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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 43

TRES OBJETIVOS A LOS CUALES DEBEMOS LLEGAR

  Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Este versículo es la continuación de los versículos 11 y 12, los cuales declaran que los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros fueron dados para que perfeccionaran a los santos para la obra del ministerio. Ya mencionamos que las personas dotadas de las que se habla en el versículo 11, perfeccionan a los santos para que éstos hagan lo que ellos hacen. Todos podemos ser enviados y todos podemos hablar por el Señor en calidad de profetas, predicar el evangelio como evangelistas y pastorear a otros e instruirlos en calidad de pastores y maestros. Si amamos al Señor, hablaremos de parte de El como Sus testigos. Además, debemos predicar el evangelio a tiempo y fuera de tiempo. Esta no es tarea exclusiva de los primeros evangelistas, sino de todos los santos. Además, es necesario que diariamente pastoreemos e instruyamos a otros. Los que presiden deben ser ejemplos en estas funciones, y los demás debemos seguir su ejemplo. Por consiguiente, todos los santos pueden llevar a cabo la obra de los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros.

  Los santos necesitan ser perfeccionados para la obra del ministerio. En el Nuevo Testamento se ve un solo ministerio, el cual consiste en impartir a Cristo en las personas con miras a la edificación del Cuerpo. Si lo santos han de llevar a cabo la obra del ministerio, ellos necesitan ser perfeccionados.

  El Cuerpo de Cristo no lo edifican directamente los hermanos que llevan la delantera; la obra directa la realizan los santos que han sido perfeccionados. ¡Cuán diferente es esto del concepto natural que prevalece en el cristianismo actual! La manera correcta consiste en que los que llevan la delantera asienten un modelo y que entonces entrenen a los santos para que hagan lo mismo que ellos. Una vez que los santos han sido perfeccionados, los que llevan la delantera deben hacerse a un lado y permitir que los santos lleven a cabo la edificación directamente. Toda persona que preside debe saber cuándo y cómo hacerse a un lado. Primeramente deben aprender a perfeccionar a otros; luego, después de efectuar esta tarea, deben confiar la obra de edificación en manos de todos los miembros del Cuerpo.

  En el versículo 13 Pablo no dice: “Hasta que todos lleguen”, sino “hasta que todos lleguemos”, lo cual indica que él se incluyó en la misma categoría de todos los santos. No es correcto que unos cuantos lleguen a la meta y que otros se queden atrás; al contrario, todos debemos llegar juntos. No debemos llegar a las tres cosas mencionadas en el versículo 13 como que si esto fuera una carrera; todos debemos llegar a la meta al mismo tiempo.

I. LLEGAR A LA UNIDAD

A. De la fe

  La palabra griega traducida “llegar” en el versículo 13 también puede traducirse “alcanzar”. Esto indica que se requiere un proceso para alcanzar o llegar a la unidad práctica.

  La unidad del Espíritu mencionada en el versículo 3 es la unidad de la vida divina en realidad, mientras que la unidad del versículo 13 es la unidad de nuestro vivir en la práctica. Ya tenemos la unidad de la vida divina en realidad; simplemente debemos guardarla. Sin embargo, necesitamos avanzar hasta que todos lleguemos a la unidad de nuestro vivir en la práctica. Este aspecto de la unidad se aplica a dos cosas: a la fe y al pleno conocimiento del Hijo de Dios. La fe en este contexto no alude a la acción de creer, sino a aquello en lo que creemos, tal como la Persona divina de Cristo y Su obra redentora, la cual nos salva. Esta fe se usa en el mismo sentido que en Judas 3, 2 Timoteo 4:7 y 1 Timoteo 6:21.

B. El pleno conocimiento del Hijo de Dios

  Llegar al pleno conocimiento del Hijo de Dios alude a comprender la revelación acerca de El en nuestra experiencia. La frase “El Hijo de Dios” se refiere a la persona del Señor como vida para nosotros, mientras que el título “Cristo” se refiere a Su comisión de ministrarnos vida, para que nosotros, los miembros de Su Cuerpo, tengamos dones con los cuales funcionar. Cuanto más crezcamos en vida, más nos apegaremos a la fe y al conocimiento de Cristo, y más abandonaremos los conceptos doctrinales secundarios e insignificantes, los cuales causan divisiones. Entonces llegaremos a la unidad práctica, o sea, llegaremos a la medida de un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

  Muchos cristianos no conocen la diferencia entre la unidad del Espíritu y la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. La primera es la unidad de la realidad, y la segunda es la unidad en forma práctica. Ya que el Espíritu es la realidad de nuestra unidad, la unidad del Espíritu es la unidad de la realidad. La unidad es el Espíritu mismo. Si no hubiera el Espíritu, no habría unidad. Sin embargo, aunque ya tenemos la unidad de la realidad, aún necesitamos la unidad práctica. Esto significa que la unidad de la realidad debe ser puesta en práctica, o sea, debe llegar a ser una unidad en la práctica. Por tanto, en el versículo 13 Pablo habla de la unidad en forma práctica.

  Entre la unidad de la realidad y la unidad en forma práctica existe una distancia. Por ello, debemos llegar a la unidad en el aspecto práctico. La unidad del Espíritu es el comienzo, mientras que la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios es la meta. Esto indica que debemos “viajar” de la unidad del Espíritu a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. En otras palabras, tenemos que avanzar de la unidad de la realidad a la unidad del sentido práctico.

  Como creyentes, ya tenemos la unidad de la realidad, lo único que debemos hacer es guardarla, y la mejor manera de lograrlo es proseguir hacia la unidad en su aspecto práctico.

  Ya dijimos que la fe mencionada en el versículo 13 no se refiere a nuestra acción de creer, sino al objeto en que creemos. Todo creyente de Cristo acepta esta fe. Cuando creímos en el Señor Jesús, éramos muy sencillos; lo único que teníamos era la fe. Pero más adelante nos volvimos bastante complicados y empezamos a adoptar diversas doctrinas, enseñanzas y conceptos, que casi siempre crean divisiones.

  Digamos que varios jóvenes se salvan al mismo tiempo mediante la predicación de algún evangelista. El día que son salvos, todos abrazan la fe, pero después de algún tiempo comienzan a aceptar diferentes conceptos doctrinales. Estos conceptos los llevan a dividirse. Si estos creyentes desean llegar a la unidad de la fe, deben ser perfeccionados mediante la obra que realizan los apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Esta obra de perfeccionamiento hará que ellos cuiden de la unidad del Espíritu y hagan a un lado las doctrinas que los dividen. A medida que llegan a la unidad de la fe, dejarán de prestar atención a las diferentes doctrinas, las cuales fomentan divisiones, y sólo les importará la fe única con respecto a Cristo y Su obra redentora. Por medio de esta obra de perfeccionamiento, ellos llegan en la experiencia al pleno conocimiento del Hijo de Dios. En lugar de darles importancia a las doctrinas y las prácticas, la cuales dividen, sólo les interesa Cristo, el Hijo de Dios. Se interesan por llegar, en su experiencia, al pleno conocimiento del Hijo de Dios. Desean experimentar cada vez más a Cristo en su vida diaria. Al llegar a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, estos creyentes no solamente tienen la unidad de la realidad, sino también la unidad del sentido práctico. Ahora pueden reunirse sin división y disfrutar de la unidad de manera práctica.

  La unidad que experimentamos en el recobro del Señor es la unidad práctica. Nuestra unidad surge de la fe única y del pleno conocimiento que, en nuestra experiencia diaria, tenemos del Hijo de Dios, quien es nuestra vida. Creemos que la mayoría de los que estamos en el recobro del Señor hemos llegado a la unidad en forma práctica. Así que, somos uno tanto en la realidad como en la práctica.

  En la actualidad muchos cristianos que aman al Señor, incluyendo a un buen número de pastores y ministros, no han visto la unidad en su aspecto práctico. No obstante, ellos ya tienen la unidad de la realidad, la cual es la unidad del Espíritu. Muchos de estos cristianos afirman que mientras seamos creyentes genuinos y el Espíritu de Dios more en nosotros, todos podemos ser uno. En cierto sentido esto es cierto, pero tal unidad no es la unidad en el sentido práctico; es real, más no práctica. Por consiguiente, estos cristianos necesitan recorrer la distancia entre la unidad de la realidad y la unidad en forma práctica. Alabo al Señor porque muchos de nosotros hemos avanzado desde el principio, o sea, desde la unidad del Espíritu, a la meta, la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios. Hemos efectuado el viaje que nos conduce de la unidad de la realidad a la unidad en forma práctica.

II. LLEGAR A UN HOMBRE DE PLENA MADUREZ

  El versículo 13 dice también que necesitamos llegar a un hombre de plena madurez, o sea, a un varón maduro. Mediante la regeneración, hemos llegado a ser niños en Cristo (1 Co. 3:1). Ahora nosotros los santos necesitamos crecer y madurar (1 Co. 3:6; He. 6:1). Esta madurez en vida es necesaria para experimentar la unidad en la práctica.

  Si todavía estamos divididos por diferencias doctrinales, esto es una señal de que somos niños. Estas doctrinas que dividen son “juguetes”. Durante las primeras etapas de nuestra vida cristiana, nos gusta divertirnos con esos “juguetes”. Cuanto más infantiles somos, más “juguetes” poseemos. Pero a medida que los niños crecen, dejan a un lado los juguetes, y cuando maduran, los abandonan por completo. En los primeros años de mi vida cristiana me encantaban mis “juguetes” doctrinales. Debido a que estos “juguetes” significaban tanto para mí, me tomó bastante tiempo despojarme de ellos. Pero hoy ya no tengo “juguetes”; sólo tengo a Cristo y la iglesia.

  En 1 Corintios 13:11 Pablo dice: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”. Pablo indica que es posible que ciertas cosas pueden llegar a ser “juguetes”. A medida que crezcan los creyentes, dejarán todos estos “juguetes”. Finalmente, al ser perfeccionados, llegarán a un hombre de plena madurez.

III. LLEGAR A LA MEDIDA DE LA ESTATURA DE LA PLENITUD DE CRISTO

  Conforme al versículo 13, también debemos llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La plenitud de Cristo es el Cuerpo de Cristo (1:23), el cual tiene una estatura y una medida. Para experimentar la unidad práctica es necesario llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Por consiguiente, para llegar de la unidad de la realidad a la unidad del sentido práctico debemos avanzar hasta que lleguemos a las tres metas que se mencionan en este versículo.

  La plenitud de Cristo es simplemente Su expresión. El Cuerpo, como plenitud de Cristo, es Su expresión. La plenitud de Cristo, el Cuerpo, tiene una estatura, y esta estatura tiene una medida. Por lo tanto, el versículo 13 habla de la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

  Llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo equivale a llegar a la plena edificación de Su Cuerpo, a la culminación de la edificación del Cuerpo de Cristo.

  Ya vimos que necesitamos llegar a la unidad práctica, al pleno crecimiento y a la edificación completa del Cuerpo de Cristo. Si queremos llegar a estas tres cosas, debemos llevar a cabo la obra del ministerio. Como lo indica el versículo 12, la obra del ministerio equivale a la edificación del Cuerpo de Cristo. Entre nosotros hay un solo ministerio. Aunque quizás miles de nosotros participemos en la obra de éste, el ministerio sigue siendo uno solo. El objetivo principal de este ministerio es edificar el Cuerpo de Cristo. Sin importar quiénes somos, si somos líderes o seguidores, todos laboramos para llevar a cabo el ministerio de la economía neotestamentaria de Dios, cuyo fin es edificar el Cuerpo de Cristo. No estamos aquí para avanzar solos, sino para proseguir con otros, incluso ayudar a otros a avanzar con nosotros. A medida que avanzamos, necesitamos ayudar a otros a avanzar, y lo hacemos hablándoles de parte de Cristo, enseñándoles y pastoreándoles.

  Una vez más quiero recalcar la necesidad de que todas la iglesias reciban cierto entrenamiento práctico. Debemos ser entrenados en cuanto a la enseñanza, el pastoreo y la predicación del evangelio. Por medio de dicho entrenamiento, los santos aprenderán a funcionar como apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros. Mientras funcionamos así, tenemos una sola meta: edificar el Cuerpo de Cristo. A medida que participamos en la obra del ministerio para dicha edificación, llegamos a la unidad práctica, al crecimiento pleno y a la culminación de la edificación del Cuerpo de Cristo.

  Si nuestra única meta es la edificación del Cuerpo, seremos regulados espontáneamente. Al llevar a cabo una obra en particular, lo haremos teniendo presente que el propósito de dicha obra es edificar el Cuerpo. Es posible que anteriormente hayamos predicado el evangelio sin comprender que la meta de dicha predicación era edificar el Cuerpo. Ahora vemos que lo que hagamos como apóstoles, profetas, evangelistas, y pastores y maestros tiene la sola meta de edificar el Cuerpo de Cristo. Si hemos visto la meta, tendremos carga de ayudar a otros a que lleguen juntamente con nosotros a la unidad práctica, al pleno crecimiento y a la edificación del Cuerpo. Si tenemos una clara visión de esto, el Señor podrá regresar, pues esto le propiciará la manera de obtener la novia que El anhela.

  La forma en que el Señor lleva a cabo esto se halla en tres versículos cruciales, en Efesios 4:11-13. Estos versículos revelan que todos los que el Señor capturó, fueron presentados al Cuerpo como dones para que perfeccionasen a los santos, a fin de que lleven a cabo la obra del ministerio y edifiquen el Cuerpo de Cristo. Es así que llegamos juntos a nuestra destinación, a la unidad de la fe y el pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Esta es nuestra meta, y tenemos que avanzar diligentemente hacia ella hasta que todos la alcancemos juntos.

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