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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 63

LA LUCHA REQUERIDA PARA COMBATIR AL ENEMIGO ESPIRITUAL

  En este mensaje llegamos a Ef. 6:10-20, una sección estratégica de este libro, la cual trata de la batalla espiritual. Como hemos visto, en Efesios Pablo abarca varios aspectos de la iglesia. La palabra griega traducida iglesia es ekklesía, que denota una reunión, una asamblea, de personas llamadas. Por ejemplo, cuando en los tiempos antiguos los dignatarios de determinada ciudad convocaban al pueblo a una reunión, a una asamblea, a esa asamblea se le conocía como una ekklesía. La iglesia es una asamblea compuesta del pueblo que Dios llamó. En Efesios 1 Pablo revela que la iglesia es el Cuerpo de Cristo. Así como el cuerpo de una persona es su estatura y expresión, también la iglesia como Cuerpo de Cristo es la estatura y expresión de Cristo. Como Cuerpo de Cristo, la iglesia es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.

  En Ef. 2:10 Pablo indica que la iglesia es el poema de Dios, Su obra maestra, un escrito poético que expresa el deseo del corazón del escritor. En este capítulo, Pablo declara además que la iglesia es el nuevo hombre corporativo creado en Cristo Jesús, la ciudadanía de Dios y la familia de Dios. Más aún, en este capítulo la iglesia también es la morada de Dios (v. 22).

  En 3:4 Pablo habla del misterio de Cristo. El misterio de Dios es Cristo, y el misterio de Cristo es la iglesia. Como misterio de Dios, Cristo es la definición de Dios; y, según el mismo principio, como misterio de Cristo, la iglesia es la definición de Cristo.

  En Ef. 3:19 Pablo usa la frase “la plenitud de Dios”, la cual es similar a la expresión “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (1:23). La plenitud de Dios se refiere principalmente al origen, y la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo alude principalmente al resultado. Por ejemplo, la plenitud de Dios es como una fuente, y la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo es como la corriente que brota de la fuente. La iglesia es tanto la plenitud de Dios como la plenitud de Cristo, quien todo lo llena en todo.

  En el capítulo cuatro Pablo habla nuevamente del nuevo hombre (v. 24). En el capítulo dos abarca la creación del nuevo hombre, mas no su andar. El nuevo hombre se compone de dos pueblos: los creyentes judíos y los creyentes gentiles. En cuanto al vivir del nuevo hombre, el capítulo cuatro abarca tanto el principio básico como los detalles. El principio tiene que ver con la verdad que está en Jesús, el molde que El estableció con la vida que vivió en la tierra; mientras que los detalles se relacionan con la gracia de Dios. Mediante la gracia, el nuevo hombre lleva a cabo el propósito eterno de Dios.

  En los capítulos cinco y seis vemos dos aspectos más de la iglesia: la novia que satisface el deseo de Cristo y el guerrero que derrota al enemigo de Dios. Como novia, la iglesia necesita amor y luz; y, como guerrero, necesita el poder y toda la armadura de Dios.

I. LA RESPONSABILIDAD DE LA IGLESIA POR EL LADO NEGATIVO

  De los doce aspectos de la iglesia mencionados en Efesios, los principales son el nuevo hombre, la novia y el guerrero. El nuevo hombre incluye el aspecto del Cuerpo, y el Cuerpo incluye la plenitud y la morada. Por tanto, los primeros diez aspectos de la iglesia están incluidos en el nuevo hombre, quien cumple el propósito eterno de Dios y lleva a cabo Su economía. El Dios Triuno usa al nuevo hombre para efectuar lo que planeó en la eternidad pasada con miras a la eternidad futura. Sin embargo, aunque el propósito de Dios se realiza con el nuevo hombre, todavía es necesario que el deseo de Cristo sea satisfecho, y que el enemigo de Dios sea derrotado. Por consiguiente, es necesario que la iglesia sea tanto la novia como el guerrero.

  El pasaje que se extiende de 1:1 a 6:9 presenta la revelación completa acerca de la iglesia y de cómo ella cumple el propósito eterno de Dios por el lado positivo. No obstante, por el lado negativo, es decir, en cuanto a la necesidad de acabar con el enemigo de Dios, falta algo más. Por el lado positivo, en los primeros cinco capítulos, la iglesia es descrita de muchas maneras con relación al cumplimiento del propósito eterno de Dios; y por el lado negativo, el capítulo seis presenta la iglesia como un guerrero, el cual derrota al enemigo de Dios, el diablo. Para lograr esto, la iglesia debe vestirse de toda la armadura de Dios.

  En 1928 el hermano Nee celebró su primera conferencia para vencedores, cuyo tema fue la batalla espiritual. En esa conferencia, Satanás, el maligno, quedó completamente al descubierto. El hermano Nee dijo que en el universo existen tres voluntades: la voluntad divina, la voluntad satánica y la voluntad humana. Si queremos saber cómo la iglesia puede ser el guerrero de Dios que pelea la batalla espiritual, debemos conocer estas tres voluntades, estas tres intenciones. La voluntad de Dios, por existir por sí misma, es eterna, increada. Los ángeles, como seres creados, también tienen una voluntad. Uno de ellos, un arcángel, fue designado por Dios para gobernar el universo que existía antes de la creación de Adán. Debido a su alto rango y a su belleza, este arcángel se enorgulleció, y ese orgullo dio lugar a una intención maligna, la cual vino a ser la voluntad satánica. Por lo tanto, además de la voluntad de Dios, hay una segunda intención, una segunda voluntad, pues ahora la voluntad satánica se opone a la voluntad divina.

  Toda batalla tiene su origen en este conflicto de voluntades. La guerra no existía en el universo antes de que la voluntad satánica se levantara en contra de la voluntad divina. La controversia en el universo comenzó cuando el arcángel se rebeló en contra de Dios. Esa rebelión marcó el comienzo de toda lucha que ahora se libra entre naciones, en la sociedad, en la familia y en individuos. En el transcurso de la historia siempre han habido guerras entre naciones, grupos, personas e incluso dentro del individuo mismo. Por ejemplo, posiblemente usted experimenta una batalla interna entre la razón y la concupiscencia. Todas las diferentes clases de guerra tienen su origen en la controversia entre la voluntad divina y la voluntad satánica.

  No sabemos cuánto tiempo haya transcurrido desde la rebelión de Satanás hasta la creación de Adán. Lo que sí sabemos es que en cierto momento, Dios creó al hombre y lo dotó de libre albedrío. El hecho de que Dios le diera libre albedrío muestra cuán grandioso es Dios. Una persona honorable jamás obligaría a nadie a seguirle. Al darle al hombre libre albedrío, Dios daba a entender que no le obligaría a obedecerle. Cuando yo era joven, pensaba que Dios no había sido sabio al crear al hombre con libre albedrío. Si yo hubiera sido Dios, no le habría permitido escoger; le habría creado de tal manera que no tuviera más opción que seguir a Dios. Sin embargo, Dios, en Su grandiosidad, le dio al hombre libertad de elegir.

  En Génesis 2 vemos que el hombre era libre de ejercer su voluntad y comer, ya sea del árbol de la vida, o del árbol del conocimiento del bien y del mal. Estos dos árboles representan la voluntad divina y la voluntad satánica respectivamente. Por consiguiente, en el huerto había una situación triangular; ahí estaba el árbol de la vida, que representaba la voluntad divina, el árbol del conocimiento del bien y del mal, que representaba la voluntad satánica, y Adán, que representaba la voluntad humana. De hecho, el árbol de la vida representa a Dios mismo, y el árbol del conocimiento representa a Satanás. Por consiguiente, estaban presentes tres personas: Dios, Satanás y el hombre; y cada una de ellas poseía una voluntad propia.

  Aunque había tres voluntades, la controversia sólo involucraba a dos personas: Dios y Satanás. Lo crucial era si el hombre escogería la voluntad divina o la voluntad satánica. Si la voluntad humana elegía la voluntad divina, ésta se llevaría a cabo; pero si elegía la voluntad satánica, ésta se cumpliría; al menos temporalmente. Como todos sabemos, la voluntad humana se puso del lado de la voluntad satánica, o sea, que el hombre escogió seguir a Satanás y aliarse a su voluntad. Por consiguiente, Satanás obtuvo temporalmente la victoria.

  Sin embargo, por medio del arrepentimiento, el hombre puede volverse de la voluntad satánica a la voluntad divina, del lado de Satanás al lado de Dios. El primer mandamiento que se da en los evangelios es arrepentirse, y los siguientes dos son creer y ser bautizado. Cualquier pecador que desee ser salvo tiene que obedecer estos tres mandamientos. Debe arrepentirse ante Dios, creer en el Señor Jesús y ser bautizado en agua. Arrepentirse es dar un giro de la voluntad satánica a la voluntad divina. Desde que nacimos, nuestra voluntad ha estado del lado de la voluntad satánica, lo cual se debe a que nosotros estábamos en Adán cuando éste escogió la voluntad de Satanás en lugar de elegir la de Dios.

  Muchos cristianos no conocen el verdadero significado de la predicación del evangelio. La Biblia dice que tenemos que arrepentirnos por causa del reino (Mt. 4:17). El reino de Dios es en realidad el ejercicio de la voluntad divina. Cuando los pecadores se arrepienten por causa del reino de Dios, ellos se vuelven del lado de Satanás al lado de Dios, el cual es el reino de Dios, la voluntad de Dios. Una vez que la persona se torna de la voluntad satánica a la voluntad divina, debe creer en el Señor Jesús y ser bautizada. Por medio del bautismo, ella es librada de la autoridad de las tinieblas, de la voluntad satánica, y trasladada al reino del Hijo del amor de Dios (Col. 1:13).

  Desde el día en que fuimos salvos, nuestra vida cristiana ha sido una batalla. Esto mismo les ocurrió a los israelitas después de su éxodo de Egipto. Habiendo comido la Pascua, salieron de la tierra de Egipto como un ejército. Esto indica que comer el cordero pascual fue su preparación para la guerra; fueron salvos en medio de un ámbito de guerra. Tan pronto salieron de Egipto, comenzó la lucha. Faraón y sus carros persiguieron a los hijos de Israel, pero Dios intervino y luchó por ellos. Después de atravesar al mar Rojo y de ver la derrota del ejército de faraón, el pueblo triunfalmente alabó a Dios por Su victoria sobre el enemigo. Los israelitas tuvieron que pelear para poder cruzar el desierto, y esta lucha continuó en la buena tierra. Su historia revela que la vida de una persona salva es una batalla continua.

  Ya vimos que como nuevo hombre, la iglesia debe andar conforme a la verdad y mediante la gracia; y que como novia, debe vivir en amor y en luz. Sin embargo, no es suficiente que se cumpla el propósito eterno de Dios y que Cristo satisfaga el deseo de Su corazón; también es necesario que el enemigo sea derrotado. Para esto, la iglesia tiene que ser un guerrero. Incluso en Cantar de los cantares se ve que al mismo tiempo que la que busca al Señor disfruta Su presencia, se desarrolla una lucha. Por consiguiente, andamos conforme a la verdad y por la gracia, vivimos en amor y en luz, y peleamos para subyugar la voluntad satánica. Nuestro andar cumple el propósito eterno de Dios, nuestro vivir satisface a Cristo y nuestra lucha derrota al enemigo de Dios. Por lo tanto, para estos tres objetivos, la iglesia debe ser el nuevo hombre, la novia y el guerrero.

II. FORTALECIDOS

  Efesios 6:10 dice: “Por lo demás, fortaleceos en el Señor, y en el poder de Su fuerza”. La palabra griega traducida “fortaleceos” tiene la misma raíz que la palabra poder hallada en 1:19. Para luchar contra el enemigo de Dios, para pelear contra las fuerzas malignas de las tinieblas, necesitamos ser fortalecidos con la grandeza del poder que levantó a Cristo de entre los muertos y lo sentó en los cielos, muy por encima de todos los espíritus malignos. El hecho de que debemos ser fortalecidos en el Señor indica que en la batalla espiritual contra Satanás y su reino maligno sólo podemos pelear en el Señor, no en nosotros mismos. Cada vez que actuamos por nosotros mismos, somos derrotados.

  La exhortación a ser fortalecidos implica que debemos ejercitar nuestra voluntad. Si deseamos ser fortalecidos para la batalla espiritual, nuestra voluntad tiene que ser fuerte y ejercitada. No debemos ser como medusas, es decir, no debemos ser pusilánimes ni vacilantes. De hecho, los de voluntad firme se arrepienten con más facilidad. Consideremos a Saulo de Tarso como ejemplo. Mientras se dirigía a Damasco con la intención de arrestar a todos los que invocaban el nombre del Señor Jesús, el Señor lo capturó a él. Por tener Pablo una voluntad tan firme, su arrepentimiento también fue sólido.

  Dios, además de preservar nuestra conciencia, soberanamente ha preservado también nuestra voluntad. Si no lo hubiera hecho, la predicación del evangelio no tendría efecto en la gente. Es posible que equivocadamente pensemos que es difícil predicarle el evangelio a una persona de voluntad fuerte. Pero según mi experiencia, los que fueron salvos por mi predicación del evangelio fueron en su mayoría personas de voluntad fuerte, de decisión firme. Tener una voluntad así puede ser favorable en el arrepentimiento. El arrepentimiento requieren el ejercicio de la voluntad. Asimismo, el ser fortalecido también involucra nuestra voluntad.

  El día de Pentecostés, Pedro exhortó a los oyentes a ser salvos de aquella generación perversa (Hch. 2:40). Ese mandamiento es pasivo y a la vez activo, pues la palabra “sed” implica algo activo, y la palabra “salvos”, algo pasivo. Lo mismo ocurre con el mandamiento que Pablo da en 6:10 en cuanto a ser fortalecidos. En la palabra “fortaleceos” se combina implícitamente el elemento activo, sed, y el elemento pasivo, fortalecidos. Debemos ejercitar nuestra voluntad para ser fortalecidos en el Señor.

  En el capítulo cuatro vemos que debemos ser renovados (v. 23) y en el capítulo cinco, que debemos ser sumisos (5:21). Para ser el nuevo hombre, debemos ser renovados; para ser la novia, necesitamos ser sumisos; y para ser el guerrero, necesitamos ser fortalecidos. Como guerrero, tenemos que salir a la batalla no como un caballero ni tampoco como una encantadora novia, sino como un león. Así que, por causa del nuevo hombre, de la novia y del guerrero, seamos renovados, sumisos y fortalecidos.

  El hecho de que necesitamos ser fortalecidos en el Señor indica que no podemos pelear la batalla espiritual por nosotros mismos; sólo podemos luchar en el Señor y en el poder de Su fuerza. En 6:10 Pablo habla de la fortaleza, del poder y de la fuerza. Primero somos fortalecidos por el poder que levantó a Cristo de entre los muertos y que lo dio por Cabeza sobre todas las cosas; luego conocemos el poder y la fuerza de Dios.

III. VESTIRSE DE TODA LA ARMADURA DE DIOS

  El versículo 11 comienza con las palabras: “Vestíos de toda la armadura de Dios”. Para pelear la batalla espiritual, no sólo necesitamos el poder del Señor, sino también la armadura de Dios. Nuestras armas de nada nos aprovechan, pero la armadura de Dios sí.

  Toda la armadura de Dios es dada al Cuerpo de Cristo, y no a los miembros de forma individual. La iglesia es un guerrero corporativo, y los creyentes constituyen dicho guerrero. Sólo el guerrero corporativo, no los creyentes individualmente, puede vestirse de toda la armadura de Dios. Debemos pelear la batalla espiritual en el Cuerpo, no como individuos.

  El encargo de vestirnos de toda la armadura de Dios es imperativo, es un mandato. Dios nos ha provisto la armadura, pero El no se la pone por nosotros; más bien, somos nosotros los que debemos vestirnos de la armadura de Dios que El ha provisto. Para ello, debemos ser fortalecidos. Aunque es Dios quien nos fortalece, nosotros debemos ejercer nuestra voluntad para cooperar con El. Según el mismo principio, debemos cooperar con el mandato de Dios y vestirnos de toda la armadura.

IV. ESTAR FIRMES CONTRA LAS ESTRATAGEMAS DEL DIABLO

  Debemos ponernos toda la armadura de Dios para que podamos “estar firmes contra las estratagemas del diablo” (v. 11). En el capítulo seis, la frase “estar firmes” es crucial. En el capítulo dos estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales (v. 6), y en los capítulos cuatro y cinco andamos en Su Cuerpo en la tierra (4:1, 17; 5:2, 8, 15). Luego, en el capítulo seis, estamos firmes en Su poder en los lugares celestiales. Sentarnos con Cristo tiene como fin que participemos de todos Sus logros; andar en Su Cuerpo es necesario para cumplir el propósito eterno de Dios; y el objetivo de estar firmes en Su poder es pelear contra el enemigo de Dios.

  Al vestirnos de toda la armadura de Dios podemos estar firmes contra las estratagemas del diablo. Estas estratagemas son los malvados planes del diablo. El diablo no sólo tiene su voluntad maligna, sino también sus sutiles estratagemas, con las cuales lleva a cabo su voluntad. Aun en este momento Satanás está activo laborando y planificando cómo realizar sus malignas y sutiles estratagemas.

V. NUESTRA LUCHA

A. No es contra sangre y carne

  En el versículo 12 Pablo dice además: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores del mundo de estas tinieblas, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Las palabras “sangre y carne” se refieren a los hombres. Detrás de los hombres de sangre y carne están los poderes malignos del diablo, las cuales pelean contra el propósito de Dios. Así que, nuestra lucha, nuestra batalla, no debe ser contra los hombres, sino contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales.

  Los que estamos en el recobro del Señor debemos darnos cuenta de que la batalla espiritual no se libra contra los hombres. Aun cuando los hombres dañen el recobro, no debemos pelear contra ellos. Detrás de ellos, y por encima de ellos, se encuentran los poderes malignos. Por ejemplo, cuando Saulo de Tarso asolaba a la iglesia, él lo hacia bajo la influencia del poder de las tinieblas. La razón por la que ciertas personas y organizaciones religiosas se oponen al recobro del Señor es que ellas están siendo utilizadas por las potestades malignas, las cuales están por encima y detrás de ellas.

B. Luchamos contra principados, potestades, gobernadores del mundo y huestes espirituales de maldad

  Los principados, las potestades y los gobernadores del mundo de estas tinieblas son los ángeles rebeldes, quienes siguieron a Satanás en su rebelión contra Dios y que ahora gobiernan en las regiones celestes sobre las naciones del mundo, como por ejemplo, el príncipe de Persia y el príncipe de Grecia, los cuales se mencionan en Daniel 10:20. Esto indica que el diablo, Satanás, tiene su reino de tinieblas (Mt. 12:26; Col. 1:13). En este reino, Satanás ocupa la posición más alta, y los ángeles rebeldes son sus subordinados.

  La expresión “estas tinieblas” se refiere al mundo actual, el cual está completamente bajo el gobierno de tinieblas del diablo, quien rige a través de sus ángeles malignos. Los gobernadores del mundo de estas tinieblas son los príncipes que Satanás ha establecido para gobernar las naciones. Según el libro de Daniel, la nación judía era la única nación que no se hallaba bajo el poder de Satanás. A esta nación la gobernaba Miguel, el arcángel que luchaba a su favor. A todas las naciones gentiles, sin embargo, las gobiernan los ángeles rebeldes y diabólicos que están bajo la administración de Satanás. Por consiguiente, a los ojos de Dios, las tinieblas cubren la tierra y llenan la atmósfera que la rodea. Unicamente Dios permanece en la luz. La obra de Satanás, quien es la potestad de las tinieblas, ha provocado que la tierra y su atmósfera se hayan convertido en “estas tinieblas”.

  En el versículo 12 Pablo también habla de las “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. La expresión “las regiones celestes” se refieren al aire (2:2). Satanás y sus huestes espirituales de maldad están en el aire, pero nosotros estamos sentados en el tercer cielo, por encima de ellos (2:6). Al librar una batalla, es crucial tener una posición estratégica sobre el enemigo. Satanás y sus huestes malignas están bajo nuestra autoridad y están destinadas a ser derrotados por nosotros.

  Debemos recordar una y otra vez que nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra espíritus malignos, contra las potencias espirituales de las regiones celestes. Los ángeles rebeldes son los espíritus malignos del reino de Satanás. Por tanto, la lucha que se libra entre la iglesia y Satanás es una batalla entre los que amamos al Señor y que estamos en Su iglesia y las potencias malignas de las regiones celestes. Aparentemente son las personas de carne y sangre las que dañan a la iglesia, pero en realidad son Satanás y sus ángeles malignos los que trabajan detrás de los que causan el daño. Por tanto, debemos luchar contra esas huestes espirituales.

VI. PARA PODER RESISTIR EN EL DIA MALO

  El versículo 13 dice: “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo”. En el versículo 11 se nos dice que nos vistamos de la armadura de Dios, mientras que en el versículo 13 se nos insta a tomarla. Ya vimos que Dios nos prepara y provee la armadura, pero somos nosotros los que debemos tomarla; nosotros debemos usar y aplicar lo que Dios nos ha provisto. Algunos componentes de la armadura, tales como la espada y el escudo, los tomamos; y otros, tales como la coraza, el yelmo y el calzado, nos los ponemos. Ya sea que tomemos la armadura de Dios o nos la pongamos, debemos ejercitar nuestra voluntad con firmeza.

  Pablo menciona específicamente “toda la armadura de Dios”, no sólo parte o partes de ella. Para pelear la batalla espiritual, necesitamos toda la armadura de Dios. Para esto se necesita todo el Cuerpo de Cristo, no sólo creyentes en el sentido individual.

  Al tomar toda la armadura de Dios, podremos resistir en el día malo. Resistir es estar firmes en contra de algo. Al librar una lucha, lo más importante es estar firme. En 5:16 Pablo dice que los días son malos. En esta era maligna (Gá. 1:14), todos los días son días malos porque Satanás no cesa de trabajar.

VII. HABIENDO ACABADO TODO, ESTAR FIRMES

  Pablo concluye el versículo 13 con estas palabras: “Habiendo acabado todo, estar firmes”. En la lucha debemos estar firmes hasta el fin, y habiendo acabado todo, seguir firmes. Como veremos en los dos mensajes siguientes, los versículos del 14 al 16 describen la manera de estar firmes.

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