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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 10

TOMAR A CRISTO COMO MODELO

  Lectura bíblica: Fil. 2:5-9, 12-13

  En el mensaje anterior, vimos que Pablo les rogó a los creyentes filipenses que completaran su gozo. Su súplica se inicia en los primeros cuatro versículos del capítulo dos, y se extiende hasta el versículo dieciséis. En dicha sección Pablo concluye hablando acerca de enarbolar la palabra de vida, para que en el día de Cristo, él pudiera gloriarse de no haber corrido ni trabajado en vano.

COMPLETAR EL GOZO DEL APOSTOL

  A fin de que el gozo del apóstol fuera completo se requería algo más que simplemente tener una buena actitud hacia él. Supongamos que la actitud de los creyentes de Filipos hacia él fuera muy positiva, que lo respetaran y amaran mucho, pero que no prestaran atención a su exhortación, la cual estaba relacionada con la experiencia de Cristo. Si este fuera el caso, Pablo aún no estaría satisfecho. Lo único que completaba su gozo era saber que los santos seguían sus recomendaciones y que al hacerlo experimentaran a Cristo de una manera normal y adecuada.

  En 2:2, Pablo insta a los santos a tener “el mismo pensamiento” y “este único pensamiento”. Tener el mismo pensamiento implica el hecho de tener nuestra mente ocupada por Cristo y llena de El. Cristo debe ocupar nuestra mente no sólo objetiva y doctrinalmente, sino más bien de una manera subjetiva y práctica Esto sólo se logra cuando permitimos que El se extienda de nuestro espíritu a nuestra mente y tome plena posesión de ella hasta saturarla totalmente con la mente Suya. Cuando la mente de Cristo sature la nuestra, nuestra mente estará totalmente en el espíritu. Estaremos ocupados por Cristo y llenos de El. Si ésta hubiera sido la condición de los filipenses, Pablo se habría sentido sumamente feliz, y su gozo habría sido completo.

  Quisiera subrayar que lo que alegraba al apóstol no era que los filipenses simplemente mostraran una buena actitud hacia él. Más bien, su anhelo era que ellos crecieran en vida y permitieran que Cristo tomara plena posesión de su ser. Si los creyentes no permitieran que Cristo los saturara, esto le traería preocupación al apóstol, no importa cuán positiva fuera la actitud de ellos hacia él. Pablo deseaba que todos los santos fueran ocupados por Cristo y que tuvieran el mismo pensamiento.

NECESITAMOS QUE CRISTO NOS SATURE A FIN DE TENER EL MISMO PENSAMIENTO

  Es imposible tener el mismo pensamiento si nuestra mente y nuestros pensamientos no han sido ocupados por Cristo y saturados de El. Sólo cuando esto sucede, espontáneamente tenemos el mismo pensamiento. Si dos personas, incluyendo a las parejas de casados, no están llenas de Cristo, es imposible que tengan el mismo pensamiento. Sin embargo, Pablo aspiraba a que toda la iglesia en Filipos tuviera el mismo pensamiento. Así que, les suplicó a los creyentes que si tenían alguna consolación, algún consuelo de amor, algún afecto entrañable y compasión para con él, que completaran su gozo. Pero ¿cómo puede un grupo de personas tener el mismo pensamiento? Nuevamente decimos que esto sólo se logra cuando los creyentes son ocupados por Cristo y saturados de El.

  Cristo es único; el es el centro y el universo mismo. Cuando El llega a ser la centralidad y la universalidad no solamente en doctrina, sino también en nuestra experiencia, automáticamente tenemos el mismo pensamiento.

COMO SABER QUE TENEMOS EL MISMO PENSAMIENTO

  La manera en que nos damos cuenta si en verdad tenemos el mismo pensamiento o no, es verificar si tenemos el mismo amor para con todos los santos, si somos uno con ellos en el alma, si no tenemos ambición egoísta ni vanagloria, si estimamos a los demás como superiores a nosotros mismos, y si tenemos en cuenta las virtudes y cualidades de los demás. Estos asuntos nos permitirán comprobar el grado al que hemos sido ocupados y poseídos por Cristo. Si realmente Cristo toma completa posesión de nuestro ser, amaremos a todos los santos por igual. Además, estaremos unidos en el alma, y nuestra mente sólo se ocupará en conocer a Cristo, experimentarlo, seguirlo y ganar más de El. Cuando esto suceda, no haremos nada por ambición ni vanagloria, antes bien, estimaremos a los demás como superiores a nosotros mismos y tendremos en cuenta sus virtudes y cualidades.

  En este mensaje abarcaremos los versículos del 5 al 8 del capítulo dos. Estos versículos son muy conocidos y han sido el tema de numerosos mensajes. De hecho, cuando era niño escuché que según Filipenses 2:5-8, Cristo se despojó a Sí mismo y se humilló al descender de los cielos. La mayoría de los mensajes presentan estos versículos de manera común, lo cual hace que sea difícil entrar en estos versículos de una manera detallada.

CRISTO, EL MODELO, ESTA EN NOSOTROS

  En 2:5-8, Pablo presenta a Cristo como nuestro modelo. Este modelo no es sólo objetivo, sino también subjetivo. Cuando era joven, oí hablar de Cristo únicamente como nuestro modelo objetivo. Me dijeron que Cristo estableció un modelo para nosotros mediante Su vivir humano en la tierra, y que ahora nosotros debíamos seguir Sus pisadas. Además, me dijeron que Cristo está ahora en los cielos intercediendo por nosotros, a fin de que lo sigamos fielmente. Creo que muchos han recibido esta enseñanza.

  Sin embargo, debemos preguntarnos dónde está Cristo, nuestro modelo. ¿Está El en los cielos, o en nosotros? El versículo 9 muestra claramente que Dios exaltó a Cristo a lo sumo. Por tanto, es evidente que este Cristo, quien es nuestro modelo, está en los cielos. Dios lo exaltó a la cumbre más alta del universo, donde El mismo está. Pero esto corresponde solamente al aspecto objetivo, pues si Cristo sólo estuviera en el tercer cielo, ¿cómo podríamos tomarlo como nuestro modelo hoy en día? ¿Cómo podríamos nosotros, estando en la tierra, seguir a alguien que fue exaltado y que ahora se encuentra en los cielos? Sería imposible. Por consiguiente, si hemos de tomar a Cristo como nuestro modelo, este modelo también debe sernos subjetivo.

Llevar a cabo nuestra salvación

  El versículo 12 muestra claramente que este modelo es también subjetivo: “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, llevad a cabo vuestra salvación con temor y temblor”. ¿De qué forma podemos nosotros llevar a cabo nuestra salvación? Si pudiéramos llevarla a cabo por nosotros mismos, ¿no indicaría esto que la salvación depende de nuestras obras? Supongamos que yo cayera en un hoyo y que alguien me rescatara, esto equivaldría a experimentar la salvación. Pero en cambio, si yo lograra salir por mí mismo, ya no hablaríamos de salvación, sino del fruto de mi propio esfuerzo. Ya que la salvación no es por obras, sino por gracia, ¿qué quiere decir Pablo cuando declara: “Llevad a cabo vuestra salvación”? Si nosotros hubiéramos sido los primeros en decir esto, nos habrían acusado de herejes.

  La clave para entender lo dicho por Pablo, es determinar qué significa en este versículo la palabra “salvación”. La salvación mencionada aquí no es aquella que nos libra del lago de fuego, sino más bien la salvación a la que Pablo se había referido al principio de esta epístola. Las palabras “por tanto” al comienzo del versículo 12, indican que lo que Pablo dice en este versículo, es el resultado de lo dicho en los versículos anteriores. Según dichos versículos, llevar a cabo nuestra salvación es el resultado de tomar a Cristo como nuestro modelo. Cristo, nuestro modelo, es nuestra salvación. Sin embargo, la responsabilidad de llevarla a cabo es nuestra.

  A fin de que esto sea una realidad en nuestra experiencia, se requiere que el modelo sea tanto subjetivo como objetivo. Si sólo fuese objetivo, no podríamos llevar a cabo nuestra salvación. La salvación que aquí se menciona no es la salvación que recibimos, sino la salvación que llevamos a cabo. La salvación que recibimos nos libra de la condenación y del lago de fuego. Pero la que se menciona en Filipenses es una salvación distinta, es una salvación que está en otro nivel. Es más elevada que la mencionada en Hechos 16:31, donde se le dijo al carcelero que si creía en el Señor Jesucristo, él y toda su casa serían salvos. La salvación de la que habla Filipenses 2:12 es en realidad una persona viviente. Es el propio Cristo a quien vivimos, experimentamos y disfrutamos. Si este modelo sólo fuera objetivo, no podría ser tal salvación para nosotros. Pero el hecho de que la salvación sea una persona viviente y que dicha persona sea nuestro modelo, es una prueba de que este modelo es tanto subjetivo como objetivo.

Experimentar a Cristo de manera subjetiva

  Otra razón por la que afirmamos que nuestro modelo es tanto subjetivo como objetivo, es que este libro habla acerca de experimentar a Cristo. Todo aquello que tenga que ver con la experiencia espiritual, es subjetivo. Basados en este principio y en el contexto de toda la epístola, podemos afirmar que Cristo, nuestro modelo, no es solamente objetivo, sino también subjetivo y experimental.

Dios opera en nosotros

  Después de habernos exhortado a llevar a cabo nuestra salvación, Pablo continua diciendo: “Porque Dios es el que en vosotros realiza así el querer como el hacer, por Su beneplácito” (2:13). La conjunción “porque” al principio del versículo 13 demuestra que el hecho de que Dios opere en nosotros está relacionado con la salvación que debemos llevar a cabo con temor y temblor. Dios es quien realiza en nosotros el querer como el hacer, por Su beneplácito. Sin duda, la obra que El realiza en el versículo 13, tiene que ver con el mandato del versículo 12, de llevar a cabo nuestra salvación. Tal vez confesemos que no somos capaces de llevar a cabo nuestra salvación, lo cual es cierto; por nosotros mismos no podemos, pero Dios, quien opera en nosotros, sí puede. El hecho de que El realiza en nosotros tanto el querer como el hacer, indica que sí podemos llevar a cabo nuestra salvación. Lo dicho por Pablo acerca de que Dios opera en nosotros, también comprueba que el modelo es tanto subjetivo como objetivo. Desde el punto de vista doctrinal, es objetivo; pero desde el ángulo de la experiencia, es muy subjetivo.

Necesitamos cooperar con El, no imitarlo

  En Filipenses 2, Pablo no nos exhorta a que tomemos al Cristo objetivo como nuestro modelo y tratemos de imitarlo. Sin embargo, esto es lo que sugiere el libro La imitación de Cristo. Tratar de imitar a Cristo de esta manera es semejante a un mono que trata de vivir como hombre. No debemos tomar los versículos del 5 al 8 fuera de su contexto. Si los estudiamos en su contexto, veremos que el modelo es nuestra salvación, y que a su vez, esta salvación es Dios mismo quien opera en nosotros, a fin de salvarnos de modo práctico. Por nosotros mismos no podemos llevar a cabo nuestra salvación, pero Aquel que produce en nosotros tanto el querer, como el hacer, sí puede. Nuestra única responsabilidad es cooperar con El. Y cuando cooperamos con el Dios que opera en nosotros, tomamos a Cristo como nuestro modelo.

LA MANERA DE PENSAR QUE HABIA EN CRISTO

  Veamos ahora los detalles de los versículos del 5 al 8. En el versículo 5, Pablo declara: “Haya, pues, en vosotros esta manera de pensar que hubo también en Cristo Jesús”. Las palabras griegas traducidas “haya, pues, en vosotros esta manera de pensar” pueden traducirse también como “pensad, pues, esto en vosotros”. La palabra “esta” del versículo 5, se refiere a la palabra “estimando” del versículo 3 y “considerando” del versículo 4. Este modo de pensar estaba también en Cristo, cuando se despojó a Sí mismo tomando forma de esclavo, y cuando se humilló a Sí mismo, haciéndose semejante a los hombres (vs. 7-8). A fin de tener la misma manera de pensar de Cristo es menester que seamos entrañablemente uno con El (1:8). Si hemos de experimentar a Cristo, tenemos que ser uno con El al grado de ser uno con Sus tiernos sentimientos internos y con Su modo de pensar.

LAS ETAPAS DE LA HUMILLACION DE CRISTO

  El versículo 6 dice: “El cual, existiendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse”. La palabra griega traducida “existiendo” se podría leer “existiendo desde el principio”, lo cual alude a la preexistencia eterna del Señor.

  La palabra “forma” se refiere a la expresión del ser de Dios, y no a Su porte exterior (He. 1:3); la forma se identifica con la esencia y la naturaleza de la persona de Dios y, por tanto, las expresa. Esto se refiere a la deidad de Cristo.

  En el versículo 6, Pablo declara que Cristo no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse. Aunque el Señor era igual a Dios, no estimó este hecho como cosa a que aferrarse; más bien, El dejó a un lado la forma de Dios (no la naturaleza de Dios) y se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo.

Se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo

  En el versículo 7 leemos que Cristo “se despojó a Sí mismo, tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres”. Cuando Cristo se despojó a Sí mismo, El hizo a un lado lo que poseía, esto es, la forma de Dios. La palabra “forma” es la misma que aparece el versículo 6. En Su encarnación, el Señor no cambió Su naturaleza divina, sino solamente Su expresión externa, dejando a un lado la forma de Dios, y tomando la de un esclavo. Esto no significó un cambio de esencia, sino de condición. La palabra “haciéndose” al final del versículo, quiere decir, adquiriendo una nueva condición.

El se hizo semejante a los hombres

  De acuerdo con el versículo 7, Cristo se hizo “semejante a los hombres”. El hecho de que Cristo tuviera forma de Dios implica la realidad interna de la deidad de Cristo; y el hacerse semejante a los hombres, denota la apariencia externa de Su humanidad. Exteriormente, como hombre, tenía la apariencia de un hombre, pero interiormente, como Dios, tenía la realidad de la deidad.

Se humilló a Sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte de cruz

  Leamos el versículo 8: “Y hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Cuando Cristo se hizo semejante a los hombres, entrando en la condición humana, fue hallado en Su porte exterior como hombre. La palabra “porte” alude a Su apariencia exterior, a Su semblanza. La apariencia de Cristo en Su humanidad, es decir, lo que los hombres veían, era Su porte exterior de hombre.

  Siendo hallado en Su porte exterior como hombre, Cristo se humilló a Sí mismo. Primero, El se despojó a Sí mismo, poniendo a un lado Su forma, es decir, la expresión exterior de Su deidad, al hacerse semejante a los hombres. Luego, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte. Cristo era Dios, y por ende, tenía la expresión de Dios. Aunque era igual a Dios, no estimó el ser igual a El, sino que despojó a Sí mismo haciéndose semejante a los hombres. Esto indica que, por medio de la encarnación, El llegó a ser un hombre. Luego, siendo hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo. Esto indica que como hombre, El renunció a todo derecho. De hecho, se humilló a Sí mismo mo hasta el grado de morir en la cruz. Tal Cristo es nuestro modelo.

  Humillarse fue un paso adicional en el despojamiento de Sí mismo. La autohumillación de Cristo manifestó Su despojamiento. La muerte de cruz es el punto culminante de la humillación de Cristo. Para los judíos, esto era una maldición (Dt. 21:22-23) y para los gentiles era una sentencia de muerte impuesta sobre malhechores y esclavos (Mt. 27:16-17, 20-23). Por esta razón, era vergonzoso morir de esta manera (He. 12:2).

  La humillación del Señor abarca siete pasos: despojarse a Sí mismo; tomar forma de esclavo; hacerse semejante a los hombres; humillarse a Sí mismo; hacerse obediente; hacerse obediente hasta la muerte; y hacerse obediente hasta la muerte de cruz.

LLEVAR UNA VIDA CRUCIFICADA

  El modelo presentado en estos versículos es la vida que hoy mora en nosotros, a la cual llamamos una vida crucificada. Las siete etapas de la humillación de Cristo son los aspectos de la vida crucificada. Cristo poseía la expresión del ser de Dios, pero la dejó a un lado. No obstante, El no abandonó la realidad de Su deidad. Ciertamente renunció a la forma de Dios, la forma más elevada, y tomó la de un esclavo, la forma más baja. Fue en este sentido que El se despojó a Sí mismo. Esta es sin duda la característica de la vida crucificada. Luego, después de que el Señor se hizo hombre y fue hallado en Su porte exterior como hombre, se humilló a Sí mismo hasta la muerte de cruz. Fue así que la vida crucificada se expresó de manera plena y absoluta.

  Cristo no es simplemente para nosotros un modelo exterior; El es también la vida que mora en nuestro interior. El desea que lo experimentemos como nuestra vida interior, a fin de que también llevemos una vida crucificada. En esta vida no tienen cabida la ambición, la vanagloria ni el orgullo. Por el contrario, la vida crucificada está siempre dispuesta a despojarse y a humillarse. Sólo cuando experimentamos y vivimos a Cristo, podemos llevar esta vida de forma espontánea. Esto quiere decir que cuando vivimos a Cristo, expresamos a Aquel que es el modelo de la vida crucificada. Sólo así podremos despojarnos y humillarnos a nosotros mismos.

  Si la vida crucificada no estuviera en nosotros, nos sería imposible vivir conforme al modelo que presenta Filipenses 2. Unicamente dicha vida puede lograrlo. Si seguimos actuando por ambición y vanagloria, e incluso aspiramos a ser un hermano que lleva la delantera o un anciano en la iglesia, esto muestra que no llevamos una vida crucificada, ya que no estamos dispuestos a despojarnos y a humillarnos. Sin embargo, debemos ver que en nosotros hay una vida que está siempre lista para despojarse y humillarse. Esta vida no estima nada como algo a que aferrarse. Por el contrario, está siempre dispuesta a renunciar a toda posición y título.

ESTE MODELO LLEGA A SER NUESTRA SALVACION

  Una vez que Cristo, el modelo de Filipenses 2, llega a ser nuestra vida interior, dicho modelo se convierte en nuestra salvación. Entonces podemos ser salvos de la ambición, del egoísmo y de la vanagloria. Si los filipenses no estuvieran dispuestos a vivir conforme a este modelo, no podrían completar el gozo de Pablo, y él seguiría preocupado a causa de la ambición y vanagloria de ellos. En cambio, si ellos estuvieran dispuestos a llevar una vida crucificada, una vida que se despoja, se humilla, y no estima ninguna cosa como algo a que aferrarse, entonces podían experimentar verdaderamente a Cristo. Si ellos experimentaran a Cristo como su modelo y su vida interior, Pablo estaría extremadamente feliz.

  El hecho de llevar una vida crucificada indica que hemos experimentado alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con los apóstoles. Solamente cuando llevamos una vida crucificada, podemos hacer felices a los apóstoles y completar su gozo. Mientras Pablo se encontraba en la cárcel, su mayor preocupación no era cómo iba a ser tratado. Lo único que le preocupaba era saber si los creyentes tomaban a Cristo como su modelo y llevaban una vida crucificada. Este era el deseo de su corazón y lo único que podía completar su gozo.

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