Mensaje 96
Lectura bíblica: Ef. 1:9-11, 22-23; 3:17a
Los capítulos más profundos de Efesios son el uno y el tres. Lo positivo que se revela en ellos trasciende nuestra comprensión. Por ejemplo, en 1:10 Pablo dice: “Para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”. No creo que muchos cristianos entiendan correctamente este versículo. En él no se habla de la preeminencia de Cristo, ni de Su autoridad, ni de Su expresión. Este versículo es único, y no hay ningún otro en la Biblia que se le compare. Cuando leemos acerca de que los maridos deben amar a sus mujeres o que las mujeres deben someterse a sus maridos, lo entendemos inmediatamente, porque el amor y la sumisión encajan con nuestros conceptos naturales. Pero para entender el significado de versículos como 1:10, necesitamos un espíritu de sabiduría y de revelación.
Al examinar 1:9 y 10 vemos que la economía o dispensación que Dios se propuso en Sí mismo consiste en hacer que en la plenitud de los tiempos sean reunidas en Cristo bajo una cabeza todas las cosas. Los tiempos se refieren a las edades. La plenitud de los tiempos será cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, después de que se hayan cumplido todas las dispensaciones de todas las edades. Cuando la economía de Dios se haya cumplido, Cristo será la cabeza de todas las cosas en el universo. Dios estableció a Cristo por Cabeza sobre todas las cosas (1:22). Como resultado de lo que Dios ha realizado durante todas las dispensaciones en todas las edades, en el cielo nuevo y en la tierra nueva serán reunidas en Cristo todas las cosas bajo una cabeza. Esto será la administración y la economía eternas de Dios.
Debido a que nuestro cuerpo tiene una cabeza, él puede estar de pie. Aunque nuestros pies nos sostienen, en realidad es la cabeza la que nos permite estar erguidos. Esto indica que nuestra cabeza hace que todo nuestro cuerpo, bajo ella, esté en posición vertical. Si a una persona se le decapita, su cuerpo se desploma. Puesto que la cabeza hace que todo el cuerpo esté en su debida posición, todas las cosas que cubren el cuerpo, tales como la ropa, los zapatos y las gafas, también están sujetas a este orden.
Todo el universo está sometido a Cristo, la Cabeza. No obstante, algunas cosas están desplomadas porque el proceso de reunirlas en Cristo, la Cabeza, no ha terminado. En la economía de la plenitud de los tiempos, todo tendrá a Cristo por Cabeza; nada permanecerá desplomado ni caerá. Dios hará que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas. Actualmente muchas cosas se siguen cayendo o desplomando en el universo, pero en la dispensación de la plenitud de los tiempos, nada caerá; ni siquiera la hoja de un árbol.
Ya hemos dicho que la función de la cabeza es mantener unidos y en orden a todos los miembros de nuestro cuerpo físico. Según el mismo principio, Dios usa a Cristo para reunir todas las cosas en el universo bajo El, quien es la Cabeza. Cristo, como Cabeza universal de todas las cosas, necesita un Cuerpo, y este Cuerpo es la iglesia. Así como la ropa y otras prendas están puestas sobre el cuerpo de una persona, del mismo modo, un día todo en el universo será puesto sobre el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Hemos visto que si una persona es decapitada, su cuerpo y todo lo que lleva encima se desploma. Pasa lo mismo con el Cristo que es dado por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia. Si todas las cosas en el universo no son reunidas en Cristo, la Cabeza, mediante Su Cuerpo, ellas permanecerán en un estado caído.
Los científicos tienen sus propias explicaciones para fenómenos de la naturaleza, tales como la caída de las hojas de los árboles. Ellos presentan sus razonamientos acerca de los diferentes cambios físicos que se producen en el universo. Estas explicaciones y razones científicas tal vez sean correctas temporalmente, pero no lo serán eternamente. Yo no conozco la física ni la biología, pero sí conozco el proceso por el cual Dios hará que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas. Además, creo lo que se declara en 1:10, acerca de que este proceso llegará a su consumación en la economía de la plenitud de los tiempos. A partir de ese momento, nada se volverá a derrumbar en el universo; todo reposará sobre la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Cristo es la Cabeza, y la iglesia es el Cuerpo. Cristo la Cabeza dirige el Cuerpo, todos los billones de cosas que hay en el universo reposarán sobre este Cuerpo que está bajo la Cabeza. Aunque ahora no vemos un cuadro completo de esto, podemos ver una miniatura. Hoy podemos disfrutar el anticipo de la reunión de todas las cosas bajo Cristo, la Cabeza.
No pensemos que una persona puede permanecer erguida principalmente porque sus piernas, tobillos y pies son fuertes, sino, como expresamos anteriormente, porque la cabeza causa que permanezca de pie. Si la cabeza no dirigiera al cuerpo, éste y todo lo que lleva encima se derrumbaría. Esto es un cuadro de lo que significa que todo sea reunido en Cristo, la Cabeza. Primero, Cristo es la Cabeza de Su Cuerpo; luego, en la dispensación de la plenitud de los tiempos, Dios hará que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas mediante el Cuerpo.
En 1:11 Pablo añade: “En El asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. Las palabras “designados como herencia”, según el griego, también se pueden traducir: “hemos obtenido herencia”. Si no entendemos el versículo 10, tampoco comprenderemos el versículo 11. Las palabras “En El” del versículo 11 se refieren a Cristo, quien es la Cabeza. En El, la Cabeza universal, fuimos designados como herencia de Dios. El verbo griego traducido “fuimos designados como herencia” significa escoger o asignar por suertes. Por consiguiente, esta cláusula significa literalmente que fuimos designados como herencia. Fuimos designados como herencia para recibir la herencia de Dios. Por un lado, fuimos hechos herencia de Dios (v. 18) para Su deleite; y por otro, fuimos designados para recibir a Dios como nuestra herencia (v. 14) para nuestro deleite.
En el versículo 13, Pablo declara: “En El también vosotros, habiendo oído la palabra de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y en El habiendo creído, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa”. Como lo explica el versículo 14, el Espíritu Santo de la promesa es “las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de Su gloria”. Ser sellados con el Espíritu Santo significa ser marcados con el Espíritu Santo, el cual es un sello vivo.
Fuimos designados como herencia de Dios. Cuando fuimos salvos, Dios puso en nosotros Su Espíritu Santo como sello para marcarnos e indicar que le pertenecemos. Este Espíritu es las arras, el anticipo, la garantía, una prenda en dinero, el pago parcial por adelantado. Puesto que nosotros somos la herencia de Dios, el Espíritu Santo es un sello sobre nosotros. Debido a que Dios es nuestra herencia, el Espíritu Santo es las arras de esta herencia. Dios nos da Su Espíritu Santo no sólo como garantía de nuestra herencia, asegurando nuestra heredad, sino también como anticipo de lo que heredaremos de Dios, dejándonos gustar de antemano de la herencia total.
Debemos entender los versículos 13 y 14 a la luz de los versículos 10 y 11. Ya vimos que Dios está en el proceso de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, las que están en los cielos y las que están en la tierra. No obstante, sin la iglesia como Cuerpo que complemente a Cristo, la Cabeza, Dios no podría hacerlo. Esto lo lleva a cabo la Cabeza, pero para ello la Cabeza necesita un Cuerpo. Este Cuerpo es la herencia de Dios, Su posesión. Debido a que estábamos perdidos, necesitábamos que Dios nos redimiera, nos comprara de nuevo para Sí. Por medio de la redención, llegamos a ser la posesión adquirida de Dios. Nosotros, los redimidos de Dios, la iglesia, somos la posesión de Dios, la cual El adquirió cuando nos compró con la sangre preciosa de Cristo (Hch. 20:28). Conforme a Su economía, Dios llega a ser nuestra herencia, y nosotros llegamos a ser Su posesión. Nosotros, como herencia y posesión de Dios, somos el Cuerpo de Cristo, por medio del cual todas las cosas del universo son reunidas bajo una cabeza en Cristo.
Es importante que veamos cómo Dios adquiere Su herencia, Su posesión. Primero, El nos compró con la sangre de Cristo. Segundo, nos selló con Su Espíritu. El Espíritu, con el cual fue sellado el Cuerpo, es realmente el propio Dios. Esto significa que Dios se puso a Sí mismo como sello sobre la iglesia, la cual fue comprada con la sangre de Cristo. El Espíritu como sello está sobre el Cuerpo no simplemente de una manera objetiva. Al contrario, el proceso de sellar permite que el sello penetre y sature todo nuestro ser de una manera subjetiva. Cuanto más nosotros, la herencia de Dios, seamos saturados del Espíritu como sello vivo, más serán reunidas en Cristo las cosas del universo. Como herencia y posesión de Dios, hemos sido predestinados y comprados. Ahora estamos en el proceso de ser plenamente saturados del Espíritu. Cuando la posesión de Dios haya sido completamente saturada del Espíritu como sello vivo, llegará a su consumación el proceso de reunir todas las cosas en Cristo, la Cabeza.
Cuando todas las cosas que hay en el universo tengan a Cristo por Cabeza, todo estará en orden; nada estará fuera de lugar, y nada se desplomará ni caerá. Durante el otoño, las hojas de los árboles se caen, lo cual indica que algo no está en orden. Pero en el cielo nuevo y en la tierra nueva, las hojas dejarán de caer de los árboles porque para ese entonces todo estará en perfecto orden, todo tendrá a Cristo por Cabeza. Como vimos anteriormente, el hecho de que en Cristo todas las cosas sean reunidas bajo una cabeza, depende de que la posesión de Dios, es decir, la iglesia, sea saturada de El mismo.
En la vida de iglesia en el recobro del Señor, podemos experimentar un anticipo del orden al que serán sometidas todas las cosas. Cuando la vida de iglesia en cierta ciudad sea fuerte, aumentará el orden en esa ciudad. Por ejemplo, los policías que laboran en el área del salón de Elden en Los Angeles nos han comentado que la presencia de la iglesia en ese lugar ha traído muchos cambios positivos a esa área. Se ha mejorado el vecindario, particularmente con relación a la tasa de crímenes. Esto demuestra que es por medio de la iglesia que Dios reúne todas las cosas en Cristo, la Cabeza. Cuanto más sature el Dios Triuno a la iglesia como posesión Suya, más será establecido Cristo como Cabeza. Primero, la iglesia toma a Cristo por Cabeza; luego le siguen las cosas que están relacionadas a ella y que reposan sobre ella. Si permitimos que Cristo nos sature por completo, un día veremos que todas las cosas serán reunidas bajo una cabeza en Cristo.
El hombre es el centro de la creación de Dios. Todas las cosas son reunidas bajo una cabeza en Cristo al forjarse el Dios Triuno en el hombre, quien es el centro de Su creación. Según 1:22, Dios sometió todas las cosas bajo los pies del Cristo resucitado y ascendido y “lo dio por Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia”. La pequeña preposición “a” es muy importante, porque implica una especie de trasmisión. Todo lo que Cristo, la Cabeza, logró y obtuvo se trasmite ahora a Su Cuerpo, la iglesia. Por medio de esta trasmisión, la iglesia participa de todos los logros de Cristo. Ella participa de Su resurrección de entre los muertos, del hecho de que el Cristo trascendente está sentado a la diestra de Dios, de la sujeción de todas las cosas bajo los pies de Cristo, y de la autoridad de Cristo como Cabeza sobre todas las cosas. Al trasmitirse el elemento de Cristo a la iglesia, todo lo que El llevó a cabo, logró y obtuvo es trasmitido a la iglesia. Esta maravillosa trasmisión nos constituye el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Entonces, como Su Cuerpo, llegamos a ser el medio que Dios usa para reunir bajo una cabeza todas las cosas en Cristo. En todo esto, el factor crucial es la trasmisión divina, es decir, la infusión de Cristo a nuestro ser.
Efesios 3 nos muestra que en nuestra experiencia, el Cristo que es la Cabeza de todas las cosas se trasmite a nosotros. Conforme al versículo 17, Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones significa que El se nos trasmite completamente. Pudiéramos decir que nuestro corazón es una batería y que Cristo es la electricidad celestial, la cual se trasmite al corazón de la batería. De esta manera, la batería se carga con todo lo que Cristo es y con todo lo que El efectuó y obtuvo. Esta trasmisión o infusión interna propicia que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones. Por consiguiente, es la trasmisión celestial la que introduce a Cristo en nuestros corazones. Entonces, así como la sangre circula del corazón a todas las partes de nuestro cuerpo físico, también el Cristo que se ha trasmitido espiritualmente a nuestro corazón se extenderá a cada parte de nuestro ser interior. Dios se vale de esta trasmisión y del hecho de que Cristo se extiende dentro de nosotros para hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas por medio de la iglesia.
Muchos cristianos se quedan asombrados cuando ven la unidad de los santos en la vida de iglesia. Les sorprende ver que creyentes de diferentes razas, culturas y trasfondos nacionales puedan ser verdaderamente uno. En su asombro, algunos piensan que seguramente hemos establecido alguna organización para mantener esta unidad. Pero esto no es así, pues ni tenemos una organización, ni creemos que la unidad se pueda organizar. Lo que nos une no es la organización; somos uno en la trasmisión divina. Si dejáramos de recibir la trasmisión celestial de Cristo, nuestra unidad se acabaría. Nuestra unidad es posible simplemente porque al trasmitirse Cristo en nosotros, lo tomamos a El por Cabeza. Esto es lo que nos permite vivir juntos en unidad en la vida de iglesia.
Creemos firmemente que en los años venideros, Dios nos reunirá en Cristo aún más. Esto mejorará la condición de la iglesia. Y un día, en la economía de la plenitud de los tiempos, todo el universo tendrá a Cristo por Cabeza por medio de la iglesia. A menudo hemos hablado de la edificación de la iglesia, pero el énfasis en este mensaje es que por medio de la trasmisión divina, seremos reunidos bajo Cristo, la Cabeza. Cuanto más se trasmita Cristo a nosotros, más se avanzará el proceso de reunirnos en Cristo, la Cabeza. Tengo la plena seguridad de que si el Señor demora Su regreso, muchos más cristianos serán reunidos en Cristo, la Cabeza, por medio de Su Cuerpo. Las personas del mundo se quedarán sorprendidas al ver este orden, porque cuánto más ellas han intentado unirse por medio de organizaciones tales como las Naciones Unidas, más se han dividido. El día se acerca en que la tierra verá no sólo la unidad y la edificación, sino también que todo tendrá a Cristo por Cabeza. Cristo es la Cabeza sobre todas las cosas y, como tal, fue dado a la iglesia. Ahora El está en el proceso de reunirlo todo bajo una cabeza en Sí mismo por medio de la iglesia. Esto es lo que el Señor está haciendo entre nosotros hoy.