Mensaje 28
Lectura bíblica: Dt. 31:1-13, 24-29
En este mensaje consideraremos las exhortaciones y los encargos finales. Aunque Moisés había hablado de tantas cosas en los capítulos anteriores, en el capítulo 31, como un padre anciano que se preocupa por sus hijos, él aún tuvo algo más que decir. Debido a que estaba tan preocupado por los hijos de Israel, él habló algunas de las mismas cosas una y otra vez.
En 31:1-6 se halla la exhortación que Moisés hace al pueblo.
Las palabras que Moisés habló en estos versículos fueron dirigidas a todo Israel (v. 1).
Moisés le dijo al pueblo que él tenía ciento veinte años de edad y que ya no podía más salir ni entrar, y que Jehová le había dicho que no cruzaría el Jordán (v. 2). Éstas fueron palabras tristes, porque Moisés quería cruzar el Jordán pero no se le permitió.
En el versículo 3 Moisés les dijo a los hijos de Israel que era Jehová su Dios quien cruzaría delante de ellos y quien destruiría las naciones de delante de ellos, y que ellos desposeerían las naciones. En este versículo, Moisés también dijo que Josué sería el que cruzaría delante de ellos, como Jehová había habado. Lo dicho por Moisés aquí era una expresión de la preocupación que había en su corazón por Israel.
En los versículos 4 y 5 Moisés dijo que Jehová haría con las naciones como hizo con Sehón y con Og, y con sus tierras. Él entregaría a las naciones delante de los hijos de Israel. La victoria de Dios sobre Sehón y Og habría de ser una garantía al pueblo de que Él derrotaría a todos los reyes que había en Canaán, tomaría posesión de sus tierras y las daría a los hijos de Israel por heredad.
Finalmente, en el versículo 6 Moisés anima a todo Israel a esforzarse y ser valiente, a no temer ni aterrorizarse ante las naciones, porque Jehová su Dios iba con ellos y no los dejaría ni los abandonaría.
Los versículos 7 y 8 contienen la exhortación que Moisés hace a Josué.
Moisés llamó a Josué y le habló en presencia de todo Israel. En la exhortación que hizo a Josué, Moisés dijo: “Esfuérzate y sé valiente, porque tú entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus padres que les daría; y tú se la harás heredar” (v. 7).
Moisés también le aseguró a Josué que era Jehová quien iba delante de él y que estaría con él. Además, Jehová no lo dejaría ni lo abandonaría (v. 8). Por consiguiente, Moisés concluyó la exhortación que le hizo a Josué con el siguiente encargo: “No temas ni desmayes” (v. 8b).
En los versículos 9-13 y 24-29 encontramos la exhortación que Moisés hace a los sacerdotes, hijos de Leví, y a los ancianos de Israel.
El versículo 9 dice: “Escribió Moisés esta ley y la dio a los sacerdotes, hijos de Leví, que llevan el Arca del Pacto de Jehová, y a todos los ancianos de Israel”. Moisés les mandó que al fin de cada siete años, en el año de la liberación, en la Fiesta de los Tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová en el lugar que Él hubiese escogido, ellos debían leer esta ley delante de todo Israel (vs. 10-11). Ellos debían hacer congregar al pueblo, varones, mujeres y niños, y el peregrino que estuviere con ellos, para que oyeran, aprendieran y temieran a Jehová su Dios, y cuidaran de poner por obra todas las palabras de esta ley (v. 12). Ellos debían hacer esto para que sus hijos, que no habían sabido estas cosas, oyeran y aprendieran a temer a Jehová todos los días que vivieran sobre la tierra adonde cruzarían y de la cual tomarían posesión (v. 13).
Cuando Moisés acabó de escribir las palabras de esta ley en un libro hasta concluirlo, dio órdenes a los levitas que llevaban el Arca del Pacto de que tomaran este libro de la ley y lo pusieran al lado del Arca, para que estuviera allí por testigo contra ellos (vs. 24-26). Moisés dio esta orden porque conocía la rebeldía de los hijos de Israel y su dura cerviz (v. 27a). Aun viviendo con ellos, habían sido rebeldes a Jehová; ¡cuánto más se rebelarían después de su muerte (v. 27b)! Lo que Moisés hablaba aquí concordaba con la profunda preocupación que sentía por el pueblo de Dios.
Moisés congregó ante sí a todos los ancianos de las tribus y a sus oficiales para hablarles estas palabras y llamar por testigos contra ellos a los cielos y a la tierra (v. 28). Él sabía que después de su muerte, los hijos de Israel se corromperían completamente y se apartarían del camino que él les había ordenado (v. 29a). Como resultado de ello, les sobrevendría mal en los postreros días, pues harían lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a la ira con lo que emprenderían (v. 29b).
A medida que la partida de Moisés se hacía inminente, su corazón estaba puesto en los hijos de Israel; con todo, no tenía paz. Sabiendo que Israel se rebelaría contra Dios, Moisés repitió su encargo una y otra vez. Parecía decirle al pueblo: “No tengo paz con respecto a ustedes, ni tengo confianza alguna en ustedes. Ustedes se rebelaron muchas veces mientras yo vivía, y me preocupa que después de que me vaya, se rebelarán aún más”. Con el tiempo, lo que sentía Moisés en cuanto a los hijos de Israel llegó a ser un hecho, ya que, poco después, ellos se rebelaron una vez más. Así que, Moisés, el padre anciano, estaba en lo cierto con respecto a su preocupación.
No debemos pensar que la preocupación de Moisés era exagerada. Él sabía que los hijos de Israel eran rebeldes en naturaleza, que el elemento de la rebelión formaba parte de su ser. Debido a que tenían una naturaleza rebelde, ellos terminarían por rebelarse contra Dios aún más. Independientemente de cuánta enseñanza recibió el pueblo por medio de Moisés, de los jueces y de los sacerdotes, ellos fueron en pos de otros dioses y adoraron ídolos. Ellos llegaron al extremo de erigir ídolos en el templo. Da la impresión de que los hijos de Israel se volvieron más paganos que los mismos paganos. A pesar del hecho de que recibieron tanto adiestramiento, permanecieron iguales y siguieron rebelándose.
Debemos recordar que lo que se presenta acerca de Israel es un cuadro de nosotros hoy en día. Este cuadro nos muestra lo que somos. Puesto que en naturaleza somos iguales que los hijos de Israel, al ser ellos puestos al descubierto, nosotros también somos puestos al descubierto. Muchos de nosotros hemos estado en la vida de iglesia por años; hemos oído mensajes y hemos leído la Versión Recobro. Con todo, no debemos tener confianza alguna en nosotros mismos, ya que tenemos una naturaleza rebelde, un ser rebelde. Somos una constitución de rebelión. Por consiguiente, ciertamente tenemos necesidad de la misericordia del Señor y de Su gracia.
Ahora podemos entender que Moisés, cuando estaba a punto de morir, no tenía paz con respecto a los hijos de Israel. Su exhortación final era en realidad una repetición de lo que ya había expresado antes. Específicamente, los exhortó a que no se apartaran de Jehová su Dios ni fueran en pos de otros dioses. Él parecía decirles: “No olviden lo que son, y no olviden lo que Jehová su Dios quiere de ustedes. Acuérdense de mi encargo y de lo que les he hablado. Los sacerdotes deberán repetir delante de ustedes esta ley cada siete años. En el séptimo año, mientras disfrutan la Fiesta de los Tabernáculos, deben escuchar las palabras de esta ley”.
Todos debemos darnos cuenta hoy de que, en naturaleza, somos iguales a los hijos de Israel, y no debemos tener confianza alguna en nosotros mismos. No debemos tener ninguna seguridad de que, en nosotros mismos, podemos permanecer firmes y seguir en la vida de iglesia. Tal vez disfrutemos al Señor por la mañana, pero es posible que pocas horas más tarde nos rebelemos contra Él. Puesto que no tenemos la garantía de que seguiremos siendo fieles al Señor, volvamos a Él constantemente e inhalémosle, recibiéndole como la palabra en nuestro ser.