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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Deuteronomio»
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Mensaje 19

LA LEY ES PROCLAMADA NUEVAMENTE

(12)

  Lectura bíblica: Dt. 24:7, 16; 25:1-3, 5-16

  En este mensaje consideraremos los seis asuntos restantes con respecto al gobierno entre el pueblo.

9. La ordenanza concerniente a los secuestros

  En 24:7 encontramos la ordenanza concerniente a los secuestros. Si un hombre secuestraba a uno de sus hermanos de entre los hijos de Israel y lo trataba como esclavo o lo vendía, al secuestrador debía dársele muerte (v. 7a). Esta sentencia de muerte muestra lo grave que es el secuestro; equivale en gravedad al crimen de homicidio. Secuestrar a una persona equivale a matarla. Por medio de la ejecución del secuestrador, se quitaba completamente el mal de en medio de los hijos de Israel (v. 7b).

  El secuestro es un pecado grave que anula con engaño los derechos humanos de una persona. No debemos pensar que hoy en día no hay secuestros entre los hermanos. En años recientes, ciertas personas han intentado “secuestrar” a algunos de los hermanos y “esclavizarlos” para luego “venderlos”. Esas personas no han intentado secuestrar a los de afuera; han intentado secuestrar a los hermanos, los miembros del Cuerpo de Cristo. Este secuestro debe ser condenado.

10. Las ordenanzas concernientes a los padres y a sus hijos

  Deuteronomio 24:16 habla de las ordenanzas concernientes a los padres y a sus hijos. Los padres no debían morir por causa de los hijos, ni los hijos por causa de los padres (v. 16a); antes bien, cada uno debía morir por su propio pecado.

  El versículo 16 revela la equidad de Dios. De hecho, todos los aspectos concernientes al gobierno divino ejercido entre los hijos de Israel nos muestran que Dios es un Dios de equidad; como tal, Él no permitirá que injusticia alguna se suscite entre Su pueblo.

11. La ordenanza concerniente a un pleito traído delante de los hijos de Israel

  Deuteronomio 25:1-3 trata sobre la ordenanza concerniente a un pleito traído ante los hijos de Israel. Si hubiere pleito entre algunos de los hijos de Israel y acudieren al tribunal, los jueces debían absolver al justo y condenar al malvado (v. 1). Absolver al justo y condenar al malvado hace posible que se mantenga la justicia entre el pueblo de Dios.

  En 1 Corintios 6:1-8 Pablo nos dice que los pleitos entre hermanos de la iglesia deben ser resueltos por personas capacitadas en la iglesia. Esto indica que a veces la iglesia puede ser como un tribunal donde se juzgan los pleitos. Al resolver cualquier pleito, debemos ser justos, absolviendo al justo y condenando al malvado.

  Según Deuteronomio 25:2, si el malvado mereciere ser azotado, el juez lo haría tenderse y hacerle azotar en su presencia con el número de azotes proporcionado a su delito. El juez podía darle cuarenta azotes (v. 3a). El juez no debía exceder ese número, no fuera que, al excederse, su hermano quedase envilecido delante de sus ojos (v. 3b).

  Nosotros no debemos jamás denigrar a ningún hermano en el Señor. Si tenemos que hablar sobre el error cometido por un hermano, debemos controlarnos y cuidarnos de no exagerar. Si lo que hablamos de él es excesivo, podríamos denigrarlo ante los demás. Puesto que todo hermano es precioso para el Señor Jesús, quien lo considera un tesoro pues lo compró a gran precio, el de Su propia sangre, es pecado denigrar a un hermano. Si denigramos a un hermano criticándolo o hablando en demasía sobre su error, la vida divina que está en nosotros nos condenará. Así que, al hablar de los santos, debemos controlarnos y ser cuidadosos.

12. La ordenanza concerniente a un hermano que no está dispuesto a cumplir con el deber de cuñado

  Deuteronomio 25:5-10 habla de la ordenanza concerniente a un hermano que no estaba dispuesto a cumplir con el deber de cuñado. Cuando hermanos israelitas habitaban juntos, y uno de ellos —que no tenía hijos— moría, su hermano debía tomar por mujer la mujer del hermano muerto y cumplir con ella el deber de cuñado (v. 5). El primogénito que ella diera a luz debía tomar el nombre de su marido muerto, para que el nombre de éste no fuese borrado de Israel (v. 6).

  Esta ordenanza nos revela el amor de Dios, pues en Su amor por aquel que murió, Dios deseaba conservar el nombre de esa persona entre el pueblo. Esta ordenanza también revela que Dios desea que Su pueblo sea fructífero. Dios ama a Su pueblo y desea que ellos sean fructíferos.

  Si el hermano del marido muerto no quería tomar a su cuñada, ella debía apelar a los ancianos a la puerta, diciendo que su cuñado no quería cumplir con ella su deber de cuñado (v. 7). Los ancianos de la ciudad debían indagar si aquello era verdad. Si era verdad, ella debía acercarse a su cuñado delante de los ancianos y quitarle la sandalia del pie, escupirle en el rostro y decir: “Así será hecho al hombre que no edifica la casa de su hermano” (vs. 8-9). A este hombre se le llamaba en Israel: “Casa del descalzado” (v. 10). Llevar ese nombre era un insulto y una vergüenza.

  Al hermano que murió sin tener hijos se le quitó su “sandalia”. Esto significa que su andar había cesado y que ya no se podía mover. Debido a que no tenía sucesor, su nombre sería borrado de entre los hijos de Israel, y cesaría toda su casa. Esto era una vergüenza. Puesto que el hermano del difunto no cumplía con su deber, se le llamaría: “Casa del descalzado”.

  Esta ordenanza se puede aplicar a nuestra situación actual, aunque de manera limitada. Al hacer la aplicación, quisiera señalar que esta ordenanza indica que debemos ser fructíferos espiritualmente y tener hijos espirituales que sean nuestros sucesores. Si tenemos hijos espirituales, podremos morir en paz. Por un lado, todos debemos tener hijos espirituales que nos sucedan; por otro, debemos ayudar a nuestros hermanos en el Señor a tener hijos espirituales.

13. La ordenanza concerniente a una esposa que, inmoralmente, ayuda a su esposo en una lucha

  La ordenanza mencionada en 25:11 y 12 guarda relación con una esposa que, inmoralmente, ayuda a su esposo mientras éste lucha. Cuando dos hombres peleaban, un hombre con su hermano, y se acercaba la mujer de uno para rescatar a su marido de mano del que le golpeaba, y alargando su mano se asía de las partes genitales, se le debía cortar la mano (vs. 11-12a). Nadie debía tener piedad de ella (v. 12b), pues había hecho algo indecente. Esta ordenanza revela que Dios no solamente es estricto en Su gobierno, sino que también es detallista.

14. Lo concerniente a las pesas y las medidas

  Deuteronomio 25:13-16 abarca la ordenanza concerniente a las pesas y las medidas. Los hijos de Israel no debían tener en su bolsa diferentes pesas, una pesada y otra liviana, ni debían tener en su casa medidas diferentes, una grande y otra chica (vs. 13-14). Cualquiera que hacía eso, cualquiera que hacía injusticia, era una abominación a Jehová su Dios (v. 16).

  Tener pesas y medidas diferentes constituye una mentira, y todas las mentiras proceden del enemigo, Satanás. La práctica deshonesta de tener pesas y medidas diferentes ciertamente procede de Satanás.

  Los hijos de Israel debían tener una pesa cabal y justa, y una medida cabal y justa, para que sus días fueran prolongados sobre la tierra que Jehová su Dios les daba (v. 15). Aquí la longevidad guarda relación con la justicia. Los que han tenido una larga vida a menudo le atribuyen su longevidad a asuntos como cuidar de su salud, dormir bien y tener una dieta adecuada. ¿Ha oído usted alguna vez que alguien le atribuya la longevidad a ser imparcial, recto y justo? En este versículo, ser de larga vida en la tierra está claramente relacionado con tener pesas y medidas cabales y justas.

  Los que tienen diferentes pesas y medidas, de hecho, tienen diferentes balanzas. En la vida de iglesia actual puede ser que tengamos diferentes balanzas: una balanza para medir a los demás y otra para medirnos a nosotros mismos. Por tener diferentes balanzas, condenamos ciertas cosas en los demás al mismo tiempo que las justificamos en nosotros mismos. Algunos santos usan una balanza para pesar las acciones de los ancianos y colaboradores, pero tienen otra balanza para pesar sus propias acciones. Debido a que pesan a los ancianos y colaboradores en una balanza y a que se pesan a sí mismos en una balanza diferente, encuentran defectos en los ancianos y colaboradores, pero se vindican a sí mismos.

  En la casa de Dios, la iglesia, debe haber una sola balanza. Esto significa que debe usarse una sola balanza para pesar a todos. Si tenemos una sola balanza, seremos imparciales, rectos y justos, como Dios mismo lo es. Dios es imparcial, recto y justo, y por ello nos mide a todos con la misma balanza. Él no tiene diferentes pesas ni medidas. Por la eternidad, Él usará la misma balanza.

  Las personas del mundo a menudo usan diferentes clases de balanzas. Debido a que las personas usan muchas y distintas clases de balanzas, en la sociedad humana existe una gran escasez de justicia. Por ejemplo, las mujeres y los maridos usan diferentes balanzas en su vida matrimonial. Esas diferentes balanzas constituyen la razón por la que hay tantas disputas entre el marido y la mujer. Tanto el marido como la mujer tienen dos balanzas diferentes.

  Aunque no deberíamos tener diferentes balanzas en la vida de iglesia, una balanza para pesar a los demás y otra para pesar a los hermanos y las hermanas, todos hemos fallado en este asunto; ninguno de nosotros es una excepción. Usando el lenguaje de la contaduría, pudiéramos decir que nos es fácil darle “débitos” a los demás y “créditos” a nosotros mismos. En lugar de hacer eso, deberíamos darles a los demás más créditos y, a nosotros, más débitos. Por ejemplo, es posible que una hermana pese a los ancianos en una balanza y les dé un débito, y que se pese a sí misma y se dé un crédito. Si ella les diera a los ancianos más crédito y se diera a sí misma más débitos, ella tendría una perspectiva mucho más positiva de los ancianos y de la iglesia en su localidad. Pero si ella persiste en usar diferentes balanzas, ningún anciano le parecerá idóneo.

  Hay santos que tienen la costumbre de usar diferentes balanzas y se mudan de localidad en localidad con la esperanza de encontrar una iglesia más idónea con ancianos más idóneos. Sin embargo, debido a que esos santos tienen diferentes balanzas, independientemente de dónde vayan, no encuentran idónea ni a la iglesia ni a los ancianos.

  La razón por la que enfatizo tanto la práctica de tener diferentes balanzas es que esa práctica constituye una enfermedad, una plaga, en la vida de iglesia. Eso constituye el origen de la discordia. En lugar de guardar la unidad y la unanimidad, tenemos discordia. Espero que todos recibamos misericordia de parte del Señor para que ya no tengamos diferentes balanzas, sino que, al igual que nuestro Dios, tengamos una sola balanza para todos.

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