Mensaje 4
Lectura bíblica: Esd. 7; Esd. 8; Esd. 9; Esd. 10
Dios hizo volver a Su pueblo del cautiverio para cumplir la promesa que había dado por boca de Jeremías, de que el cautiverio sólo duraría setenta años (Jer. 25:11-12; Dn. 9:2), y los hizo volver en dos secciones. El primer grupo regresó bajo la dirección de Zorobabel, un descendiente de la familia real, mientras que el segundo, bajo el liderazgo de Esdras, un sacerdote.
El primer grupo no necesitó el liderazgo sacerdotal de Esdras, sino la dirección real de Zorobabel, un descendiente de la familia real, que sabía gobernar. Zorobabel gobernó bastante bien, y tomó la iniciativa de restaurar el altar y el templo. Después de esto, la necesidad pasó de la familia real al sacerdocio, a Esdras, un descendiente del sumo sacerdote Aarón. Esdras no sólo era sacerdote sino también un escriba diestro en la ley de Dios (Esd. 7:6). Ya que tenía esta capacidad, pudo satisfacer la necesidad.
Los capítulos siete y ocho giran en torno al regreso del cautiverio bajo el mando de Esdras.
El regreso del cautiverio bajo el mando de Esdras se inició por una petición que éste hizo ante el rey (7:1-10). Esdras debe de haber acudido al rey pidiéndole que concediera a muchos judíos de su imperio la libertad de regresar a la tierra de sus padres. Como veremos, el rey no sólo concedió a Esdras lo que pidió, sino también todo lo que necesitaba.
La genealogía de Esdras presentada en Esd. 7:1-5 indica que él era descendiente de Aarón, el sumo sacerdote.
El rey concedió lo que pidió Esdras, escriba diligente en la ley de Moisés (v. 6).
Esdras, junto con algunos de los hijos de Israel, los sacerdotes, los levitas, los cantores, los porteros y los servidores del templo salieron de Babilonia el primer día del primer mes, en el séptimo año del rey Artajerjes, y llegaron a salvo a Jerusalén el primer día del quinto mes, gracias a la buena mano de Dios.
El libro de Esdras no habla del Espíritu de Dios, pero sí menciona la mano de Dios en varias ocasiones (7:6, 9, 28; 8:31). ¿Cuál es la diferencia entre el Espíritu de Dios y la mano de Dios? Cuando el Espíritu de Dios labora interiormente, El es el Espíritu; y cuando lo hace exteriormente, es la mano de Dios.
Esdras dispuso su corazón para inquirir y cumplir la ley de Jehová y enseñar Sus estatutos y ordenanzas (7:10). Debemos ver la diferencia que existe entre los estatutos y las ordenanzas. Los Diez Mandamientos constituyen los elementos principales de la ley, pero estos mandamientos tienen ciertos estatutos, que dan todos los detalles. Por ejemplo, el cuarto mandamiento tiene que ver con la observancia del día de reposo. Pero los detalles de este mandamiento se hallan en los estatutos. Las ordenanzas son estatutos a los que se han agregado juicios. Cuando se agrega un juicio a un estatuto, éste se convierte en ordenanza. En cuanto al mandamiento de guardar el día de reposo, no sólo hay estatutos que proporcionan los detalles con respecto al mandamiento, sino también ordenanzas que enuncian el juicio que les acontecerá a los que lo quebranten. Esdras no sólo había dispuesto su corazón para inquirir y cumplir la ley de Jehová, sino también para enseñar Sus estatutos, con los detalles, y Sus ordenanzas, con los veredictos y juicios.
Los versículos 11-28 hablan del decreto que Artajerjes, rey de Persia, dio a Esdras el sacerdote y escriba.
El rey permitió que los hijos de Israel, los sacerdotes y los levitas volvieran a Jerusalén si quisiesen, con plata y oro y vasos (vs. 12-19). Esto significa que se les permitió ir libremente con todas sus riquezas.
El rey también permitió que la provisión necesaria para la casa de Dios, se tomara de la casa de los tesoros del rey (v. 20).
El rey ordenó a todos los tesoreros que estaban al otro lado del gran río, el Eufrates, que suministraran al sacerdote Esdras con todo lo que les pidiese para la casa de Dios (vs. 21-23).
Luego, el rey pidió a los tesoreros no imponerles tributo, contribución ni renta a los sacerdotes, levitas, cantores, porteros y los servidores del templo, ni a los que sirven en la casa de Dios (v. 24).
Según los versículos 25-26, el rey autorizó a Esdras para que pusiera magistrados y jueces que gobernaran al pueblo, que enseñaran las leyes de su Dios, y que ejecutaran juicio según la ley de Dios y la ley del rey. En esto vemos que el rey hizo algo para satisfacer sus propios intereses. Sin un hombre como Esdras, ¿quién estaría calificado para mantener un orden apropiado entre el pueblo en la buena tierra? Al autorizar a Esdras para que nombrara jueces y gobernadores, el rey de Persia mostró su inteligencia, porque él sabía que las personas que Esdras nombraría no sólo ejecutarían juicio según la ley de Dios sino también según la ley del rey.
Los versículos 27-28 relatan la bendición que Esdras dirige a Dios. El bendijo a Dios por haber puesto el designio en el corazón del rey para honrar la casa de Jehová en Jerusalén, declarando que Dios había inclinado hacia él su misericordia delante del rey, y de sus consejeros, y de todos los príncipes poderosos del rey. Entonces Esdras declaró que él fue fortalecido por la mano bondadosa de Jehová su Dios sobre él. Lo que el rey hizo por Esdras, lo hizo por la mano de Jehová. Hasta cierto punto, el rey, los consejeros y los príncipes poderosos, tal vez se dieron cuenta de que Dios estaba con los judíos. La mano de Dios estaba allí, controlando todo soberanamente para el beneficio de Sus elegidos.
En 8:1-20, vemos la genealogía de los que regresaron del cautiverio a Jerusalén.
Esdras proclamó ayuno antes de salir de Babilonia, a fin de humillarse delante de Dios para pedir un camino recto, y así no solicitar de parte del rey ni tropas ni jinetes que les defendieran del enemigo en el camino (vs. 21-23). En lugar de pedir tropas, que el rey habría proporcionado, Esdras puso su confianza en la buena mano de Dios.
Esdras apartó a doce principales de los sacerdotes para que se encargaran de las ofrendas de plata, oro y utensilios de la casa de Dios y para que trajeran todo esto a la casa de Dios en Jerusalén (vs. 24-30). Era una responsabilidad importante, porque suponía riesgo y peligro durante el viaje de Babilonia a Jerusalén.
Los versículos 31-34 describen el viaje y la llegada de los cautivos que volvían de la cautividad.
Ellos partieron del río Ahava el duodécimo día del primer mes, y la mano de su Dios estaba sobre ellos, y los libró de mano del enemigo y de emboscadas en el camino (v. 31).
Ellos llegaron a Jerusalén y entregaron toda la plata, el oro y los utensilios a la casa de Dios después de pesarlos (vs. 32-34). Esto indica que entregaron estas riquezas con mucho cuidado.
El versículo 35 habla de las ofrendas que presentaron a Dios los hijos de la cautividad, los que regresaron. En cuanto llegaron, ofrecieron holocaustos y un sacrificio por el pecado.
Los hijos de la cautividad, los que regresaron, entregaron los decretos del rey a sus sátrapas y a los gobernadores del otro lado del río, los cuales sostuvieron al pueblo y la construcción de la casa de Dios (v. 36).
Los capítulos nueve y diez relatan cómo los cautivos que regresaron se purificaron de la contaminación engendrada por las esposas extranjeras. Dios había exhortado a los hijos de Israel, cuando entraron en la buena tierra, a que no contrajeran matrimonio con los pueblos de aquel país. Pero en el tiempo de Esdras, no sólo la gente común sino también los sacerdotes y los levitas tenían esposas extranjeras.
Esta purificación la iniciaron los oficiales de los cautivos que volvieron (9:1-2). Ellos acusaron al pueblo de Israel, a los sacerdotes y a los levitas de no haberse separado de los pueblos de aquellas tierras y de haber tomado las hijas de las naciones para sí y para sus hijos, mezclando así el linaje santo con pueblos abominables. Así, acusaron a los príncipes y a los gobernadores de haber sido los primeros en ser infieles a Dios.
Los versículos 3-15 describen la reacción de Esdras.
Esdras rasgó sus vestidos y arrancó pelo de su cabeza y su barba, y se sentó angustiado, rodeado de los que temblaban a las palabras del Dios de Israel (vs. 3-4). Los que temían las palabras de Dios eran los fieles.
Esdras confesó todas las iniquidades de los hijos de Israel desde los tiempos de sus padres hasta sus días, declarando que por sus iniquidades sus reyes y sacerdotes fueron entregados en manos de los reyes de la tierra, al cautiverio y a la vergüenza (vs. 5-7).
Esdras agradeció a Dios por haber preservado un remanente libre, por haber dado un lugar seguro en su santuario, y por la misericordia que les concedió delante de los reyes de Persia, para reavivarlos, levantar la casa del Dios de ellos, y darles un muro en Judá y en Jerusalén (vs. 8-9).
Esdras confesó que ellos se habían contaminado con la inmundicia y las abominaciones de los cananeos, al buscar paz y prosperidad, perdiendo así el derecho a disfrutar de la buena tierra de la promesa y a entregarla como herencia a sus hijos para siempre (vs. 10-15). Esdras confesó que al tomar esposas extranjeras, el pueblo despreció y descuidó su derecho a disfrutar de la buena tierra y como resultado, Dios los entregó a la cautividad.
En 10:1-5, vemos cómo reaccionó la congregación.
El pueblo reaccionó llorando amargamente por su infidelidad hacia su Dios al contraer matrimonio con las mujeres de los pueblos circunvecinos (vs. 1-2).
Ellos también hicieron pacto con su Dios, por el cual despidieron a sus esposas extranjeras y a los nacidos de ellas, según les aconsejó Esdras y aquellos que temblaban ante el mandamiento de su Dios (v. 3).
El pueblo alentó a Esdras a ser fuerte y asumir sus responsabilidades. Entonces ellos juraron que harían conforme a este acuerdo (vs. 4-5).
Esd. 10:6-44 relata la decisión final. Se proclamó a todos los hijos de Israel por toda Judá y Jerusalén que debían reunirse en Jerusalén dentro de tres días (vs. 6-9). Luego decidieron separarse de los pueblos de aquella tierra y de las mujeres extranjeras (vs. 10-14, 16-17). Sin embargo, algunos se opusieron a tal decisión, apoyados por un levita (v. 15). Finalmente, se estableció una lista de todos los hombres que habían contraído matrimonio con mujeres extranjeras (vs. 18-44).
Hemos visto que Esdras da mucho énfasis al asunto de la mano de Dios. Por Su mano, Dios entregó a los hijos de Israel a la cautividad; y también por Su mano, los sacó de su cautiverio y los volvió a la tierra de sus antepasados. Así vemos que el mismo Dios hizo dos cosas diferentes: entregó Su pueblo en manos de sus enemigos como cautivos, y luego los liberó del cautiverio y los devolvió a su patria. Esdras, un hombre sabio, entendía esto perfectamente.
Esdras se dio cuenta de que el primer regreso no fue perfecto, ni completo, y que se necesitaba alguien versado en la ley de Dios para que ayudara al pueblo a conocer a Dios no sólo de manera general, sino conforme a lo que Dios había hablado. Esdras tenía tal capacidad, y se ofreció para presentarse ante el rey y solicitar de él un decreto que les permitiera a los judíos hacer todo con libertad.
El capítulo uno de Esdras revela que Dios despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, para que proclamara la reconstrucción de la casa de Dios (vs. 1-2). Este capítulo muestra también que Dios despertó el espíritu de los jefes de las casas paternas de Judá y de Benjamín, de los sacerdotes, y de los levitas para que subieran a Jerusalén y edificaran la casa de Dios (v. 5). Dios se mantuvo oculto, pero al final de los setenta años, vino y despertó el espíritu de Ciro. Ciro debe de haber estado contento de que el gran imperio de Babilonia estuviera en sus manos, y con respecto a los judíos, él pudo haber querido hacer algo opuesto a lo que los babilonios habían hecho. En términos humanos, Ciro tomó la iniciativa de promulgar el decreto. Pero en realidad, Dios mismo inició esto de una manera oculta. Por consiguiente, fue Dios quien inició el primer regreso de Babilonia a Jerusalén.
El segundo regreso lo inició Esdras, sacerdote y escriba diligente en la Palabra de Dios. Esdras se presentó ante el rey para que le concediera su solicitud (Esd. 7:6). Así vemos que, a veces Dios despierta personalmente nuestro espíritu para que hagamos algo por El. No obstante, a menudo Dios permanece en secreto, pues se da cuenta de que es mejor que hagamos algo porque tenemos la capacidad, como la tenía Esdras. En estas circunstancias, Dios se hace responsable de lo que hacemos. El estará en las cosas que iniciemos nosotros o que El mismo inicie, extendiendo Su mano en todo para ayudarnos.