Mensaje 14
Lectura bíblica: Fil. 2:17-18; 2 Ti. 4:6; Ro. 15:16
En Filipenses 2:17, Pablo declara: “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros” y en 2 Timoteo 4:6, expresa nuevamente este pensamiento: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano”. Puesto que todos los aspectos que abarca Pablo en Filipenses tienen que ver con la experiencia que tenemos de Cristo, la libación mencionada en 2:17 no debe ser la excepción. Si al experimentar a Cristo no hemos llegado a ser una libación, significa que no lo hemos experimentado al máximo. Cuando experimentemos a Cristo al nivel más alto, entonces llegaremos a ser tal libación.
La libación se añadía sobre las ofrendas básicas reveladas en los capítulos del uno al seis de Levítico (Nm. 15:1-10; 28:7-10), las cuales tipifican distintos aspectos de Cristo. La libación es un tipo del Cristo disfrutado por el oferente; Cristo, el vino celestial, lo llena al grado de convertirlo en vino para Dios. El apóstol Pablo llegó a ser tal libación al disfrutar a Cristo de esta manera, y pudo derramarse en libación para Dios sobre la fe de los creyentes, mediante el derramamiento de su sangre.
Los holocaustos, las ofrendas de flor de harina, las ofrendas de paz, las ofrendas por el pecado y las ofrendas por las transgresiones constituían las ofrendas básicas, pero la libación no se contaba entre ellas. Las cinco ofrendas principales, mencionadas en Levítico 1—6, tipifican diferentes aspectos de lo que Cristo es para nosotros ante Dios. Al leer Números 15:1-10 y 28:7-10, vemos que la libación acompañaba a las ofrendas básicas. Si alguien presentaba alguna de las ofrendas sin libación, era evidente que faltaba algo. También podía indicar que el oferente era pobre. En realidad, la libación significa que aquél que la presenta llega ser libación él mismo. Pero esto no implica que llegue a serlo basándose en lo que es por naturaleza. A fin de ser una libación, él debía disfrutar a Cristo hasta ser lleno, impregnado y saturado de El. Cristo es el vino celestial que disfrutamos. Cuando lo disfrutamos, El nos llena hasta saturarnos de Sí mismo. Entonces llegamos a ser vino apto para ser derramado como libación sobre las ofrendas que presentamos a Dios.
Pablo se basó en la tipología del Antiguo Testamento, al referirse a sí mismo como una libación derramada sobre el sacrificio y el servicio sacerdotal de la fe de los creyentes. El había estado bebiendo a Cristo por muchos años y había aprendido a regocijarse en El, hasta estar lleno de El. De esta manera, Cristo, el vino celestial, hizo que Pablo llegara a ser vino celestial. Por consiguiente, él podía considerarse vino derramado en libación sobre el sacrificio que, como sacerdote, ofrecía a Dios.
En 2:17 Pablo habla del “sacrificio y servicio de vuestra fe”. Esta expresión revela que, por una parte, la fe de los filipenses era un sacrificio que él mismo, como sacerdote, ofrecía a Dios (Ro. 15:16), y por otra, que su ministerio era considerado un servicio sacerdotal. El ministerio de Pablo produjo en los creyentes la fe. La fe mencionada en 2:17 es universal y va más allá de la simple acción de creer. Es el conjunto de todo lo que los creyentes han recibido y disfrutado y, finalmente, llega a ser el elemento constitutivo de los creyentes. Por tanto, el ministerio de Pablo produjo la fe universal de los creyentes, la cual él ofrecía a Dios como sacrificio.
Indudablemente el sacrificio de la fe de los creyentes estaba lleno de Cristo, pues incluía todos los aspectos de El como las ofrendas básicas. Cuando experimentamos a Cristo en estos distintos aspectos y lo disfrutamos como la realidad de las ofrendas, dicha experiencia y disfrute se convierte en nuestra fe. El deleite que tenemos en Cristo como las ofrendas básicas, se convierte en nuestra fe. Por consiguiente, podemos afirmar que el elemento de dicha fe es el Cristo que experimentamos y disfrutamos.
No cometamos el error de entender superficialmente la fe que se menciona en 2:17. De hecho, nuestra fe se produce al experimentar a Cristo. Pablo se refirió a ella como un sacrificio que puede ser ofrecido a Dios. Podemos ofrecer dicha fe a Dios como sacrificio, ya que ella está constituida del Cristo que disfrutamos. Por consiguiente, la medida de nuestra fe es directamente proporcional a nuestro disfrute de Cristo. Es decir, que cuanto más disfrutamos a Cristo, más fe tenemos.
Durante los años que llevo laborando en este país, los santos han disfrutado y experimentado al Cristo que les he ministrado en Sus diferentes aspectos. Como resultado, en ellos hay cierto elemento, al que llamamos la fe. No existe mejor palabra que ésta para describir el disfrute y las experiencias que tenemos de Cristo en Sus diferentes aspectos, y fue Pablo quien la usó en 2:17 para denotar el producto de nuestro disfrute y de nuestras experiencias de Cristo. Por lo tanto, la fe es la expresión que consta de nuestra experiencia y nuestro disfrute de Cristo.
Como ya mencionamos, Pablo consideraba esta fe un sacrificio que él, como sacerdote, podía ofrecer a Dios. Aunque no me compararía con Pablo, puedo testificar que a veces en mis oraciones he sentido que el disfrute y la experiencia que los creyentes tienen de Cristo, los puedo presentar a Dios como ofrenda. En el recobro del Señor, los santos poseen una fe, la cual es el producto y la expresión de la experiencia y el disfrute que tienen de Cristo. Podemos hallar dicha fe en todas las iglesias locales. La fe que los santos tienen es el producto de la experiencia y deleite que ellos han tendido de Cristo a lo largo de los años. Esto demuestra que este ministerio no ha sido en vano, pues ha forjado en los santos cierta constitución, debido al disfrute y experiencia que ellos han tenido de Cristo. Cuando Pablo habla de la fe en 2:17, él se refiere a dicha constitución.
Basándonos en el principio descrito en el Antiguo Testamento, según el cual la libación requería una ofrenda básica, Pablo consideraba que la fe de los creyentes, que se producía al experimentar a Cristo, era la ofrenda básica sobre la cual él podía derramarse como libación. Dios debió haberse regocijado al contemplar esta escena desde los cielos. ¡Cuán satisfecho debió haber quedado Dios al ver la fe como la ofrenda básica y también la libación! La fe provenía de los creyentes, y la libación provenía del apóstol. ¡Qué escena tan maravillosa! ¡Con razón dijo Pablo que se regocijaba con todos ellos! Para él era un motivo de regocijo derramar su sangre como libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. Además, él no se regocijaba solo, sino con todos los santos. Regocijarse juntamente con alguien significa compartir con él el gozo. El apóstol compartió con los filipenses el gozo que sentía de ser mártir por causa de la fe de ellos, y debido a esto, los felicitaba. estoy seguro de que el Dios Triuno también se regocijaba con Pablo al ver una escena tan alegre.
La fe de los creyentes como ofrenda básica junto con la libación, requieren tiempo para producirse. La fe no crece ni se desarrolla de un día para otro, puesto que es producto del disfrute y la experiencia espiritual que los creyentes tienen de Cristo. Asimismo, la libación sólo puede producirse con las experiencias que hemos tenido con el Señor. Para llegar a ser una libación, debemos ser llenos del Señor. Sólo de esta manera tendremos la constitución espiritual que nos hará una libación. ¡Cuán formidable es que los pecadores lleguemos a ser el vino celestial que satisface a Dios!
El resultado del disfrute y la experiencia que los creyentes tienen de Cristo, es un elemento constitutivo formado en ellos, al cual Pablo llama la fe. A los ojos de Dios, esta fe es tan excelente, hermosa y maravillosa, que El la estima como un sacrificio. Pablo, después de pasar años experimentando al Señor y especialmente durante su encarcelamiento, llegó a estar constituido del vino celestial, el cual podía satisfacer y alegrar a Dios. El sacrificio de la fe de los creyentes satisfacía a Dios, y la libación lo alegraba. Así que, la libación que alegra el corazón de Dios se derramaba sobre el sacrificio que satisfacía a Dios. Los sacrificios le proporcionaban a Dios mucha satisfacción. En el Antiguo Testamento, la libación que una persona ofrecía a Dios, no provenía del rebaño ni del ganado, sino del oferente mismo y de su experiencia. En el Nuevo Testamento, vemos que Pablo, mediante su experiencia y disfrute de Cristo, llegó a ser el vino que alegra, el cual se derramó delante de Dios. Las experiencias que había tenido de Cristo lo convirtieron en el vino que alegraba a Dios.
En 2:16 Pablo expresó su preocupación de haber trabajado en vano, pero luego, en el versículo 17, añade que su labor entre los filipenses no había sido en vano. El sabía que la fe de ellos era una ofrenda básica sobre la cual él podía derramarse como libación. La frase “y aunque sea derramado en libación” indica que Pablo se sacrificaba continuamente por su ministerio. La palabra “aunque” da a entender que él se sacrificó totalmente. Para él, ser martirizado era derramarse sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. A los ojos de los hombres era un martirio, pero a los ojos de Pablo era derramarse a sí mismo en libación. Aunque por muchos años se sacrificó continuamente por su ministerio, no fue sino hasta su martirio que se derramó completamente como libación. El había hecho grandes sacrificios, pero nunca antes se había derramado de esta manera. Ahora, él podía regocijarse con todos ellos, aun cuando fuese derramado como libación sobre el sacrificio y el servicio de la fe de los creyentes.
Las palabras de Pablo aquí son muy conmovedoras. Puedo testificar que en repetidas ocasiones me han llegado a lo más profundo, ya que implican que el apóstol se sacrificaba continuamente por su ministerio. Quienes servimos a las iglesias y ministramos Cristo a los santos, debemos aprender de Pablo y llegar a ser un sacrificio. Sin sacrificio no puede existir el ministerio. No pensemos que cuanto más nos sacrifiquemos, más seremos recompensados. El ministerio es un sacrificio, y no espera recompensa. Nuestra experiencia debe llegar al punto en que podamos afirmar que, aun cuando seamos derramados como libación, nos gozaremos y regocijaremos con todos los santos.
Es muy significativo que Pablo dijera: “Me gozo y regocijo con todos vosotros”. La razón por la cual el apóstol menciona primero el gozo y luego el regocijo es que aquí están implícitos dos elementos constitutivos: la fe de los creyentes, y el apóstol mismo como libación. Una vez que se derramaba la libación, debía haber una correspondencia entre ambos elementos, es decir, no puede regocijarse una parte sin la otra. El apóstol se regocija, y los creyentes responden regocijándose juntamente con él. Es por eso que él exclama: “Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo”.
Si solamente una de las dos partes se regocija, la situación es anormal. Lo normal es que si uno se regocija delante de alguien, esa persona responda regocijándose con uno. En 2:17 y 18 vemos que tanto Pablo como los creyentes se regocijaban. Cuando Pablo se gozaba, los creyentes también lo hacían. Los creyentes, quienes estaban constituidos de fe, se regocijaban juntamente con el apóstol, quien había llegado a ser una libación derramada sobre dicha fe. ¡Cuán maravilloso era el intercambio que había entre Pablo y los filipenses! ¡Qué comunión y comunicación tan ricas! Por un lado, Pablo declara: “Me gozo y regocijo con todos vosotros”, por otro, exclama: “Y asimismo gozaos y regocijaos vosotros conmigo”. ¡Cuán maravilloso es este cuadro en el que todos se regocijan juntos!
Tal vez nos sorprenda oír que el martirio de Pablo, el cual estaba próximo a suceder, fuera motivo de regocijo. El apóstol esperaba que los creyentes filipenses compartieran su gozo felicitándolo por su martirio, el cual se efectuaría por la fe de ellos. El martirio de Pablo llegó a ser un motivo de mucho regocijo. Esto se debió a la fe de la cual estaban constituidos los creyentes y a la libación, de la cual Pablo estaba constituido. Como ya dijimos, es imposible que estos dos asuntos lleguen a formar parte de nuestra constitución de la noche a la mañana. En realidad, requieren de mucho tiempo para desarrollarse.
En este mensaje primero hicimos notar que la libación es una ofrenda que acompaña las ofrendas básicas; luego vimos que las ofrendas básicas tipifican diferentes aspectos de Cristo, y que la libación en particular tipifica al Cristo disfrutado por el oferente. Además, dijimos que Cristo, el vino celestial, llena al oferente al grado de convertirlo en vino para Dios. Finalmente, mencionamos que el apóstol se había convertido en una libación mediante el disfrute que tenía de Cristo y que, por ende, podía ser derramado sobre el sacrificio de la fe de los creyentes. Pablo consideraba la fe de los creyentes filipenses un sacrificio que él, como sacerdote, podía ofrecer a Dios. En Romanos 15:16, vemos que Pablo se consideraba un sacerdote que ofrecía los gentiles a Dios como ofrenda agradable. Asimismo, para él el servicio de los creyentes filipenses era un sacrificio, y su ministerio era un servicio sacerdotal.
Según Filipenses 2:17 y 18, Pablo y los creyentes filipenses se regocijaban juntos, es decir, compartían el mismo gozo. Pablo se alegraba de derramarse en libación sobre el sacrificio de la fe de los creyentes, y compartió con ellos el gozo que sentía con motivo de su martirio por causa de la fe de ellos. Entonces, los creyentes filipenses se regocijaron con él por haber llegado a ser libación y lo felicitaron por su martirio. En realidad, el regocijo de ellos junto con Pablo, era una forma de felicitarlo.
Los dos elementos constitutivos que observamos aquí, a saber, la fe de los creyentes y Pablo mismo, quien fue hecho una libación, son dos cumbres en la experiencia que tenemos de Cristo. Por el lado de los creyentes, tenemos la cumbre de la fe; y por el lado del apóstol, la cumbre del martirio. Para Pablo, ser martirizado significaba ser derramado como libación. El era indudablemente una persona que amaba al Señor Jesús y lo disfrutaba. Fue eso lo que le permitió a Cristo convertirlo en el vino celestial que podía ser derramado como libación delante de Dios. Todo esto es maravilloso y muy significativo. Tanto Pablo como los creyentes de Filipos se regocijaban mutuamente. Pablo se regocijaba por causa de los creyentes, y ellos por causa de él. El regocijo mutuo era a la vez una aprobación mutua. Ellos se felicitaban por el éxito que habían tenido, es decir, Pablo felicitaba a los creyentes por el éxito de ellos en la fe, y ellos lo felicitaban a él por su éxito en el martirio. En este regocijo y felicitación mutuos, podemos ver que hay dos cumbres en la experiencia que tenemos de Cristo. Espero que todos avancemos hasta llegar a estas dos cumbres en nuestra experiencia y disfrute de Cristo.