Mensaje 5
Lectura bíblica: Esd. 7:6, 10; 1:7-11
La Biblia es única, y todo lo que contiene reviste gran importancia. Al comienzo de ésta vemos que Dios creó a Adán como una criatura según Su especie (Gn. 1:26). Adán pertenecía al género divino en imagen y semejanza, mas no en vida, naturaleza ni constitución. Pero el anhelo de Dios era que Adán fuese de Su especie no sólo en semejanza, sino también en vida, en naturaleza y aun en constitución.
En Génesis 3:15 Dios prometió que El vendría a ser la simiente de la mujer. Posteriormente profetizó que El también sería la simiente de Abraham, y que sería la bendición para todas las naciones (22:18). Finalmente, Dios mismo se encarnó como hombre. Sin embargo, El primero llevó a cabo una labor continua durante más de mil años para producir y formar la nación de Israel como un tipo importante.
En primer lugar, Dios escogió a Abraham, cuyos descendientes cayeron en Egipto. Después, envió a Moisés para que los sacara de allí como una gran nación de aproximadamente dos millones de personas, y él los trajo al monte de Sinaí, donde permanecieron casi un año siendo educados por Dios. Dios deseaba que Israel fuera Su testimonio, pero la cultura egipcia en la que habían estado sumergidos, los convertía más bien en un testimonio de Egipto. Por esta razón, Dios los mantuvo en el monte de Sinaí para darles los Diez Mandamientos, los estatutos de los Diez Mandamientos, las ordenanzas de los estatutos, el tabernáculo con todo su mobiliario y todas las ofrendas, el sacerdocio, y todas las fiestas; todo esto con miras a forjar en ellos una constitución celestial y divina, en lugar de la constitución egipcia que tenían.
Como resultado de ese tiempo de educación y entrenamiento, la nación de Israel no sólo se convirtió en un ejército bien formado y organizado, sino que también adquirió una constitución divino-humana, humano-divina. Por tanto, en tipología, los Israelitas eran Dios-hombres, y todo lo que se relacionaba con ellos, aun su entorno con relación a la columna de nube de día y a la columna de fuego de noche, era la expresión misma de Dios. Su salida era la salida de Dios (Sal. 68).
Sin embargo, al poco tiempo, los hijos de Israel ya no expresaban a Dios, y El los dejó morir en el desierto. Entonces Dios levantó la segunda generación, y fueron ellos quienes cruzaron el río Jordán mediante un gran milagro. Como un ejército celestialmente constituido, llegaron a Jericó. Así que, cuando gritaron, la ciudad de Jericó cayó. Este era el testimonio de Dios, Su mover en la tierra, la vida de los Dios-hombres, era Dios mismo avanzando. No obstante, cuando llegaron a la ciudad de Hai, uno de ellos los hizo fracasar. Desde aquel momento, los israelitas sólo conocieron la degradación. Dios envió profetas para que les advirtiera y los hiciera volver a Dios, pero ellos se negaron. Finalmente, Dios trajo a los babilonios para que conquistaran la buena tierra y llevaran al pueblo de Israel cautivo a Babilonia, a fin de que fuesen disciplinados y castigados.
Dios no podía olvidarse de la buena tierra, la tierra prometida, la tierra de Emanuel (Is. 8:8). La buena tierra debe ser la tierra de los Dios-hombres, quienes constituyen el testimonio de Dios. Hubo un primer regreso bajo la dirección de Zorobabel, un descendiente de la familia real. Le correspondía a él tomar la delantera en el primer regreso del cautiverio, pues él tenía la capacidad de administrar y gobernar. Así que, él fue un gobernador fuerte, quien condujo al pueblo en la reconstrucción del templo y el altar.
Sin embargo, el pueblo seguía desobedeciendo a Dios, porque su constitución era babilónica. Por ende, se requería un Esdras, un sacerdote que sirviera a Dios y que fuera un escriba, es decir, un erudito versado en la Palabra de Dios, experto en la ley de Moisés (Esd. 7:6, 11). El poseía la constitución y cultura celestial y divina. Esdras reunió al pueblo y no sólo confesó su propio pecado, sino también el de todo Israel, y se propuso volverlos a la Palabra de Dios.
En la vida de iglesia hoy, la responsabilidad principal de los ancianos consiste en enseñar las verdades a los santos. La Biblia declara que un anciano debe ser apto para enseñar (1 Ti. 3:2). Pablo revela que ciertos ancianos pueden dejar sus empleos y dedicarse a laborar “en la predicación y en la enseñanza” y ser apoyados por la iglesia (5:17-18). Sin embargo, he observado que algunos ancianos tienen deficiencias en el conocimiento de la verdad y ni siquiera saben los temas que forman parte de la ella.
Tomemos por ejemplo la invocación del nombre del Señor. Invocar al Señor, ¿es una verdad? No, no lo es, es una práctica. Invocar el nombre del Señor es necesario, y debemos practicarlo a diario, pero no constituye una verdad. Asimismo, el bautismo, el presbiterio, el lavamiento de los pies y el orar-leer, no son verdades. Por otra parte, la justificación por la fe sí es una verdad. La regeneración, la santificación, la renovación, la transformación, la conformación, la transfiguración, el ser hechos Dios en vida y naturaleza mas no objeto de adoración, sí constituyen verdades.
Algunos ancianos hablan de las prácticas de vida, tales como invocar al Señor, orar-leer, orar sin cesar, no apagar al Espíritu y no menospreciar las profecías, pero no saben enseñar las verdades a los santos. Por ejemplo, si se les pregunta acerca de la santificación, tal vez sólo contesten que ser santificado significa ser separado para Dios. Si se les pregunta en cuanto a la diferencia entre la santificación y la renovación, quizás no sepan contestar. Por consiguiente, vuelvo a decir que todos los ancianos deben conocer las verdades y tener la capacidad de enseñarlas a los demás.
Los ancianos deben dedicar mucho tiempo a estudiar las verdades. Este es su deber, su responsabilidad. Todo aquel que acepta el nombramiento de anciano, debe cumplir esta responsabilidad. Como Esdras, todos los ancianos y colaboradores deben ser versados en la Palabra de Dios.
Por toda la tierra existe una gran hambre de la Palabra de Dios. En el cristianismo actual, tanto en el catolicismo como en el protestantismo, se enseña muy poco de la verdad. En muchos lugares, en vez de impartir la verdad, se siguen supersticiones y paganismos. Por ejemplo, en toda América latina hay muy poca verdad; yo diría que ésta es la razón por la que nuestras publicaciones, las cuales están llenas de la verdad, sean tan aceptadas allí. En América Latina, la gente que ama a Dios también valora nuestras publicaciones. Estas publicaciones abarcan toda la Biblia, desde la primera página hasta la última.
El hermano Nee y yo mismo dedicamos mucho tiempo a versarnos en la Palabra. Mucho de lo que hemos aprendido se ha publicado. Prácticamente hemos terminado el estudio-vida de toda la Escritura, y hemos empezado lo que llamamos el estudio de cristalización. Hoy no sólo se necesitan los Zorobabeles, sino principalmente los Esdras. Sería indecoroso que un anciano tomara ciertas decisiones y esperara que los santos las siguieran, pero que no los visitara para enseñarles las verdades. La función principal de los ancianos no consiste en ejercer autoridad, sino en visitar a los santos para pastorearlos, alimentarlos y cuidar de ellos, trasmitiéndoles las verdades. Hoy necesitamos Esdras que enseñen al pueblo, que los eduquen y que forjen en ellos las verdades celestiales.
Le doy gracias al Señor porque a pesar de nuestras carencias en muchos aspectos, El, por Su propio bien, ha extendido Su recobro, con Sus riquezas, a más de dos mil ciudades a través de toda la tierra. Cuando los Israelitas regresaron a Jerusalén, fueron despertados, se levantaron y trajeron 5,400 utensilios de oro y de plata (Esd. 1:7-11). Eran los utensilios que Nabucodonosor había saqueado de Jerusalén y había colocado en la casa de sus dioses. Durante el primer regreso del cautiverio, todos estos utensilios fueron devueltos a Jerusalén. Dichos utensilios eran tipos de las riquezas de Cristo. Después de llegar a este país, presenté mensajes sobre las inescrutables riquezas de Cristo, y escribí también un himno que habla de ellas (Himnos, 254). En Efesios 3:8, Pablo habla no sólo de las riquezas de Cristo, sino de las riquezas inescrutables de Cristo. Hoy disfrutamos las riquezas de Cristo por medio de Su palabra.
En Su recobro, el Señor obra mediante Su palabra, por medio de la verdad. Su palabra está en la Biblia, pero la Biblia debe ser interpretada debidamente, y esta interpretación se encuentra en los estudios-vida. Si los colaboradores y los ancianos estudian todas nuestras publicaciones, se levantarán muchos Esdras en el recobro del Señor, los cuales producirán un pueblo constituido de las verdades celestiales.