Mensaje 3
Lectura bíblica: Esd. 1; Esd. 2; Esd. 3; Esd. 4; Esd. 5; Esd. 6; Esd. 7
En este mensaje veremos el primer regreso del cautiverio, el cual se efectuó bajo el liderazgo real de Zorobabel.
El regreso del cautiverio bajo el liderazgo de Zorobabel fue promulgado por Ciro, rey de Persia (Esd. 1:1-4; 2 Cr. 36:22-23).
Ciro promulgó este decreto en el primer año de su reinado (Esd. 1:1a).
Ciro promulgó este decreto debido a que Dios despertó su espíritu (v. 1b), lo cual fue obra del Dios que se encubre.
Este decreto cumplió la palabra que Jehová había dado por boca de Jeremías, según la cual Israel volvería de su cautiverio en Babilonia después del septuagésimo año (v. 1b).
Al proclamar su decreto, Ciro pidió a los cautivos de Israel que volvieran a Jerusalén y edificaran la casa de Dios allí (vs. 2-4). Por ser la persona que era, en el libro de Isaías Ciro es considerado como siervo de Dios que cumple el propósito de Dios (Is. 45:1-4, 13).
En los versículos 5 y 6 leemos la respuesta de los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, y de los sacerdotes y levitas.
Todos aquellos cuyo espíritu despertó Dios, se levantaron para subir a edificar la casa de Jehová en Jerusalén (v. 5). Indudablemente esto fue obra de Dios, pues primero El despertó el espíritu de Ciro para que promulgara tal decreto, y luego despertó el espíritu de los jefes de las tribus de Judá, de Benjamín y de Leví.
Todos los Israelitas que estaban a su alrededor, les ayudaron ofrendándoles bienes preciosos (v. 6).
En los versículos 7-11 vemos de qué manera cooperó el rey Ciro. El les devolvió 5,400 utensilios de oro y de plata de la casa de Jehová, que Nabucodonosor había tomado de Jerusalén y había puesto en la casa de sus dioses (vs. 7, 11). Entregó los utensilios, después de contarlos, a Sesbasar (Zorobabel, 2:2), príncipe de Judá, para que los llevara de regreso a la casa de Dios (1:8-11; 5:13-15).
En 2:1-67 tenemos un relato claro y exacto del número de los cautivos que volvieron bajo el mando de Zorobabel, príncipe de Judá (1:8), el gobernador del antiguo reino de Judá (2:2, 63). De los de Judea, de Benjamín, de los sacerdotes, los levitas, los sirvientes del templo y los hijos de los siervos de Salomón (vs. 3-58), el total era de 42,360, además de sus siervos varones y mujeres y de los cantores y las cantoras (vs. 64-65). Además, 652 personas comunes y tres casas de sacerdotes que no pudieron demostrar que la casa de sus padres estaba incluida con aquellos que volvieron bajo el mando de Zorobabel (vs. 59-63).
Los versículos 68-69 describen las ofrendas voluntarias que hicieron los jefes de casas paternas, después de su llegada a la casa de Jehová en Jerusalén, para reedificar sus cimientos. Esto significa que los jefes de casas paternas ofrecieron voluntariamente bienes preciosos a Dios para reedificar Su templo.
Esdras 3:1-6a describe la reedificación del altar de Dios.
Ellos reconstruyeron el altar en el séptimo mes del año de su regreso (v. 1a).
Los hijos de Israel vinieron de sus ciudades a Jerusalén y se reunieron como un solo hombre (v. 1b). No sólo los cautivos que regresaron sino también los judíos que no habían sido capturados se juntaron en Jerusalén para reedificar el altar.
Josué el sumo sacerdote, sus hermanos los sacerdotes y Zorobabel el gobernador y sus hermanos, edificaron el altar del Dios de Israel sobre su base, según está escrito en la ley de Moisés, varón de Dios. Entonces, para satisfacer a Dios, ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, como está escrito en la ley de Moisés (vs. 2-3). En esto vemos que todo lo hicieron conforme a la palabra de Dios.
Ellos celebraron la fiesta de los Tabernáculos y ofrecieron diariamente holocaustos y ofrendas de luna nueva y de todas las fiestas solemnes de Jehová (vs. 4-6a). Esto indica que recobraron la adoración a Dios, que se había perdido por lo menos durante setenta años.
Los versículos 6b-13 describen la reconstrucción de la casa de Dios.
Contrataron albañiles y carpinteros, y daban a los sidonios y tirios las provisiones diarias para que desde el Líbano trajeran madera de cedro a Jope (v. 7).
En el segundo mes del segundo año de su regreso, comenzaron a reedificar la casa de Dios, y los sacerdotes alababan a Jehová (vs. 8-13). Muchos de los sacerdotes y levitas y los jefes de las casas paternas, los ancianos que habían visto la primera casa, el templo original de Dios, lloraban a gran voz al ser puesto el cimiento de la casa, y muchos daban voces de júbilo (v. 12). El pueblo no podía distinguir entre el grito de júbilo y el clamor de llanto (v. 13).
El capítulo cuatro habla de los obstáculos que encararon durante la reconstrucción de la casa de Dios.
Los adversarios de Judá y de Benjamín, es decir, los pueblos que el rey de Asiria había traído de Babilonia y Asiria para que habitaran en Samaria (2 R. 17:24), quienes imitaban fingidamente a Israel en la búsqueda de Dios y hacían sacrificios a El, falsamente manifestaron deseos de ayudar a reedificar la casa de Jehová, pero fueron rechazados por Zorobabel, Josué y el resto de los jefes de las casas paternas. Estos enemigos sobornaron consejeros para que entorpecieran la reconstrucción durante los días de Ciro rey de Persia, durante el reinado de Darío rey de Persia, y hasta el comienzo del reinado de Asuero. Ellos escribieron una acusación contra los habitantes de Judá y de Jerusalén (Esd. 4:1-6). Esto representa lo que experimentamos hoy en día cuando volvemos al recobro para edificar la casa de Dios: algunos proponen cosas que en general sólo sirven de obstáculo. Esta es la sutileza de Satanás. En su tiempo, Zorobabel percibió lo negativo de estas propuestas y las rechazó.
En los días de Artajerjes, un grupo de los moradores de Samaria y de las tierras del otro lado del Río (probablemente los mismos adversarios del versículo 1) escribieron cartas a Artajerjes en contra de Jerusalén, y éste decretó con poder y violencia que hicieran cesar la reconstrucción de la casa de Dios; y la obra de la casa de Dios se detuvo hasta el año segundo del reinado de Darío rey de Persia (vs. 7-24).
La obra de reconstrucción continuó gracias al ánimo y la ayuda de los profetas Hageo y Zacarías, quienes profetizaron (5:1-2).
Esdras 5:3—6:12 habla de la confirmación del decreto de Darío rey de Persia. Después de detenerse la obra, los profetas Hageo y Zacarías alentaron al pueblo a continuar la reconstrucción. Al mismo tiempo, la obra fue confirmada por el decreto de Darío rey de Persia.
Tatnai, gobernador de la tierra del otro lado del Río (es decir, al poniente de Jordania), y sus compañeros, inquirieron acerca de la reedificación, y fueron remitidos a Darío rey de Persia (vs. 3-17).
En 6:1-12 vemos que Darío verifica la veracidad del decreto de Ciro y confirma que la reconstrucción debe ser acelerada. Después de ser cuestionado acerca de la reconstrucción, Darío verificó y confirmó el decreto de Ciro, enterándose de que Ciro había promulgado el decreto de liberar a Israel del cautiverio a fin de que regresaran a Jerusalén y reconstruyeran la casa de Dios. Darío confirmó la existencia de tal decreto, y su confirmación animó y aceleró la reconstrucción.
Los versículos 13-15 describen la terminación de la reconstrucción de la casa de Dios.
La reconstrucción se completó con prosperidad por medio de las profecías emitidas por los profetas Hageo y Zacarías (vs. 13-14).
La obra de reconstrucción de la casa de Jehová fue terminada el tercer día del mes de Adar, en el sexto año del reinado de Darío (v. 15).
Los versículos 16-18 hablan de la dedicación de la casa reconstruida de Dios.
La dedicación se hizo con el gozo de los sacerdotes, los levitas y los que habían nacido en la cautividad (v. 16).
En la dedicación presentaron también ofrendas y un sacrificio por el pecado por todas las tribus de Israel (v. 17). Esto indica que mientras ofrecían holocaustos para satisfacer a Dios, no podían olvidarse de su pecado y por tanto, ofrecieron un sacrificio por éste.
Finalmente, como parte de la dedicación, fueron establecidos los servicios de los sacerdotes en sus turnos y de los levitas en sus grupos, como está escrito en la ley de Moisés (v. 18).
El relato del regreso de los cautivos bajo la dirección real de Zorobabel concluye con la celebración de la Pascua por parte de los hijos de la cautividad (vs. 19-22). La Pascua era algo muy importante.
Cuando se celebró la Pascua, los sacerdotes y levitas se purificaron apartándose de toda contaminación de las naciones en la buena tierra (vs. 20-21).
El pueblo continuó con regocijo la fiesta solemne de los panes sin levadura durante siete días, por cuanto Jehová los había alegrado y había vuelto el corazón del rey de Asiria hacia ellos, para fortalecer sus manos en la obra de la casa de Dios (v. 22). El rey de Asiria era Darío de Persia, porque en aquel tiempo Asiria formaba parte de Persia.
En la actualidad muy pocos creyentes se interesan por edificar en su localidad una iglesia local apropiada como casa de Dios. Esto significa que Dios se queda sin casa. El tiene un hogar en los cielos con los ángeles, pero requiere una casa edificada con la humanidad, que concuerde con Su deseo. Dios anhela esta casa.
A nosotros en el recobro del Señor no nos gusta ver que los santos sean esparcidos. La intención del recobro es que todos se unan y se edifiquen mutuamente como casa de Dios en cada ciudad. Por medio de esta casa, Dios obtendrá Su reino.
Debemos anhelar ser librados del yo y de la vida natural para ser edificados con los demás (véase Himnos, 358). Si queremos ser edificados, debemos ser corregidos, disciplinados y transformados. Entonces podremos juntarnos y ser edificados como casa de Dios en cada localidad.