del suelo equivale a asirse de Cristo, la Cabeza. Crecemos a medida que aumenta el suministro que recibimos del suelo, y también crecemos como Cuerpo con el suministro de la Cabeza.

NO DEBEMOS PERMITIR QUE LA CULTURA SE CONVIERTA EN UN SUSTITUTO DE CRISTO

  En la Epístola a los Colosenses, Pablo nos advierte en contra de la filosofía, las tradiciones y los rudimentos del mundo. Esto significa que debemos tener cuidado con la cultura en todas sus formas: la cultura racial, la cultura nacional, la cultura que nosotros mismos elaboramos y que nos imponemos. No debemos permitir que la cultura se convierta en un sustituto de Cristo. Aunque no necesitamos hacer ningún esfuerzo consciente por abandonar nuestra cultura, sí debemos dejar de apreciarla. Anteriormente, valorábamos nuestra cultura, y nos aferrábamos a ella entrañablemente. Pero si vemos que la cultura puede convertirse en un sustituto de Cristo, dejaremos de apreciarla tanto. En lugar de ello, veremos que somos plantas vivas que han sido arraigadas en Cristo. Puesto que estamos arraigados en Él, no debemos permitir que nada lo reemplace. Simplemente debemos andar en Él, la tierra viva, y crecer al absorber las riquezas del suelo. De esta manera, las riquezas del suelo, el cual es también la Cabeza, serán suministradas a nosotros. Como resultado, todo el Cuerpo crecerá con el crecimiento del Dios Triuno, y automáticamente nuestra cultura será reemplazada por Cristo.

  Simplemente debemos andar continuamente en Cristo, y no tener ningún aprecio por nuestra cultura. Cuanto más andemos en Cristo, más absorberemos las riquezas del suelo, que es el rico suministro de la Cabeza. Entonces, por asirnos de la Cabeza, creceremos normal y verdaderamente en Cristo.

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