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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 19

LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

  Lectura bíblica: Fil. 3:5-8

  En Filipenses 3:8, Pablo dijo: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. En este mensaje, hablaremos sobre la excelencia del conocimiento de Cristo.

EL CONTRASTE ENTRE LA LEY Y CRISTO

  Cuando Pablo escribió los versículos 3:5-8, sin duda tenía en mente el contraste que hay entre la ley y Cristo. El había tenido muchas experiencias tanto de la ley como de Cristo y, por medio de ellas, adquirió un conocimiento cabal con respecto a Cristo y la ley.

  En la Biblia, la ley y Cristo son dos factores de vital importancia. Podríamos decir que, en cierto modo, el Antiguo Testamento es un libro sobre la ley, pues trata principalmente de ella. Por otra parte, el Nuevo Testamento es un libro que gira en torno a Cristo como el factor fundamental y predominante. En conclusión, el Antiguo Testamento se basa en la ley, y el Nuevo Testamento, en Cristo.

  Pablo poseía un conocimiento profundo tanto de la ley como de Cristo. Los años que había pasado en el judaísmo le habían permitido adquirir un conocimiento detallado de la ley. Su conocimiento no era el de un simple observador, sino el de un miembro celoso del judaísmo. Pero en la época en que Pablo escribió la carta de Filipenses, ya había sido trasladado de la ley a Cristo. Así que, además de conocer la ley, Pablo había adquirido no sólo el conocimiento sino también la experiencia de la persona maravillosa del Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso. El vivía ahora en esta persona maravillosa, y por eso pudo referirse a sí mismo como un hombre en Cristo (2 Co. 12:2).

  La frase “en cuanto a” se usa tres veces en los versículos 5 y 6, en relación con la ley, con el celo y con la justicia. En los versículos 7 y 8, la frase “por amor de”, se usa dos veces con relación a Cristo, y la palabra “por”, que también podría traducirse “por amor de”, aparece una vez, en conexión con la excelencia del conocimiento de Cristo. Por consiguiente, vemos que Cristo está en contraste con la ley, con el celo por la ley y con la justicia que es según la ley. Por otro parte, la excelencia del conocimiento de Cristo y Cristo mismo están en contraste con “todas las cosas”, lo cual incluye la ley. Así, por amor de Cristo y por la excelencia del conocimiento de Cristo, Pablo dejó la ley, su celo por ella, la justicia que se basa en ella y todas las demás cosas. Esto demuestra que Cristo y la excelencia del conocimiento de El son muy superiores a la ley y a cualquier otra cosa.

  El versículo 8 no dice solamente que Pablo estimaba todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo y que por causa de ello lo había perdido todo, sino que incluso lo tenía todo por basura. Este término griego se refiere a la escoria, el desecho, lo que se echa a los perros, y por derivación, basura, algo que es repulsivo. No hay comparación entre tales cosas y Cristo.

  Es importante que veamos que, en 3:8, Pablo no habla de la excelencia de Cristo, sino de la excelencia del conocimiento de Cristo. Al leer esta epístola muchos piensan que la “excelencia” aquí se refiere a Cristo mismo y no al conocimiento acerca de El. Sin embargo, Pablo habla de manera clara y particular de la excelencia del conocimiento de Cristo. Su conocimiento de Cristo era excelente, y por la excelencia de dicho conocimiento, él estaba dispuesto a perderlo todo.

  En el versículo 7, el apóstol escribe: “Por amor de Cristo”, pero en el versículo 8, va más allá y dice: “Por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor”. Estas dos últimas palabras “mi Señor” indican que Pablo tenía un sentimiento tierno e íntimo por Cristo. Mientras escribía, brotaban de él tiernos sentimientos por su precioso Señor Jesús, y dichos sentimientos lo incitaron a decir: “Cristo Jesús, mi Señor”. El apóstol Pablo tenía en muy alta estima la excelencia del conocimiento de su querido Señor Jesucristo.

PROVIENE DE LA EXCELENCIA DE LA PERSONA DE CRISTO

  La excelencia del conocimiento de Cristo proviene de la excelencia de Su persona. Los judíos consideran la ley de Dios dada por medio de Moisés la cosa más excelente de toda la historia humana; por eso tienen tanto celo por la ley. Pablo mismo también había tenido ese celo. Pero cuando Dios le reveló a Cristo (Gá. 1:15-16), él pudo ver que la excelencia, la supereminencia, la preciosidad suprema y el mérito sobrepujante de Cristo superaba en mucho a la excelencia de la ley. Por consiguiente, su conocimiento de Cristo vino a ser la excelencia del conocimiento de Cristo. A causa de esto, él estimaba como pérdida no sólo la ley y la religión establecida según la ley, sino también todas las cosas.

  En este pasaje Pablo no hablaba de la excelencia de Cristo, sino de la excelencia del conocimiento de Cristo. Además, el conocimiento mencionado en 3:8 no se refiere al conocimiento que Cristo mismo posee, sino a nuestro conocimiento subjetivo de El. Para usted, ¿qué es más excelente: la persona de Cristo o el conocimiento acerca de El? Tal vez usted responda desde una perspectiva doctrinal o personal, que la persona de Cristo es más excelente que el conocimiento acerca de El. Sin embargo Pablo, quien escribió desde la perspectiva de la experiencia, declaró que el conocimiento de Cristo es lo más excelente.

  Como ya dijimos, la excelencia del conocimiento de Cristo proviene de la excelencia de Su persona. Cristo mismo es excelente; no hay ninguna duda al respecto. Pero si no lo conocemos, ¿cómo podríamos conocer Su excelencia? Sin este conocimiento, Su excelencia no significará nada para nosotros.

  Antes de la experiencia que Pablo tuvo camino a Damasco, él no tenía ningún conocimiento acerca de Cristo. En lugar de ello, él apreciaba más la ley y la tenía como lo más excelente. Este hecho lo demostraba su celo, pues éste provenía de su aprecio por la ley. De hecho, Pablo se sentía orgulloso del excelente conocimiento que poseía de la ley. Aunque ciertamente Cristo es mucho más excelente que la ley, Pablo aún no lo conocía. Pero en el momento de su conversión, tal persona excelente se reveló a él, y a partir de entonces, empezó a conocer a Cristo. Después de haber adquirido cierto conocimiento de Cristo, él descubrió que el conocimiento que había recibido de la ley, por medio de Gamaliel, era muy inferior al conocimiento de Cristo. Así que, consciente de esta gran diferencia, escribió en 3:5-8 acerca de la excelencia del conocimiento de Cristo, y de perderlo todo por causa de la excelencia de este conocimiento.

  Sin lugar a dudas la persona de Cristo es excelente. Pero en nuestra experiencia, si no lo conocemos, no podremos apreciarlo. Si no tenemos el debido conocimiento de Su persona, no podremos comprender cuán excelente es El. Unicamente cuando conocemos Su excelente persona, obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo. ¡Cuán preciosa es la excelencia del conocimiento de Cristo!

CRISTO LO ES TODO

  En las cuatro epístolas que constituyen el corazón de la revelación divina, a saber, Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses, Pablo descorre el velo para darnos a conocer quién es Cristo y todo lo que El es. Cristo es inmensurable, pues El lo es todo; El es la realidad de todas las cosas positivas del universo; El es la realidad de Dios, del hombre, de la eternidad, de la luz y de la vida. Sencillamente, nos hacen falta palabras para describir quién es Cristo y todo lo que El es.

  ¿Cuánto conocíamos de Cristo antes de venir al recobro del Señor y recibir la revelación contenida en estas cuatro epístolas? Es posible que sólo supiéramos que Cristo es el Hijo de Dios, quien fue enviado por el Padre en Su misericordia para morir en la cruz y salvar a los pecadores. Tal vez sabíamos que El nació de una virgen, murió en la cruz, resucitó de entre los muertos, y que fue exaltado a los cielos. Como resultado de ello, creímos en El como nuestro querido Redentor y precioso Salvador, y fuimos salvos. Luego, comprendimos que lo necesitábamos para llevar una vida que glorifique al Padre. Es bueno conocer a Cristo de esta manera; sin embargo, este conocimiento es aún limitado.

  Hace cuarenta y ocho años mi conocimiento de Cristo se limitaba a estos aspectos. Pero desde 1932, el Señor, por medio del recobro, gradualmente ha ido corriendo el velo para permitirme adquirir un mayor conocimiento Suyo. Poco a poco, el velo se ha ido quitando. Creo que muchos santos que están en el recobro del Señor pueden dar el mismo testimonio.

  Sólo hasta hace poco he venido a apreciar lo extenso que es Cristo. Un día, mientras hablaba acerca del Cristo que se revela en Colosenses, de modo espontáneo usé el adjetivo “extenso”, y les dije a los santos que la epístola de Colosenses nos proporciona una revelación acerca de Cristo, y que dicha revelación es universalmente extensa, ya que Cristo es más extenso que el propio universo. El es inmensurable e ilimitado. Por consiguiente, no sólo es todo-inclusivo, sino también universalmente extenso.

  La Biblia nos enseña que Cristo lo es todo. En 1932, cuando empecé a ver todos los aspectos de la persona de Cristo, comencé a ministrar sobre esta nueva línea. Aunque la Biblia revela claramente que Cristo lo es todo, muchos creyentes se sorprenden cuando nos escuchan hablar al respecto.

  Colosenses 2:16 y 17 dicen: “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo”. Estos versículos indican que Cristo es nuestra comida, nuestra bebida, nuestra fiesta, nuestra luna nueva y nuestro sábado. El es el cuerpo, la realidad, la substancia de todas las cosas positivas del universo. El es la realidad del aire que respiramos, de la comida que comemos y de los rayos de sol que disfrutamos. Además, El es la realidad tanto del Dios Triuno como del hombre.

  Cuando enseñamos que Cristo lo es todo, y que El es la realidad de todas las cosas positivas del universo, algunos han llegado al extremo de acusarnos de enseñar panteísmo, diciendo que identificamos a Dios con la creación. Por supuesto, nosotros rechazamos firmemente el panteísmo, e incluso declaramos que dicha enseñanza es diabólica. De ninguna manera predicamos esta herejía. Más bien, lo que predicamos, basándonos en la Biblia, es que Cristo es Dios y hombre, y que El es la realidad de todas las cosas positivas. Esto de ningún modo significa que las cosas materiales del universo sean Dios mismo. No somos Dios y jamás llegaremos a serlo. No obstante, Cristo mora en nosotros y en un sentido muy real, El está llegando a ser nosotros mismos. Colosenses 3:10 y 11 dicen: “Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro, escita, esclavo ni libre; sino que Cristo es el todo, y en todos”. Estos versículos ciertamente implican que Cristo lo es todo. En el nuevo hombre, es decir, el Cuerpo, la iglesia, no puede haber ni griego ni judío. Tampoco puede haber chino, americano, alemán o francés. En el nuevo hombre Cristo es el todo y en todos. El es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos los miembros. Esto significa que en el nuevo hombre, Cristo es usted y Cristo soy yo. El es verdaderamente todo-inclusivo y universalmente extenso.

NECESITAMOS URGENTEMENTE ADQUIRIR LA EXCELENCIA DEL CONOCIMIENTO DE CRISTO

  Cuando Pablo se encontraba en el judaísmo, estaba ciego y no podía ver al Cristo que lo es todo. A pesar de que Cristo era tan extenso, Pablo desconocía este hecho por completo. En aquel tiempo, él sólo poseía un conocimiento excelente y detallado de la ley. Sin embargo, un día, mientras iba camino a Damasco, Cristo mismo se le apareció y le dijo: “¿Saulo, Saulo, por qué me persigues?” (Hch. 9:4). Pese a que Pablo no conocía a Cristo ni lo veía, lo perseguía. Pero después de que el Señor se le reveló y él se convirtió, cayeron las escamas de sus ojos. Desde entonces, sus ojos fueron abiertos y empezó a ver y a conocer a Cristo. Cuanto más veía a Cristo, más recibía el conocimiento de El. Es por eso que en Filipenses 3:8 habla de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, su Señor.

  Indiscutiblemente hay tal cosa llamada la excelencia del conocimiento de Cristo. Si decimos que Cristo es excelente, pero no le conocemos, sólo estaríamos hablando conforme a la tradición. En tal caso, hablaríamos en ignorancia, afirmando algo que no conocemos, puesto que aún no poseemos el conocimiento excelente acerca de Cristo. Si el conocimiento que poseemos de Cristo no es excelente, no podemos declarar que El es excelente. Por tanto, es urgente que obtengamos el conocimiento excelente de Cristo. Pablo deseaba poseer la excelencia del conocimiento de Cristo, a tal grado que estimó todas las cosas como pérdida por este conocimiento.

  Un ejemplo de lo que significa obtener la excelencia del conocimiento de Cristo, es la experiencia que tienen los turistas en Hong Kong cuando van de compras. Los comerciantes de esa ciudad saben cómo presentar sus productos, y en particular la piedra de jade, de modo que logran atraer la atención de los turistas. Logran que éstos se emocionen al ver la valiosa mercancía que se exhibe en las vitrinas. De este modo, los turistas adquieren el conocimiento de la excelencia de dichos artículos. Antes de entrar a la tienda no tenían ningún conocimiento acerca de la excelencia de tales artículos; pero después de haberlos visto y haber adquirido la excelencia del conocimiento de ellos, estuvieron dispuestos a pagar el precio para obtenerlos. De la misma manera, nosotros necesitamos una revelación acerca de la excelencia de Cristo y de Su preciosidad suprema.

  En este mensaje, no tengo el interés de hablarles sobre doctrina. Mi deseo es que todos obtengamos una visión y recibamos la revelación de la excelencia de Cristo. Si la excelencia de Cristo es revelada a nosotros, automáticamente obtendremos la excelencia del conocimiento de Cristo.

  La excelencia del conocimiento de Cristo se menciona en 3:8, y la verdadera experiencia de Cristo, en 3:10. Sin embargo, conocer a Cristo es lo más fundamental. Cuando usamos la palabra conocer, en realidad nos referimos a la revelación, a la visión de Cristo y de Su excelencia. Cuando Pablo estaba en la religión, estaba ciego y no veía a Cristo; únicamente veía la ley. El sólo poseía la excelencia del conocimiento de la ley. Sin embargo, después de que Cristo se le manifestó, empezó a adquirir la excelencia del conocimiento de Cristo. El apóstol fue cautivado al descubrir cuán excelente era conocer a Cristo, y, por causa de dicho conocimiento, estuvo dispuesto a estimar todas las cosas como pérdida.

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