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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 5

CRISTO: AQUEL QUE TIENE LA PREEMINENCIA Y ES TODO-INCLUSIVO, LA CENTRALIDAD Y UNIVERSALIDAD DE DIOS

  Lectura bíblica: Col. 1:15, 18; 3:11

EL TRASFONDO: LA POTESTAD DE LAS TINIEBLAS

  El Señor Jesús declaró, al enfrentar a los judíos religiosos, que ellos estaban ciegos (Mt. 15:14; 23:16, 17, 19, 24, 26). En Juan 12:46 el Señor Jesús dijo: “Yo he venido al mundo como la luz, para que todo aquel que cree en Mí no permanezca en tinieblas”. El Señor declaró que sin Él, los hombres se encontraban en tinieblas. Además, en Juan 8:12 Él dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Aquí las palabras del Señor indican que todo el que no le reciba como vida, no tendrá luz, sino que andará en tinieblas.

  Los Evangelios indican claramente que la religión judía, la cual había sido constituida y formada conforme a la Palabra de Dios, se había convertido en tinieblas. Dichas tinieblas tienen cierta potestad, a la que Pablo llamó en Colosenses 1:13: “la potestad de las tinieblas”. Los fariseos y los sacerdotes se hallaban bajo esta potestad. De hecho, la potestad satánica de las tinieblas controlaba el judaísmo entero, ya que ejercía su dominio sobre el templo, el sacerdocio e incluso sobre la manera en que los judíos entendían las Escrituras. El judaísmo se hallaba completamente bajo el control de la potestad de las tinieblas. En los Evangelios, las tinieblas no se refieren al mundo gentil, sino al judaísmo, a la religión formada conforme a las Escrituras.

  El libro de Hechos, aun más que los Evangelios, revela que la religión judía se había convertido por completo en la potestad de las tinieblas, la cual tenía a muchos bajo su control. Fueron los judíos religiosos quienes echaron a los apóstoles en la prisión y mataron a Esteban. Saulo de Tarso estaba entre estos religiosos que actuaron bajo el control de la potestad de las tinieblas. Cierto día, mientras iba camino a Damasco para llevar a cabo la voluntad de la potestad de las tinieblas persiguiendo intensamente a los que invocaban al nombre del Señor Jesús, él fue confrontado por el Señor. Como testificó más tarde, él vio en el camino “una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol”, la cual lo envolvió en su brillo (Hch. 26:13). Después de esto, escuchó la voz del Señor, que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hch. 26:14). El resplandor de la luz y las palabras del Señor libraron a Saulo de Tarso de la potestad de las tinieblas y lo trasladaron a otra esfera, a una esfera de luz, la cual es el reino del Hijo del amor de Dios.

  El Nuevo Testamento revela que el Hijo de Dios es la expresión de la vida divina y la corporificación de ésta, lo cual significa que el reino del Hijo es una esfera de vida. Además, el reino al cual hemos sido trasladados es el reino del “Hijo de Su amor”, lo cual indica que esta esfera de vida existe en amor, y no en temor. Por lo tanto, el reino en el cual nos encontramos hoy es un reino lleno de vida, luz y amor.

  Así como la religión judía vino a formar parte de la potestad de las tinieblas, la iglesia también cayó bajo esta imperante potestad. La degradación se infiltró poco después que la iglesia llegó a existir. En 1 Corintios vemos cosas perversas, tales como divisiones, fornicación y pleitos legales. En Colosenses, por el contrario, no se habla de cosas pecaminosas, sino de la religión, las observancias, las ordenanzas y la filosofía. Aunque los santos de Colosas no cayeron en perversidades, sí cayeron bajo la autoridad de las tinieblas, al permitir que los productos más elevados de la cultura invadieran la iglesia.

  Por tanto, mientras Pablo escribía la Epístola a los Colosenses, parecía estarles diciendo: “Queridos santos de Colosas, antes de creer en Cristo, pasé muchos años bajo la potestad de las tinieblas en el judaísmo. Pero un día fui librado de dicha potestad y trasladado al reino del Hijo del amor de Dios. Por medio de la predicación del evangelio, vosotros también fuisteis librados de la potestad de las tinieblas y trasladados al maravilloso reino en el cual yo me encuentro ahora. ¿Por qué, pues, habéis regresado a las mismas cosas de las cuales habíais sido ya librados? Vosotros habéis regresado a la religión judía y a la filosofía griega; os habéis sometido nuevamente a tales conceptos que anteriormente controlaban vuestros pensamientos y vuestras vidas. Eso significa que ahora os encontráis de nuevo bajo la potestad de las tinieblas, de la cual fuisteis librados. Habéis sido llevados como despojo, como presa. ¿Por qué aún observáis las lunas nuevas, los sábados y las ordenanzas en cuanto al comer y beber? ¿Acaso no sabéis que todo esto forma parte de la potestad de las tinieblas?” Pablo sabía bien que los colosenses habían caído de nuevo bajo la potestad satánica de las tinieblas.

  Bajo este mismo principio, hoy en día, la Iglesia Católica, las denominaciones protestantes y los distintos grupos cristianos independientes se encuentran en cierta medida bajo la potestad de las tinieblas. Están en tinieblas porque la mayoría de ellos tiene a Cristo sólo de nombre, y no en realidad. Cristo es la única luz; aparte de Él no hay luz. La razón por la que muchos cristianos permanecen en tinieblas, es que no tienen a Cristo de forma práctica. Aunque los seminaristas estudian teología y cristología, tal vez no tienen una experiencia auténtica de Dios y de Cristo, y, por ende, no tienen luz.

  Muchos creyentes afirman con propiedad que la Biblia es un libro lleno de luz. Esto, por supuesto, es verdad, pero si no leemos la Palabra en la presencia del Señor, incluso nuestra lectura de las Escrituras estará en tinieblas. Seremos como los fariseos que el Señor Jesús reprendió en Juan 5:39 y 40, diciendo: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí; pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Podemos tener la Biblia en nuestras manos y estar ciegos y en tinieblas. Los religiosos se ofendieron cuando Cristo les dijo que estaban ciegos (Jn. 9:39-41). Ellos creían que estaban en la luz porque tenían las Escrituras, pero en realidad estaban ciegos porque no tenían a Cristo, quien es la única luz del mundo. Y todo lugar donde Él no está, yace bajo la potestad de las tinieblas.

  Debemos aplicar este principio a nuestra experiencia. Cualquier parte de nuestro ser o de nuestro diario vivir que no tenga a Cristo, se halla en tinieblas. Si los que estamos en el recobro del Señor no tenemos a Cristo en experiencia y de una manera práctica en nuestro diario andar, estamos en tinieblas. No debemos suponer que estemos en la luz simplemente por escuchar tantos mensajes y enseñanzas. Es muy probable que todavía sigamos en tinieblas.

  Por ejemplo, tal vez nos encontremos bajo la potestad de las tinieblas en nuestra vida matrimonial. Cuando un hermano discute con su esposa, tanto él como ella están en oscuridad. Es por eso que se critican y se culpan el uno al otro. Sucede lo mismo cuando los hermanos o las hermanas argumentan entre sí. Sabemos por experiencia que cuando vivimos, andamos y nos conducimos en el yo, estamos en oscuridad. No es necesario cometer un pecado grave para estar en tinieblas. El simple hecho de vivir conforme al yo, nos deja en tinieblas, debido a que nos separa de Cristo.

  No pensemos que las tinieblas están solamente en el judaísmo, en el catolicismo o en las denominaciones y divisiones, pero no en nosotros. Es posible que incluso nosotros mismos todavía nos hallemos bajo la potestad de las tinieblas. Cada vez que nos hallamos en el hombre natural y no tomamos a Cristo como nuestra persona ni vivimos por Él, estamos en tinieblas. Debemos recordar que sólo Cristo es luz, y que Él debe saturar y prevalecer en cada aspecto de nuestra vida cotidiana. De lo contrario, aún habrá ciertas áreas de nuestro diario andar que no se encontrarán llenas de Cristo y, por tanto, estarán en tinieblas.

  Nuestras casas tienen muchos cuartos, y algunos de ellos son bastante iluminados, mientras que otros son oscuros. Lo mismo puede suceder con nuestro ser y nuestro diario vivir. Nuestra vida y nuestro andar pueden ser resplandecientes e iluminados en ciertos aspectos, porque Cristo ocupa una posición prevaleciente allí. Sin embargo, puede haber otras partes de nuestro ser u otros aspectos de nuestra vida diaria, en las que tal vez estemos cerrados al Señor y no le permitamos que nos toque. Aquellas partes de nuestra vida y de nuestro vivir que están cerradas a Cristo se hallan espontáneamente en tinieblas, debido a que Cristo, quien es la luz, no ha tenido cabida en ellas. Sólo cuando Cristo logra ocupar cada parte de nuestro ser y cada aspecto de nuestro diario andar, podemos estar completamente en la luz y ser librados por completo del control de la potestad de las tinieblas.

  El error de los colosenses fue recibir y seguir algo que no era Cristo. Aceptar algo en lugar de Cristo no sólo indica que estamos en tinieblas, sino que también estamos bajo el control de la potestad de las tinieblas. Todo lo que reemplaza a Cristo, ya sea la filosofía, la religión, el buen carácter, las virtudes, los conceptos o las opiniones, se convierte en la potestad de las tinieblas y nos controla. En Colosas, la potestad de las tinieblas incluía las observancias judías, las ordenanzas paganas, la filosofía, el misticismo y el ascetismo. Aunque a primera vista estas cosas eran buenas, en realidad eran la potestad de las tinieblas, ya que sustituían a Cristo. Por causa de ellas, Cristo, la luz, fue puesto a un lado. Por consiguiente, las tinieblas prevalecieron nuevamente y controlaron a los santos de dicha iglesia. Ésta era la situación en Colosas, pero también puede ser la nuestra hoy.

CRISTO TIENE LA PREEMINENCIA Y ES TODO-INCLUSIVO

  Después de haber examinado este trasfondo, necesitamos comprender que Cristo tiene la preeminencia y que Él es todo-inclusivo, la centralidad y la universalidad de Dios. El libro de Colosenses revela que Cristo tiene la preeminencia, que Él ocupa el primer lugar en todo. Tanto en la primera creación como en la nueva, Cristo ocupa el primer lugar. En 1:15 leemos que Cristo es el “Primogénito de toda creación”, y en 1:18, que Él es el “Primogénito de entre los muertos”. La nueva creación es producida por Dios en la resurrección. El hecho de que Cristo tenga la preeminencia en la nueva creación significa que Él es el primero en la resurrección. Él es el primero tanto en la creación como en la resurrección, lo cual significa que Él es el primero en la antigua creación, esto es, en el universo, y también lo es en la nueva creación, es decir, en la iglesia. El universo es el ambiente en el cual la iglesia, como Cuerpo de Cristo, existe con miras a expresar a Cristo en plenitud. Cristo no solamente es el primero en la iglesia, que es el Cuerpo, sino también el primero en el universo. Esto significa que Él es el primero en todo.

  Colosenses 1:19 dice: “Por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en El”. ¿A qué se refiere la plenitud mencionada en este versículo? Muchos dirían que se trata de la plenitud de la Deidad. Aunque esto es válido, Pablo aquí no modificó la palabra plenitud con las frases “de la Deidad” o “de Dios”, sino que simplemente dijo que agradó o le plació a toda la plenitud habitar en Cristo. Esto significa que existe algo en el universo llamado la plenitud, a la cual le agradó habitar en el Cristo preeminente y todo-inclusivo.

  Muchos cristianos no ven ninguna diferencia entre la plenitud y las riquezas. Así, cuando hablan de la plenitud del Espíritu, se refieren a las riquezas del Espíritu. Sin embargo, la plenitud mencionada en 1:19 no se refiere a las riquezas de lo que Dios es, sino a la expresión de dichas riquezas. Toda la expresión del rico Ser de Dios, tanto en la creación como en la iglesia, habita en Cristo. Tanto la creación como la iglesia están llenas de Cristo, quien es la expresión misma de las riquezas de Dios. Tal plenitud se complace en esto. Esto le agrada a Cristo.

  La palabra plenitud aquí significa expresión. Si algo no tiene plenitud, no puede ser expresado. Pero si tal cosa tiene plenitud, sí puede ser expresado. Por ejemplo, si yo tengo muy poco amor, mi amor no puede ser expresado, pero si mi amor es pleno, la plenitud de mi amor será su expresión. Bajo el mismo principio, la plenitud es la expresión de todo lo que Dios es.

  En 1:19 Pablo simplemente mencionó “la plenitud”, sin ningún modificador, lo cual indica que él se refería a la única plenitud que existe. Si hubiera modificado la palabra “plenitud” de alguna manera, esto implicaría que tal plenitud no sería la única. Así que, para preservar la unicidad de la palabra “plenitud”, Pablo no usó un modificador. Por lo tanto, la plenitud aquí es simplemente la plenitud.

  La plenitud o expresión de Dios es una persona. Después de 1:19 encontramos muchos pronombres personales que se refieren a la plenitud como si fuera una persona, lo cual revela que la plenitud es la expresión misma de Dios, e incluso Dios mismo. En dicha plenitud, el Hijo es preeminente, por cuanto agradó a toda la plenitud habitar en Él. Por lo tanto, Él debe tener el primer lugar en el universo y en la iglesia. Él tiene la preeminencia.

  Cristo también es todo-inclusivo. Él es la realidad de todas las cosas positivas del universo. Si conocemos la Biblia y la economía de Dios, nos daremos cuenta de que Cristo es los cielos, la tierra, el sol, la vida, la luz, las estrellas, los árboles, las flores, el agua, el aire y la comida. Las cosas materiales son cuadros de todo lo que Él es para nosotros. Además, Cristo es todos los atributos divinos, tales como poder, santidad, justicia, bondad y amor. Él es también las virtudes humanas, como la humildad y la paciencia. Además de esto, Él es la iglesia y cada miembro de ella; Él es el edificio de Dios, así como cada una de las piedras que lo conforman. Esto significa que Cristo es usted y yo.

  Algunos distorsionan nuestras palabras y nos acusan falsamente de enseñar panteísmo. El panteísmo es la creencia satánica que identifica a Dios con el universo. Esto es diabólico, y lo repudiamos rotundamente. No obstante, conforme a la revelación presentada en la Biblia, debemos testificar que Cristo, Aquel que es todo-inclusivo, es la realidad de todas las cosas positivas. Cuando decimos que Cristo es usted y yo, no queremos decir que nosotros somos Dios ni que llegaremos a serlo. Asimismo, cuando decimos que Cristo es la verdadera comida (véase Jn. 6:55), no estamos diciendo que la comida física sea Dios. Tal concepto no sólo es absurdo, sino también satánico. Aquellos que nos acusan de enseñar el panteísmo, nunca han visto que Cristo es todo-inclusivo.

  Puesto que Cristo es todo-inclusivo, Él es la centralidad y la universalidad de Dios. Esta expresión fue usada por primera vez por el hermano Nee en 1934, en la tercera conferencia sobre los vencedores celebrada en Shangai. Allí él afirmó, basándose en el libro de Colosenses, que el Cristo todo-inclusivo es el centro y la circunferencia del propósito de Dios, o sea, Cristo es tanto la centralidad como la universalidad del propósito de Dios; Él es el eje y también la rueda. En otras palabras, Cristo lo es todo. Repito que esto no tiene nada que ver con el panteísmo. Simplemente es una declaración del hecho de que Cristo es tanto el centro como la circunferencia de la economía de Dios.

  La primera vez que escuché al hermano Nee hablar de la centralidad y la universalidad de Cristo, me quedé asombrado. Nunca antes había escuchado tal cosa. Pero ahora puedo testificar, según mi experiencia adquirida a partir de 1934, que Cristo verdaderamente es el centro y la circunferencia, la centralidad y la universalidad de la economía de Dios. Cristo lo es todo en la economía de Dios.

  Los santos de Colosas erraban al regresar a la religión y a la filosofía. Tales cosas están en contra de la economía de Dios, en la cual sólo hay lugar para Cristo, Aquel que es el todo y en todos.

I. CRISTO EN LOS EVANGELIOS

A. Se encarnó, vistiéndose así de la vieja creación

  Quisiera que ahora, a manera de estudio general, examinemos al Cristo presentado en los Evangelios, en el libro de Hechos, en las epístolas, en Apocalipsis, y finalmente, en Colosenses. En los Evangelios vemos que Cristo se encarnó al vestirse de la vieja creación. Juan 1:14 declara que el Verbo se hizo carne. La palabra carne denota al hombre de la vieja creación. Hablando con propiedad, Dios no creó la carne; más bien, Él le creó un cuerpo al hombre. Pero por medio de la caída, el pecado entró en el cuerpo del hombre e hizo que se convirtiera en carne. Por tanto, la carne mencionada en Juan 1:14 se refiere al hombre de la vieja creación. El hombre, quien es la cabeza de la creación, se había convertido en carne. Por tanto, Cristo se hizo hombre mediante la encarnación, y de ese modo se vistió de la vieja creación.

B. Llevó una vida humana que expresó a Dios

  Cristo expresó a Dios durante Su vida humana. Juan 1:18 dice que a Dios nadie le vio jamás, y que el Hijo le dio a conocer. Durante los treinta y tres años y medio de Su vida en la tierra, Cristo declaró a Dios y lo expresó.

C. Fue crucificado para acabar con la vieja creación

  Cuando Cristo fue crucificado, Él acabó con la vieja creación. Si le preguntáramos a un judío acerca de la crucifixión de Jesús, probablemente diría que ésa fue simplemente la muerte de un hombre llamado Jesús de Nazaret. Un cristiano recién salvo diría que su Salvador fue crucificado, y un cristiano más avanzado tal vez contestaría que no solamente Cristo fue crucificado como su Salvador, sino que también él mismo fue crucificado juntamente con Cristo. Otro creyente aun más avanzado quizás respondería que en la cruz se le dio muerte a Cristo, al yo, a Satanás y al mundo. Sin embargo, ni siquiera ésta es una respuesta completa. Debemos ver que en la cruz, Cristo terminó con el pecado, con Satanás, el mundo, el viejo hombre y con la creación entera. Además, allí fue clavada la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas. Por tanto, la muerte de Cristo puso fin a toda la vieja creación.

D. Resucitó para producir la iglesia, la nueva creación

  Los Evangelios revelan que Cristo fue resucitado para producir la iglesia, la nueva creación. Él fue el grano de trigo que cayó en la tierra y produjo muchos granos en resurrección para formar la iglesia (Jn. 12:24).

II. CRISTO EN EL LIBRO DE HECHOS

  En el libro de Hechos, vemos que Cristo fue exaltado y dado por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Hechos también revela que Cristo, después de Su exaltación, descendió como Espíritu para llevar a cabo la intención de Dios. Además de esto, Hechos revela que Cristo fue propagado para producir la iglesia.

III. CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

  En las epístolas vemos que Cristo es nuestra justicia (1 Co. 1:30), nuestra vida (1 Jn. 5:12), nuestra provisión de vida (Fil. 1:19), nuestra santidad (1 Co. 1:30), nuestra redención (1 Co. 1:30) y nuestra gloria (1 Ti. 1:1). Todos estos aspectos de Cristo indican que llegaremos a experimentar una transformación completa, la cual dará por resultado nuestra glorificación.

IV. CRISTO EN EL LIBRO DE APOCALIPSIS

  En el libro de Apocalipsis vemos que Cristo es el testimonio que portan las iglesias. En las iglesias, solamente testificamos de Cristo. Además, en Apocalipsis vemos que Cristo es el Rey en el reino venidero, y que finalmente Él será el centro de la Nueva Jerusalén por la eternidad.

V. CRISTO EN EL LIBRO DE COLOSENSES

  Hemos visto que en el libro de Colosenses Cristo es Aquel que tiene la preeminencia (1:15, 18) y que Él es todo-inclusivo (3:11). Él es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios. En Colosenses Pablo describe a Cristo con muchas expresiones extraordinarias que no se hallan en ninguna otra parte de las Escrituras. Esto indica que Colosenses presenta la revelación más elevada de Cristo en toda la Biblia. Este libro es como el monte de Sion, el más alto de todos los montes. Apreciamos este libro por presentar a Cristo, de una manera tan elevada y única, como Aquel que tiene la preeminencia y que es todo-inclusivo, la centralidad y la universalidad de Dios.

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