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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 56

SANTIFICAR, PURIFICAR, SUSTENTAR Y CUIDAR CON TERNURA

(1)

  La economía de Dios no es una religión, sino una persona maravillosa, ilimitada, inmensurable, insondable y todo-inclusiva, a saber, Jesucristo. Cristo es la corporificación de Dios y el contenido de la iglesia. El debe ser nuestra vida y nuestra persona.

NO UNA RELIGION, SINO UNA PERSONA MARAVILLOSA

  En el cristianismo de hoy, sin embargo, la economía de Dios se ha convertido en una simple religión. Bajo la influencia de esta religión, los cristianos creen que Dios amó al mundo y dio a Su Hijo unigénito para que muriese en la cruz por nuestros pecados. Después de la resurrección de Cristo, El ascendió a los cielos. Y ahora, entre tanto que El regresa, debemos estudiar la Biblia y seguir sus enseñanzas. Sin embargo, las enseñanzas no son la persona viva de Cristo. La economía de Dios no es una religión con doctrinas y enseñanzas, sino una persona viva maravillosa. Ahora esta persona debe llegar a ser nuestra persona. Nuestra necesidad hoy no son las doctrinas, sino conocer al Cristo vivo que está en nosotros.

RECOBRADOS Y LLEVADOS DE NUEVO AL CRISTO SUBJETIVO

  Muchos cristianos prestan más atención a la Biblia que a Cristo. Esto indica que aun la Biblia puede ser utilizada para apartar a la gente de Cristo. Ciertamente nosotros creemos en la Biblia, la honramos y la respetamos al máximo. Pero reconocemos que la Biblia es la revelación de la persona viva de Cristo. Si no prestamos atención al Cristo revelado en la Biblia, pasamos por alto la función principal de la Biblia, la cual consiste en revelarnos al propio Cristo. ¡Cuánto necesitamos ser recobrados de tal modo que seamos traídos de nuevo a Cristo mismo!

  Debemos regresar no sólo al Cristo objetivo que está en los cielos, sino también al Cristo subjetivo que está en nuestro espíritu. Esta persona desea extenderse a nuestro corazón. Cristo no sólo es nuestro Salvador de manera objetiva, sino también nuestra vida y nuestra persona de manera subjetiva. Debemos darle toda nuestra atención al Cristo subjetivo. En Gálatas 2:20 Pablo pudo decir: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Aquí Pablo no habló de la vida de Cristo, de Su obra, ni de Su poder; él dijo que el propio Cristo vivía en él. ¡Aleluya, la persona de Cristo vive en nosotros!

  En el mensaje anterior dijimos que cuando Cristo estuvo en la carne, El se entregó a Sí mismo por nosotros y que luego, en resurrección, fue hecho el Espíritu vivificante. Este Espíritu es a quien debemos tomar diariamente como nuestra persona. Cristo, como Espíritu vivificante, nos lava, santifica, purifica, sustenta y cuida con ternura. De esto hablaremos en este mensaje.

LLEGAR A SER SANTOS EN NUESTRA FORMA DE SER

  Posiblemente hemos oído mensajes o leído libros que hablan de la santificación. Sin embargo, para conocer el verdadero significado de la santificación, es necesario tener contacto con el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu. Un aspecto de la santificación tiene que ver con ser separados. Ser santificados es ser separados en cuanto a posición, experimentar un cambio de posición. Sin embargo, éste no es el único aspecto de la santificación. En la santificación, algo que antes era natural, gradualmente llega a ser santo en naturaleza. Por tanto, a medida que somos santificados de forma subjetiva, llegamos a ser santos en nuestra manera de ser.

  Este aspecto de la santificación puede ser ejemplificado por el proceso de hacer té. Cuando se pone el té en una taza de agua, el agua es “té-ificada”. A medida que el agua es “te-ificada”, el agua se vuelve agua de té. Podemos decir que nosotros somos como la taza de agua y Cristo es el té. Tal como el agua es “té-ificada” por el elemento del té, nosotros somos santificados por el elemento de Cristo. Por lo tanto, ser santificado consiste en que Cristo se añada a nuestro ser. Cuanto más se añade a nosotros, más tenemos la apariencia, el gusto, el aroma, de Cristo. Nuestra necesidad es tomar día tras día más de Cristo, el té celestial, a fin de que más de Su elemento se añada a nuestro ser. Así llegaremos a ser “Cristificados”.

  Supongamos que Cristo fuera simplemente un Cristo objetivo, Aquel que está a la diestra de Dios en los cielos. ¿Podríamos ser santificados en nuestra forma de ser simplemente tratando de seguir las enseñanzas de la Biblia? Claro que no, pues el elemento de Cristo no se agregaría a nuestro ser. Le agradecemos al Señor de que nos haya mostrado que la santificación subjetiva depende de que Cristo se añada a nosotros, y esto se cumple sólo cuando tomamos a Cristo como nuestra vida y nuestra persona.

EL PROPOSITO POR EL CUAL CRISTO NOS HABLA

  Ya mencionamos que cuando tomamos a Cristo como nuestra persona, El, como Espíritu vivificante, nos habla desde nuestro interior. La intención del Señor al hablarnos no es simplemente decirnos que hagamos esto o que no hagamos aquello; Su intención es impartirse en nosotros por medio de Sus palabras. Cuanto más nos habla el Señor interiormente, más se imparte a nosotros. Cada vez que le expresamos nuestro deseo de que El sea nuestra persona, El comienza a hablarnos por dentro.

  Aunque no atendamos a lo que nos dice, El seguirá impartiéndose en nosotros por medio de Sus palabras. Muchas veces, aunque no obedecemos lo que nos dice, El se extiende en nosotros un poco más. Para el Señor lo más importante no es cuánto le obedezcamos, sino cuántas oportunidades le damos para impartirse y extenderse en nuestro ser. Tan pronto como le decimos: “Señor, te tomo como mi persona”, El comienza a impartirse en nosotros. Sin embargo, si cambiamos de parecer y le decimos que revocamos nuestra promesa, El dirá: “Aun si retraes tu promesa, ya me impartí a ti”. Si le decimos al Señor que no podemos obedecerle, El contestará: “No me interesa si sientes o no que puedes obedecerme; lo único que quiero es que me des la oportunidad de impartirme en ti”. Aun mientras le decimos al Señor que no queremos cumplir la promesa que le hemos hecho o que no podemos obedecerlo, El de todos modos se sigue impartiendo en nosotros. Cuanto más le hablamos, más somos “Cristificados”.

  La santificación es el fruto de nuestra relación con la persona viva de Cristo. Tengo la plena certeza de que todos los que le han dicho al Señor que están dispuestos a tomarlo como su persona no pueden evitar que el Señor les hable. A medida que El habla, El se imparte en nosotros. Esta impartición es la santificación.

PURIFICADOS POR EL CRISTO QUE ESTA EN NOSOTROS

  Hablemos ahora de la purificación. La santificación añade un nuevo elemento a nosotros, mientras que la purificación elimina elementos específicos de nosotros. Todos necesitamos que nuestro ser natural sea purificado. Sin importar cuán buenos o amables seamos por naturaleza, nuestra manera de ser por nacimiento es un problema. Además, tenemos los problemas de nuestros hábitos, nuestras costumbres y las ordenanzas que nosotros mismos establecemos. Todas estas cosas tienen que ser erradicadas.

  Contrario a las enseñanzas religiosas, nosotros no somos purificados corrigiéndonos a nosotros mismos. Esto significa que no somos purificados enmendándonos de manera externa. Por ejemplo, es imposible que por lavarnos la piel se nos quiten las arrugas, las cuales son indicios de vejez. Durante nuestro primer período de vida de iglesia posiblemente experimentamos una “luna de miel”, pero inevitablemente llega la vejez y aparecen las arrugas. Para eliminar esas arrugas, debemos ser rejuvenecidas espiritualmente, y eso es precisamente lo que Cristo, como Espíritu vivificante, lleva a cabo actualmente. Cristo no regresará por una novia que tenga arrugas. Si queremos ser Su novia, debemos mantenernos jóvenes. Las arrugas no desaparecen con enseñanzas o por tratar de obedecer las doctrinas bíblicas. Lo único que las elimina es que tomemos a Cristo como nuestra persona y le permitamos vivir en nosotros. Aquel que nos purifica no es el Cristo objetivo que está en los cielos, sino el Cristo subjetivo, el Cristo íntimo y disponible que está en nosotros. Cada vez que tenemos contacto con El, somos refrescados, renovados y rejuvenecidos en vida.

  Efesios 5:25 y 26 declara que Cristo se entregó a Sí mismo por la iglesia para santificarla, purificándola por el lavamiento del agua en la palabra. En el mensaje anterior dijimos que el agua en la palabra es Cristo en calidad del Espíritu que nos habla. Cuanto más nos habla Cristo interiormente, más fluye el agua en nuestro ser. El agua que fluye en nosotros no es el lógos, la palabra constante, sino el réma, la palabra dada para el momento. A medida que el agua nos lava, elimina nuestra vejez. Este lavamiento es metabólico y nos suministra un elemento nuevo que substituye el viejo elemento. Esto conduce a la transformación. Por tanto, la purificación no es cuestión de enseñanzas, sino de que tomemos a Cristo como nuestra persona viva. Cuando le tomamos como nuestra persona, El aumenta en nosotros y nos purifica metabólicamente.

SOMOS SUSTENTADOS AL TOMAR A CRISTO COMO NUESTRA PERSONA

  El versículo 29 contiene dos frases importantes: sustentar y cuidar con ternura. Sustentar es alimentar. En el pasado, muchos de nosotros asistíamos a los llamados servicios cristianos o leíamos la Biblia sin recibir ninguna nutrición. Pero si tomamos a Cristo como nuestra persona, El nos sustentará. Tendremos la sensación de ser alimentados interiormente. Cuando Cristo nos sustenta, El imparte Sus riquezas en nosotros. Estoy seguro de que todos hemos experimentado la alimentación que proviene como resultado de tomar a Cristo como nuestra persona.

  La alimentación produce transformación. Uno llega a ser lo que come. Esto quiere decir que si comemos a Cristo, El se forjará en nuestro ser, y seremos transformados por el elemento de Cristo impartido en nosotros. Cuanto más tomamos a Cristo como nuestra persona, más nos alimenta. Esta alimentación nos transforma. Esto quiere decir que llegamos a ser una nueva persona, obtenemos un elemento y una sustancia nuevos. ¡Aleluya, Cristo nos sustenta consigo mismo, con las riquezas de todo lo que El es! Lo que necesitamos hoy no es doctrinas ni religión, sino disfrutar al Cristo todo-inclusivo.

NUESTRA CARGA

  En estos mensajes nuestra carga no es transmitir más enseñanzas a los santos; nuestra carga es ministrar al Cristo vivo. Lo que el pueblo del Señor necesita hoy es tomar a Cristo como su persona y ser alimentado. Debido a que estamos conscientes de esta necesidad, no nos interesan las enseñanzas objetivas. Nuestro deseo es ayudar a otros a que toquen al Cristo vivo, se abran a El y le tomen como su vida y su persona. Espero que muchos puedan decir: “Señor, he sido cristiano por muchos años, pero no te he tomado como mi persona. Señor, por Tu misericordia, quiero empezar a tomarte como mi persona”. Si su cónyuge le da problemas y se ve tentado a discutir, ése es el mejor momento para tomar a Cristo como su persona. En vez de discutir con otros o defendernos, debemos permitir que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones.

“ARRUINADOS” POR CRISTO

  Muchos podemos testificar que Cristo nos ha “arruinado”. Por una parte, Cristo nos rescata, pero por otra, nos “arruina” y nos deja inservibles para todo lo que no sea El mismo y la vida de iglesia. Cuanto más tomamos a Cristo como nuestra persona, más nos “arruina”. De hecho, podemos decir que este ministerio es un ministerio que “arruina” a las personas. Por medio de él, millares hemos sido “arruinados” por causa de Cristo y la iglesia. Ahora, además del Cristo vivo y la vida de iglesia apropiada, nada nos satisface.

RECONFORTADOS Y SUAVIZADOS

  Junto con la alimentación, recibimos el cuidado tierno. Ser cuidados con ternura es ser suavizados y reconfortados. Cuando nuestro ser se endurece y se enfría, necesitamos que Cristo nos cuide con ternura, que El reconforte nuestros corazones. Después de que El nos reconforta, somos suavizados. Muchos pueden testificar que han sido reconfortados y suavizados mediante el contacto con la iglesia en el recobro del Señor. Antes de venir a la vida de iglesia, estaban un poco fríos y endurecidos. Pero Cristo, quien sustenta y cuida con ternura, los ha reconfortado y ablandado. Muchos podemos dar testimonio de lo que significa que Cristo nos cuide con ternura de una manera tierna e íntima.

  Así como una madre cuida con ternura a su hijo poniéndolo en su regazo, el Señor también nos cuida con ternura acercándonos a El. Aunque soy una persona mayor, aún necesito que Cristo me cuide con ternura. Algunas veces le digo: “Señor, Tú sabes cuán pequeño soy”. El contesta: “Sí, lo sé, por eso estoy aquí no solamente para santificarte, purificarte y sustentarte, sino también para cuidarte con ternura”. ¡Cuan tierno, dulce y reconfortante es el Señor Jesús! Al descansar en El, los que antes éramos duros y fríos, ahora somos blandos y afectuosos. Este es el cambio que se opera como resultado del cuidado que el Señor nos brinda en nuestro ser. Interiormente, mientras disfrutamos Su ternura, dulzura y amor, El nos reconforta y nos suaviza. ¡Le alabamos al Señor por ser Aquel que nos cuida tan tiernamente! Que todos tomemos a Cristo como nuestra persona y permitamos que El nos santifique, nos purifique, nos sustente y nos cuide más. De esta manera le disfrutamos y lo experimentamos de una manera viva.

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