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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Efesios»
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Mensaje 69

EL ESPIRITU MEZCLADO PARA LA VIDA DE IGLESIA

  En el mensaje anterior hicimos notar que el propósito de Dios consiste en obtener la iglesia, y que Dios logra Su propósito impartiéndose en el hombre y haciéndose uno con él. Unicamente al ser Dios triuno, o sea al ser el Padre, el Hijo y el Espíritu, puede El impartirse en el hombre. Además, es necesario que el hombre, por su parte, posea la imagen de Dios y un espíritu con el cual pueda recibir y asimilar a Dios. Un día, el Hijo de Dios, la corporificación del Padre, se hizo hombre. Luego, después de pasar por la vida humana, por la crucifixión y la resurrección, se hizo el Espíritu vivificante. Como tal, El entra en nosotros y se mezcla con nuestro espíritu. Por medio de este proceso, se produce en nosotros una vida híbrida, una entidad compuesta de la mezcla de la vida divina y la vida humana. Esto es la iglesia.

  A diferencia de antes, Dios ahora es el Dios procesado. El realizó todo lo necesario para poder entrar en nosotros como Espíritu vivificante. Ahora debemos creer en El e invocar el nombre del Señor Jesús. Cuando hacemos esto, el Espíritu vivificante entra en nuestro espíritu y como resultado se genera en nosotros la mezcla de la vida divina y la humana. Esta mezcla produce la iglesia.

LA PLENITUD DE DIOS Y LAS RIQUEZAS DE CRISTO

  De todos los libros de la Biblia, el libro de Efesios contiene la revelación más completa del Dios Triuno. Por ejemplo, en el capítulo tres Pablo menciona la plenitud de Dios (v. 19), las riquezas de Cristo (v. 8) y el poder del Espíritu (v. 16). La mención de la plenitud deja implícito que las riquezas de todo lo que Dios es llegan a ser Su expresión. Colosenses 2:9 declara que la plenitud de Dios habita en Cristo corporalmente, lo cual significa que Cristo es la corporificación de la plenitud de Dios, la corporificación de todo lo que Dios es. Cuando la plenitud de Dios está corporificada en Cristo, se hallan allí las riquezas de Cristo. Las riquezas de Cristo se experimentan por medio del poder del Espíritu. Por tanto, Cristo es la corporificación de la plenitud de Dios, y el Espíritu es la misma realidad de las riquezas de Cristo. Para tener la plenitud de Dios debemos poseer a Cristo; y para disfrutar de las riquezas de Cristo, debemos poseer al Espíritu.

  En el Evangelio de Juan, al Espíritu se le llama el Espíritu de realidad. El Espíritu de realidad hace real a los creyentes todo lo que el Hijo es y tiene. Todo lo que el Padre es y tiene está corporificado en el Hijo, y todo lo que el Hijo es y tiene, es dado a conocer como realidad a los creyentes mediante el Espíritu (Jn. 16:14-15). Por ejemplo, Cristo es la vida; pero si no tocamos al Espíritu, no podemos tener esa vida. Sin embargo, cuando tocamos al Espíritu, experimentamos la realidad de Cristo como vida. Del mismo modo, Cristo es luz; pero si no tenemos contacto con el Espíritu, no podemos ser iluminados por Cristo. Cuando tocamos al Espíritu, disfrutamos la realidad de Cristo como luz.

  Hoy nuestro Dios Triuno es el Espíritu todo-inclusivo. No pensemos que el Espíritu es una entidad diferente de Cristo, ni que Cristo está separado de Dios el Padre. No, el Padre, el Hijo y el Espíritu son uno. Por esta razón decimos que Dios es triuno, es decir, que El es tres y a la vez uno. Nadie puede definir adecuadamente la Trinidad. Dios el Padre está en Dios el Hijo, y Dios el Hijo se hizo el Espíritu que da vida. Por causa de la iglesia, la plenitud de Dios está corporificada en Cristo a fin de que las riquezas de Cristo sean hechas reales para nosotros por medio del Espíritu. Cuanto más contactamos al Espíritu, más disfrutamos de las riquezas de Cristo. Al final, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios y seremos mezclados totalmente con el Dios Triuno.

ACCESO AL PADRE

  En 2:18 se menciona a los Tres del Dios Triuno: “Porque por medio de El los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. Por medio de Cristo el Hijo, tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre. ¡Qué maravilloso! Observen que este versículo no dice que tenemos acceso al Espíritu, sino que tenemos acceso al Padre. Aquí la dirección de la comunión es del Espíritu a nosotros, y de nosotros al Padre. El Espíritu es para nosotros, mientras que nosotros somos para el Padre. El Padre vino a nosotros en el Hijo, y el Hijo entró en nosotros como Espíritu. Ahora, por medio del Hijo, el Espíritu nos lleva al Padre. Esto tiene como fin que el Dios Triuno se imparta en nosotros, lo cual produce la iglesia. Una vez más vemos que la iglesia se produce al mezclarse el Dios Triuno con la humanidad.

RESPONDER AL ESPIRITU

  El hecho de que el Dios Triuno se imparte en el hombre está estrechamente ligado al Espíritu. El Dios procesado es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo y, como tal, espera que nuestro espíritu le responda y coopere con El. Ser salvos no consiste simplemente en entender el evangelio, sino en responder al Espíritu abriendo lo más recóndito de nuestro ser. Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, debemos hacerlo desde nuestro espíritu, desde lo más profundo de nuestro ser. Si hacemos esto, seremos salvos, aun si no entendemos claramente el evangelio.

  Examinemos el caso de Saulo de Tarso, cuando éste iba camino a Damasco (Hch. 9). El fue salvo cuando dijo las palabras: “¿Quién eres, Señor?” Al momento de ser salvo, Saulo no conocía bien ni el evangelio, ni al Señor Jesús. Sin embargo, al pronunciar las palabras: “¿Quién eres, Señor?”, fue cautivado por el Señor. Esto muestra que ser salvo no depende principalmente de que entendamos el evangelio, sino de que toquemos al Espíritu vivificante, quien es el Dios procesado que espera la oportunidad de entrar en nosotros. Tener contacto con el Espíritu vivificante es como respirar. Lo importante no es entender el aire, sino inhalarlo. Al inhalarlo, recibimos todos sus beneficios.

  Este principio se puede aplicar a toda nuestra vida cristiana. Tomemos como ejemplo la santidad. Nosotros no llegamos a ser santos por el mero hecho de aprender la doctrina de la santidad, sino al contactar al Espíritu, quien es la esencia misma de la santidad. La doctrina de la santidad no es la santidad misma; la santidad es una persona viviente, a saber, el Dios procesado como Espíritu vivificante. Es posible conocer la doctrina de la santidad y no tener la realidad de la santidad. La manera de ser santos consiste en tocar al Espíritu vivificante. Es posible leer un libro acerca de la santidad, y no recibir nada de santidad como resultado de leer el libro. En cambio, si el mismo tiempo que pasamos leyendo el libro lo invertimos invocando el nombre del Señor, ciertamente experimentaremos la santidad de Dios.

UN ESPIRITU DE SABIDURIA Y DE REVELACION

  El libro de Efesios pone mucho énfasis en el espíritu mezclado, o sea, el espíritu humano mezclado con el Espíritu divino. Efesios 1:17 dice: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el pleno conocimiento de El”. Entre los eruditos hay discrepancia en cuanto a la traducción de la palabra griega traducida espíritu en este versículo. Algunos insisten en escribir la palabra espíritu con mayúscula, porque para ellos se refiere al Espíritu Santo; mientras que otros creen que debe referirse al espíritu humano. De hecho, el espíritu del que se habla en este versículo es nuestro espíritu regenerado, en el cual mora el Espíritu de Dios; es el espíritu humano mezclado con el Espíritu Santo. Dios nos da este espíritu para que tengamos sabiduría y revelación a fin de conocerle a El y Su economía. Sin el Espíritu Santo, nuestro espíritu no puede ser un espíritu de sabiduría y de revelación. Pero tan pronto se mezcla el Espíritu Santo con nuestro espíritu, nuestro espíritu llega a ser un espíritu de sabiduría y de revelación.

LA MORADA DE DIOS ESTA EN NUESTRO ESPIRITU

  En 2:22 Pablo menciona de nuevo el espíritu mezclado: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. Este versículo también ha sido motivo de controversia entre los traductores, pues algunos insisten en que el espíritu mencionado aquí se refiere al Espíritu divino, mientras que otros afirman que se refiere al espíritu humano. Pero en realidad, se refiere al espíritu mezclado, al espíritu humano de los creyentes, en el cual mora el Espíritu Santo de Dios. El Espíritu de Dios es Aquel que mora en los creyentes y no la morada misma; la morada es nuestro espíritu humano. El Espíritu de Dios mora en nuestro espíritu. Por consiguiente, el Espíritu Santo no es la morada, o sea, no es el lugar en el cual uno mora, sino que El es el Morador, Aquel que mora en los creyentes. La morada de Dios está en nuestro espíritu, el espíritu humano mezclado con el Espíritu Santo.

EL MISTERIO DE CRISTO REVELADO EN EL ESPIRITU

  En 3:5 Pablo dice que el misterio de Cristo “ahora es revelado a Sus santos apóstoles y profetas en el espíritu”. Este espíritu es una vez más el espíritu mezclado. Cuando nuestro espíritu se mezcla con el Espíritu divino, nuestro espíritu llega a ser el órgano en el que se revela el misterio de Cristo.

EL HOMBRE INTERIOR

  En 3:16 Pablo habla del hombre interior. El hombre interior se refiere a nuestro espíritu regenerado. El espíritu del hombre puede ser regenerado únicamente al entrar en él el Espíritu de Dios. Por consiguiente, el hombre interior mencionado en este versículo también denota el espíritu humano que ha sido mezclado con el Espíritu Santo.

EL ESPIRITU DE NUESTRA MENTE

  Efesios 4:23 dice: “Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente”. Algunas personas afirman que en este contexto el espíritu no puede ser el espíritu humano, porque este versículo hace mención del espíritu que renueva. No obstante, el espíritu aquí debe de ser el espíritu humano porque es el espíritu de la mente. El espíritu mencionado en este versículo es el espíritu regenerado de nosotros los creyentes, el cual ha sido mezclado con el Espíritu de Dios, quien mora en nosotros. Tal espíritu mezclado se extiende a nuestra mente y así llega a ser el espíritu de nuestra mente. El espíritu humano puede llegar a ser el espíritu renovador únicamente al mezclarse con el Espíritu Santo. Por una parte, aquí el espíritu es el espíritu de la mente, pero por otra, es el espíritu renovador. Esto indica que se trata del espíritu mezclado. El espíritu humano, y no el Espíritu Santo, es la base.

LLENOS EN EL ESPIRITU

  En 5:18 Pablo nos exhorta a ser llenos en el espíritu. Ciertamente lo que Pablo quiere decir es que debemos ser llenos del Espíritu Santo en nuestro espíritu.

ORAR EN EL ESPIRITU

  En 6:18 Pablo nos insta a orar en todo tiempo en el espíritu. Según el contexto, el espíritu aquí también se refiere al espíritu humano mezclado con el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la Palabra, la cual debemos tomar en el espíritu mediante la oración.

CERCA, PRESENTE Y DISPONIBLE

  El Dios Triuno pasó por todo un proceso para llegar a ser el Espíritu vivificante. Como tal Espíritu, El está cerca, presente y disponible. No obstante, El es santo, y nosotros somos pecadores. ¿Cómo puede este Dios santo estar cerca de nosotros? La respuesta se halla en el hecho de que el elemento de la redención está incluido en el Espíritu todo-inclusivo. El enemigo, Satanás, sabe esto. Si él anunciara que Dios no tiene derecho a estar cerca de personas pecaminosas, la sangre de Jesucristo de inmediato le testificaría lo contrario. Antes de la encarnación de Cristo, el Espíritu de Dios no podía estar tan cerca del hombre caído como lo está ahora, porque el Espíritu todavía no poseía el elemento de la redención. La eficacia de la muerte redentora de Cristo, tipificada por las ofrendas del Antiguo Testamento, se halla ahora en el Espíritu vivificante. Tal vez no sea sino hasta que estemos en la Nueva Jerusalén que entenderemos totalmente lo que el Espíritu es para nosotros. ¡Alabado sea el Señor porque este Espíritu es el Dios procesado, quien ahora está cerca, presente, disponible y preparado para que lo disfrutemos! Cada vez que invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos al Espíritu. Esto se debe a que el Espíritu es la realidad de Cristo.

EL SELLO Y LAS ARRAS

  En 1:13 Pablo dice: “En El también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Este sello es el Espíritu vivificante. Al entrar en nosotros, el Espíritu nos selló. Según 1:14, este sello es las arras, la prenda, la garantía, el anticipo, de nuestra herencia. El disfrute completo será cuando gustemos totalmente de la plenitud del Dios Triuno. Hoy el Espíritu vivificante nos da un anticipo del Dios Triuno, el cual es nuestra porción.

NO CONTRISTAR AL ESPIRITU SANTO

  En 4:30 vemos que es crucial que no contristemos el Espíritu. Antes bien, debemos complacerlo siempre. Si el Espíritu que está en nosotros no está contento, tendremos dificultades. Lo más importante en nuestra vida cristiana es no contristar al Espíritu. Si uno es fiel en esto, será un creyente sobresaliente.

LA UNIDAD EN EL DIOS TRIUNO

  Según 2:18, en un mismo Espíritu tenemos acceso al Padre por medio de Cristo. Cuando el Espíritu entra en nosotros, El espontáneamente nos trae de regreso al Padre. En este Espíritu somos realmente uno, y esta unidad es la vida adecuada de iglesia. Por lo tanto, la iglesia es la unidad del Dios Triuno experimentada por todos los que se han mezclado con El.

  La profundidad del libro de Efesios radica en los versículos que hablan del espíritu mezclado. La iglesia consta de la mezcla del Espíritu Santo, quien es el Dios procesado, y la humanidad. Esto es superior a la espiritualidad, la santidad y la victoria. Si estamos en esta unidad, innegablemente seremos espirituales, santos y victoriosos. Esta unidad debe ser nuestra única meta. Si estamos en esta unidad, ¿qué necesidad tenemos de buscar la espiritualidad, la santidad o la victoria? Al estar en esta maravillosa unidad, tenemos todo eso y mucho más.

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