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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Deuteronomio»
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Mensaje 1

PALABRAS DE INTRODUCCIÓN

  Lectura bíblica: Dt. 1:1; 8:3; 30:14; 2 Ti. 3:16a; Jn. 1:1; Ro. 10:8-9; Mt. 4:4; 57, Jn. 6:63b

  En este mensaje daremos unas palabras de introducción al Estudio-vida de Deuteronomio.

I. EL LIBRO QUE DA CONCLUSIÓN AL PENTATEUCO

  Deuteronomio es el libro que da conclusión al Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia. Estos cinco libros fueron escritos por Moisés.

  Deuteronomio es un libro escrito primordialmente con palabras sencillas. Esto significa que, en términos generales, no es un libro de tipos, figuras ni sombras, ni tampoco es un libro profundo en el tema de las profecías. En casi todos los capítulos de este libro se nos habla con palabras sencillas.

  Tal vez pensemos que las palabras sencillas sean más fáciles de entender que los tipos y las figuras; en realidad, las palabras sencillas que se hallan en la Biblia son más difíciles de comprender que los cuadros mostrados en los tipos y en las figuras.

  ¿Qué significa la palabra Deuteronomio? Literalmente, Deuteronomio significa “segunda ley” y, por ende, denota un hablar reiterado, una repetida declaración, volver a hablar. El libro de Deuteronomio es un hablar reiterado, no de palabras ordinarias, sino de la ley divina.

  La ley fue dada la primera vez por Moisés a los ochenta años de edad. Cuarenta años más tarde, después que aquella primera generación murió —con excepción de Caleb y Josué—, la ley fue nuevamente declarada a los hijos de Israel. En ese entonces, Moisés se encontraba ante los de la generación más joven, la mayoría de los cuales no estuvo presente para escuchar la promulgación de los Diez Mandamientos, los estatutos y las ordenanzas. Por tanto, Dios encargó a Moisés que declarara nuevamente la ley, que la proclamara otra vez, que la volviera a hablar. Esta acción de reiterar la ley ciertamente era significativa e importante.

  No debemos pensar que únicamente Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia, es un deuteronomio, un hablar reiterado. En realidad, toda la Biblia es un deuteronomio. Por consiguiente, debemos considerar que toda la Biblia, la cual consta de sesenta y seis libros, es un deuteronomio. La Biblia terminó de escribirse hace mil novecientos años, pero cuando la leemos hoy en día, experimentamos una reiteración de lo que ya se ha dicho. Las palabras de la Biblia ya fueron habladas, pero son reiteradas a nosotros día tras día. Esto significa que cada día podemos experimentar un deuteronomio. Por ejemplo, el libro de Romanos fue escrito hace casi dos mil años, pero cuando leemos Romanos hoy en día, las palabras de esta epístola nos son habladas de nuevo. Eso significa que al leer Romanos experimentamos un deuteronomio.

  Decir que la Biblia nos pueda ser hablada de nuevo no significa que se pueda añadir algo a ella. La afirmación de Joseph Smith de haber recibido una revelación adicional a lo que está escrito en la Biblia es absurda y herética. Apocalipsis 22:18 y 19 indica que toda la revelación de Dios ha sido completada y que nadie debe añadirle nada ni quitarle nada. Por consiguiente, no debemos pensar que podemos recibir una nueva revelación adicional a lo que está escrito en los sesenta y seis libros de la Biblia. Lo que sí podemos experimentar hoy en día es un deuteronomio, un hablar reiterado de las palabras contenidas en las Escrituras. La palabra ya fue hablada, pero ésta puede ser reiterada a nosotros; es decir que, con respecto a nosotros, puede convertirse en un deuteronomio.

  El libro de Deuteronomio da conclusión a los libros de Génesis, Éxodo, Levítico y Números. Sin el libro de Deuteronomio, esos cuatro libros carecerían de una conclusión. ¿Piensa usted que los escritos de Moisés habrían podido concluir con el libro de Génesis? Génesis concluye hablándonos de un hombre dentro de un ataúd en Egipto. Ciertamente la revelación divina no puede concluir de esa manera. Para tener una conclusión adecuada es necesario el libro de Deuteronomio. Deuteronomio constituye una conclusión todo-inclusiva a los cuatro libros anteriores, ya que Deuteronomio contiene en su totalidad el pensamiento de esos libros. Por tanto, si queremos entender el pensamiento de Génesis, Éxodo, Levítico y Números, debemos remitirnos a Deuteronomio.

A. La palabra que da conclusión a la ley

  Deuteronomio no sólo es una conclusión del Pentateuco; también es la palabra que da conclusión a la ley.

B. Considerar que la ley es la palabra viva de Dios: la exhalación de Dios

  ¿Qué es la ley en cuanto a su naturaleza? La ley es la exhalación de Dios. No digo que la ley sea el aliento de Dios, sino que es la exhalación de Dios. Cuando Dios dio la ley, Él en realidad estaba exhalando la ley. Es por esta razón que Pablo dijo: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios” (2 Ti. 3:16a). Aquí Pablo no dice meramente que toda la Escritura es inspirada por Dios, sino que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios. La ley, por consiguiente, es la exhalación de Dios.

  En Deuteronomio 8:3 Moisés, hablando por Dios, dijo que no sólo de pan viviría el hombre, sino de “todo lo que procede de la boca de Jehová”. Noten que este versículo no habla de toda palabra, sino de todo. Las palabras escritas en el Pentateuco, del cual Deuteronomio es la conclusión, son cosas que proceden de la boca de Dios. Estas cosas son la exhalación de Dios. Mientras Moisés se encontraba con Dios en el monte Sinaí, muchas cosas fueron exhaladas por Dios. Los Diez Mandamientos, por ejemplo, son ítems propios de la ley básica. Sin embargo, incluso los Diez Mandamientos constituyen la exhalación de Dios. Si leemos estos mandamientos con un corazón abierto y un espíritu ejercitado que busca al Señor, percibiremos que los mandamientos no son meros requisitos legales, sino que además son algo viviente, algo que está lleno de vida para abastecernos y lleno de luz para iluminarnos.

  Los salmistas, quienes sentían gran aprecio por la ley, tuvieron esta clase de experiencia en relación con la ley. Por tanto, el escritor del salmo 119 pudo decir: “¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras! / ¡Más dulce que la miel a mi boca” (v. 103). Para el salmista, todo lo que procedía de la boca de Dios no era simplemente algo legal, sino algo dulce a su paladar.

  Ya que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, incluso versículos como Génesis 3:1 y Apocalipsis 20:2 y 3 pueden abastecernos, nutrirnos, fortalecernos e iluminarnos. Génesis 3:1 dice que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo, y Apocalipsis 20:2 y 3 dice que el diablo será atado y arrojado al abismo. Estos versículos son la exhalación de Dios, y si los oramos-leemos, seremos nutridos con ellos. Esto nos muestra que cualquier versículo de la Biblia puede nutrirnos e iluminarnos, incluso los de la genealogía de Mateo 1. Lo que queremos recalcar con esto es que en Deuteronomio, las palabras que dan conclusión a la ley, se considera la ley como palabra viva de Dios, es decir, como la exhalación de Dios.

1. La palabra es Cristo como palabra de Dios para que el hombre reciba vida

  La palabra es Cristo como palabra de Dios para que el hombre reciba vida (Dt. 30:14; Jn. 1:1; Ro. 10:8-9). En Deuteronomio 30:11 Moisés dice que el mandamiento “no es demasiado difícil para ti, ni está lejos de ti”. La palabra hebrea traducida “difícil” también se puede traducir “extraordinario” o “maravilloso”. En los versículos 12 y 13 Moisés añade lo siguiente: “No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, para que nos lo traiga y nos lo haga oír a fin de que lo pongamos por obra? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír a fin de que lo pongamos por obra?”. Luego, en el versículo 14 Moisés dice: “Pero muy cerca de ti está la palabra, incluso en tu boca y en tu corazón, para que la pongas por obra”. Estas palabras son citadas e interpretadas por Pablo en Romanos 10. En los versículos 6 y 7 Pablo dice: “La justicia que procede de la fe habla así: No digas en tu corazón: ‘¿Quién subirá al cielo?’ (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ‘¿quién descenderá al abismo?’ (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos)”. Aquí Pablo, en su interpretación, aplica las palabras de Deuteronomio 30:11-13 a Cristo, e interpreta que el mar se refiere al abismo. Luego, en el versículo 8 Pablo continúa diciendo: “Mas ¿qué dice? ‘Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón’. Ésta es la palabra de la fe que proclamamos”. En los versículos 6 y 7 Pablo habla acerca de Cristo, pero en el versículo 8 vemos que Cristo llega a ser la palabra. El objeto al cual Pablo se refiere es Cristo y, al final, él indica que Cristo es la palabra.

  Lo que Pablo escribe en Romanos 10:6-8 nos muestra que toda palabra hablada en Deuteronomio es Cristo mismo, pues Pablo aplica la exhalación de Dios a Cristo. Cristo es la Palabra que procedió de Dios. “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios [...] Y la Palabra se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros” (Jn. 1:1, 14). Esta Palabra que era en el principio, que estaba con Dios, que era Dios y que se hizo carne, es Cristo. Como Palabra, Cristo mismo es la palabra que se proclama nuevamente en el libro de Deuteronomio.

  Según la interpretación que Pablo hace de Deuteronomio 30, vemos que la palabra es el Cristo encarnado, crucificado y resucitado. Debido a que la encarnación de Cristo ya ocurrió, no es necesario que nadie ascienda al cielo para traer abajo a Cristo; y puesto que la resurrección de Cristo ya ocurrió, no es necesario que nadie descienda al abismo para hacer subir a Cristo de entre los muertos. Hoy, Cristo es Aquel que se encarnó, fue crucificado y resucitado, pero ¿dónde está Él? Según Romanos 10:8, Cristo está en nuestra boca y en nuestro corazón.

  Las palabras halladas en Romanos 10:8 se aplican a los incrédulos, a los que son candidatos para oír el evangelio. ¿Cree usted que Cristo está en el corazón y en la boca de los incrédulos? Esto es lo que Pablo dice al citar e interpretar Deuteronomio. Lo que Pablo dice aquí es un deuteronomio, y en este deuteronomio Pablo nos dice que el Cristo vivo como palabra está en el corazón y en la boca de aquel a quien le predicamos el evangelio. Al menos en el momento en que predicamos la palabra de Cristo a los incrédulos, Cristo está en el corazón y en la boca de ellos.

  La revelación de toda la Biblia está contenida en el libro de Deuteronomio. Eso quiere decir que todo lo que está en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento se halla en Deuteronomio. Esto lo confirma la cita que el Señor hace de Deuteronomio en Mateo 4:4 y la cita que Pablo hace de Deuteronomio en Romanos 10.

  En el libro de Deuteronomio abundan las palabras que Moisés habló a la segunda generación, la generación que estaba lista para entrar en la buena tierra y poseerla. Puesto que a Moisés le preocupaba que ellos pudieran repetir los fracasos de sus padres, él los exhortó con respecto a muchos asuntos, repitiéndoles algunas cosas una y otra vez. En especial, él les habló muchas veces de aquellos asuntos que resguardarían al pueblo y lo harían apto para entrar en la buena tierra y poseerla, heredarla y disfrutarla. En este sentido, Moisés era como un padre muy anciano que habla a sus hijos, movido por la preocupación que siente por ellos. Por eso lo que Moisés dice en este libro es repetitivo y detallado. Si estudiamos el libro de Deuteronomio con detenimiento, especialmente las palabras de advertencia, veremos que Moisés habló detalladamente tanto de la bendición como de la maldición. Todos los elementos principales de la revelación divina son reiterados en este libro.

  Moisés era una figura, un representante, del verdadero Padre de los hijos de Israel, a saber, Dios el Padre que está en los cielos, a quien le preocupaba mucho Su pueblo. Todo lo que salía de la boca de Moisés procedía en realidad del Padre celestial. Por medio de Moisés, el verdadero Padre hablaba a Su pueblo. Para nosotros hoy, toda la Biblia constituye lo que el Padre nos habla.

2. La palabra es Cristo como comida del hombre para que el hombre reciba nutrición

  La palabra no es solamente Cristo como palabra de Dios para que el hombre reciba vida; la palabra también es Cristo como comida del hombre para que éste reciba nutrición (Dt. 8:3; Mt. 4:4; Jn. 6:63b, 57b). Cristo es primeramente nuestra vida y, luego, nuestro suministro de vida. Como nuestra vida y nuestro suministro de vida, Cristo es la palabra.

  Mateo 4:4, una cita de Deuteronomio 8:3, revela que Cristo como palabra de Dios es nuestro suministro de vida. Todo lo que procede de la boca de Dios es Cristo. Puesto que este mensaje se centra en Deuteronomio, queremos recalcar el hecho de que la palabra contenida en este libro es Cristo como nuestra vida y nuestro suministro de vida. Acudamos, pues, a este libro para encontrar a Cristo como nuestra vida y como nuestro suministro de vida.

II. EL ESQUEMA GENERAL

  El esquema general de Deuteronomio es el siguiente: el nuevo adiestramiento impartido a la nueva generación de los hijos de Israel después que vagaron por largo tiempo, con el fin de prepararlos para entrar en la buena tierra prometida por Dios y heredarla en propiedad. Aunque la palabra adiestramiento no se encuentra en Deuteronomio, es un hecho que Moisés le estaba dando al pueblo un nuevo adiestramiento. El primer adiestramiento había sido dado cuarenta años atrás en el monte Sinaí, y en el libro de Deuteronomio, este adiestramiento fue dado nuevamente, esta vez a la nueva generación, la cual había estado vagando por el desierto. El propósito de este adiestramiento era prepararlos para entrar en la buena tierra y heredarla.

  Durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto, los hijos de Israel fueron llevados por Dios. Moisés habla de esto en 1:31: “En el desierto, donde has visto que Jehová tu Dios te ha llevado, como lleva el hombre a su hijo, por todo el camino en que habéis andado hasta llegar a este lugar”. Aunque el hecho de que vagaran no agradó a Dios, Dios los llevó de manera continua hasta que finalmente Él obtuvo un pueblo que estaba preparado para entrar en la buena tierra, poseerla, disfrutarla y edificar en ella un templo, una casa, para Dios.

  El mismo principio se aplica hoy a nosotros. A lo largo de los años, Dios nos ha llevado. Dios nos lleva aun cuando nuestro diario vivir no le agrada; Él nunca nos desecha. Además, Él no sólo lleva a todos los creyentes, sino también a todas las iglesias. Hoy las iglesias están sobre los hombros del Señor. Él lleva a las iglesias sobre Sus hombros con el propósito de cumplir Su economía. Dios no puede ser derrotado; Él logrará la meta que se propuso alcanzar. Mientras nos lleva, Él necesita que experimentemos un deuteronomio, que Su palabra nos sea reiterada, una y otra vez.

III. EL PENSAMIENTO CENTRAL

  El pensamiento central de Deuteronomio es que Cristo es el Instructor y Líder del pueblo de Dios a fin de que ellos puedan entrar en el territorio celestial y participar de las riquezas de Cristo.

  Debemos comprender que cada palabra de Deuteronomio nos suministra vida. Los hijos de Israel fueron sustentados con todo lo que procedió de la boca de Dios. Esto realmente significa que fueron sustentados con Cristo, pues, como ya señalamos, todo aquello que procede de la boca de Dios es Cristo. Por una parte, Cristo es la buena tierra; por otra, Él es el alimento que nos sustenta en el camino a la buena tierra. Él es Aquel que logra entrar en la buena tierra. La intención de Dios nunca fue que nosotros tratáramos de entrar por nuestra propia cuenta. Dios nos está dirigiendo hacia la buena tierra por medio de Cristo, y también nos está sustentando con Cristo, quien es todo lo que procede de la boca de Dios. Esto significa que Cristo nos sustenta para que entremos en Él mismo. Ésta es la revelación contenida en el libro de Deuteronomio, un libro que nos habla de Cristo como la buena tierra y como el alimento que nos sustenta.

  Como Instructor y Líder del pueblo de Dios, Cristo los capacita para que entren en el territorio celestial y participen de Sus riquezas. Este territorio celestial es Cristo mismo, y las riquezas son las riquezas de Cristo como buena tierra descritas en Deuteronomio 8:7-9: tierra de arroyos de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en valles y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de aceite y de miel; tierra de hierro y cobre. Los valles y montes representan los diversos entornos en los cuales podemos experimentar a Cristo como Espíritu que fluye. La buena tierra es una tierra que fluye leche y miel, las cuales son producto de la combinación de la vida animal y la vida vegetal. El hierro y el cobre sirven para fabricar armas con las cuales combatimos contra el enemigo. (Para más detalles sobre las riquezas de Cristo como buena tierra, sírvase leer El Cristo todo-inclusivo, un libro que se compone de los mensajes dados durante la primera conferencia realizada en los Estados Unidos, en 1962). Cristo lo es todo: el agua, la comida, las armas y la tierra.

IV. LAS PALABRAS CLAVES

  Las palabras claves de Deuteronomio son las siguientes: amar a Dios, obedecer Sus mandamientos (Sus palabras) y recibir Su bendición. Estos asuntos se repiten en todo el libro de Deuteronomio. Moisés nos dice reiteradas veces que si amamos al Señor nuestro Dios y obedecemos Sus mandamientos, recibiremos Su bendición.

V. LAS SECCIONES

  Deuteronomio consta de ocho secciones. En la primera sección se hace un recuento del pasado (1:1—4:43). Una persona que se arrepienta y desee tener un nuevo comienzo recibirá mucho beneficio si hace un recuento del pasado. En la segunda sección la ley es proclamada nuevamente (4:44—26:19). Ésta es una extensa sección que abarca la mayor parte del libro. Las otras secciones son: una advertencia (27:1—28:68); el pacto es promulgado (29:1—30:20); las exhortaciones y los encargos finales (31:1-13, 24-29); el cántico de Moisés (31:14-23, 30; 32:1-47); la bendición de Moisés (33:1-29); y la muerte de Moisés y el sucesor de Moisés (32:48-52; 34:1-12).

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