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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Deuteronomio»
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Mensaje 14

LA LEY ES PROCLAMADA NUEVAMENTE

(7)

  Lectura bíblica: Dt. 14:3-21, 28-29; 26:12-15; 15:1-11

  En los mensajes anteriores abarcamos los consejos y advertencias generales (5:32—13:18). En este mensaje empezaremos a examinar los estatutos generales y las ordenanzas que fueron proclamados nuevamente.

VI. LOS ESTATUTOS GENERALES Y LAS ORDENANZAS SON PROCLAMADOS NUEVAMENTE

  Deuteronomio 14:1—26:19 abarca los estatutos generales y las ordenanzas. Cuando un juicio es añadido a un estatuto, el estatuto se convierte en una ordenanza.

A. Con respecto a la dieta santa

  Mientras que el capítulo 13 trata sobre la apostasía, el capítulo 14 trata sobre lo que comemos. Los versículos del 13 al 21 abordan el tema de la dieta santa. Debemos tener cuidado con lo que comemos, porque la comida que ingerimos podría transmitirnos gérmenes.

1. Representa qué clase de personas no son limpias y cuáles sí son limpias

  La dieta santa representa qué clase de personas no son limpias y cuáles sí son limpias, propias para que el pueblo de Dios se relacione con ellas a fin de mantenerse en una condición santa. Según la perspectiva de Dios, relacionarse con las personas equivale a comer, esto es, a recibir una sustancia nutritiva.

  Por ser el pueblo santo de Dios, no sólo debemos guardarnos de la división y la apostasía, sino también ser cuidadosos respecto a la clase de personas con quienes nos relacionamos. Nosotros los seres humanos necesitamos relacionarnos socialmente con otros; no podemos vivir solos, sin tener ninguna clase de contacto con los demás. Al relacionarnos con las personas, debemos ser cuidadosos, ya que podríamos recibir lo que ellos son, lo que ellos tienen y lo que ellos saben. Relacionarse con las personas es algo que guarda relación con el comer, y como dicen los dietistas, nosotros somos lo que comemos. Eso significa que con el tiempo seremos iguales a aquellos con quienes nos relacionamos. Por consiguiente, al relacionarnos con los demás, debemos discernir quién no está limpio y quién está limpio. (Para conocer más detalles sobre este tema, véase el mensaje del estudio-vida que trata sobre Levítico 11).

2. Es prohibido cocer el cabrito en la leche de su madre

  “No cocerás el cabrito en la leche de su madre” (14:21b). La leche de la madre tiene como propósito nutrir, pero cocer un cabrito equivale a matar. Esto indica que a los ojos de Dios, todo ganado que no se mataba de una manera apropiada no era limpio para comerse, es decir, no se podía tener contacto con él.

  La leche mencionada en el versículo 21b tipifica la leche de la palabra de Dios (el suministro de vida de Cristo) que sirve para nutrir a los nuevos creyentes (1 P. 2:2; He. 5:12-13; 1 Co. 3:2). No cocer el cabrito en la leche de su madre tipifica que la leche de la palabra de Dios no debe usarse para matar a los nuevos creyentes en Cristo. Debemos usar la leche de la palabra, que es Cristo como suministro de vida, para nutrir a los cristianos recién nacidos, no para matarlos. Sin embargo, muchos maestros cristianos han usado la palabra de Dios para “cocer” a otros en vez de alimentarlos. Esto es lo que están haciendo hoy en día los que causan divisiones. Los que causan divisiones usan versículos de la Biblia para cocer, para matar, a los nuevos creyentes. Ellos cuecen los cabritos en la leche de su madre. Al poner en práctica la nueva manera, nosotros debemos usar los versículos de la Biblia para nutrir a los nuevos creyentes. La palabra de Cristo, que produce leche, siempre debe ser usada para nutrir a los que son niños en Cristo, nunca para matarlos.

  Por una parte, nunca debemos comer nada sin discernimiento; por otra, no debemos permitir que el cabrito sea cocido en la leche de su madre. Debemos ayudar a los creyentes más jóvenes y protegerlos para que no sean cocidos por los que causan divisiones.

  En Deuteronomio 12 y 13 vemos que debemos aborrecer y evitar la división y la apostasía. Si hemos de hacer esto, debemos ejercitar discernimiento en lo referido a nuestro contacto con los demás, como se nos indica en el capítulo 14. Hay personas que pudieran portar los gérmenes de la división o de la herejía. Si nos relacionamos con esas personas sin discernimiento, seremos infectados, quizá sin percatarnos de ello, ya que esos gérmenes son muy contagiosos. Una vez que un santo sea infectado de esta manera, se enfriará para con el recobro y para con la vida de iglesia. Por tanto, si hemos de evitar la división y la apostasía, debemos tener cuidado al relacionarnos con las personas. Además, debemos proteger a los creyentes más jóvenes de aquellos que usan la leche de la palabra para cocerlos, para matarlos.

B. Con respecto a la ayuda para los necesitados

  Varios pasajes de Deuteronomio hablan acerca de brindar ayuda a los necesitados (14:28-29; 26:12-15; 15:1-18; 23:15-16, 19-20; 24:6, 10-15, 17-22).

1. La ayuda provista mediante los diezmos dados al final de cada tres años

a. Estos diezmos se guardaban dentro de sus ciudades a manera de excedente que mostraba la plenitud del rico producto de la buena tierra

  El estatuto relacionado con la ayuda para los necesitados tiene muchos aspectos. Primero, se brindaba ayuda mediante los diezmos dados al final de cada tres años (14:28-29; 26:12-15). Dios encargó a los hijos de Israel que le ofrecieran los diezmos cada año. Cada año ellos ofrecían a Dios el diezmo de su producto. Además, en 14:28 encontramos otro mandamiento acerca de los diezmos. “Al cabo de cada tres años sacarás todo el diezmo de tus productos de aquel año, y lo pondrás dentro de tus ciudades”. Así que, cada tres años ellos debían separar otra décima parte dentro de sus ciudades a manera de excedente que mostrase la plenitud del rico producto de la buena tierra.

b. Para suplir la necesidad de los levitas, de los peregrinos, de los huérfanos y de las viudas, para que Jehová su Dios los bendijera más

  Lo que ponían dentro de sus ciudades era dado a los necesitados. “Y vendrá el levita, porque no tiene porción ni heredad contigo, así como el peregrino, el huérfano y la viuda que estén dentro de tus ciudades; y comerán y serán saciados, para que Jehová tu Dios te bendiga en toda obra que tus manos hagan” (14:29). A los levitas, quienes no tenían un trabajo ni ninguna otra fuente de ingreso, sino que dependían de Dios para su sustento, pues le servían a tiempo completo, se les debía cuidar de esta manera. También se debía proveer para el peregrino, el huérfano y la viuda. Hoy nosotros también debemos encargarnos de los necesitados que haya entre nosotros. Bajo la cubierta del Señor, puedo testificar que no puedo soportar ver a ninguno de los santos carecer de lo necesario para vivir; siento que debo hacer algo para suplir sus necesidades. En el recobro del Señor, debemos cuidar de los que sirven a tiempo completo y de los demás menesterosos.

  Los que daban el diezmo de su producto en el tercer año, el año del diezmo, podían decir delante de Jehová su Dios: “He sacado lo santo de mi casa y también lo he dado al levita, al peregrino, al huérfano y a la viuda, conforme a todo el mandamiento que me has ordenado; no he transgredido ninguno de Tus mandamientos ni me he olvidado de ellos. No he comido de ello en mi tristeza, ni he tomado de ello estando yo inmundo, ni de ello he dado a los muertos. He escuchado la voz de Jehová mi Dios; he hecho conforme a todo lo que me has mandado” (26:13-14). Aun si la persona que daba el diezmo estaba triste o pasaba por sufrimientos, no comía para su satisfacción de lo que estaba reservado para los necesitados. Por ello podía orar, diciendo: “Mira desde Tu santa morada, desde el cielo, y bendice a Tu pueblo Israel y a la tierra que nos has dado, como juraste a nuestros padres, tierra que fluye leche y miel” (v. 15). Esto indica que si, por amor a Dios, cuidamos de los necesitados, Dios ciertamente bendecirá nuestra labor y lo que emprendamos. Esta bendición será para nosotros un beneficio dado por Dios. Aparentemente estamos dando, pero en realidad recibimos. No obstante, más bienaventurado es dar que recibir.

  En Deuteronomio 13 vemos que Dios cuida de Sí mismo, y en Deuteronomio 12 vemos que Él cuida de Su pueblo como Su expresión. Ahora, en los versículos sobre asistir a los necesitados vemos que Dios cuida de todo Su pueblo, el cual es Su expresión. En términos neotestamentarios, esto significa que Cristo cuida de todos los miembros de Su Cuerpo. Todos nosotros debemos seguir este ejemplo. Debemos amar al Señor Jesús, debemos amar Su Cuerpo y debemos suplir las necesidades de todos los miembros. Con respecto a suplir las necesidades de los santos, lo mejor es prepararnos para ello haciendo un presupuesto. Esto significa que de manera regular debemos apartar algo con el fin de usarlo para cuidar de los santos necesitados. Debemos hacer esto con regularidad porque el pueblo de Dios vive en la tierra y tiene necesidades prácticas. La vida del pueblo de Dios es una vida práctica; por tanto, debemos satisfacer las necesidades de una manera práctica y con regularidad.

2. Hacer remisión al final de cada siete años

  En Deuteronomio 15:1-6 Moisés dio un encargo con respecto a la remisión al final de cada siete años. “Al cabo de cada siete años harás remisión” (v. 1). Todo acreedor debía condonar lo que había prestado a su prójimo. El israelita debía hacer esto aun si hubiera prestado algo a su prójimo poco antes del año de remisión. Este requisito acerca de la remisión hecha cada siete años tiene que ver con la manera en que Dios equilibra la riqueza social y los recursos naturales que hay entre Su pueblo. Podríamos decir que con ello Dios practicaba un “comunismo divino”.

  “Ésta es la manera de la remisión: todo acreedor hará remisión de lo que haya prestado a su prójimo; no lo exigirá de su prójimo ni de su hermano, porque se ha proclamado la remisión de Jehová” (v. 2). No obstante, había una limitación al comunismo celestial: los hijos de Israel debían liberar únicamente a sus hermanos, no a los extranjeros (v. 3). Si el pueblo de Dios condonaba lo que había prestado a sus hermanos, traería la bendición de Dios de manera que no habría menesterosos en medio de ellos (vs. 4-5). Además, debido a la bendición de Dios, ellos prestarían a muchas naciones y tendrían dominio sobre muchas naciones. “Jehová tu Dios te bendecirá, como te ha prometido. Prestarás entonces a muchas naciones, mas tú no tomarás prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio” (v. 6).

3. Hacer préstamos a los hermanos pobres

  El pueblo de Dios no sólo debía poner en práctica la remisión de deudas cada siete años, sino que además se les exigía hacer préstamos a los hermanos pobres. Deuteronomio 15:7-11 habla acerca de prestar a los hermanos menesterosos. Es posible que algunas personas perdieran dinero durante el año de remisión y, como resultado de ello, decidieran no volver a prestar nada. Por esta razón, era necesaria una ordenanza que rigiera el requisito relacionado con hacer préstamos a los pobres.

a. No endurecer su corazón, ni cerrarle su mano al hermano menesteroso

  Los hijos de Israel no debían endurecer su corazón ni cerrarle su mano al hermano menesteroso (v. 7). Supongamos que un hermano menesteroso le pidiera un préstamo a un israelita, y que después le fuera perdonada su deuda en el año de remisión. Si este hermano menesteroso le pidiera a la misma persona otro préstamo después del año de remisión, esa persona podría endurecer su corazón y cerrarle su mano. Sin embargo, esto lo prohibía la ordenanza que regía la acción de prestar a los hermanos menesterosos.

b. Abrir su mano al hermano y prestarle lo que necesitara

  Al pueblo se le exigía abrir su mano al menesteroso y prestarle lo que le hiciera falta para satisfacer sus necesidades (v. 8). Hoy en día no debemos ser renuentes en cuanto a dar a los hermanos menesterosos que haya en medio de nosotros. Cuando demos para satisfacer las necesidades de los hermanos menesterosos, el Señor nos devolverá mucho más de lo que dimos. Todos los creyentes que dan voluntariamente pueden testificar acerca de esto.

c. Guardarse de albergar en su corazón pensamiento vil

  En el versículo 9 se les advirtió a los hijos de Israel que se guardaran de albergar en su corazón pensamiento vil con respecto a prestar a los hermanos pobres. “Guárdate de que no haya en tu corazón pensamiento vil como éste: Cerca está el año séptimo, el de la remisión; y mires con malos ojos a tu hermano menesteroso y no le des nada, no sea que clame él contra ti a Jehová, y se te cuente por pecado”. El hecho de que un israelita se rehusara a prestar algo a un hermano menesteroso por estar cerca el año de remisión, equivalía a mirarlo con malos ojos.

d. No estar descontentos en su corazón después de dar

  “Sin falta le darás, y tu corazón no estará descontento cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos y en todo lo que emprendas” (v. 10). Los hijos de Israel debían sentirse contentos después de dar, sabiendo que Dios los bendeciría. Hoy en día nosotros no debemos sentirnos disgustados cuando demos a los menesterosos; antes bien, debemos sentirnos contentos, sabiendo que Dios nos bendecirá y nos devolverá mucho más de lo que hayamos dado.

e. No faltarían menesterosos en medio de la tierra

  “No faltarán menesterosos en medio de tu tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre que está contigo y al menesteroso que está contigo en tu tierra” (v. 11). Siempre habría menesterosos en la tierra, los cuales pondrían a prueba a los hijos de Israel.

  Los capítulos del 12 al 15 de Deuteronomio revelan que debemos aborrecer la apostasía, evitar la división, tener discernimiento al relacionarnos con las personas, proteger a nuestros hijos espirituales y ser generosos al dar. Debemos comprender que nunca sufriremos pérdida por haber dado al Señor. El Señor es rico, pero algunos de entre Su pueblo son pobres. Por consiguiente, debemos cuidar de los que sirven a tiempo completo (los levitas), de los peregrinos, de los huérfanos, de las viudas y de nuestros hermanos menesterosos. Todos debemos ser personas que evitan la división y la apostasía, que ejercen discernimiento al relacionarse con las personas, que protegen a los hijos espirituales, y cuyo corazón y cuya mano siempre están abiertos para dar alguna ayuda a los menesterosos.

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