Mensaje 41
En 4:12 Pablo habla de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo”. En este mensaje veremos la manera de ser perfeccionados.
Efesios 4:7 dice: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo”. Observe que en este versículo Pablo no dice “a cada uno de vosotros”, sino “a cada uno de nosotros”, lo cual indica que él se incluía en esto. El no se puso en una categoría especial, en una categoría diferente a la de los demás creyentes.
La gracia nos fue dada a cada uno de nosotros conforme a la medida del don de Cristo. Cada miembro de nuestro cuerpo físico tiene cierta medida. La oreja, por ejemplo, tiene una medida, y el hombro tiene otra. Las palabras “la medida del don de Cristo” se refieren al tamaño de cada miembro del Cuerpo de Cristo. Cada miembro tiene cierto tamaño, cierta medida. Así como la sangre circula por los miembros de nuestro cuerpo conforme a su tamaño, a cada miembro del Cuerpo de Cristo se le da la gracia conforme a su propia medida. Aunque en el hombro circula más sangre que en la oreja, la calidad de la sangre es la misma en ambas partes. Y así como la sangre es el suministro vital de nuestro cuerpo físico, así lo es la gracia a los miembros del Cuerpo de Cristo. ¡Alabado sea el Señor porque todos los santos son dones de Cristo a quienes se les ha dado la gracia!
Puesto que los versículos del 8 al 10 son un paréntesis, el versículo 11 es la continuación del versículo 7. El versículo 11 dice: “Y El mismo dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como evangelistas, a otros como pastores y maestros”. El versículo 12 establece claramente que estas personas fueron dadas con el fin de “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo”. Según la gramática, la expresión “para la edificación del Cuerpo de Cristo” está en aposición con la cláusula “para la obra del ministerio”, lo cual indica que ambas frases aluden a lo mismo. Por consiguiente, la obra del ministerio consiste en edificar el Cuerpo de Cristo.
Los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros perfeccionan a los santos para la obra del ministerio. ¿A quién corresponde esta obra? ¿A las personas dotadas del versículo 11, o a los santos? ¿Pertenece a los que perfeccionan, o a los que son perfeccionados? La respuesta es que la obra corresponde a ambos. La edificación del Cuerpo no sólo es obra de los apóstoles y de las demás personas dotadas, sino también de todos los santos. Para mí la obra del ministerio del versículo 12 se refiere más a la obra de los santos que a la de los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros.
La obra de edificación del salón de reuniones de Anaheim es un buen ejemplo de esto. Aunque muchos hermanos trabajaron en la construcción del salón, pocos eran constructores profesionales. La mayoría de ellos tenía poca experiencia en el ramo de construcción. Los pocos peritos que había tomaron la iniciativa en la construcción, y poco a poco fueron perfeccionando a los inexpertos. Al final, tanto los trabajadores calificados como los aprendices trabajaron juntos en la edificación del salón. Sin embargo, la mayor parte del trabajo no la realizaron los profesionales, sino los aprendices. En el mismo principio, la obra del ministerio se refiere a la única obra que edifica el Cuerpo de Cristo. La responsabilidad de dicha obra no recae principalmente sobre los apóstoles, sino sobre los santos. Tanto los apóstoles y profetas como todos los creyentes, incluyendo a los miembros más pequeños, laboran juntamente para edificar el Cuerpo.
A estas alturas quisiera expresar algunas palabras francas y sinceras en cuanto a la degradada condición del cristianismo actual. Esta degradación se debe principalmente a la influencia de los conceptos naturales. Conforme al concepto humano, en todo grupo o sociedad debe haber rangos, unos tienen rangos superiores y otros, inferiores. Ignacio, uno de los grandes padres de la iglesia, un buen maestro y un hombre piadoso, cometió el error de enseñar que los obispos tienen un rango más elevado que los ancianos. Dijo que la autoridad de los ancianos era local, mientras que la de los obispos era regional. Este concepto sembró la semilla de la jerarquía, la cual, a medida que se desarrolló, no sólo produjo los obispos, sino también los arzobispos, los cardenales, y, en la posición más elevada, el Papa. Esta jerarquía no fue abolida durante la Reforma, sino que se propagó en diversas formas en las denominaciones protestantes, y continúa hasta el día de hoy.
El concepto de jerarquía, o sea, de dar rangos a los creyentes a manera de pirámide, encaja muy bien con el concepto natural. Pero si tenemos la luz de la clara revelación del Nuevo Testamento, nos daremos cuenta de que la iglesia no es una pirámide, sino un organismo vivo, el Cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. En Mateo 23:8-10 el Señor Jesús expresó lo siguiente: “Pero vosotros no seáis llamados Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados preceptores; porque uno es vuestro Preceptor, el Cristo”. A pesar de estas palabras, debido al concepto natural de las personas, a los doce apóstoles se les atribuye un rango superior al de los demás creyentes. Sin embargo, al estudiar detenidamente el Nuevo Testamento, uno no ve mucha diferencia entre los doce apóstoles y los demás discípulos. En el Nuevo Testamento, la gracia no es dada exclusivamente a los doce apóstoles, sino a todos los discípulos en general. En Juan 17 el Señor Jesús no oró por los apóstoles, sino por los discípulos. Además, en el capítulo veinte de Juan, el Señor, en el día de Su resurrección, se apareció a los discípulos. Y el Espíritu que se derramó en el día de Pentecostés, mientras los ciento veinte oraban juntos, se derramó sobre todos los discípulos, no solamente sobre los apóstoles.
En la economía neotestamentaria no existe el concepto jerárquico; por el contrario, Dios, conforme a Su economía neotestamentaria, le da el mismo rango a todos los creyentes. Por esta razón, el Señor Jesús dijo que todos somos hermanos y que sólo Cristo es nuestro Líder, Guía, Instructor y Director. Aunque la economía de Dios ubica a todos los creyentes en el mismo nivel, el concepto natural induce a que en la iglesia, como en cualquier grupo u organización social, debe haber una clase especial de líderes.
Debido a la influencia de este concepto, en la historia de la iglesia vemos que se cometió un grave error. Conforme a la perspectiva tradicional, el primer siglo es considerado como la era apostólica. Este concepto es erróneo. La era apostólica abarca la era neotestamentaria en su totalidad. ¿Acaso la era actual no forma parte de la era apostólica? Si no es así, ¿en qué era estamos? ¿En la era del clero, de la jerarquía? Si somos iluminados por la revelación del Nuevo Testamento, veremos que la era apostólica comprende toda la era neotestamentaria.
Algunos afirman que la era apostólica terminó y que hoy ya no hay apóstoles. El hermano Nee, al principio de su ministerio, todavía no estaba totalmente liberado de la influencia de este concepto, y en su libro: The Assembly Life [La vida de asamblea], publicado en 1934, dijo que no había ancianos oficiales, sino solamente ancianos “no oficiales”. Además, dijo que ya no hay apóstoles, sino un grupo de personas que hacen la obra de los apóstoles, tal como predicar el evangelio y establecer iglesias. El hermano Nee admitió que los que ahora realizan la obra de los apóstoles no tienen la santidad, el poder, ni la victoria de los apóstoles. Sin embargo, como observó el hermano Nee, Dios usa a personas que laboran para El en cada localidad de una manera similar a la de los apóstoles del primer siglo. En el pasado los apóstoles establecían las iglesias, pero hoy las establecen aquellos que hacen la obra de los apóstoles. El hermano Nee señaló que estos hombres no son dignos de ser comparados con los apóstoles, ni siquiera de ser llamados apóstoles, sino que ellos llevaban a cabo parte de la obra de los mismos. Ellos son las personas que Dios usa en medio de la actual degradación de la iglesia. En ese libro, publicado en 1934, el hermano Nee se daba cuenta de que había algunas personas que hacían la obra de los apóstoles, pero no se atrevió a llamarlas apóstoles. Con todo, las llamó apóstoles “no oficiales”, quienes nombraban a ancianos “no oficiales” en las asambleas locales.
Tres años más tarde, en 1937, el hermano Nee vio en el Nuevo Testamento que es erróneo decir que la era apostólica ya terminó y que ya no puede haber apóstoles. Por lo tanto, publicó un libro titulado La vida cristiana normal de la iglesia, donde recalca firmemente que hoy en día todavía hay apóstoles. Cuando se publicó este libro hace unos cuarenta años, sólo teníamos una luz parcial acerca de este asunto. Pero ahora, a la luz de la revelación encontrada en los capítulos tres y cuatro, vemos que todos los santos pueden hacer la misma obra que los primeros apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros.
Hemos expresado que la función de las personas dotadas de Efesios 4:11 es perfeccionar a los santos. Ahora bien, los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros perfeccionan a los santos pero, ¿para que hagan qué?. La única respuesta razonable y lógica es que los perfeccionan para que hagan lo mismo que ellos. Por ejemplo, un profesor de matemáticas adiestra a sus estudiantes en las matemáticas; su meta es enseñarles a que hagan lo que él hace. Con el tiempo, a través de años de adiestramiento, sus estudiantes llegarán a ser maestros de matemáticas. Pero supongamos que cierto maestro ha enseñado matemáticas por muchos años sin perfeccionar ni siquiera a un estudiante. ¡Qué maestro tan deficiente! Esto es exactamente lo que pasa hoy entre los cristianos. Muchos han asistido a los llamados servicios de la iglesia por años sin haber sido perfeccionados en lo más mínimo.
Hace cerca de veinticinco años, algunos hermanos de la iglesia en Manila fueron a un hospital a visitar a un hermano enfermo. Al reunirse alrededor de la cama del hermano, cada uno de ellos ofreció una oración al Señor . Otros creyentes que se hallaban cerca de ahí se quedaron sorprendidos al oír que oraran, y uno de ellos le dijo a nuestros hermanos: “En nuestra iglesia, el pastor es el único que ora en público. Nosotros no sabemos orar, pero vemos que cada uno de ustedes sabe orar. ¿A qué iglesia asisten?” Este solo ejemplo muestra la carencia de perfeccionamiento que existe entre los cristianos.
Siento mucha carga con respecto a nuestra propia condición en el recobro del Señor. Tengo que preguntarme sinceramente cuántos hermanos y hermanas han sido perfeccionados bajo este ministerio. Así como uno puede obtener un título universitario después de cuatro años de asiduo estudio, después de varios años de estar en el recobro del Señor, también deberíamos mostrar ciertas señales de perfeccionamiento. Sin embargo, muchos que han estado con nosotros por años, todavía no manifiestan mucho perfeccionamiento. Debido a esto, se han infiltrado entre nosotros ciertos aspectos del sistema clero-laico. No podemos tolerar esto. No estamos aquí simplemente para celebrar los llamados servicios cristianos. La meta de todo lo que hagamos en nuestras reuniones debe ser perfeccionar a los santos. Si somos fieles en perfeccionar a los hermanos y a las hermanas, después de tres o cuatro años todos habrán sido perfeccionados para efectuar la misma obra que realizaron los primeros apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros.
En Hechos 8 se levantó una persecución en contra de la iglesia, y los creyentes fueron esparcidos. Pero los apóstoles permanecieron en Jerusalén. Los discípulos que salieron, espontáneamente hicieron la obra de los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Supongamos que en estos días se diera una persecución que provocara la dispersión de los creyentes. ¿Qué podrían hacer aquellos de la dispersión? Debemos preguntarnos esto acerca de nosotros mismos. ¿Qué haríamos si fuéramos esparcidos? Mi esperanza es que muchos funcionaran como apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros; que al encontrarse en algún lugar desconocido, tuvieran el deseo de atender los intereses del Señor en ese lugar. Primero, podrían predicar el evangelio; y luego, por medio del pastoreo y de la enseñanza, cuidar a los que fueran salvos. Todos debemos ser perfeccionados para llevar a cabo tal obra.
Lo que se practica en el cristianismo actual para perfeccionar a los creyentes no concuerda con lo que el Señor revela en el Nuevo Testamento. En el cristianismo se establecen seminarios de capacitación para que las personas sirvan al Señor; sin embargo, los que se educan en los seminarios no son perfeccionados conforme a la economía neotestamentaria de Dios. El verdadero perfeccionamiento de los santos debe implementarse en la iglesia y por el ministerio. Hoy se critica, se vitupera y se escarnece el ministerio del Señor. Pero si los ojos de los creyentes son abiertos, podrán ver qué es el ministerio y dónde está. En la iglesia, el ministerio es crucial para el perfeccionamiento de los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Me preocupa mucho que se haya hecho tan poco entre nosotros para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. ¡Cuánto hemos estado bajo la influencia del cristianismo degradado! Hoy a muchos cristianos les interesa principalmente predicar el evangelio y en cierta medida enseñar la Biblia. Sin embargo, todos debemos ver claramente que hoy el Señor lleva a cabo una sola obra, la de perfeccionar a todos los santos “hasta que todos lleguemos”. Hemos visto que en Efesios 4 Pablo no se puso en una categoría separada, sino que se incluyó con todos los santos. Todos, incluyendo a Pablo, debemos asirnos de la verdad, crecer en Cristo y llegar a ser un hombre de plena madurez.
En estos días siento una pesada carga con respecto al perfeccionamiento de los santos y no descansaré hasta ver que todos ellos hagan la misma obra que los primeros apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Mi deseo no es ser un predicador o instructor bíblico; mi anhelo es ser perfeccionado y perfeccionar a otros para la edificación del Cuerpo de Cristo.
Para ser perfeccionados debemos prestar atención a la vida y la función. Somos perfeccionados al crecer en la vida divina y al adquirir la debida destreza para funcionar en el Cuerpo. La palabra griega traducida “perfeccionar” también significa completar, equipar, proveer lo necesario. Perfeccionar a un santo equivale a completarlo, equiparlo y proveerle lo que necesita. Solamente al crecer en vida uno está completo, y esto se logra hasta que uno alcanza la madurez. Por ejemplo, un niño de cinco años no es una persona madura. Mientras sigamos siendo menores de edad espiritualmente, no estaremos completos. Los padres de familia equipan a sus hijos y los perfeccionan alimentándolos y enseñándoles a comportarse y a hablar de cierta manera. Los hijos son perfeccionados por medio de alimentación y adiestramiento. Lo mismo sucede cuando se perfecciona a los santos conforme a la economía de Dios. Los santos necesitan ser alimentados y adiestrados para que funcionen con la debida destreza.
En una ocasión, mientras visitaba un lugar donde las personas eran consideradas muy espirituales, me preguntaron por qué en el recobro del Señor conducíamos entrenamientos. Mi respuesta fue que como seres humanos, necesitamos crecer y también aprender. Si no crecemos, no tendremos la estatura suficiente para desempeñar ciertas tareas; y si no aprendemos, seremos “bárbaros”. Por ejemplo, si a un niño no se le enseña a comer apropiadamente usando los utensilios adecuados, se portará indisciplinadamente, como un “salvaje”, durante la comida. No piense que mientras que una persona sea espiritual en cuanto a la vida divina, no requiere de entrenamiento. No; en las cosas espirituales al igual que en las cosas físicas, se necesita entrenamiento. En los asuntos espirituales necesitamos la madurez, el crecimiento en vida, y también la destreza para funcionar. La madurez proviene del crecimiento, y la destreza se obtiene por medio del adiestramiento. Por consiguiente, para perfeccionar a los santos es necesario alimentarlos con comida espiritual a fin de que crezcan, y también debemos adiestrarlos para que desarrollen ciertas habilidades.
Hasta ahora no he descargado mi carga en lo que atañe al entrenamiento. Necesitamos ser entrenados en la implementación de la vida de iglesia. Esto significa que el entrenamiento debe enriquecer y elevar nuestra práctica de la vida de iglesia. Aunque hasta ahora la ayuda que se les ha dado a los santos está lejos de alcanzar la norma, no podemos negar que muchos han pasado por cierto entrenamiento desde que entraron en el recobro del Señor. Esto lo comprueban los testimonios y oraciones que los santos ofrecen en las reuniones. No obstante, todavía existe la necesidad de un entrenamiento más profundo y más completo. Mi carga es que al cabo de un lapso, tal vez de tres o cuatro años, la mayoría de los santos que están en el recobro del Señor en este país, sea debidamente entrenada.
El entrenamiento consiste en recibir el rico suministro de Cristo para que crezcamos, y en ser equipados a fin de que seamos aptos para hablar, relacionarnos con los nuevos creyentes, pastorear, predicar y enseñar. No diga que usted no es un orador y que no puede hablar; todos podemos hablar de parte del Señor.
Una vez que los santos sean perfeccionados, a dondequiera que vayan, irán en calidad de apóstoles, es decir, de enviados. Además, ellos también serán profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Perfeccionar a los santos para que sean dones para el Cuerpo constituye la manera en que el Señor opera, y si no lo seguimos, el Señor no podrá obtener lo que desea. ¡Cuánto agradecemos al Señor que por Su misericordia El nos ha mostrado Su camino!
Hemos visto que Pablo no se excluyó a sí mimo en lo que expresó en 4:13-15; más bien, declaró: “Hasta que todos lleguemos ... para que ya no seamos niños ... sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la Cabeza”. Ninguno de nosotros debe pensar que ya está perfeccionado; por el contrario, todos necesitamos más suministro de vida y más entrenamiento. Si estamos dispuestos a crecer y ser adiestrados, no repetiremos la historia del cristianismo. Si practicamos fielmente lo que el Señor nos ha mostrado, El podrá lograr lo que desea entre nosotros. La manera en que el Señor opera nunca ha cambiado. Esta manera consiste en perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo. De esta manera El obtiene lo que desea en preparación para Su venida.