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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 1

EL TRASFONDO Y EL TEMA DE ESTA EPISTOLA

  Lectura bíblica: Fil. 1:1-18, 27-30; 2:1-5, 12-16; 3:2-11; 4:2-3, 14-19

  La Biblia contiene dos libros que prestan más atención a la experiencia que a la doctrina, a saber, Cantar de los Cantares y Filipenses. Aparentemente estos libros no tienen nada en común, pero si profundizamos en ellos, descubriremos que ambos hablan de cómo experimentar a Cristo. Por lo tanto, sería de mucho provecho estudiarlos paralelamente.

  En el pasado mencionamos que el Nuevo Testamento contiene cuatro libros que constituyen el corazón de la revelación divina, los cuales son: Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. Estos libros fueron redactados siguiendo el mismo estilo, es decir, Pablo primero presenta la doctrina y luego habla de la experiencia; él primero expone cierta doctrina, y luego nos anima a andar conforme a ella. Por ejemplo, podríamos dividir el libro de Efesios en dos secciones principales: la primera, que comprende los capítulos del uno al tres, presenta la doctrina acerca de la iglesia y el Cuerpo de Cristo, y la segunda, del capítulo cuatro al seis, tiene que ver con nuestro andar conforme a la doctrina presentada en los primeros tres capítulos. Por la manera en que fue escrito Efesios, podemos decir que éste es un libro tanto de doctrina como de experiencia. Podemos ver el mismo principio en las epístolas a los Gálatas y Colosenses.

  Sin embargo, la epístola de Filipenses es diferente. Al escribirla, Pablo no tenía la más mínima intención de transmitir una doctrina, aunque esto tampoco significa que no la tenga. De hecho, todos los escritos del Nuevo Testamento contienen aspectos doctrinales. Para ser más exactos, podemos decir que este libro no se centra en las doctrinas, sino en la manera de experimentar a Cristo.

  En 1:20 Pablo declara: “Será magnificado Cristo en mi cuerpo”, y en 1:21: “Para mí el vivir es Cristo”. Estas dos declaraciones comprenden el pensamiento fundamental de toda la epístola, la cual Ella nos exhorta a magnificar a Cristo y a vivirlo. Magnificar a Cristo no es solamente expresarlo, sino también engrandecerlo. Debemos magnificar a Cristo viviéndolo de una manera práctica todos los días. Nuestro diario vivir debe mostrar que vivimos a Cristo. Algunas enseñanzas éticas incitan a las personas a regirse por las virtudes. No obstante, Filipenses no nos exhorta a conducirnos conforme a normas éticas o virtudes, sino según Cristo. El debe serlo todo en nuestro vivir. Incluso, Cristo mismo debe ser nuestras propias virtudes, tales como la humildad y la bondad.

  Antes de que Pablo fuera salvo, su vida estaba regida por la ley, pues vivía conforme a ella. Pero cuando se convirtió a Cristo y fue regenerado, empezó a vivir a Cristo. Cristo no sólo llegó a ser su vida, sino también su vivir. Finalmente, Pablo pudo declarar, por experiencia propia, que para él, el vivir era Cristo.

I. EL TRASFONDO

  En este mensaje estudiaremos el trasfondo y el tema de la epístola de Filipenses. En la Biblia, cada libro tiene su propio trasfondo y su respectivo tema. Puesto que esta epístola trata de nuestra experiencia de Cristo, algunos supondrán que podríamos pasar por alto su trasfondo. Sin embargo, este libro tiene un trasfondo específico, y ésta es la razón principal por la que fue escrito. Por tanto, si hemos de entender cabalmente el significado de este libro, tenemos que conocer su trasfondo.

  En la epístola de Filipenses no se menciona explícitamente su trasfondo. Sin embargo, después de estudiar las declaraciones y exhortaciones de Pablo en esta epístola, podemos detectar algunos indicios de dicho trasfondo. Si leemos detenidamente los cuatro capítulos de este libro, encontraremos principalmente cuatro elementos ligados a este transfondo.

A. Los judaizantes ejercían gran influencia sobre los creyentes

  En la época en que se escribió la epístola de Filipenses, los judaizantes ejercían una gran influencia sobre los creyentes (3:2-4). Aquéllos eran muy celosos de su religión judía. No sólo se conformaban con practicarla, sino que además la promovían y contendían por ella. Los más celosos de entre ellos eran los fariseos, quienes se aferraban a la religión de sus antepasados. Debido a la dispersión judía, ellos se hallaban esparcidos por toda la región mediterránea. Así que, dondequiera que hubiera judíos, siempre había entre ellos algunos judaizantes. El celo con que ellos promovían su religión era inigualable. De modo que, su influencia sobre los creyentes se podía notar incluso en Filipos, una ciudad de Macedonia.

  En 3:1 Pablo declara: “Por último, hermanos míos, gozaos en el Señor. A mí, no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro”. Esto indica que regocijarse en el Señor es una salvaguardia, una garantía. Cuando nos regocijamos en El, estamos a salvo. El hecho de regocijarnos nos protege.

  Cuando Pablo escribió la carta a los Filipenses, algunos creyentes de Filipos estaban siendo perturbados o distraídos por las personas descritas en el versículo 2, y por ende, no se regocijaban. Por tanto, en ese versículo Pablo declaró: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”. Por un lado, el apóstol nos exhorta a regocijarnos y por otro, a guardarnos de los perros. Como veremos más adelante, los “perros” aquí, se refieren a los judaizantes.

  Hoy en día, también existen “perros” de los que debemos guardarnos. En el tiempo de Pablo, sólo existía un grupo de “perros”, a saber, los judaizantes, pero hoy en día hay muchas clases de “perros”. Tal vez nos resulte difícil regocijarnos cuando estos “perros” ejercen su influencia, esparciendo rumores malignos acerca del recobro del Señor. Por tanto, debemos prestar atención a la exhortación que hace Pablo de regocijarnos y guardarnos de los “perros”. Según la construcción gramatical de 3:2, los perros, los malos obreros y los mutiladores deben referirse a las mismas personas. El hecho de que se mencione a los “perros” en relación con los malos obreros y con los mutiladores, indica que estos se refieren a tales personas religiosas. Los malos obreros mencionados aquí no eran ladrones, sino personas que abogaban por la circuncisión, y al defenderla celosamente, eran semejantes a perros que ladran. Esta es la razón por la que Pablo los calificaba como “malos obreros” y “mutiladores”, términos que comunican un profundo desprecio. Estos “perros religiosos”, los judaizantes, no sólo ladraban, sino que además mordían. Dondequiera que se predicaba el evangelio y se establecían iglesias, aparecían estos “perros religiosos” ladrando con la intención de morder y perturbar a los santos. Esta actitud por parte de los judaizantes formaba parte del trasfondo bajo el cual fue escrita la epístola a los filipenses.

  Hoy en día existen numerosos grupos de “perros” religiosos que ladran. Adondequiera que vamos, nos atacan los distintos grupos religiosos. En principio, nuestra situación es la misma que la de los filipenses, cuando Pablo les escribió esta epístola. Nosotros, al igual que los creyentes de Filipos, también tenemos la urgente necesidad de experimentar a Cristo. Si ésta era la mayor necesidad de los filipenses, debido a su trasfondo, ¡cuánto más debemos experimentar a Cristo hoy, por causa de la situación que prevalece actualmente! Los filipenses tuvieron que enfrentarse con un solo “ismo”, el judaísmo, mientras que nosotros tenemos que confrontar muchos “ismos”, es decir, muchos grupos de “perros” religiosos que ladran. Tan pronto comenzamos a hablar de nuestra experiencia de Cristo, estos “perros” comienzan a ladrar y a morder. Los escritos de nuestros opositores, que incluyen muchas falsas acusaciones en contra nuestra, pueden considerarse como los “ladridos” de estos “perros” religiosos.

  Debido a la fuerte influencia que los judaizantes ejercían sobre los creyentes, Pablo se vio obligado a escribir a los santos de Filipos que se guardaran de los “perros”. No creo que le resultó fácil usar esta expresión, puesto que aquellos “perros” eran sus propios compatriotas. Pablo era muy patriota y amaba profundamente a la nación judía. Por esa razón debió haberle sido muy difícil llamar “perros” a algunos de sus compatriotas. Sin embargo, la situación en la que se hallaba le obligó a usar esta expresión. Pese a que estos judaizantes eran sus compatriotas y parientes según la carne, él no pudo contenerse y tuvo que llamarlos “perros”, “malos obreros” y “mutiladores del cuerpo”. La influencia de estos “perros” era un aspecto importante del trasfondo de esta epístola. Puesto que hoy en día nos encontramos en una situación similar, por lo menos en principio, debemos considerar que esta epístola fue escrita también para nosotros. Por la situación en la que se encontraban los creyentes de Filipos, ellos debían experimentar a Cristo; asimismo, a causa de nuestra situación actual, nosotros debemos experimentarlo aún más.

B. Los creyentes judaizantes predicaban a Cristo por envidia y contienda para rivalizar con el apóstol Pablo

  Conforme a 1:15-18, algunos predicaban a Cristo “por envidia y contienda” y “por ambición egoísta”, y competían con Pablo. Los que predicaban a Cristo de esta manera eran los creyentes judaizantes, quienes, apegados a su religión judía, introducían elementos del judaísmo a la vida de iglesia. El apego a su religión les incitaba a predicar a Cristo en rivalidad con Pablo, quien había renunciado por completo al judaísmo con sus leyes, ritos y costumbres, incluyendo la práctica de la circuncisión. Ellos predicaban a Cristo por envidia y contienda debido a que seguían aferrados a estas prácticas religiosas. Sin embargo, en 1:18 Pablo pudo declarar: “¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o con veracidad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo; sí, me gozaré aún”. El apóstol vió que los que predicaban por envidia, contienda y ambición egoísta, también predicaban a Cristo y se regocijó en que Cristo fuera anunciado. Mientras que Pablo se valía de la economía de Dios para predicar a Cristo, otros predicaban a Cristo valiéndose del judaísmo. Por consiguiente, Cristo era anunciado de dos maneras distintas.

  Hoy en día sucede lo mismo. Muchos cristianos predican a Cristo aparte de la economía de Dios, la cual tiene que ver con la iglesia. En la época de Pablo, los creyentes judaizantes predicaban a Cristo por causa del judaísmo, y no por la iglesia. En cierto sentido, predicaban a Cristo tomando el judaísmo como su meta. En cambio, Pablo predicaba a Cristo con miras a la iglesia, el Cuerpo de Cristo.

  Pablo fue perseguido no tanto por predicar el evangelio, sino por defenderlo y confirmarlo. En 1:7, él nos habla de “la defensa y la confirmación del evangelio”, y en 1:16 declara que “estaba puesto para la defensa del evangelio”. Los creyentes judaizantes, por el contrario, pervertían el evangelio y lo distorsionaban. El evangelio no induce al judaísmo, ni debía anunciarse con el propósito de llevar a los incrédulos a guardar la ley y a practicar la circuncisión. Predicar el evangelio de esta manera equivale a pervertirlo y distorsionarlo. En su defensa del evangelio, Pablo expuso claramente que el propósito del evangelio consiste en producir el Cuerpo de Cristo, y no en obligar a nadie a llevar la marca de la circuncisión. Mientras que Pablo predicaba el evangelio de una manera positiva y divina, lo defendía y lo confirmaba. Su manera de predicar el evangelio era muy distinta a la de los creyentes judaizantes. Por tanto, en la época en que esta epístola fue escrita, el evangelio era predicado de dos maneras diferentes.

  También hoy en día nosotros predicamos el evangelio de manera distinta a la adoptada por el cristianismo. Muchos anuncian las buenas nuevas, pero su predicación no corresponde a la economía de Dios. Si al igual que Pablo, nosotros predicamos el evangelio conforme a la economía de Dios, los religiosos se nos opondrán. Debido a que predicamos de modo diferente, recibiremos persecución de parte de los “perros” religiosos.

C. Los creyentes de Filipos participaban con el apóstol Pablo en el progreso del evangelio

  El trasfondo de este libro incluye también un aspecto positivo: la participación de los filipenses con el apóstol Pablo en el progreso del evangelio (1:5-7; 4:14-19).

  Me preocupa que aun entre nosotros, algunos todavía conservan un entendimiento inadecuado del evangelio. Predicar el evangelio no solamente consiste en anunciar que Cristo es nuestro Salvador y que al creer en El obtenemos el perdón de los pecados. Tampoco consiste en declarar que somos salvos del infierno para ir al cielo, o que podemos ser regenerados. De hecho, toda la epístola de Filipenses constituye una definición del evangelio. Predicar el evangelio consiste en proclamar el mover de Dios sobre la tierra, conforme a Su economía. Esto significa que el evangelio es la predicación de la economía de Dios, y que por lo tanto, incluye magnificar a Cristo, vivirlo, y todos los aspectos relacionados con la experiencia de Cristo que se mencionan en este libro. Los creyentes de Filipos participaban con Pablo en el progreso del evangelio, lo cual significa que participaban en el mover de la economía de Dios en la tierra.

  La economía de Dios no solamente consiste en obtener un grupo de personas que hayan sido perdonadas, justificadas, lavadas con la sangre de Cristo, regeneradas y salvas del infierno y destinadas para ir al cielo, ya que esto sólo representa una parte de la salvación que Dios efectúa con miras a Su economía. Antes bien, el evangelio comprende la totalidad de la economía de Dios. No debemos tratar de definir el evangelio sacando de contexto ciertas frases de los escritos de Pablo. Es necesario que tengamos en cuenta toda la epístola de Filipenses, sin excluir ninguno de los puntos principales. De este modo, tendremos el contenido completo del evangelio y veremos que éste implica el mover de Dios conforme a Su economía. ¡Cuán bendecidos eran los creyentes filipenses al participar en el progreso de tal evangelio! El evangelio del cual participaban no era el evangelio pobre, estrecho y superficial que tantos cristianos predican hoy en día. Los creyentes de Filipos tenían el privilegio de participar en la extensión y en el progreso del evangelio que corresponde a la economía de Dios.

D. Existían disensiones entre los creyentes de Filipos

  Aunque los filipenses participaban con Pablo en el progreso del evangelio; aún existían disensiones entre ellos (1:27; 2:1-4; 4:2-3). Como veremos más adelante, estas disensiones se debían a que no eran totalmente uno en el alma. Ciertamente habían sido regenerados en su espíritu, pero aún no habían sido transformados en su alma. En su espíritu, no tenían ningún problema, pero sí en su alma, y especialmente en su mente. Algunos de entre ellos sostenían conceptos diferentes, los cuales provocaban disensiones.

II. EL TEMA: EXPERIMENTAR A CRISTO

  Como mencionamos anteriormente, el tema de la epístola de Filipenses es experimentar a Cristo. En cada capítulo se nos presenta un aspecto fundamental relacionado con nuestra experiencia de Cristo. El primer capítulo, habla de magnificar a Cristo. No importa cuál sea la situación en la que nos encontremos, debemos expresar a Cristo hasta el grado de magnificarlo.

  En el segundo capítulo, Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. En todo lo que hagamos, necesitamos un modelo o patrón. Incluso para experimentar y disfrutar a Cristo necesitamos un patrón. Este patrón es Cristo mismo.

  En el capítulo tres, vemos que Cristo debe ser nuestra meta. Los que amamos al Señor y le buscamos, no carecemos de una meta. Nuestra meta es Cristo, hacia quien proseguimos.

  Finalmente, en el capítulo cuatro, vemos que Cristo es nuestro poder. En 4:13, Pablo declara: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. Cristo no es solamente nuestro modelo y nuestra meta, sino también nuestro poder, nuestro dínamo. Como tal, El nos fortalece interiormente para que vivamos a Cristo, le magnifiquemos y vayamos en pos de El como nuestra meta.

  Los cuatro capítulos de la epístola de Filipenses nos presentan diferentes aspectos de Cristo: El es aquel a quien expresamos y magnificamos, El es nuestro modelo, y también nuestra meta y poder interior. Por lo tanto, en este libro que trata acerca de cómo experimentar a Cristo, se incluyen cuatro asuntos principales: la expresión, el modelo, la meta y el poder. Debemos experimentar a Cristo en estos cuatro aspectos.

A. Para contrarrestar la influencia negativa de los judaizantes

  Los filipenses necesitaban experimentar a Cristo a fin de contrarrestar la influencia negativa de los judaizantes. Si queremos vencer la oposición de hoy, debemos también experimentar a Cristo. Nuestros propios recursos no son adecuados para hacer frente a los ladridos de los “perros” religiosos. La oposición es demasiada severa como para vencerla por nosotros mismos. Es por eso que necesitamos experimentar a Cristo de tal forma que lo vivamos y lo tomemos como nuestro modelo, nuestra meta y nuestro poder. Experimentar a Cristo de este modo nos permitirá vencer toda oposición.

  Cuanta más oposición tengamos, más se requiere que vivamos a Cristo. Debemos ser como un globo lleno de aire que, cuanto más presión recibe, más se eleva. En cierto modo, debemos estar agradecidos por la oposición, pues ésta nos estimula. No obstante, para enfrentarnos a ella, no basta con percatarnos de ella y reaccionar; ante todo debemos vivir a Cristo y magnificarle. A medida que le experimentamos, venceremos la influencia negativa de los religiosos de hoy.

B. Para discernir la predicación que se realiza por ambición

  Al experimentar a Cristo, también llegamos a poseer cierto discernimiento en cuanto a las diferentes razones por las que se predica a Cristo; en especial, podremos discernir cuándo se predica por ambición (1:17). Cuanto más experimentemos a Cristo, más discernimiento recibiremos. De hecho, Cristo mismo llegará a ser nuestro discernimiento, nuestra percepción y nuestro tacto moral. Experimentar a Cristo nos hace más perceptivos. Dicha percepción no es natural, ni se adquiere con la educación; únicamente se obtiene al experimentar a Cristo. Cuanto más lo experimentamos, más El viene a ser nuestra percepción y nuestro tacto, lo cual nos permite discernir la motivación de las personas. Si tenemos a Cristo como nuestros rayos X, nadie podrá escapar de nuestra clara percepción. Todos necesitamos este tipo de discernimiento.

C. Para participar en el progreso del evangelio

  También debemos experimentar a Cristo para participar en el progreso del evangelio (1:27-30). Experimentar a Cristo nos hace aptos para participar en el mover del Señor, el cual cumple Su economía.

D. Para acabar con las disensiones

  Finalmente, experimentar a Cristo pone fin a todas las disensiones (2:5, 12-16). Las disensiones terminan solamente cuando experimentamos a Cristo. Cuanto más lo experimentemos, menos desacuerdos habrá entre nosotros.

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