Mensaje 1
En este mensaje presentaremos las palabras introductoras del libro de Efesios. Aunque se trata de palabras introductoras, en ellas abarcaremos algunos asuntos cruciales y de peso espiritual.
El tema del libro de Efesios es la iglesia. Efesios presenta siete aspectos de la iglesia, el primero de los cuales es la iglesia como Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Para que una persona esté completa, debe tener un cuerpo que sea su expresión. El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
El término “plenitud” ha sido mal usado, mal entendido y mal aplicado por los cristianos de hoy. La mayoría de los maestros cristianos confunden la plenitud con las riquezas. Así, cuando los cristianos hablan de la plenitud de Cristo, piensan que se refiere a las riquezas de Cristo. (No obstante, son muy pocos los cristianos que hablan de la plenitud de Cristo, aunque sí hablan de la plenitud del Espíritu Santo o de la plenitud de Dios.) Según el libro del Efesios, el término “plenitud” no significa riquezas, sino expresión. Las palabras “las riquezas de Cristo” se encuentran en 3:8, y la palabra “plenitud”, en 1:21 y 4:13. El capítulo uno menciona la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo, mientras que el capítulo cuatro, la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Según 4:13 la plenitud tiene una estatura, y la estatura tiene una medida. Nosotros tenemos estatura porque tenemos un cuerpo; si fuéramos una cabeza sin cuerpo, no tendríamos estatura. La plenitud de Cristo es el Cuerpo, pues 4:13 dice que esta plenitud tiene una estatura y una medida. De ahí la expresión, la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
La plenitud es diferente a las riquezas. Las riquezas no tienen estatura; en cambio, la plenitud, que es el Cuerpo, tiene una estatura, y esta estatura tiene una medida. Esto prueba firmemente que la plenitud de Cristo no se refiere a las riquezas de Cristo, sino al Cuerpo de Cristo.
Es importante saber por qué al Cuerpo de Cristo se le llama la plenitud. Esto es muy significativo. El cuerpo de una persona es su plenitud, y esta plenitud es su expresión. Cuando yo hablo, uso todo mi cuerpo; de esta manera mi ser se expresa por medio de mi cuerpo. Asimismo, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y este Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. ¡Esto es muy profundo! Cristo llena todo el universo. Por ser Aquel que todo lo llena en todo, El es extremadamente grande, y una persona así de grande necesita un Cuerpo igual de grande; y la iglesia es dicho Cuerpo. Por tanto, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, Su plenitud.
A las riquezas de Cristo se las pueden comparar con los comestibles producidos en los Estados Unidos, los cuales no se producen para ser exhibidos, sino para ser ingeridos. Cuando consumimos las riquezas alimenticias de Estados Unidos, ellas aparentemente desaparecen en nosotros. Cuando las digerimos y asimilamos, ellas llegan a formar parte de nuestro ser, y como resultado, dejan de ser riquezas y se convierten en la plenitud. Por consiguiente, podemos decir que los jóvenes fornidos estadounidenses que asimilan una gran cantidad de estas riquezas, son la plenitud de los Estados Unidos. Con este ejemplo podemos diferenciar entre las riquezas y la plenitud. Las riquezas son el alimento que aún no hemos ingerido. Una vez que el alimento es consumido, digerido y asimilado, llega a ser la plenitud. Las riquezas de Cristo son todos los aspectos de lo que Cristo es. Cuando digerimos y asimilamos las riquezas de Cristo, estas riquezas llegan a formar parte de nosotros, y nosotros nos convertimos en la plenitud de Cristo. Así que, la iglesia es el Cuerpo de Cristo, la plenitud de esta persona universalmente grandiosa que todo lo llena en todo. Este es el primer aspecto de lo que es la iglesia.
En segundo lugar, la iglesia es el nuevo hombre (2:15). En el universo hay un solo nuevo hombre; por eso, la iglesia es el nuevo hombre. Hay una notable diferencia entre el Cuerpo y el nuevo hombre. El Cuerpo sólo necesita vida, mientras que el nuevo hombre necesita la vida y la persona. Mi cuerpo tiene vida, pero mi ser como hombre tiene una persona. La iglesia no es solamente el Cuerpo de Cristo, el cual tiene la vida de Cristo, sino también el nuevo hombre, cuya persona es Cristo. Sin duda, este nuevo hombre es corporativo, ya que en 2:15 se dice que Cristo creó de ambos pueblos, judíos y gentiles, un solo y nuevo hombre. Esto significa que los dos pueblos colectivos fueron creados en un solo y nuevo hombre. Si vemos que la iglesia hoy no es sólo el Cuerpo, sino también un hombre, una persona, lo que experimentamos de la vida de iglesia llegará a un nivel más elevado.
En 2:19 vemos que la iglesia es el reino de Dios. Este versículo dice: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos”. La palabra “conciudadanos” denota un reino, porque ser conciudadano se refiere a poseer ciertos derechos civiles, y los derechos civiles siempre están relacionados con una nación o un reino. Por tanto, este versículo revela que la iglesia es el reino de Dios y que nosotros somos los ciudadanos de este reino y que, como tales, poseemos ciertos derechos civiles. Al gozar de estos derechos, también debemos asumir las responsabilidades. Por consiguiente, la iglesia es el reino de Dios, que incluye derechos y responsabilidades. Si queremos los derechos, también debemos asumir las responsabilidades. Sin embargo, a veces queremos gozar de los derechos sin asumir ninguna responsabilidad. Pero debemos participar tanto de los derechos como de las responsabilidades. Esta es la iglesia como reino de Dios.
En cuarto lugar, la iglesia es la familia de Dios (2:19). La familia no tiene nada que ver con los derechos civiles, sino con la vida y el disfrute. En la casa no se habla mucho de derechos; allí más bien se tiene la vida del padre y se disfruta de ella. Por consiguiente, la iglesia como casa o familia de Dios tiene que ver con la vida y el disfrute.
A muchos santos les agrada la vida de iglesia como familia, pero no les gusta tanto la iglesia como reino, es decir, sólo quieren pasar un buen tiempo juntos, y tener un disfrute maravilloso. Sin embargo, nosotros no nos quedamos en casa todo el tiempo, ya que tenemos que salir a trabajar para ganarnos el sustento. No solamente debemos disfrutar de la vida familiar, sino también asumir las responsabilidades del reino. La iglesia no debe de ser una familia siempre; también debe ser el reino de Dios. De todos modos, me complace que en la iglesia como familia de Dios se nos brinda vida y disfrute.
En 2:21-22 vemos que la iglesia es también la morada de Dios. El versículo 21 dice que todo el edificio va creciendo para ser un templo santo en el Señor; esto se refiere al edificio universal. El versículo 22 dice que los santos de Efeso eran edificados juntamente para ser una morada de Dios en el espíritu; esto se refiere a la edificación local. En el sentido universal, la iglesia es el templo del Señor, y en el sentido local, ella es la morada de Dios en nuestro espíritu.
En el capítulo cinco vemos la iglesia como novia, como esposa, de Cristo. La novia es la satisfacción del novio, del esposo. La Biblia, refiriéndose a Adán cuando éste estaba solo, dice: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn. 2:18). Esto indica que cuando Adán no tenía compañera, no era feliz ni estaba satisfecho. Adán necesitaba una esposa. Cuando a Adán se le dio una esposa, halló descanso y satisfacción. Por tanto, según la Biblia el propósito de la novia, la esposa, es proporcionar descanso y satisfacción a su marido. ¿Cómo podríamos estar satisfechos si no tenemos descanso? Estar satisfecho implica gozar de un descanso pleno. El día que uno se casa es un día de satisfacción y reposo. Del mismo modo, ya que Cristo ama a la iglesia, ella es Su descanso y satisfacción.
El amor que Cristo le tiene a la iglesia es distinto del que siente por los pecadores. A menudo los cristianos proclaman que Cristo ama a los pecadores, pero pocos hablan de que El ama a Su esposa. Nosotros éramos pecadores, pero ahora somos la esposa de Cristo. Independientemente de que seamos hombres o mujeres, somos Su esposa. La iglesia es la esposa que satisface a Cristo.
Por último, Efesios 6 revela que la iglesia es un guerrero, un luchador corporativo. Un ejército se compone de muchos soldados, pero un guerrero es una sola persona. La iglesia es el nuevo hombre, y éste es un guerrero. La armadura de Dios mencionada en el capítulo seis no se le da a ningún cristiano como individuo, sino a toda la iglesia como nuevo hombre. Como guerrero, la iglesia se enfrenta al enemigo de Dios y lo vence.
Si unimos estos siete aspectos de la iglesia, vemos un cuadro maravilloso de la iglesia como el Cuerpo que expresa a Cristo, como el nuevo hombre que toma a Cristo como su persona, como el reino que incluye derechos y responsabilidades, como la familia en la que hay vida y disfrute, como la morada de Dios en la que El habita, como la novia que satisface a Cristo, y como el guerrero que libra la batalla contra el enemigo y lo derrota a fin de que Dios cumpla Su propósito eterno. La iglesia es todo esto.
Lo que la iglesia hace no es tan importante como lo que ella es. La iglesia es el Cuerpo, el nuevo hombre, el reino, la familia, la morada, la novia y el guerrero. Lo que hacemos no tiene mucha importancia, pero lo que hacemos es trascendental. En una iglesia como la que se describe en Efesios, Cristo es expresado. Por medio de ella, Cristo, Su persona, vive. En ella existen el reino de Dios con derechos y responsabilidades y la familia de Dios con vida y disfrute. La iglesia es también la morada de Dios, la satisfacción de Cristo y el guerrero que pelea la batalla por causa del propósito eterno de Dios. ¡Qué maravillosa es la iglesia!
Si tenemos esta visión de la iglesia, nos daremos cuenta de cuán lamentable es la condición de la religión actual. En la religión uno no encuentra el Cuerpo ni el nuevo hombre. Además, tampoco se ve allí el reino de Dios, ni Su familia, ni Su morada, ni la novia de Cristo ni el guerrero de Dios. Como iglesia, debemos manifestar estos siete aspectos. En particular, los hermanos que llevan la responsabilidad en las iglesias, necesitan tener la visión de la iglesia que se presenta en Efesios. La iglesia no es una escuela, ni una sociedad ni una organización; es el Cuerpo, el nuevo hombre, el reino, la familia, la morada, la novia y el guerrero. Esto es la iglesia, y éste también es el tema del libro de Efesios. Debido a que Efesios tiene este tema, es un libro insondable.
Sin embargo, hay aún más aspectos de la iglesia en el último libro de la Biblia. En Apocalipsis vemos cuatro aspectos adicionales de la iglesia: la iglesia como el candelero, el hijo varón, las primicias y la ciudad santa. De estos aspectos sólo uno, el de la novia, se abarca también en Efesios.
Ahora llegamos al contenido del libro de Efesios. En cuanto a esto, lo primero que se menciona es las bendiciones que la iglesia recibió en Cristo (1:3-14). Pocos conocen el verdadero significado de la palabra “bendición”. Una bendición no es tales cosas como un automóvil último modelo o una casa nueva. El apóstol Pablo pedía en oración que la iglesia tuviera una revelación que le permitiera ver las bendiciones que ella había recibido. Para ver las bendiciones materiales, como por ejemplo automóviles o casas, uno no necesita revelación, pero ésta es imprescindible para conocer las bendiciones recibidas por la iglesia. Muchos cristianos simplemente no han visto las bendiciones con las cuales la iglesia fue bendecida.
Después de revelar las bendiciones dadas a la iglesia, el apóstol Pablo pidió en oración que los santos recibieran un espíritu de sabiduría y de revelación para que conocieran el resultado de todas estas bendiciones y el poder que lo lleva a cabo, con el fin de que la iglesia llegue a ser el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:15-23).
Después de mencionarse la iglesia al final del capítulo uno, el capítulo dos nos muestra la producción, naturaleza, posición, edificación y función de la iglesia.
En 3:1-13 tenemos la revelación del misterio y el ministerio de la mayordomía en cuanto a la iglesia. Muy pocos cristianos saben qué es el ministerio de la mayordomía. Hay algo que se llama la mayordomía, y esta mayordomía tiene un ministerio. El ministerio de esta mayordomía está relacionado con la iglesia. Así que, no sólo el misterio está ligado a la iglesia, sino también la mayordomía. Para conocer la iglesia, debemos conocer la revelación del misterio y el ministerio de la mayordomía. Abarcaremos estos temas en detalle cuando lleguemos al capítulo tres.
Sabiendo que el misterio y el ministerio de la mayordomía son asuntos profundos, el apóstol oró pidiendo que la iglesia experimentara a Cristo de manera práctica (3:14-21). La iglesia, tal como se revela en el misterio y como es ministrada por la mayordomía, necesita experimentar a Cristo; y el apóstol Pablo oró por ello.
Los capítulos del cuatro al seis presentan el andar y la responsabilidad que la iglesia tiene en el Espíritu.
Si tenemos una visión clara del contenido del libro de Efesios, entenderemos todo el libro. Conoceremos las bendiciones, que incluyen la elección de Dios, Su predestinación, Su filiación, Su santidad, Su redención, Su sello, Sus arras y mucho más. Más adelante veremos la oración del apóstol en la que pide que recibamos un espíritu de sabiduría y de revelación que nos capacite para conocer la esperanza a que Dios nos ha llamado, para ver la gloria de la herencia de Dios en Sus santos y para comprender la grandeza del poder que operó en Cristo para producir el Cuerpo. Luego, en el capítulo dos, veremos la producción de la iglesia, la naturaleza de la iglesia, la visión de la iglesia, la edificación de la iglesia y la función de la iglesia. En el capítulo tres, veremos la revelación del misterio y el ministerio de la mayordomía con relación a la iglesia. Además, veremos la oración que hace Pablo por el fortalecimiento de nuestro hombre interior para que Cristo haga Su hogar en nuestro corazón y para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Esto nos permite experimentar a Cristo de manera práctica. Después, como se revela en los últimos tres capítulos, sabremos cómo debemos andar, asumir responsabilidades y pelear la batalla, de modo que se cumpla el propósito de Dios. Este es el contenido del libro de Efesios.
El libro de Efesios posee una característica especial. A diferencia de Romanos, donde se habla desde la perspectiva de la condición de los pecadores, Efesios habla desde el punto de vista del propósito eterno de Dios. En los primeros capítulos de Romanos vemos la condición de los pecadores. Romanos 1 enumera toda clase de pecados, mas no encontramos una lista semejante en el capítulo uno de Efesios. Ello se debe a que Efesios no habla desde la perspectiva de la condición de los pecadores, sino desde el punto de vista del propósito eterno de Dios. Además, Efesios se ubica en la eternidad, no en el tiempo, y en los lugares celestiales, no en la tierra. El libro de Efesios nos traslada a la eternidad. No permanezcamos en el tiempo; penetremos en la eternidad. Puesto que Efesios nos conduce a los lugares celestiales, no debemos quedarnos en nuestra condición; más bien, debemos ubicarnos en la eternidad y en los lugares celestiales. Estamos en el propósito eterno de Dios y no debemos ver nuestra condición; más bien pongamos nuestra mirada en el propósito eterno de Dios. Ya que estamos tan atados a nuestra condición y encerrados en ella, necesitamos ser rescatados. Efesios no presta tanta atención a nuestra condición como al propósito de Dios; nos habla a partir del corazón del propósito de Dios. Cuando venimos a este libro, debemos orar así: “Señor, sácame de mi condición, lejos de la tierra y fuera del tiempo; rescátame de mi condición e introdúceme en la eternidad y en los lugares celestiales; deseo entrar en el corazón de Dios y en Su propósito eterno”.
Hace muchos años leí el libro de Efesios, pero lo hice como si fuera una rana metida en un pozo estrecho. Desde ese pozo traté de entender este libro, pero no pude, pues para entenderlo es necesario ser librados de nuestra condición e introducidos en el propósito eterno de Dios y en los lugares celestiales. Si leemos Efesios desde dicha posición, nuestra comprensión será diferente. La característica particular y específica de este libro es que se escribió desde la perspectiva eterna, desde los lugares celestiales, desde el corazón de Dios y desde Su propósito eterno.
Efesios ocupa una posición particular en la secuencia de los libros del Nuevo Testamento. No es el primer libro, lo cual sería muy extraño. ¡Alabado sea el Señor que Efesios está ubicado en la posición correcta! Se ubica inmediatamente después de la revelación que muestra el contraste entre Cristo y la religión (Gálatas); antes de verse cómo experimentar a Cristo (Filipenses); y nos conduce a Cristo, la Cabeza (Colosenses).
En Gálatas vemos que Cristo es contrario a la religión. No debemos reemplazar a Cristo con nada. O sea, que no deben ser nuestras emociones ni nuestras prácticas las que se oponen a la religión, sino Cristo mismo. Efesios figura después de esta revelación de que Cristo es incompatible con la religión. El tema de que Cristo es contrario a la religión nos conduce a la iglesia. El hecho de que Cristo sea contrario a la religión no ha de afectar nuestra experiencia únicamente; éste es el énfasis equivocado que adoptan los que hablan de la vida interior, quienes buscan a Cristo, no por el beneficio de la iglesia, sino por el suyo propio. Cristo es incompatible con la religión por el beneficio de la iglesia. El mismo Cristo que es incompatible con la religión no lo es principalmente por el bien de nuestra experiencia personal, sino de la iglesia. Gálatas 2:20 dice que fuimos crucificados juntamente con Cristo y que El vive en nosotros. Debemos experimentar esto por el bien de la vida de iglesia.
Hacer hincapié en experimentar a Cristo a nivel personal y pasar por alto a la iglesia, es erróneo. Pero dar énfasis a la iglesia y descuidar la experiencia práctica que tenemos de Cristo también es erróneo. A los que le dan importancia a la experiencia personal pero no a la iglesia, les diría: “Deben avanzar de Gálatas a Efesios”; y a los que prestan más atención a la iglesia que a experimentar a Cristo, les diría: “Recuerden que después de Efesios se tiene el libro de Filipenses”. Debemos experimentar a Cristo en la práctica a tal grado que podamos declarar que en vida o muerte Cristo será magnificado por medio de nosotros (Fil. 1:20), que para nosotros el vivir es Cristo (Fil. 1:21), y que contamos todas las cosas como estiércol por la excelencia de Cristo (Fil. 3:8). Todos necesitamos experimentar a Cristo. Antes de que las personas entren en la iglesia, deben experimentar a Cristo y una vez que entran en ella, deben experimentarlo aún más.
Experimentar a Cristo nos conduce a la Cabeza. Por tanto, después de Filipenses sigue Colosenses. Valoro mucho Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, y he dedicado más tiempo al estudio de estos libros que al de cualquier otro libro de la Biblia. Todos debemos invertir más tiempo estudiando estos cuatro libros. Gálatas revela que Cristo es incompatible a la religión; Efesios presenta la iglesia en siete aspectos; Filipenses habla de cómo experimentar a Cristo de manera práctica; y Colosenses nos lleva a la Cabeza. Si estudiamos adecuadamente estos cuatro libros, en ellos veremos a Cristo, veremos que Cristo nos conduce a la iglesia, que la vida de iglesia nos lleva a experimentar a Cristo diariamente, y que todo esto nos conduce a la Cabeza. Esta es la posición que ocupa el libro de Efesios en el Nuevo Testamento.
Ahora hablemos de quién escribió este libro. Como todos sabemos, fue el apóstol Pablo quien lo escribió. Efesios 1:1 dice: “Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. Pablo fue hecho apóstol de Cristo, no por el hombre, sino por la voluntad de Dios y conforme a la economía de Dios. Puesto que Pablo no se nombró a sí mismo apóstol, sino que era apóstol por la voluntad de Dios, él tenía la autoridad que proviene por medio de la voluntad de Dios. Esta posición le dio la autoridad para presentar en esta epístola la revelación del propósito eterno de Dios con respecto a la iglesia. La iglesia se edifica sobre esta revelación (2:20). El hecho de que Pablo fuera apóstol de Cristo alude a su posición, mientras que el hecho de que fuera apóstol por la voluntad de Dios habla de su autoridad. Como tal apóstol, Pablo fue el escritor de este libro.
En la última parte de 1:1 y en el versículo 2 dice: “A los santos que están en Efeso y que son fieles en Cristo Jesús: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. Los destinatarios de este libro eran los santos de Efeso. La palabra “santos” se refiere a su posición, o sea, que los santos son aquellos que son hechos santos, que son santificados, que están separados para Dios de todo lo común.
Los destinatarios son también los fieles en Cristo Jesús. Los fieles son los que son fieles en la fe, como se menciona en 4:13, 2 Timoteo 4:7 y Judas 3. Los destinatarios, los fieles en Cristo, no sólo tienen una posición santificada, sino también un vivir fiel. Ellos viven fielmente en su fe. Debemos reunir estos requisitos y tener esa posición para recibir este libro. Debemos ser los santos y debemos ser los fieles en Cristo Jesús. Es necesario tener una posición santificada y un vivir fiel.
Entre el autor y los destinatarios había una comunicación de gracia y de paz (1:2). La gracia y la paz fluían del escritor a los destinatarios. Entre ellos no había chismes, críticas, acusaciones ni condenación, sino gracia y paz.
La gracia es Dios como nuestro disfrute (Jn. 1:17; 1 Co. 15:10). Cuando Dios llega a ser nuestra porción para que le disfrutemos, lo que recibimos es la gracia. No debemos pensar que la gracia es algo inferior a Dios. La gracia es Dios mismo disfrutado por nosotros de manera práctica como nuestra porción.
La paz es una condición que procede de la gracia, es decir, es el resultado de disfrutar a Dios nuestro Padre. Cuando disfrutamos a Dios como la gracia, entramos en una condición de reposo, satisfacción y alegría; esto es la paz. La gracia es una substancia, mientras que la paz es una condición. La substancia de la gracia es Dios mismo, y la condición de la paz es aquello que brota del disfrute que tenemos de Dios como la gracia. Todos podemos testificar de la paz que experimentamos cuando disfrutamos a Dios como gracia. El primer renglón del himno 213 de nuestro himnario dice: “¡Oh, qué vivir! ¡Oh, qué solaz!” La vida es la gracia. Cuando nos deleitamos verdaderamente en Cristo como nuestra vida, participamos de la gracia, y por consiguiente, tenemos paz. ¡Qué vida y qué paz! Ahora también podemos decir: “¡Qué substancia! ¡Qué condición!” Tenemos la substancia divina como nuestro disfrute y tenemos también la condición celestial. Esta es la paz que disfrutamos.
Esta gracia y esta paz provienen de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Nosotros somos criaturas de Dios e hijos de Dios. Para nosotros como criaturas de Dios, Dios es nuestro Dios; y para nosotros como hijos de Dios, El es nuestro Padre. Por un lado somos criaturas de Dios, y por otro, somos hijos del Padre.
Además, la gracia y la paz también vienen a nosotros procedentes del Señor Jesucristo. El es nuestro Redentor, y nosotros somos Sus redimidos; como los redimidos del Señor, le tenemos a El como nuestro Señor.
La gracia y la paz proceden de Dios nuestro Creador, de nuestro Padre y del Señor nuestro Redentor. Por el hecho de haber sido creados, regenerados y redimidos, tenemos la posición adecuada para recibir de El la gracia y la paz. Nosotros tenemos una triple condición: fuimos creados, regenerados y redimidos. Tenemos a Dios como nuestro Creador; tenemos al Padre como nuestro Padre, y tenemos a Jesucristo como nuestro Redentor. Por consiguiente, somos plenamente aptos para recibir la gracia y la paz de parte del Dios Triuno. Estas son las palabras introductorias de este libro.