Mensaje 75
Lectura bíblica: Ef. 1:5, 9-11, 22-23; 3:2-4, 9-11; Jn. 15:1, 5
La economía de Dios consiste en Cristo y la iglesia. Al considerar la economía de Dios, según se revela en el libro de Efesios, debemos orar que el Señor nos dé un cielo despejado y abierto. Si hemos de conocer la economía de Dios, no sólo debemos conocer el libro de Efesios, sino también palpar la realidad contenida en él. A nosotros no sólo nos interesa el conocimiento; lo que nos importa más es la realidad. La realidad contenida en el libro de Efesios es la economía de Dios, cuyo centro es Cristo y la iglesia.
Con relación al propósito de Dios, muchos cristianos desconocen la palabra “economía”. Su equivalente en el griego es oikonomía, y se usa tres veces en Efesios. En 1:10 Pablo habla de una economía o dispensación, de la plenitud de los tiempos, en la cual todas las cosas serán reunidas bajo una cabeza en Cristo; en 3:2, habla de la mayordomía de la gracia de Dios; y en 3:9, de la economía del misterio. La palabra “economía” (oikonomía en el griego) significa administración, mayordomía, arreglo o dispensación. En este sentido, su significado principal es distribución o impartición. La economía de Dios consiste en impartirse a Sí mismo en Sus escogidos. Dios no nos imparte nada que no sea El mismo. Por tanto, Su economía consiste en impartirse a Sí mismo en nosotros. Esto está totalmente ligado a Cristo y la iglesia.
Además del término “economía”, Pablo usa otros términos importantes en Efesios. En el capítulo uno, él menciona la voluntad de Dios en tres ocasiones: el beneplácito de Su voluntad (v. 5); el misterio de Su voluntad (v. 9); y el consejo de Su voluntad (v. 11). Dios tiene una economía porque El tiene una voluntad. En la eternidad pasada, Dios planeó una voluntad, la cual estaba escondida en El; por ende, era un misterio. En Su sabiduría y prudencia, nos dio a conocer el misterio escondido mediante lo que nos reveló en Cristo, es decir, mediante la encarnación, crucifixión, resurrección y ascensión de Cristo.
Otro término importante es “beneplácito” (1:5, 9). Dios tiene una voluntad en la cual está Su beneplácito. Este beneplácito se refiere al deleite del corazón de Dios. El libro de Efesios habla desde el punto de vista del beneplácito de Dios. Conforme a 1:9 y 10, el beneplácito de Dios es lo que El se propuso en Sí mismo con miras a una administración. En términos humanos, el beneplácito de Dios es aquello que le agrada. Hay algo en el corazón de Dios que lo satisface y lo hace feliz; esto es el beneplácito de Dios. No piense que el término “beneplácito” es insignificante; al contrario, es un término muy importante en Efesios.
En Efesios, la palabra propósito se usa tres veces, dos veces como sustantivo y una vez como verbo. En 1:11 Pablo dice que fuimos predestinados conforme al propósito de Aquel que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad; y en 3:11, él habla del propósito eterno de Dios. El propósito eterno de Dios es el propósito de los siglos, el plan que Dios hizo en la eternidad pasada. En 1:9 la palabra “propósito” se emplea como verbo: “Dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo”. Dios tiene un propósito. En este sentido, la palabra propósito equivale a la palabra plan. Dios tiene un plan, que concibió en la eternidad. Dios tiene un plan porque El tiene una voluntad, un beneplácito y una economía. Conforme a Su economía, El hizo un plan, un propósito.
Pablo usa la palabra “consejo” en 1:11, donde dice que Dios hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad. Cuando Dios creó al hombre, la Deidad celebró una conferencia. Por ello, Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen”. Dios tomó consejo consigo mismo, y este consejo está relacionado con Su voluntad.
Otra palabra crucial en Efesios es la palabra misterio. Como ya vimos, en 1:9 se menciona el misterio de la voluntad de Dios. En 3:3 Pablo dice: “Que por revelación me fue dado a conocer el misterio”. El propósito escondido de Dios es este misterio, y cuando este misterio se da a conocer, se manifiesta cierta revelación. En 3:4 Pablo habla además del “misterio de Cristo”. En Colosenses 2:2, el misterio de Dios es Cristo; mientras que el misterio de Cristo mencionado en Efesios 3:4 es la iglesia. Dios es un misterio, y Cristo, la corporificación de Dios que lo expresa a El, es el misterio de Dios. Cristo también es un misterio, y la iglesia, el Cuerpo de Cristo que lo expresa a El, es el misterio de Cristo.
En 3:9 Pablo habla de alumbrar a todos para que vean cuál es la “economía del misterio”. El misterio de Dios es Su propósito escondido, el cual consiste en impartirse en Sus escogidos. Por ello existe la economía o dispensación del misterio de Dios. Este misterio estaba escondido en Dios desde los siglos (es decir, desde la eternidad) y a lo largo de todas las eras pasadas; pero ahora ha sido revelado a los creyentes neotestamentarios. La intención de Dios es dar a conocer la economía, la dispensación, de Su misterio.
Efesios 5:32 y 6:19 también usa el término misterio. En 5:32 Pablo dice: “Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”. El hecho de que Cristo y la iglesia sean un solo espíritu (1 Co. 6:17), tal como lo tipifica el hecho de que el marido y la mujer son una sola carne, constituye un gran misterio. En 6:19 Pablo habla de dar a conocer con denuedo el “misterio del evangelio”. Este misterio es Cristo y la iglesia, los cuales cumplen el propósito eterno de Dios.
Es importante que recordemos estos términos cruciales: voluntad, beneplácito, propósito, consejo, economía y misterio. Por un lado, estas palabras son profundas, y nos tomaría muchos años para entenderlas debidamente; por otro lado, existe una clave básica por la cual podemos captar su significado. Esta clave es Cristo y la iglesia. La voluntad de Dios es tener a Cristo y la iglesia. Asimismo, el beneplácito de Dios y Su propósito es tener a Cristo y la iglesia. Ya establecimos que Cristo junto con la iglesia es la meta de la economía de Dios. Además, Dios tomó consejo consigo mismo para tener a Cristo y la iglesia. El misterio de Dios también está ligado a Cristo y la iglesia. Por consiguiente, Cristo junto con la iglesia constituye la clave para entender estos términos cruciales. ¿Cuál es la voluntad de Dios? Cristo y la iglesia. ¿Cuál es el beneplácito de Dios? Cristo y la iglesia. Ellos son el beneplácito de Dios, el deleite de Su corazón. Aún más, el propósito que Dios hizo en la eternidad y para la eternidad es Cristo y la iglesia. Del mismo modo, el consejo, la economía y el misterio de Dios están relacionados con Cristo y la iglesia.
Puesto que la economía de Dios consiste en Cristo y la iglesia, debemos ver cómo El lleva a cabo dicha economía y cómo la cumple. ¡Que el Señor quite toda nube y nos conceda un cielo despejado para entender esto! En cuanto al cumplimiento de la economía de Dios, el cielo que cubre a todos los santos en las iglesias locales debe ser transparente como el cristal.
El primer paso que Dios efectuó para llevar a cabo Su economía fue escogernos. Efesios 1:4 dice: “Según nos escogió en El antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de El en amor”. En la eternidad pasada, antes de la fundación del mundo, Dios nos eligió. De entre innumerables personas El nos eligió a nosotros, y lo hizo en Cristo. Cristo es la esfera en la cual fuimos escogidos por Dios. Fuera de Cristo no somos la elección de Dios. Esto ocurrió en la eternidad pasada. Dios nos escogió según Su infinita presciencia aun antes de crearnos.
¿Le ha impresionado usted alguna vez, el hecho de que Dios lo escogiera en Cristo antes de la fundación del mundo? Cada vez que pienso en que Dios me escogió en la eternidad pasada, reboso de adoración y alabanzas a El. No necesito que ningún hombre me escoja, porque ya fui escogido por el Dios Triuno.
Los cristianos a menudo le dicen al Señor: “Oh Señor, nosotros no te amamos a Ti primero, sino Tú a nosotros”. Sin embargo, con relación a la elección de Dios, debemos decirle: “Señor, nosotros no te escogimos a Ti; Tú nos escogisteis a nosotros”. Todos debemos darle gracias al Señor por Su eterna elección, por habernos escogido en la eternidad pasada para la eternidad futura. No se nos eligió para ocupar un puesto prominente en el mundo, sino para ser parte de la iglesia. Dios nos escogió por causa de la iglesia.
El segundo paso que Dios dio para llevar a cabo Su economía fue predestinarnos. Efesios 1:5 dice: “Predestinándonos para filiación por medio de Jesucristo para Sí mismo, según el beneplácito de Su voluntad”. La palabra griega traducida “predestinándonos” también puede traducirse “marcándonos de antemano”. Marcar de antemano es el proceso, mientras que la predestinación es el propósito por el cual se determina cierto destino. Primero Dios nos escogió y luego nos marcó de antemano, es decir, nos marcó un destino desde antes de la fundación del mundo. Este destino es la filiación. Fuimos predestinados para ser hijos de Dios aun antes de que fuéramos creados. Por ello, como criaturas de Dios, necesitábamos que El nos regenerara a fin de participar de Su vida y ser Sus hijos. La filiación incluye no sólo la vida, sino también la posición de hijo. Los que Dios marcó de antemano tienen Su vida, la cual los hace hijos Suyos, y la posición de hijos, la cual los hace aptos para heredar al propio Dios.
Todos debemos de estar conscientes de que Dios nos marcó de antemano con miras al cumplimiento de Su economía. Debido a que Dios nos marcó, no podemos escapar de El. Dios nos marcó antes de que naciéramos, aun antes de la fundación del mundo, y puesto que tenemos esa marca, no podemos sino entregarnos al Señor para Su recobro, y estar “locos” por la vida de iglesia.
Otros seres humanos no pueden ver la marca que Dios puso en nosotros, pero todos los seres del mundo espiritual sí la ven. Los ángeles, los demonios y hasta el mismo Satanás saben que hemos sido marcados por Dios.
Esta marca no es solamente externa; es una marca interna. Debido a ella, sentimos que no tenemos paz si no nos damos a la vida de iglesia. Somos personas escogidas y marcadas. Dios hizo esto en la eternidad pasada.
En Efesios 1:7 Pablo habla de la redención efectuada mediante la sangre de Cristo. Nosotros fuimos escogidos y predestinados. Pero después de ser creados, caímos. Así que, necesitamos la redención, la cual Dios en Cristo efectuó en nuestro beneficio mediante Su sangre. La redención constituye el tercer paso que Dios toma para llevar a cabo Su economía.
La redención no sólo tiene como fin nuestra salvación individual y personal; su fin es la iglesia. De hecho, Dios ni siquiera nos redimió individualmente; El nos redimió de forma corporativa. Esto significa que El redimió a la iglesia que había escogido. Por consiguiente, la iglesia es el objetivo por el cual fuimos elegidos, predestinados y redimidos.
El cuarto paso, el cual está muy ligado a la redención, es la salvación que Dios nos ha provisto. Cuando Pablo habla de la salvación en 2:5 y 8, él se refiere a una salvación corporativa. Nosotros no fuimos salvos como individuos, sino como una entidad corporativa. Consideremos el caso de los hijos de Israel en el Antiguo Testamento, quienes tipifican a la iglesia. Ellos no fueron salvos de la tiranía egipcia uno por uno, sino que toda la nación de Israel fue salva al mismo tiempo. Si bien es cierto que cada uno de los israelitas experimentó personalmente la salvación, aquella fue una salvación corporativa, pues todos fueron salvos al mismo tiempo. Esto muestra que más que a individuos, la salvación es para la iglesia.
En el capítulo cinco Pablo habla de la santificación, la cual es otro paso en el cumplimiento de la economía de Dios, cuyo centro es Cristo y la iglesia. Aunque hemos sido redimidos, todavía estamos en el proceso de ser santificados. Este proceso supone un cambio tanto en nuestra posición como en nuestra manera de ser. A medida que se efectúa este cambio, somos transformados.
El crecimiento constituye otro paso en la ejecución de la economía de Dios. Debemos crecer en todo en Cristo, quien es la Cabeza, hasta que lleguemos a la medida de un hombre de plena madurez (4:15, 13). Puedo testificar que muchos de los que han estado con nosotros por varios años, han experimentado un verdadero crecimiento en el Señor. Alabo al Señor porque los santos están creciendo. Este crecimiento tiene como fin que se cumpla la economía de Dios.
Junto con el crecimiento está la edificación. En Efesios 2:22 Pablo dice que somos juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu; en 4:12 él habla de la edificación del Cuerpo de Cristo; y en 4:16 indica que por la función de cada miembro en su medida, el Cuerpo crece y se edifica a sí mismo en amor.
Nosotros fuimos elegidos, predestinados, redimidos y salvos. Ahora estamos siendo santificados y creciendo gradualmente en Cristo. A medida que crecemos, somos edificados como Cuerpo de Cristo. Estos son los pasos que Dios toma para llevar a cabo Su economía.
La economía de Dios, no sólo se revela en Efesios, sino también en el capítulo quince de Juan. Este es el único capítulo en los evangelios que revela la economía de Dios. Juan 15:1 dice: “Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador”, y en el versículo 5 el Señor dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”. La vid verdadera, que es el Hijo, con sus pámpanos, los que creen en el Hijo, es el organismo del Dios Triuno en la economía de Dios, un organismo cuyo fin es crecer al ingerir las riquezas de Dios y que expresa Su vida divina. El Padre como labrador de la vid, es el origen, el autor, el planificador, el sembrador, la vida, la substancia, el suelo, el agua, el aire, la luz del sol y el todo para la vid. El Hijo, quien es la vid misma, es el centro de la economía de Dios y la corporificación de todas las riquezas del Padre. El Padre, al cultivar al Hijo, se forja a Sí mismo con todas Sus riquezas en esta vid. Al final, la vid expresa al Padre por medio de los pámpanos de una forma corporativa. Esta es la economía que el Padre tiene en el universo.
La economía de Dios consiste en la vid y los pámpanos, o sea, Cristo y la iglesia. La intención de Dios es cuidar la vid y los pámpanos de modo que como tales crezcamos y maduremos. Que el Señor nos bendiga y nos conceda una clara visión de Su economía.