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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Colosenses»
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Mensaje 61

UNO CON CRISTO EN LAS COSAS DE ARRIBA

  Lectura bíblica: Col. 3:1-3; He. 4:14; 7:24-26; 8:1-2

  Al escribir epístolas como Efesios y Colosenses, Pablo primero presenta una revelación, principalmente de Cristo y de la iglesia, y luego habla acerca de nuestro andar cristiano. Los tres primeros capítulos de Efesios presentan la revelación en cuanto a la iglesia, y los tres capítulos siguientes se centran en el andar que es digno del llamamiento de Dios. De la misma manera, los dos primeros capítulos de Colosenses presentan una revelación profunda acerca del Cristo todo-inclusivo y extenso, mientras que los dos restantes tratan del andar cristiano apropiado.

  En Colosenses 1 y 2 Pablo abarca muchos aspectos relacionados con el Cristo todo-inclusivo. Él nos muestra que Cristo es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, el Primogénito de entre los muertos y el misterio de Dios. Según 1:27, este Cristo mora en nosotros como nuestra esperanza de gloria.

  Colosenses 3:1 dice: “Si, pues, fuisteis resucitados juntamente con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”. El hecho de que Pablo emplea la palabra “pues” en este versículo, indica que los capítulos tres y cuatro son el resultado del capítulo uno y dos, y que se fundamentan en ellos. Después de que Pablo nos presenta tantas verdades maravillosas acerca de Cristo, nos exhorta entonces a buscar las cosas de arriba, donde está Cristo.

  En 3:3 Pablo dice que “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. Observemos que Pablo no dice que nuestra vida está escondida con Cristo en los cielos; más bien, dice que nuestra vida está escondida en Dios, en la persona viviente y divina. Esto implica que Dios mismo es la esfera en la cual deberíamos andar y vivir.

CINCO ASUNTOS CRUCIALES

  En este mensaje veremos que somos uno con Cristo en todo lo relacionado con las cosas de arriba. En los mensajes siguientes, hablaremos de la renovación del nuevo hombre; de la paz de Cristo, la cual arbitra en nosotros; de la palabra de Cristo, la cual mora en nosotros, y de la necesidad de perseverar en la oración. Si somos uno con Cristo en las cosas de arriba, experimentaremos la renovación del nuevo hombre. Entonces, percibiremos el nuevo hombre en la práctica por medio de la paz de Cristo, la cual arbitra en nuestro interior. Después de esto, la palabra de Cristo morará en nosotros, y perseveraremos en la oración. Éstos son los cinco aspectos más cruciales que encontramos en los capítulos tres y cuatro de Colosenses. Sin ellos, estos dos capítulos carecerían de sustancia.

  Estos cinco importantes aspectos tienen mucho que ver con nuestro andar cristiano. Difieren mucho de las enseñanzas éticas que suelen recibir los cristianos. Estas enseñanzas exhortan a los creyentes a mejorar su comportamiento, a ser buenos vecinos, y a ser sumisos y amables. Sin lugar a dudas, todo esto se encuentra en la Biblia. Pero es posible que fácilmente las entendamos conforme a nuestro concepto natural. La mente natural del hombre jamás concebiría cosas como el hecho de ser uno con Cristo en cuanto a las cosas de arriba, el de experimentar la renovación del nuevo hombre ni el hecho de permitir que la paz de Cristo sea el árbitro en nosotros. Por supuesto, en el libro de Colosenses Pablo escribe algo concerniente a los maridos y esposas, a los amos y esclavos, y a los padres y los hijos. Pero todo lo que él escribe está relacionado con el nuevo hombre, con la paz de Cristo, con la palabra de Cristo y con el hecho de perseverar en la oración.

SOMOS INCAPACES DE CUMPLIR LOS REQUISITOS DE DIOS

  Los hermanos que están casados saben lo difícil que es amar a sus esposas, y las hermanas saben lo difícil que es someterse verdaderamente a sus maridos. Es extremadamente difícil ser un buen marido o una buena esposa. Aun es difícil ser un ser humano apropiado. Puesto que el hombre fue creado para expresar a Dios y representarlo, ser un hombre apropiado significa expresar a Dios y representarlo. Si es difícil ser representante de alguna persona u organización, cuánto más difícil lo encontraremos ser representantes de Dios. Así que, si es difícil ser un ser humano apropiado, es aún mucho más difícil ser cristiano, y especialmente ser un cristiano que vive a Cristo. Pablo pudo decir: “Para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21). Entre nosotros, ¿quién se atrevería a decir que ha logrado vivir a Cristo? Si vemos la norma que Dios ha establecido, sentiremos deseos de darnos por vencidos, pues entenderemos que en nosotros mismos somos incapaces de cumplir los requisitos de Dios. No obstante, aunque por nosotros mismos no podamos satisfacer las normas de Dios, sí podemos con Cristo. Cuando nos damos cuenta de que no podemos satisfacer los requisitos de Dios, abrimos nuestro ser para recibir la gracia. La gracia es el Dios Triuno que entra en nosotros para expresarse a Sí mismo, para representarse a Sí mismo y para vivir en nosotros y por medio de nosotros. Experimentar la gracia de Dios de esta manera es completamente distinto de esforzarnos por mejorar nuestro comportamiento o de tratar de satisfacer los requisitos de Dios.

  En el Estudio-vida de Éxodo hicimos notar que Dios en Su obra salvadora no quiere que hagamos nada ni tratemos de ser alguien. En lugar de ello, Él desea hacerlo todo por nosotros y ser el todo para nosotros. Esto lo comprueba el hecho de que Dios cambió la dieta de los hijos de Israel después de haberlos sacado de Egipto. Mientras estuvieron en Egipto, ellos se alimentaron conforme a la dieta egipcia; comieron carne, pescado, cebollas, pepinos, puerros y ajos egipcios. Esto los hizo egipcios en su constitución. Ellos estaban constituidos de la comida egipcia que habían ingerido. Así que en Éxodo 16, Dios proveyó el maná para que los hijos de Israel lo comieran; la dieta de ellos dejó de ser la comida egipcia, y ellos comenzaron a alimentarse de la comida celestial. El maná es un tipo de Cristo como nuestro suministro de vida. Si nos alimentamos de Cristo, quien es tipificado por el maná, llegaremos a estar constituidos de Él. De este modo, nuestra constitución cambiará, y la cruz será aplicada a nuestra carne de una manera genuina y completa.

  No debemos pensar que por nosotros mismos podamos ser buenos maridos o esposas. No obstante, Aquel que ha venido para vivir en nosotros es completamente capaz. Éste es Cristo, nuestra esperanza de gloria.

CON CRISTO EN DIOS

  En el capítulo tres, Pablo prosigue diciendo que nosotros estamos con Cristo en Dios. Inicialmente, Cristo está en nosotros, pero finalmente, nosotros estamos con Cristo en Dios. Además, como lo indica Colosenses 3:4, el Cristo que mora en nosotros es nuestra vida. Interiormente, tenemos a Cristo como nuestra vida, y exteriormente, tenemos a Dios como nuestra esfera. A veces, cuando viajo por auto, tengo la sensación de que en realidad viajo en Dios. Él mismo es la esfera en la cual vivimos y andamos. El Cristo que mora en nosotros es la vida, pero el Dios en el cual estamos escondidos con Cristo es la esfera de nuestro vivir. Nuestro testimonio debe ser que no vivimos en la tierra ni tampoco en los cielos, sino en Dios.

  Es imposible estar en Dios por nosotros mismos. Es únicamente con Cristo que podemos estar escondidos en Dios. Son muchos los que ven que mediante la encarnación, la crucifixión y la resurrección de Cristo Dios se ha forjado en nosotros, pero muy pocos ven con claridad que fuimos también introducidos en Dios. Debido a que Dios está en nosotros y nosotros en Él, existe un tráfico de doble sentido entre Dios y nosotros. Por un lado, Colosenses nos dice que Cristo está en nosotros, lo cual indica que Dios ha sido forjado en nosotros. El mero hecho de que Cristo esté en nosotros, implica que Dios ha sido forjado dentro de nosotros. No obstante, en el capítulo tres, se nos dice que estamos con Cristo en Dios, lo cual indica que hemos sido introducidos en Dios. Por consiguiente, Dios está ahora en nosotros como nuestra vida, y nosotros estamos en Dios, quien es la esfera de nuestro vivir.

  Debemos alabar al Señor no sólo porque el Dios Triuno está en nosotros, sino también porque nosotros estamos en Él. Cristo vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en nosotros, y después regresó a Dios mediante la crucifixión y la resurrección para introducirnos en Dios. En cuanto a este tráfico de doble sentido, no permitamos que nuestro concepto natural nos estorbe. Es crucial ver que Cristo vino para forjar a Dios en nosotros y también para introducirnos en Dios.

  Ya que fuimos introducidos en Dios y estamos escondidos con Cristo en Dios, Dios mismo debería ser la esfera de nuestro vivir. Si vivimos y andamos en Dios, seremos celestiales. Sin embargo, en el libro de Colosenses, Pablo no habla de los cielos ni usa la palabra “celestial”. En lugar de ello, usa la expresión “las cosas de arriba”. Debemos buscar las cosas de arriba y fijar nuestra mente en ellas.

NO PERMITAMOS QUE LOS RUDIMENTOS DEL MUNDO NOS DISTRAIGAN

  La palabra “pues” en 3:1 indica que debemos regresar a los capítulos uno y dos, ya que lo dicho por Pablo en los capítulos tres y cuatro, se basa en lo que escribió en los dos primeros capítulos. Conforme a Colosenses 1 y 2 los colosenses habían sido distraídos y estaban prestando atención a los rudimentos del mundo (2:8). Entre estos elementos se incluían las observancias judaicas, la filosofía gnóstica, el misticismo y el ascetismo. Pablo quería que los creyentes colosenses vieran que todos estos “ismos” son en realidad rudimentos del mundo y que no debían distraerse con ellos. Debido a que Cristo ya ha sido forjado en nosotros para ser nuestra vida, y a que hemos sido introducidos en Dios, en quien ahora está escondida nuestra vida juntamente con Cristo, no debemos prestar atención a los rudimentos del mundo. En lugar de distraernos con dichos rudimentos, debemos permanecer en Dios y buscar las cosas de arriba. Dios es nuestra esfera. Puesto que Él es la esfera en la cual vivimos y andamos, no deberían importarnos los rudimentos del mundo.

GENTE PECULIAR

  En los escritos de Pablo, descubrimos que los cristianos son gente peculiar que no necesita enseñanzas religiosas ni amonestaciones éticas. Lo que hace que los cristianos seamos peculiares es que tenemos a Cristo como nuestra vida y a Dios, una persona viviente, como nuestra esfera. Confucio era ético, pero él no era peculiar en este sentido. Debemos alabar al Señor porque nos somos personas ordinarias ni comunes, sino peculiares. Los jóvenes deben testificar a sus padres que son jóvenes que tienen a Cristo y que están con Cristo en Dios.

  Si recibimos la visión, la revelación, de que Cristo está en nosotros como nuestra vida y de que nosotros estamos en Dios, quien es nuestra esfera, experimentaremos un cambio. Nos daremos cuenta de que no necesitamos enseñanzas religiosas ni éticas. ¿Qué necesidad tenemos de los rudimentos del mundo, es decir, del judaísmo, del gnosticismo, del misticismo o del ascetismo? No somos personas comunes, pues tenemos a Cristo y estamos en Dios. Sería muy provechoso que el esposo y la esposa se dijeran mutuamente que son peculiares porque tienen a Cristo y porque viven en Dios. Si un marido y esposa logran ver esto y hablan al respecto entre ellos, no darán lugar a las discusiones ni a las opiniones. ¡Oh, qué todos podamos darnos cuenta de que conforme a la Biblia, Cristo está en nosotros como nuestra esperanza de gloria y que nosotros estamos escondidos con Cristo en Dios! Ahora, debemos vivir y andar en Dios. ¿Qué revelación podría ser más elevada y preciosa que ésta? Espero que cada día podamos disfrutar y experimentar el hecho de que Cristo está en nosotros y nosotros estamos con Cristo en Dios.

LOS DOS MINISTERIOS DE CRISTO

  Habiendo sentado esta base, podemos ahora ver lo que significa ser uno con Cristo en cuanto a las cosas de arriba. Las cosas de arriba están relacionadas con el segundo de los dos ministerios de Cristo. El primer aspecto del ministerio de Cristo fue Su ministerio en la tierra. Este ministerio, que duró treinta y tres años y medio, empezó con la encarnación de Cristo y concluyó con Su crucifixión. Durante los años que vivió en la tierra, Cristo realizó muchas cosas en Su ministerio. Mediante Su muerte en la cruz, Él logró la redención por nosotros. Todos los cristianos conocen el ministerio terrenal de Jesús y lo tienen en muy alta estima, ya que fue mediante este ministerio que fuimos salvos.

  Sin embargo, por importante que haya sido el ministerio terrenal de Cristo, éste no constituye el aspecto principal de Su ministerio. La parte primordial de Su ministerio es Su ministerio celestial. Mediante Su ministerio terrenal, Él nos redimió, nos salvó y nos regeneró; pero mediante Su ministerio celestial, Él está edificando la iglesia. El Cuerpo de Cristo necesita el ministerio celestial de Cristo, el ministerio del Cristo que está arriba, para ser edificado.

  Hoy en día, Cristo está más activo en los cielos que lo que estuvo en la tierra. Hace años, algunos me enseñaron que cuando Cristo concluyó Su obra redentora, ascendió a los cielos donde ahora descansa, esperando que Su enemigo sea puesto por estrado de Sus pies. Según esta enseñanza, Cristo ya acabó toda Su obra y no le queda nada por hacer. Aunque al principio acepté esta enseñanza, luego me di cuenta de que ésta sólo presenta un aspecto de la verdad. Es cierto que Cristo en Su ministerio terrenal efectuó la redención y, por ende, esta obra ya se concluyó, y Él ahora está descansando. Cristo no necesita hacer nada más para redimirnos. No obstante, la meta del Señor no es solamente redimirnos y regenerarnos; Su meta es obtener la iglesia, el Cuerpo, la novia. Esta meta es más difícil de lograr que la de efectuar la redención. La obra que Cristo realizó para redimirnos duró un máximo de treinta y tres años y medio, pero Su obra relacionada con la edificación de Su Cuerpo ha continuado por más de diecinueve siglos, y aún no se ha terminado. Ciertamente, Cristo tiene mucho que hacer en los cielos.

INTERCEDE POR NOSOTROS Y NOS ABASTECE

  Tal vez usted se pregunte qué está haciendo el Señor Jesús en los cielos para lograr Su meta de edificar Su Cuerpo. Conforme al libro de Hebreos, hoy en día Cristo es el Sumo Sacerdote y el Ministro celestial (2:17; 4:14; 7:26; 8:1-2). Como Sumo Sacerdote, Él intercede por nosotros, y como Ministro celestial nos suministra las riquezas de Dios. En Su intercesión, Cristo nos lleva a Dios y le presenta todas nuestras necesidades; y en Su ministerio, nos trae las riquezas de Dios.

  El ministerio celestial de Cristo tiene mucho que ver con nuestra vida cotidiana. Anteriormente dijimos que es difícil ser un buen esposo en la vida de iglesia. Cuando los hermanos comienzan a ver sus deficiencias, le confiesan al Señor que sencillamente no pueden ser buenos esposos. Cada vez que un hermano reconoce su necesidad delante del Señor, inmediatamente el Señor, como Sumo Sacerdote, intercede por él y presenta su necesidad delante de Dios. Luego, como Ministro celestial, suministra todo lo necesario para que este hermano pueda ser un buen esposo. Con relación a Dios, Cristo es nuestro Sumo Sacerdote; y con respecto a nosotros, Él es el Ministro celestial que labora por Dios. Cristo intercede por nosotros y suministra Sus riquezas en nuestro interior, y es por eso que después de que un hermano confiesa su incapacidad para ser un buen esposo, él empieza a tener una sensación agradable y una profunda convicción interior que sí puede ser un buen esposo. Esta profunda y dulce certidumbre es el fruto del ministerio celestial de Cristo, del hecho de que Cristo ora por nuestras necesidades y nos ministra interiormente el rico suministro de vida.

  Quisiera animarle a que le confiese al Señor su incapacidad de hacer ciertas cosas. Esto lo motivará a orar por usted. Por ejemplo, tal vez después de experimentar un fracaso confesemos: “Señor, sencillamente no puedo ser santo”. En ese momento, el Señor comenzará a interceder por usted y le ministrará Sus riquezas en su interior. Por consiguiente, se producirá una trasmisión, una transacción y un tráfico espirituales entre Dios y usted, a causa del ministerio de Cristo como Sumo Sacerdote y Ministro. Como resultado del ministerio celestial de Cristo, usted sentirá interiormente que a pesar de que por sí mismo no puede ser santo, sí puede serlo en Él.

RENOVADOS AL BUSCAR LAS COSAS DE ARRIBA

  La frase “las cosas de arriba”, mencionada en Colosenses 3, se refiere a todos los asuntos relacionados con el ministerio celestial de Cristo, esto es, con el ministerio en que Cristo sirve como nuestro Sumo Sacerdote y Ministro de Dios. No debemos permitir que las cosas terrenales y los rudimentos del mundo nos ocupen; más bien, deberíamos tomar conciencia de que estamos escondidos con Cristo en Dios. Luego, deberíamos buscar las cosas de arriba y fijar nuestra mente en ellas. Debemos fijar nuestra mente en la intercesión de Cristo y en Su ministerio con miras a que Su Cuerpo se edifique.

  A medida que buscamos las cosas de arriba, el nuevo hombre se irá renovando hasta alcanzar su plena renovación. El nuevo hombre llega a existir de una manera práctica a medida que nosotros buscamos las cosas de arriba. Por consiguiente, si el nuevo hombre ha de manifestarse en la tierra, debemos ver a Cristo como nuestro Sumo Sacerdote y Ministro celestial, y también experimentar el tráfico de doble sentido que se produce entre el Cristo celestial y nosotros.

RESPONDER ADECUADAMENTE AL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO

  Debemos responder adecuadamente al ministerio celestial de Cristo. A lo largo de los siglos, Cristo ha procurado obtener un pueblo que responda a Su ministerio en los cielos, pero ha tenido poco éxito. Por Su misericordia y gracia, hoy existe un grupo de personas en el recobro del Señor que responde al ministerio celestial de Cristo. Debemos declararle al Señor que somos uno con Él en este ministerio. Día y noche debemos responder al Cristo que está por encima de todo. Cuando respondo al Señor, diciéndole: “Amén, Señor”, tengo la profunda convicción de que Cristo está intercediendo y ministrando, que Él está trasmitiéndome Sus riquezas e infundiendo en mí el elemento de Dios. Tal trasmisión e infusión me llenan y me motivan a entregarme más a los intereses del Señor. A veces me siento tan gozoso que ni siquiera sé qué hacer. Esto es lo que significa buscar las cosas de arriba.

  Si buscamos las cosas de arriba y somos uno con Cristo con respecto a ellas, no nos preocuparán la religión, la filosofía, las enseñanzas éticas, todos los cuales son rudimentos del mundo. Lo único que nos preocupará será la intercesión que Cristo realiza por Su Cuerpo y que Sus riquezas sean trasmitidas a Sus miembros. Tengo la plena certidumbre de que muchos de los santos que están en las iglesias locales, experimentan la infusión de las riquezas de Cristo. Debido a que experimentamos esta infusión, no necesitamos la ética, la cultura ni la religión. Lo único que necesitamos es experimentar más unidad con Cristo en Su ministerio celestial. ¡Alabado sea Él por Su intercesión, por Su ministerio y por el tráfico que existe entre los cielos y la tierra!

  Debe impresionarnos el hecho de que Cristo está sumamente activo en los cielos. Considere cuántas iglesias locales Él cuida en todo el mundo. El ministerio que Cristo realiza en los cielos tiene como única meta edificar al Cuerpo y formar Su Novia. Sin embargo, el ministerio celestial de Cristo exige una respuesta de nuestra parte. Nosotros debemos llegar a ser en la tierra el reflejo de este ministerio celestial. Cada vez que buscamos las cosas de arriba, estamos respondiendo al ministerio celestial del Señor y siendo un reflejo del mismo. Nuestra experiencia testifica de esto. Si en nuestras oraciones estamos dispuestos a poner a un lado los asuntos insignificantes y a ocuparnos solamente de las cosas de arriba, estaremos conscientes del tráfico entre nosotros y el Cristo que está en los cielos. Sentiremos que entre Él y nosotros fluye una corriente en ambos sentidos. Al orar de esta manera, se infunden en nosotros las riquezas divinas, y esto nos capacita para coordinar con otros y para estar bien con todos. Esto también produce la renovación del nuevo hombre. Mediante la trasmisión y la infusión celestiales, el nuevo hombre se produce de una manera práctica. Por consiguiente, el nuevo hombre no se produce con enseñanzas, sino por medio del tráfico, la transacción y la transfusión celestiales.

DONDE DEBEMOS ESTAR

  Mi carga en este mensaje ha sido mostrarles que debemos ser uno con Cristo en la esfera de Su ministerio celestial. Todos debemos ser continuamente uno con Cristo en todo lo relacionado con las cosas de arriba. No deberíamos distraernos con amonestaciones éticas de ninguna clase. Todas estas amonestaciones forman parte de los rudimentos del mundo. Lo único que nos debe ocupar es Cristo y Su ministerio en los cielos. El Cristo que está sentado en los cielos está muy activo, intercediendo y ministrando. Seamos uno con Él en estas cosas. En esto consiste ser uno con Cristo en todo lo relacionado con las cosas de arriba. Cada vez que somos uno con Él en las cosas de arriba, experimentamos una transfusión divina. Luego, somos introducidos en Dios, y Dios se introduce en nosotros. Éste es el resultado de la intercesión y el ministerio que realiza del Cristo todo-inclusivo.

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