Mensaje 93
Lectura bíblica: Ef. 4:17-32
Ya vimos que en el capítulo dos se menciona la creación del nuevo hombre, mientras que el capítulo cuatro trata de su crecimiento. Para que el nuevo hombre crezca, nosotros necesitamos experimentar al Cristo que fue crucificado, que resucitó, que ascendió y descendió. El Cristo que lo es todo debe forjarse en nuestro interior y ser el todo para nosotros. De esta manera, el nuevo hombre, el cual es orgánicamente perfecto, llegará también a ser perfecto con relación a su función.
El nuevo hombre no es perfeccionado principalmente por la enseñanza. De hecho, la enseñanza puede impedir que crezcamos en la vida divina. Para la creación del nuevo hombre, todas las ordenanzas tuvieron que ser abolidas; ahora, si el nuevo hombre ha de crecer, debemos cuidarnos de la doctrina. Las ordenanzas son un estorbo a la formación del nuevo hombre, y las doctrinas entorpecen su crecimiento. Espero que todos los que llevan la delantera en las iglesias locales comprendan que si quieren ayudar a los santos a crecer, no deben poner su confianza en la doctrina. Lo único que nos hace crecer es experimentar a Cristo. La medida con la que podemos ministrar a Cristo en otros es proporcional a la experiencia que tengamos de El. Cuanto más lo experimentamos, más podemos ministrarlo a los demás. Al ministrarlo a otros, ellos serán nutridos.
El Cristo que fue crucificado y resucitado y que ascendió al tercer cielo, obra ahora en nosotros para constituirnos miembros del Cuerpo que desempeñan su función. Cristo lleva a cabo esta obra haciendo Su hogar en nuestros corazones y saturándonos de Sí mismo. A medida que nos satura, El nos santifica, purifica, alimenta, cuida con ternura y transforma, y como resultado, somos perfeccionados con relación a nuestra función como miembros del Cuerpo. Es así como el Cuerpo crece y se edifica a sí mismo. Ni la Cabeza ni los dones mencionados en 4:11 edifican el Cuerpo directamente; quienes lo edifican de forma directa son los miembros que han sido perfeccionados por las personas dotadas.
Con respecto a este asunto tan crucial, pido al Señor que nos conceda un cielo claro. Puedo testificar que en cuanto al crecimiento del nuevo hombre, el cielo está transparente como el cristal. Que el Señor ayude a todos los que lo buscan fielmente, a entender claramente lo que es el nuevo hombre. ¡Cuán bendecidos somos de vivir en la época en la que el Señor está recobrando todo esto! Nunca hemos entendido Efesios 4 con tanta claridad como lo entendemos en estos días.
Todos los que desean emigrar para propagar la vida de iglesia deben darse cuenta de que la emigración no es un movimiento, sino el mover del nuevo hombre, es decir, el mover del Cristo todo-inclusivo en Su Cuerpo; es el mover de Cristo, el Salomón celestial, en Su palanquín. Para que el Señor se mueva entre nosotros de esta manera, no debemos funcionar de manera individualista; antes bien, debemos funcionar en el Cuerpo de manera coordinada. Para esto, debemos experimentar a Cristo y crecer en El. La medida de nuestro crecimiento será la esfera, el ámbito, de nuestra función. Si no funcionamos, causaremos un vacío en el Cuerpo. Pero si funcionamos demasiado, provocaremos un cáncer. Como Cabeza del Cuerpo, Cristo conoce perfectamente la condición del Cuerpo. Esperemos que por Su misericordia, el Cuerpo sea guardado, tanto de la falta de funcionamiento como del cáncer que puede provocar el funcionamiento excesivo.
Alabamos al Señor, porque El nos ha abierto Su Palabra; le agradecemos por mostrarnos que la necesidad apremiante es que Cristo se forje en nuestro ser. Cuanto más seamos saturados de Cristo, más llegaremos a ser, en realidad, miembros del Cuerpo que funcionan según su medida. Entonces, dondequiera que estemos, funcionaremos apropiadamente, y el Cuerpo crecerá. Esto hará que Satanás, el enemigo de Dios, tiemble, y esto también apresurará el regreso del Señor Jesús.
Dado que el libro de Efesios trata de la iglesia, nosotros debemos analizar todo su contenido desde la perspectiva de la iglesia; de lo contrario, aplicaremos erróneamente muchas de las cosas contenidas en él. Al leer 4:17-32, debemos aplicar este pasaje de manera corporativa y no individual. Estos versículos no se escribieron con relación a la vida individual, sino a la vida corporativa del nuevo hombre. El nuevo hombre debe convertirse en nuestro vivir diario. En el versículo 24 Pablo habla de que debemos vestirnos del nuevo hombre. Vestirnos del nuevo hombre equivale a poner en práctica la vida de iglesia, la cual es la nueva vida del nuevo género humano que Cristo creó en Sí mismo. La iglesia es una nueva humanidad. Corporativamente debemos vestirnos de otra humanidad. Es crucial que tengamos esta perspectiva al examinar esta sección de Efesios 4.
Despojarnos del viejo hombre no significa simplemente desechar nuestra vieja naturaleza; significa más bien despojarnos de la vieja manera de vivir, de la manera en que vivíamos antes. Nuestra vida pasada no era del todo un vivir individualista, pues teníamos la parte social, el aspecto comunitario. De hecho, ningún ser humano puede ser completamente individualista. La naturaleza humana es intrínsecamente social. Por ser seres humanos vivimos en una sociedad y llevamos cierta vida comunitaria.
En la iglesia encontramos la mejor vida comunitaria. Sin las reuniones de la iglesia, no tendríamos dirección y nuestra vida no tendría sentido. Nos gusta reunirnos con los hermanos; el hecho de que los hermanos permanecen juntos aun después de haber terminado la reunión, indica que en la iglesia encontramos la verdadera vida comunitaria. Si hemos de ser el nuevo hombre, debemos despojarnos de la vida comunitaria del viejo hombre y vestirnos de la vida comunitaria del nuevo hombre.
Visitar el barrio chino forma parte de la vida social de los chinos en Estados Unidos. Esto es parte del vivir del viejo hombre que nosotros debemos desechar si hemos de practicar la vida de iglesia en su condición de nuevo hombre. Muchos de los que frecuentan el barrio chino, después de volver a casa, tal vez encuentren un poco difícil orar. Esto se debe a que mientras estuvieron en el barrio chino, anduvieron conforme a la vanidad de la mente en lugar de ser renovados en el espíritu de la mente.
En el caso de las hermanas, despojarse del viejo hombre de manera práctica implica abandonar la manera vieja de ir de compras. Creo que a la mayoría de las hermanas se les dificulta orar cuando están en un almacén, porque llevan a cabo sus compras conforme al vivir del viejo hombre. Es como si el viejo hombre que fue sepultado en el bautismo, resucitara en la tienda. Debemos mantener al viejo hombre en la tumba de una manera práctica.
A veces, en la vida de iglesia vemos que los santos de determinada nacionalidad se agrupan y conversan en su lengua materna, en lugar de hablar inglés. Esto demuestra que no es fácil despojarnos del viejo hombre. Automáticamente tendemos a inclinarnos hacia nuestra antigua vida comunitaria. La razón por la cual el cristianismo actual está tan débil es que está impregnado del viejo hombre con su vida comunitaria. Es muy difícil ver algo del nuevo hombre en las denominaciones. En la vida de iglesia en el recobro del Señor, debemos dejar de vivir conforme a la pasada conducta del viejo hombre. Necesitamos ser renovados en el espíritu de nuestra mente y vestirnos del nuevo hombre.
La intención del Señor hoy no es simplemente reunirnos, sino ayudarnos a despojarnos de la vida del viejo hombre. Debemos despojarnos no solamente de nuestra vieja naturaleza, sino también de nuestra pasada manera de vivir. Nuestra manera de vivir debe ser absolutamente nueva en naturaleza, en forma y en práctica. La vida de iglesia es el vivir diario del nuevo hombre en su nueva naturaleza y forma. Que todos acudamos al Señor y oremos: “Señor, libera mi mente de la vanidad y llénala de la realidad del Espíritu. Haz que la realidad de Jesús ocupe, posea y sature mi mente”. Si oramos de esta manera, a los hermanos y hermanas chinos les será difícil visitar el barrio chino, y a las hermanas, ir de compras conforme a la antigua manera. Entonces, además de ser creado el nuevo hombre, éste crecerá, funcionará y llevará una vida apropiada. Esto es estratégico a la economía de Dios. Si el Señor consigue esto entre nosotros, obtendrá una gran victoria. Vencer aspectos personales tales como nuestro mal genio, no se compara con la victoria corporativa que representa el vestirnos del vivir del nuevo hombre en la práctica. La vida de iglesia es la vida del nuevo hombre corporativo, el cual posee una nueva naturaleza y una nueva manera de vivir. Todo lo que atañe al vivir del nuevo hombre, es nuevo.
En Efesios 4:24 Pablo declara que el nuevo hombre es creado según Dios, lo cual significa que el nuevo hombre posee la vida y la naturaleza divinas. Puesto que el nuevo hombre es creado según Dios, él debe de tener una vida que sea divina. Esa vida no es individualista, sino corporativa. Creo que dentro de poco, el Señor producirá el vivir del nuevo hombre en Su recobro. El tendrá en diferentes localidades un pueblo cuyo diario vivir sea la vida corporativa del nuevo hombre. Esta es la vida de iglesia que cumple el plan de Dios.
La vida de iglesia no se produce simplemente por reunirnos, cantar, orar-leer, alabar al Señor y dar testimonios. La vida de iglesia la constituye el andar diario de un hombre corporativo, un andar que es absolutamente nuevo en naturaleza y en forma. Si andamos conforme al espíritu de nuestra mente, seremos personas que llevan tal vida corporativa. Tendremos la vida comunitaria adecuada, en la cual todo es nuevo. ¡Que el Señor apresure el día en que, con respecto a esto, nuestro cielo sea claro y estemos plenamente en la luz!
En el versículo 17 Pablo nos exhorta a no andar “como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente”. Los que andan de esta manera tienen “el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón” (v. 18). Es posible ser una persona salva, o sea, uno que posee la vida de Dios, y con todo, andar en la vanidad de la mente. Por ejemplo, algunos van de compras conforme a la vanidad de su mente y como resultado ellos llegan a ser ajenos a la vida de Dios. Otros quizás van al barrio chino y como resultado de ello se alejan de la vida de Dios. Mientras disfrutan de algún platillo chino en algún restaurante, sienten que, por estar viviendo conforme a su pasada manera de vivir, están separados de la vida de Dios. Este aislamiento les impide que sientan el fluir de la electricidad celestial. Cada vez que regresamos a la pasada manera de vivir, sentimos espontáneamente que hay tinieblas en nosotros y que estamos ajenos a la vida de Dios. Si persistimos en conducirnos conforme a la pasada manera de vivir, llegaremos a ser insensibles. Es más, tal vez hasta perdamos la sensibilidad, por hacer caso omiso de nuestra conciencia.
La vida de iglesia es definitivamente una vida de comunidad. Pero es una vida comunitaria completamente diferente a la del viejo hombre. La vida comunitaria del nuevo hombre es nueva en todo sentido.
Observemos cuántas palabras usa Pablo para describir la vida del hombre caído en los versículos del 17 al 19. El habla de la vanidad, de las tinieblas, del alejamiento, de la ignorancia y de la dureza. Siempre que vivimos conforme a nuestra pasada vida comunitaria, no sentimos ninguna luz ni ninguna claridad dentro de nosotros. Tal vez razonemos que está bien hacer cierta cosa; no obstante, nos damos cuenta de que aquello nos aleja de la vida de Dios y nos pone en tinieblas.
La vida de iglesia no es cuestión del bien y el mal, sino del Cristo vivo. Quizás argumentemos que no tiene nada de malo ir de compras a determinada tienda. Tal vez insistamos que aquello no es pecaminoso. Y de hecho, tal vez no tenga nada de malo, pero nos introduce en las tinieblas y nos aleja de la vida de Dios. Quizás actuemos correctamente, sin embargo, somos privados de experimentar a Cristo como nuestra vida y nuestra persona. A esto se debe que después de ir de compras uno no pueda orar por algún tiempo. La norma de la vida de iglesia es más elevada que regirse por el bien y el mal; es una vida que concuerda con Cristo. Si Cristo es quien vive en nosotros, El no nos permitirá hacer ciertas cosas. Por ejemplo, a El no le agradará que vayamos de compras conforme a nuestra pasada manera de vivir. Esa manera de vivir no concuerda con la vida de Cristo.
En 4:20 Pablo habla de aprender a Cristo, y en el versículo 21, de haber “sido enseñados, conforme a la realidad que está en Jesús”. En una nota sobre 4:21 J. N. Darby hace notar que en el griego hay un artículo enfático justamente antes de la palabra Jesús, lo cual indica que “Jesús” como persona se destaca. La verdad, la realidad, que está en Jesús es la verdadera condición de la vida de Jesús según consta en los cuatro evangelios, una vida llena de realidad, de verdad. Jesús llevó una vida en la cual lo hacía todo en Dios, con Dios y para Dios. Dios estaba en Su vivir, y El era uno con Dios. A esto alude la frase “la realidad que está en Jesús”. Jesús llevó una vida que siempre correspondió con la justicia y la santidad de Dios.
En el versículo 24, Pablo declara que el nuevo hombre fue creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad. Sin duda, esta realidad es la realidad que está en Jesús. Nosotros no debemos vivir conforme a la ley ni a las normas de la sociedad, sino conforme a la realidad que está en Jesús, la realidad que El expresó en su vivir cuando estuvo en la tierra. Por consiguiente, la vida de Jesús debe ser nuestra vida hoy en la iglesia. En otras palabras, el vivir del nuevo hombre debe ser exactamente igual al vivir de Jesús. Como Jesús vivió en la tierra, así debe vivir hoy el nuevo hombre.
Si deseamos vivir de esta manera, no debemos razonar conforme al bien y al mal; antes bien, debemos examinar cada aspecto de nuestra vida conforme a la realidad que está en Jesús. Por ejemplo, si estamos a punto de ir de compras, debemos preguntarnos si el Señor Jesús quiere ir de compras. La vida del nuevo hombre debe concordar con la realidad de Jesús. Si todos vivimos de una manera celestial, divina, justa, santa y gloriosa, tendremos una vida comunitaria maravillosa en la iglesia. Esta es la vida corporativa del nuevo hombre.
Hacia el final del capítulo cuatro, Pablo declara: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, en el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (v. 30). Me preocupa que día tras día y aun hora tras hora muchos de nosotros estemos contristando al Espíritu Santo que mora en nosotros. Lo contristamos porque en lugar de conducirnos conforme a la nueva manera de vivir, vivimos conforme a la vanidad de la mente. Cuando no permanecemos en el espíritu de nuestra mente, contristamos al Espíritu Santo. Este es otro indicio de que el nuevo hombre no sólo necesita ser creado y crecer para desarrollar sus funciones, sino que también debe llevar una vida diaria y práctica que concuerde con la nueva manera de vivir. Esta es la vida de iglesia.