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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Esdras»
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Mensaje 1

LA NECESIDAD DE VOLVER DEL CAUTIVERIO

  Lectura bíblica: 2 Cr. 36:14-23; Esd. 1:1-5

  En este mensaje llegamos a los tres últimos libros históricos del Antiguo Testamento: Esdras, Nehemías y Ester.

UN REPASO DE LA HISTORIA DE ISRAEL

  En la eternidad pasada, Dios debe de haber determinado que después de la confusión que ocurriría en Babel, El escogería a un hombre llamado Abraham. En el tiempo designando, Dios lo llamó, e invirtió muchos años para adiestrarlo. Posteriormente, Abraham tuvo un hijo, Isaac, el cual a su vez engendró dos hijos: Esaú, a quien Dios aborreció, y Jacob, a quien Dios amó (Mal. 1:2-3; Ro. 9:13). Jacob, quien por muchos años estuvo bajo la disciplina de Dios, tuvo doce hijos, los cuales llegaron a ser las doce tribus de Israel.

  Cuando Dios llamó a Abraham a salir de Caldea, la tierra de Babel, le prometió la buena tierra, la tierra de Canaán (Gn. 12:1, 7), a la cual le trajo más tarde. Así que, Abraham fue el primero de los elegidos de Dios que entró a la buena tierra. Más adelante, las doce tribus abandonaron la buena tierra y fueron a Egipto, donde permanecieron por cientos de años (Ex. 12:40-41). Durante todo este tiempo, las doce tribus de Israel se convirtieron en una nación de aproximadamente dos millones de personas. Allí fueron usurpados, esclavizados y afligidos por el Faraón, rey de Egipto. Finalmente, clamaron a Dios, quien envió a Moisés para sacarlos de esa tierra de esclavitud y llevarlos a la buena tierra. Dios condujo al pueblo de Israel hacia el monte Sinaí, para entrenarlos y darles Su pacto, Su testamento, que incluía tanto la ley moral como la ceremonial. Al entregarles la ley, el deseo de Dios era que ellos fueran una nación de sacerdotes.

  Cuando el pueblo de Israel estaba por entrar en la tierra de Canaán, Dios les ordenó por medio de Moisés que mataran a todos los cananitas, y que destruyeran los ídolos y todo lo relacionado con ellos. Josué obedeció dicho mandato y fue fiel en cumplirlo, pero no de manera total, pues en lugar de inmolar a todos los cananitas, permitió que algunos permanecieran en la tierra.

  En la ley que Dios les dio en el monte Sinaí, El estipuló la manera en que el pueblo de Israel debía relacionarse con El y los unos con los otros. Dios no quería que ellos lo abandonaran a El, fuente de agua viva, y cavaran para sí cisternas (ídolos) rotas que no retienen agua. Además, Su deseo era que ellos se amaran unos a otros y que no cometieran asesinatos, adulterios, robos, ni que mintieran ni codiciaran. Ellos debían preocuparse por su prójimo e incluso devolver las cosas perdidas a su dueño. Esa era la clase de vida que Dios les ordenó llevar. Era una vida celestial practicada por un pueblo terrenal. A un pueblo que vivía de esa manera, ciertamente podía llamársele el reino de Dios.

  Sin embargo, una vez que entró en la buena tierra, Israel no fue fiel a Dios. Los israelitas le fallaron y se dividieron en el reino de Judá y el reino de Israel. El reino de Israel cayó en apostasía, pues abandonó a Dios y estableció otros centros de adoración además del centro único, el cual estaba en Jerusalén. Finalmente, los asirios capturaron el reino de Israel, y más tarde el reino de Judá fue capturado por los babilonios. Durante esa época, la ciudad de Jerusalén fue capturada y no fue devuelta a Israel sino hasta el año de 1967.

DIOS ENTREGA AL PUEBLO DE ISRAEL Al CAUTIVERIO Y PROMETE RESCATARLOS

  Al final de 2 Crónicas vemos que la condición de Israel a los ojos de Dios era lamentable. La tierra había sido usurpada y poseída por pueblos paganos, y Dios había entregado al pueblo de Israel en manos de ellos. Además, el templo había sido quemado y el muro de Jerusalén, derribado. La buena tierra en su totalidad, la supuesta tierra santa, había sido asolada.

  Cuando Jeremías vio todo esto, sentado en la cumbre del monte de Sión, desde donde veía hacia abajo, hacia Jerusalén, se lamentó amargamente. Todos sus compatriotas, príncipes y nobles, habían sido llevados cautivos a Babilonia, y sólo algunos pobres habían permanecido en la tierra. Con razón Jeremías se lamentó. Finalmente, él también fue llevado cautivo a Egipto, donde se le dio muerte. ¡Qué situación más triste!

  Esta situación continuó durante setenta años, según el propio Jeremías lo había profetizado. Mientras Jeremías se lamentaba, Dios vino y lo consoló diciéndole que el cautiverio no duraría para siempre, sino por setenta años únicamente (Jer. 25:11). Dios le aseguró que la miseria en que se encontraba su país, su pueblo, el templo y la ciudad santa, sólo duraría setenta años. Algunos de los cautivos, como Daniel, vivirían hasta el final de los setenta años. En el tiempo en que Zorobabel condujo el primer grupo que volvió de Babilonia a Jerusalén, Daniel aún vivía en Babilonia. Así que, Dios consoló a Jeremías prometiéndole que, así como había entregado el pueblo al cautiverio, así también los haría volver. Sólo que no los haría volver como cautivos, sino como guerreros triunfantes.

EL REGRESO DEL CAUTIVERIO FUE PROPICIADO POR EL DIOS QUE SE ENCUBRE Y QUE OBRA SECRETAMENTE AL CUIDAR A SU PUEBLO

  Después de 1 y 2 Crónicas, tenemos los libros de Esdras, Nehemías y Ester. El libro de Esdras habla de que [el pueblo de Dios] regresa a Jerusalén con el fin de reconstruir el templo, mientras que el de Nehemías gira en torno a la reparación o reconstrucción de la ciudad. El libro de Ester, por su parte, muestra cómo el Dios omnipresente y omnipotente protege ocultamente a Sus elegidos que se hallan cautivos y dispersos.

  Dios no hacía nada por Su pueblo de manera descubierta, pues El es el Dios que se encubre (Is. 45:15). Esta es la razón por la que el libro de Ester no utiliza ningún título divino para identificar a Dios. No menciona a Dios directamente; de hecho, ni siquiera usa la palabra Dios. No obstante, este libro muestra que Dios siempre está presente con Sus elegidos de una manera encubierta, y que El ejerce sabiamente Su soberanía para protegerlos. A esto se debe que, aunque ellos sufrieron gran persecución durante su cautiverio, pudieron sobrevivir y multiplicarse de tal manera que un día Dios pudo traerlos de regreso a la tierra de sus padres.

  El primer grupo volvió a la buena tierra bajo el mando de Zorobabel, un descendiente de David, de la familia real. El fue nombrado gobernador de Judá por el rey Ciro. El segundo grupo volvió bajo el mando de Esdras, quien era sacerdote y escriba. Como hemos señalado, este regreso lo propició el Dios que está con Su pueblo de manera encubierta y que los cuida secretamente mientras ellos se hallan cautivos.

  Dios permitió que Su pueblo fuera capturado y esparcido, que la tierra santa fuese usurpada y ocupada, y que la ciudad de Jerusalén fuera asolada. Aparentemente el Dios omnipotente y omnipresente no hacía nada por el pueblo de Israel, pero en realidad, los protegía y preservaba secretamente.

  Lo mismo sucede hoy en el medio-Oriente. La decisión en cuanto a Israel no depende de los políticos ni de los jefes de estado, sino del Dios que obra ocultamente. Un día, el Dios omnipresente y omnipotente aparecerá en Su condición de Hijo del Hombre y tomará posesión de la tierra. Ese día El pondrá Su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra (Ap. 10:1-2), lo cual indica que el propósito de Su venida es tomar posesión de la tierra y del mar. Esta persona es Jesucristo, el Dios-hombre, y cuando El vuelva, muchos otros Dios-hombres, los vencedores, lo acompañarán.

ISRAEL, EL PUEBLO ESCOGIDO DE DIOS, TIPIFICA A LOS CREYENTES NEOTESTAMENTARIOS

  Debemos recordar que la historia del pueblo de Israel es un tipo de la experiencia de los creyentes del Nuevo Testamento. Por consiguiente, Israel tipifica a la iglesia. La iglesia fue establecida en el primer siglo por el Señor, la Cabeza, mediante Sus apóstoles. No obstante, ya para finales del primer siglo, la iglesia se había degradado. En otras palabras, la iglesia también fue capturada.

  Si aplicamos esto a nuestra experiencia, cada creyente que ha sido derrotado en la vida espiritual, ha sido capturado, y permanecerá cautivo hasta que se arrepienta. Su arrepentimiento propiciará su restauración. Si caemos en cautiverio, perdemos el disfrute de Cristo, pero nuestro arrepentimiento nos trae de nuevo a El, y lo volvemos a disfrutar.

  Nuestra actual situación es semejante a la que existía en la época de Esdras. Algunos ya hemos vuelto, pero otros aún se encuentran en el camino.

LA CONDICION DE TRES ENTIDADES

  Debemos conocer la condición del mundo, del cristianismo y nuestra propia condición en el recobro del Señor. Los imperios mundanos son los usurpadores, y el cristianismo es nuestro opositor. Así que, nosotros, en el recobro del Señor, no debemos considerarnos poca cosa, pues conocemos la condición del mundo y del cristianismo, y conocemos al Dios que se encubre.

  Estoy persuadido de que estamos en las manos del Dios omnipresente y omnipotente, quien aunque obra secretamente, ejerce Su sabiduría y Su soberanía para protegernos, guardarnos y salvarnos. Aunque todos se nos opongan o nos persigan, no debemos preocuparnos. Debemos creer en el Dios que obra secretamente, quien es sabio y soberano, y ejerce Su autoridad conforme a Su sabia soberanía.

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