Mensaje 7
(2)
Lectura bíblica: Dt. 7:1-26; 8:1-20
En este mensaje consideraremos, como parte de los consejos y advertencias generales, la nueva proclamación de la ley en 7:1—8:20.
Después de que Dios introdujera a los hijos de Israel en la tierra prometida como heredad suya, ellos debían destruir completamente a todas las naciones (Dt. 7:1-2a). No debían hacer pacto con esas naciones, no debían mostrarles favor ni tampoco contraer matrimonio con ellas (vs. 2b-3). Las naciones debían ser completamente destruidas sin ninguna misericordia. Es posible que algunos, al leer la Biblia según su pensamiento humano natural, no estén de acuerdo con el requisito exigido por Dios de que se destruyera a las naciones que estaban en la tierra prometida. Pero, según el pensamiento divino, esas naciones debían ser exterminadas debido a que eran diabólicas y se habían mezclado con demonios.
El versículo 5 dice: “Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares derribaréis, quebraréis sus estelas, talaréis sus Aseras y quemaréis sus ídolos en el fuego”. Las estelas eran usadas en la adoración de los ídolos, y las Aseras eran imágenes de una diosa con ese nombre.
El pueblo de Dios debía destruir las naciones y sus ídolos a fin de ser un pueblo santo para Jehová su Dios, quien lo había escogido de entre todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra, para que fuese “pueblo Suyo, Su tesoro personal” (v. 6). La palabra hebrea traducida “tesoro personal” tiene un significado doble, pues significa “posesión personal” y también “especial tesoro”. Dios valoró mucho a los hijos de Israel, se prendó de ellos, los amó, quiso guardar el juramento que les había hecho, y los sacó y rescató de la casa de esclavitud (vs. 7-8).
En 7:9-15 Moisés quería que el pueblo conociera que Jehová su Dios es Dios, el Dios fiel que guarda el pacto y muestra la benevolencia amorosa a los que le aman y guardan Sus mandamientos, hasta mil generaciones; que Él los amaría, los bendeciría y los multiplicaría; que Él bendeciría el fruto de su vientre y el fruto de su tierra, su grano, su vino nuevo, su aceite fresco, el parto de sus ganados y las crías de sus ovejas; y que Él quitaría de ellos toda enfermedad y todas las malas enfermedades de Egipto.
Hoy en día Dios nos ama, nos bendice y nos multiplica debido a que guardamos Cristo. Es en Cristo que recibimos las bendiciones de Dios y las disfrutamos. Dios está con nosotros en Cristo. La gracia y la paz de Dios nos son dadas en Cristo. Así que, debemos estar bien con Dios al tomar a Cristo. El mandamiento único que Dios da al mundo hoy consiste en creer en Su Hijo y recibirlo. En realidad, Cristo mismo es el mandamiento de Dios. Tenemos que recibir a Cristo, guardar Cristo y estar bien con Cristo. Si hacemos esto, estaremos bien con Dios, y Él nos amará y bendecirá.
Moisés les dijo a los hijos de Israel que no temieran a las naciones, sino que se acordaran de lo que Jehová su Dios había hecho con Faraón y con todo Egipto, esto es, de las grandes pruebas, de las señales y prodigios, y de Su mano poderosa y Su brazo extendido (vs. 17-19).
En el versículo 20 Moisés agrega: “Además, Jehová tu Dios enviará el avispón entre ellos, hasta que sean destruidos los que queden y los que se hayan escondido de delante de ti”. Algo muy similar ocurrió en 1948, cuando Israel fue restaurado como nación. En aquella ocasión, Dios usó avispones para pelear a favor de Israel.
En el versículo 16 Moisés dijo: “Devorarás a todos los pueblos que te da Jehová tu Dios; tu ojo no tendrá piedad de ellos”. Luego, en el versículo 22, Moisés explicó: “Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, no sea que las fieras del campo se multipliquen contra ti”. Los hijos de Israel no eran muy numerosos. Si todos los cananeos hubieran sido aniquilados de una sola vez, las fieras del campo se habrían multiplicado contra el pueblo de Dios. Por esta razón, los cananeos, quienes eran útiles para evitar que las fieras se multiplicaran, debían ser expulsados poco a poco.
Moisés también encargó al pueblo que quemara en el fuego los ídolos de los dioses de las naciones, que no desearan la plata ni el oro que los recubrían, ni los tomaran para sí, a fin de que no se enredaran en un lazo por ello (v. 25). Asimismo, no debían meter en su casa ninguna cosa abominable, no sea que llegasen a ser malditos como ella (v. 26). Esto indica cuán preocupado estaba Moisés, un padre muy anciano, por sus amados hijos.
“Todo el mandamiento que te ordeno hoy cuidaréis de poner por obra, para que viváis, os multipliquéis, y entréis y poseáis la tierra que Jehová juró a vuestros padres” (8:1). Mientras que los hijos de Israel debían guardar toda la ley, nosotros debemos guardar Cristo completamente a fin de que la iglesia experimente longevidad y multiplicación.
“Te acordarás de todo el camino por donde te ha conducido Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para humillarte y probarte a fin de saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no Sus mandamientos. Y te humilló; te hizo pasar hambre y te alimentó con maná, que no conocías tú, ni tus padres lo habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que procede de la boca de Jehová vive el hombre” (vs. 2-3). Aquí Moisés encargó al pueblo que se acordara de cómo Dios los humilló, los hizo pasar hambre y los alimentó con maná, para que supieran que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que procede de la boca de Jehová vive el hombre.
En Mateo 4:4 el Señor Jesús citó Deuteronomio 8:3, diciendo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Cuando citó este versículo, Él ciertamente sabía que toda palabra se refería a la ley, los mandamientos, las ordenanzas, los estatutos y los juicios. Todo ello son las palabras que procedieron de la boca de Dios como aliento de Dios y, por tanto, todo ello se refiere a Cristo. Por tanto, vivir de toda palabra que sale de la boca de Dios es vivir por Cristo.
En Deuteronomio 8:4 y 5 Moisés añade lo siguiente: “Tu vestido nunca se gastó sobre ti, ni el pie se te ha hinchado en estos cuarenta años. Reconoce asimismo en tu corazón que como disciplina el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te disciplinaba”. Durante los años en que anduvieron por el desierto, Jehová disciplinó a Su pueblo de manera estricta y severa. Aquello fue Su amorosa disciplina. Puesto que amaba a los hijos de Israel, Él los disciplinó.
“Guarda, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios andando en Sus caminos y temiéndole” (v. 6). Dios tiene Sus caminos y también Sus mandamientos. Los hijos de Israel no sólo debían guardar los mandamientos de Dios, sino también andar en Sus caminos. Este mismo principio se aplica a nosotros hoy en día. Debemos andar en el camino del Señor, en el camino que es según el Nuevo Testamento.
Los hijos de Israel debían guardar los mandamientos de Dios, andar en Sus caminos y temerle, porque Él los introduciría en la buena tierra: tierra de arroyos de aguas, de manantiales y de fuentes, que brotan en valles y montes; tierra de trigo, de cebada, de vides, de higueras y de granados; tierra de olivos con aceite y de miel; tierra en la cual no comerían pan con escasez, ni les faltaría nada; tierra cuyas piedras eran hierro, y de cuyos montes extraerían cobre (vs. 7-9). El primer aspecto de la buena tierra mencionada aquí es el agua. Con respecto al agua, primero había fuentes, que son el origen, y luego había manantiales y arroyos, el fluir. El agua de la buena tierra brotaba “en valles y montes”. Esto indica que Cristo fluye en diversos entornos. Todos tenemos nuestros altibajos, pero Cristo fluye tanto en los altos como en los bajos.
En la buena tierra, los hijos de Israel no sólo tendrían agua, sino también abundancia de cosas para comer. Además, tendrían hierro y cobre con los cuales podrían fabricar armas para combatir contra el enemigo. Por consiguiente, en el versículo 10 Moisés dijo: “Comerás y te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios por la buena tierra que te habrá dado”.
“Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios, dejando de guardar Sus mandamientos, Sus ordenanzas y Sus estatutos que yo te ordeno hoy” (v. 11). Hoy debemos tener cuidado, no sea que nos olvidemos de Dios al no guardar Su Cristo.
En los versículos del 12 al 16 Moisés continúa dando su advertencia al pueblo, diciéndoles que fueran cuidadosos, no sea que cuando hubieran comido y se hubieran saciado, y hubieran edificado buenas casas y habitaran en ellas, y sus vacas y sus ovejas se hubieran multiplicado, y la plata y el oro se hubieran multiplicado y todo lo que tuvieran se hubiera multiplicado, entonces se enalteciera su corazón y se olvidaran de Jehová su Dios, quien los sacó de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud, quien los condujo por el desierto grande y asombroso, y quien les sacó agua de la roca del pedernal, quien los alimentó con maná en el desierto, a fin de humillarlos y probarlos para a la postre hacerles bien. Luego, Moisés advirtió al pueblo que no dijera en su corazón: “Mi fuerza y el poder de mi mano me han procurado esta riqueza” (v. 17), sino que se acordaran de Jehová su Dios, porque era Él quién les había dado las fuerzas para adquirir riquezas a fin de confirmar Su pacto (v. 18). Por último, Moisés les advirtió que si se olvidaban de Jehová su Dios e iban en pos de otros dioses, y los servían y se inclinaban ante ellos, de cierto perecerían (vs. 19-20).