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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 52

ARRAIGADOS EN CRISTO Y SOBREEDIFICADOS EN ÉL

(2)

  Lectura bíblica: Col. 2:7, 19; 3:10-11; 1 Co. 3:6, 9; 6:17; Ef. 2:21; 4:13, 15-16

  Al leer la Biblia o al estudiarla, es fácil dar por sentado muchas cosas. Podemos leer un versículo como 2:7, que habla del hecho de haber sido arraigados en Cristo y de ser sobreedificados en Él, y pensar que lo hemos entendido, cuando en realidad nuestro entendimiento ha sido superficial. Puede suceder lo mismo con versículos tales como Juan 3:16. Por un lado, entendemos algo; pero por otro, es posible que demos por descontado muchos detalles. Asimismo, cuando leemos la Biblia, tal vez tengamos la tendencia de evitar los pasajes difíciles. Tal vez no queramos profundizar en ciertos versículos, orar con respecto a ellos, ni pedirle al Señor que nos dé luz acerca de ellos. Al estudiar muchos versículos de Colosenses, 1 Corintios y Efesios, no deberíamos dar nada por sentado, ni evadir ninguna de las expresiones difíciles que aparecen en estos versículos. Mi carga en particular es que podamos ver todo lo que implican estos versículos.

SOMOS ARRAIGADOS, CRECEMOS Y SOMOS SOBREEDIFICADOS

  En 2:7 Pablo dice que hemos sido arraigados y que ahora somos sobreedificados en Cristo. La palabra “arraigados” conlleva muchas implicaciones. Ser arraigados es un asunto totalmente relacionado con la vida. Una planta que ha sido arraigada, crece en la tierra y continúa arraigándose en la tierra. Es un organismo vivo que crece en el suelo. Si en lugar de ello enterramos un astil en la tierra, no podríamos decir que éste ha sido arraigado.

  A medida que las raíces de una planta se extienden en el suelo, éstas absorben las riquezas de la tierra. Luego, el alimento que asimila la planta, llega a ser el elemento por el cual ésta crece. Para crecer, una planta necesita recibir a través de las raíces cierta sustancia o elemento. Es por esta sustancia que la planta aumenta de tamaño.

  Como creyentes, hemos sido arraigados en Cristo, lo cual implica que somos organismos vivos, y no palos inertes enterrados en la tierra. Puesto que hemos sido arraigados en Cristo, ahora podemos absorber las riquezas de Cristo. Las riquezas que absorbemos de Cristo, nuestra tierra, llegan a ser el elemento que nos hace crecer.

  Colosenses 2:7 dice que hemos sido arraigados en Cristo y que ahora somos sobreedificados en Él. Cuanto más crece una planta, más se “edifica”. Por ejemplo, un árbol se “edifica”, es decir, aumenta de tamaño, al absorber los nutrientes de la tierra. Esto implica un proceso orgánico. Mediante este proceso, los nutrientes del suelo son asimilados por el árbol.

  Es muy significativo que en 2:7 Pablo haya unido las palabras “arraigados” y “sobreedificados”. La razón es que ser arraigados tiene como propósito el crecimiento, y el crecimiento es la verdadera edificación. El crecimiento no solamente tiene como fin la edificación, sino que de hecho es la edificación misma. A medida que un árbol crece, se “edifica” a sí mismo. Podemos decir lo mismo de los seres humanos. Todas las madres saben bien que cuanto más alimentan a sus hijos con comidas nutritivas, más ellos crecen, y, a medida que crecen, más se “edifican”. El proceso orgánico que ocurre interiormente los hace crecer. Este crecimiento constituye la “edificación” de sus cuerpos.

  Ser arraigados da por resultado el crecimiento, y el crecimiento es la edificación misma. Si no crecemos, no puede haber ninguna edificación. Crecemos al absorber el elemento rico y nutritivo de la tierra. Hemos sido arraigados en Cristo, y ahora somos sobreedificados en Él. Después de ser arraigados en Cristo, crecemos absorbiendo Sus riquezas. Esto da por resultado el crecimiento, el cual es la sobreedificación de nosotros mismos en Cristo.

ASIRNOS DE LA CABEZA

  En 2:19 Pablo dice: “Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el Cuerpo, recibiendo el rico suministro y siendo entrelazado por medio de las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento de Dios”. Asirnos de la Cabeza es lo mismo que permanecer en Cristo. Por supuesto, el hecho de que nos asimos de la Cabeza implica que no estamos desligados ni separados de Él. Cuando Pablo les escribió a los colosenses, ellos de cierto modo se habían desligado de Cristo debido a su cultura. La cultura puede ser una forma de aislamiento que nos separa de Cristo. Asirnos de la Cabeza significa permanecer en Cristo sin nada que se interponga entre nosotros y Él.

  Las palabras “en virtud de quien” del versículo 19, indican que algo procede de la Cabeza y hace que el Cuerpo crezca. El crecimiento del Cuerpo resulta de lo que procede de Cristo, la Cabeza, de la misma forma en que el crecimiento de una planta depende de los elementos que recibe de la tierra. Si una planta no absorbe los elementos nutritivos del suelo, no podrá crecer. Del mismo modo, si nosotros no recibimos lo que procede de Cristo, la Cabeza, el Cuerpo no puede crecer. Por lo tanto, asirnos de la Cabeza equivale a ser arraigados en Cristo, nuestro suelo.

CRECER CON EL CRECIMIENTO DE DIOS

  En 2:19 Pablo dice que el Cuerpo “crece con el crecimiento de Dios”. Dios no puede crecer en Sí mismo, pues es eternamente completo y perfecto. No obstante, el Cuerpo aún necesita crecer con el crecimiento, el aumento, de Dios en nosotros. Cuanto más Dios se añade a nosotros, más crecemos. Esto es lo que significa crecer con el crecimiento de Dios.

  Todos los seres vivos necesitan de algún elemento que los haga crecer. Necesitamos algo con lo cual y por medio de lo cual podamos crecer. Por ejemplo, si los niños no comen, no pueden crecer. La manera de crecer espiritualmente es permitir que Dios se añada a nuestro ser. Esto significa que crecemos con la adición, con el aumento, de Dios, a medida que Él es añadido a nuestro ser.

  La preposición “con” en 2:19 es muy importante. ¿Con qué crece el Cuerpo? ¿Crece con la doctrina o con el conocimiento bíblico? No, el Cuerpo crece con el crecimiento de Dios. Crecemos con el crecimiento de Dios en nosotros. Dios es perfecto y completo en Sí mismo, pero aún se necesita que Él crezca dentro de nosotros.

  Mientras oraba 2:19, el Señor me mostró que, aunque Él es eternamente perfecto y completo, yo no tenía mucho de Él en mí. Entonces pude ver que necesitaba que Él creciera en mí, que Él se añadiera más a mí. En ese momento, recibí luz para entender el significado de la expresión que usó Pablo en 2:19, “crece con el crecimiento de Dios”. Todos necesitamos que Dios continúe añadiéndose más y más a nosotros. Necesitamos que Él crezca en nosotros, que Él aumente en nosotros.

  Al estudiar 2:19, debemos ver que la palabra “Dios” no es meramente un término, y que Dios no es solamente el objeto de nuestra adoración. Dios es rico en todo aspecto. Él es rico en gloria y en todos los atributos divinos. Él es rico en amor, bondad, misericordia, luz, vida, poder y fuerza. ¡Oh, las riquezas de Dios son infinitas! Y ahora este rico Dios se está añadiendo a nosotros. Esto es lo que implica la frase “crece con el crecimiento de Dios”. Las riquezas de Dios son el elemento y la sustancia que nos hace crecer.

EL NUEVO HOMBRE

  En 3:10 y 11, Pablo dice que en el nuevo hombre “no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. En el nuevo hombre, Cristo es todos los miembros, y está en todos ellos. No hay ningún lugar para el hombre natural. No hay lugar para los americanos ni para los chinos; tampoco para los británicos ni los franceses, ni para usted ni para mí. En el nuevo hombre, Cristo lo es todo. En la iglesia como nuevo hombre, Cristo es el todo. Esto implica que Él es cada hermano y hermana. También implica que cada hermano y hermana debe estar constituido de Cristo. En el nuevo hombre, no puede haber ni miembros judíos, ni miembros gentiles; sólo puede haber “Cristo-miembros”. Si hemos de estar constituidos de Cristo, Cristo tiene que añadirse más y más a nosotros. Debemos empaparnos de Cristo, ser saturados de Él y permitir que Él se forje orgánicamente en nuestro ser. Finalmente, seremos reemplazados por Cristo. Entonces, en realidad, Él será el todo y en todos. Él será cada miembro del nuevo hombre.

  El nuevo hombre no llega a existir reuniendo a cristianos de distintos países. Esto sólo produciría una nueva organización, y no el nuevo hombre. El nuevo hombre llega a existir en la medida en que seamos saturados, llenos, empapados de Cristo y reemplazados por Él mediante un proceso orgánico. El nuevo hombre es el Cristo que está en todos los santos, empapándolos y reemplazándolos hasta que todas las distinciones naturales hayan sido eliminadas, y todos estén constituidos de Cristo.

  El hecho de que Cristo sea el todo y en todos en el nuevo hombre, no debe ser una simple doctrina para nosotros. Por el contrario, el Cristo rico y sustancioso debe forjarse en nosotros de una manera real y orgánica, hasta que reemplace nuestro ser natural consigo mismo. Esto sucede solamente cuando permanecemos arraigados en Él y cuando absorbemos Sus riquezas. Dichas riquezas vendrán a ser la sustancia o elemento que nos saturará orgánicamente. Entonces, Cristo llegará a ser nosotros, y nosotros estaremos constituidos de Cristo. Esto no solamente implica crecer con Cristo, sino también ser sobreedificados en Él.

ABSORBER LAS RIQUEZAS DEL SUELO

  Tanto el crecimiento como la edificación dependen del arraigamiento. Ésta es la razón por la cual Pablo usa el participio pasado “arraigados”. Cristo, la buena tierra, es la porción, el lote, asignado a los santos. Por ser la buena tierra, Él mismo es la tierra rica y fértil. Habiendo sido arraigados en Él, debemos absorber diariamente los ricos nutrientes de Cristo, que son el elemento que nos hace crecer. Durante todo el día, las raíces deben absorber las riquezas de Cristo, el suelo. Cuanto más absorbemos estas riquezas, más seremos saturados de Cristo y reemplazados por Él orgánicamente. En esto consiste crecer y ser sobreedificados en Cristo.

  En 1 Corintios 3:9 Pablo dice que los santos son la labranza de Dios. En 1 Corintios 3:6, él dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Estos versículos indican que los creyentes son el plantío de Dios y que Pablo era un ayudante del Labrador divino. Dios es el verdadero Labrador, y Pablo era uno de Sus colaboradores (2 Co. 6:1). Al colaborar con Dios, Pablo plantó a los creyentes en Cristo. Cristo es el suelo, la tierra. Esto lo indica el contexto de 1 Corintios. En 1 Corintios 1:9, se nos dice que fuimos llamados a la comunión del Hijo de Dios, y, en el versículo 30, se nos dice que por Dios, estamos nosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría. Él es justicia con respecto a nuestro pasado, santificación en cuanto a nuestro presente, y redención con relación a nuestro futuro. El hecho de que hayamos sido puestos en Cristo significa que hemos sido plantados en Él. Mediante la predicación del evangelio y el ministerio de la Palabra, muchos han sido plantados en Cristo. Por consiguiente, Pablo podía decir que él había plantado. Luego vino Apolos a regar lo que Pablo había plantado. Aunque Pablo plantó y Apolos regó, fue Dios quien dio el crecimiento.

LA MANERA EN QUE DIOS DA EL CRECIMIENTO

  Ahora debemos preguntarnos cómo Dios da el crecimiento. Él da el crecimiento al entrar en nosotros. Cuanto más Dios se añade a nosotros, más crecimiento Él da. Como hemos visto, sin el aumento de Dios en nosotros, no puede haber ningún crecimiento. El crecimiento del Cuerpo depende del crecimiento de Dios, es decir, de la adición o aumento de Él en nosotros. Por consiguiente, Dios da el crecimiento al darse a Sí mismo a nosotros de una manera muy subjetiva.

  Ya que Dios da el crecimiento de esta manera, nosotros debemos dedicar tiempo para absorberle. Un himno muy conocido nos exhorta a “dedicar tiempo para ser santos”. En realidad, lo que necesitamos hacer es dedicar tiempo para absorber a Dios. Así como tenemos un tiempo para comer cada día, deberíamos disponer de tiempo para absorber al Señor, para asimilar las riquezas de Cristo. No debemos estar apurados cuando tenemos contacto con el Señor. De lo contrario, no podremos absorber mucho de Sus riquezas. Debemos dedicar suficiente tiempo para la oración. Esto nos permitirá absorber más de las riquezas de nuestro Dios.

  Como hemos indicado anteriormente, Dios no es un mero término ni un simple objeto de adoración. Él es real, rico y sustancioso, y necesitamos absorberlo. Hoy nuestro Dios es el Espíritu procesado y todo-inclusivo, y nosotros tenemos un espíritu con el cual podemos absorberlo a Él. Por tanto, debemos ejercitar nuestro espíritu para permanecer en Su presencia y así poder absorberlo a Él. Esto requiere tiempo. Aunque todos hemos tenido la experiencia de absorber las riquezas de Dios, dicha experiencia aún no es adecuada. Por eso, debemos dedicar más tiempo para absorberlo a Él. No pase tanto tiempo en su mente, parte emotiva y voluntad; más bien, pase más tiempo en su espíritu adorando al Señor, alabándolo, dándole gracias y hablando libremente con Él. Mientras tiene comunión con Él de esta manera, usted absorberá Sus riquezas, y Él le añadirá más de Sí mismo a su interior. Cuanto más se añade Dios a nosotros, más crecimiento Él nos da. Es así como Dios da el crecimiento.

  Sólo Dios puede dar el crecimiento. En mi ministerio, todo lo que puedo hacer es plantar o regar. No puedo darle el crecimiento a nadie, pues no puedo darle Dios. Dios es él único que puede darse a Sí mismo a usted. Sin Él no podemos crecer. Dios mismo es nuestra comida, y debemos buscarle en Su mesa de comedor, la cual está llena de manjares, y dedicar tiempo para comerle lentamente. Entonces más de Él se añadirá a nosotros. Esta adición de Dios a nosotros es el crecimiento que Él nos da. En realidad, Dios nos da el crecimiento al darse a Sí mismo a nosotros.

UN SOLO ESPÍRITU CON EL SEÑOR

  Uno de los versículos más importantes de la Biblia es 1 Corintios 6:17, que dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Este versículo contiene muchas implicaciones maravillosas y de mucho alcance. Los creyentes somos un solo espíritu con el Señor. ¡Qué excelente es este hecho! Esto implica que estamos en Él y que Él está en nosotros. También implica que Él y nosotros nos hemos mezclado y compenetrado orgánicamente, de modo que hemos llegado a ser uno en vida. El hecho de ser un solo espíritu con el Señor implica que Él y nosotros somos una entidad viviente. No encontramos palabras para explicar el significado tan profundo de este versículo. Cuando decimos que somos un solo espíritu con el Señor no quiere decir en absoluto que somos deificados. No obstante, este versículo ciertamente implica la mezcla de lo divino con lo humano. Expresándolo con las palabras de Himnos, #39: “Dios mezclado con humanidad, vive en mí, mi todo es El”. Ser un solo espíritu con el Señor significa compenetrarnos con Él orgánicamente y mezclarnos con Él en vida. Necesitamos urgentemente tener más experiencias de este tipo. Debemos permanecer arraigados en Cristo y absorber todo lo que Él es. Entonces, nosotros y Él, y Él y nosotros, nos compenetraremos orgánicamente en vida hasta ser un solo espíritu. ¡Cuán profundo y cuán maravilloso es esto!

  Cuando somos un solo espíritu con el Señor, nada negativo nos afecta. El pecado, el mundo, Satanás y el Hades no tienen nada que ver con nosotros, debido a que somos un solo espíritu con el Dios Triuno. Esto no debería ser una mera doctrina, sino una experiencia muy viviente y orgánica. Nuestro ser espiritual, esto es, nuestro hombre interior, nuestro espíritu regenerado, debe saturarse del Señor y mezclarse con Él hasta llegar a ser una sola entidad viviente. Esto redundará en el crecimiento y la edificación.

EL CRECIMIENTO DEL EDIFICIO

  En Efesios, Pablo habla también del crecimiento y de la edificación. En Efesios 2:21, dice: “En quien todo el edificio, bien acoplado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”. Este versículo se refiere a la iglesia universal. A los ojos de Dios, la iglesia universal es un edificio. Este edificio está creciendo al absorber las riquezas de Cristo.

LLEGAR A UN HOMBRE DE PLENA MADUREZ

  En Efesios 4:13, Pablo habla de que todos lleguemos a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. El Cuerpo de Cristo es Su plenitud. Esta plenitud tiene una estatura, y la estatura tiene una medida. De ahí que, la plenitud de Cristo es el Cuerpo de Cristo, Su expresión. Llegamos a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo mediante el crecimiento y la edificación que se producen al comer nosotros a Cristo. A medida que comemos a Cristo, más de Cristo se añade a nosotros para que crezcamos y seamos edificados. Con el tiempo, tendremos la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esta medida significa que el nuevo hombre habrá crecido plenamente. Ésta es la razón por la cual Pablo habla de que todos lleguemos a un hombre de plena madurez.

CRECER Y SER EDIFICADOS

  En Efesios 4:15 y 16, Pablo añade: “Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo, de quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la función de cada miembro en su medida, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. El concepto en este versículo es semejante al que encontramos en Efesios 2:19. Debemos asirnos a la verdad en amor, de modo que crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza. En virtud de la Cabeza, en quien hemos crecido, recibimos el alimento, lo cual se indica con la palabra “suministro”. Mediante el suministro que proviene de la Cabeza, el Cuerpo crece y se edifica a sí mismo en amor. Aquí encontramos muchas implicaciones. Pero el enfoque central de todas las implicaciones halladas en Efesios 4:15 y 16 es que debemos ser arraigados en Cristo y absorber Sus nutrientes, a fin de que éstos se conviertan en el elemento y la sustancia que nos hace crecer y ser edificados.

  Primero, crecemos individualmente, y después, corporativamente. Nuestro crecimiento individual se convierte en el crecimiento corporativo. Por lo tanto, no solamente los miembros se edifican individualmente, sino que el Cuerpo se edifica corporativamente. Nuestro cuerpo físico ejemplifica este hecho. Nuestro cuerpo se “edifica” mediante el crecimiento de todos los miembros. Si los miembros no crecen, el cuerpo no puede crecer. Sin crecimiento, los miembros no podrían “edificarse” a sí mismos, y resultaría imposible que el cuerpo en su conjunto fuera edificado. Por consiguiente, la edificación del cuerpo depende de la edificación de todos los miembros del cuerpo. Si todos los miembros crecen y se edifican a sí mismos individualmente, el cuerpo será edificado corporativamente.

  Es posible que después de que una iglesia lleve cierto tiempo en una localidad, los santos comiencen a experimentar fricciones entre sí, incluyendo a los hermanos que llevan la delantera. ¿Cómo puede la iglesia ser edificada si hay tantas fricciones? Junto con las fricciones, debe producirse también el crecimiento. El crecimiento anulará los efectos de las fricciones. Yo puedo testificar que a lo largo de los años que llevo en la vida de iglesia, he visto muchísimas fricciones causadas por el enemigo. Sin embargo, el crecimiento en Cristo ha anulado todas estas fricciones. Es por eso que podemos sentirnos contentos al estar juntos y ser verdaderamente uno. Las deficiencias entre nosotros son compensadas por las riquezas de Cristo. Entonces, crecemos tanto individual como corporativamente. En esto consiste la verdadera edificación de la iglesia. La edificación de la iglesia se basa en la edificación de cada miembro en particular. Además, el grado de edificación que exista entre los miembros depende del crecimiento de ellos, y éste a su vez, depende de que ellos estén arraigados en Cristo y absorban Sus riquezas, las cuales llegan a ser el elemento que los hace crecer.

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