Mensaje 2
Lectura bíblica: Fil. 1:1-11, 19, 27; 2:1-2; 4:2, 14-18
En este mensaje estudiaremos algunas características sobresalientes de la iglesia en Filipos. Filipos era la ciudad principal de la provincia de Macedonia en el antiguo Imperio Romano (Hch. 16:12). En el primer viaje ministerial de Pablo a Europa (Hch. 16:10-12) se estableció la primera iglesia de Europa, en dicha ciudad.
En Filipenses 1:1, Pablo declara: “Pablo y Timoteo, esclavos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los que vigilan y los diáconos”. Este versículo revela que la iglesia en Filipos fue establecida con un buen orden. Notemos que Pablo habla de “los santos ... con los vigilan y los diáconos”. Esta es la única vez que se usa esta expresión en el Nuevo Testamento. El hecho de que Pablo hable de los santos y después agregue la frase “con los que vigilan y los diáconos” es muy significativo, pues da a entender que la iglesia local se compone de un solo grupo de personas, a saber, los santos. Los santos son los que componen la iglesia local. Pero entre ellos, hay algunos que llevan la delantera, a quienes el Nuevo Testamento denomina “ancianos” o “los que vigilan”. Los que vigilan son los mismos ancianos de una iglesia local (Hch. 20:17, 28). El término “anciano” denota a la persona, mientras que la frase “los que vigilan”, alude a la función. Uno que vigila es un anciano en función. El hecho de que Pablo usa aquí la expresión “los que vigilan” en lugar de “los ancianos”, indica que los ancianos de esta iglesia estaban cumpliendo con sus deberes.
En el siglo segundo, Ignacio enseñó que los obispos, es decir, los que vigilan, ocupaban una posición más elevada que los ancianos. El afirmó que la autoridad y la función de los ancianos se limitaba a su respectiva localidad, mientras que la de los obispos tenía una mayor jurisdicción. Sin embargo, esta enseñanza es totalmente contraria a las Escrituras, pues el Nuevo Testamento indica claramente que los ancianos son los que vigilan y que los que vigilan son ancianos. Ambos títulos se refieren en realidad a la misma persona. Así, cuando un anciano cumple con su deber en la iglesia, realiza la función de vigilar. Por lo tanto, los obispos o los que vigilan no son un grupo de personas diferente de los ancianos.
En 1:1, Pablo menciona también a los diáconos, quienes son los servidores de una iglesia local y están bajo la dirección de los que vigilan (1 Ti. 3:8). De hecho, el término “diácono” proviene de la palabra griega diákonos, que significa servidor.
En Filipenses 1:1 vemos que una iglesia local se compone de los santos, con los que vigilan o toman la delantera y los diáconos, los que sirven. Esto comprueba que en la iglesia en Filipos había un buen orden. Pablo no escribió: “A todos los santos y a los que vigilan y los diáconos”, sino: “A todos los santos ... con los que vigilan y los diáconos”. La preposición griega traducida “con” puede traducirse también “junto con”. Si Pablo hubiera insertado la conjunción “y” en lugar de la preposición “con”, esto indicaría que en una iglesia local hay tres categorías de personas: los santos, los que vigilan y los diáconos. No obstante, la preposición “con” descarta esta idea.
En el cristianismo actual predomina el concepto de que en la iglesia existen diferentes rangos de personas. Dicho pensamiento es contrario a las Escrituras, pues el Nuevo Testamento revela que en una iglesia local sólo existe un grupo de creyentes, el cual está formado por todos los santos.
Pablo escribió esta epístola bajo la dirección del Espíritu Santo, y de una manera deliberada y prudente usó la preposición “con”, en vez de la conjunción “y”. El uso de esta preposición es muy significativo, pues indica que en una ciudad debe haber una sola iglesia, y que ésta debe incluir a todos los santos que en ella se encuentren. Agradecemos al Señor que a pesar de todas las divisiones que han sucedido en la historia de la iglesia, nos haya recobrado y traído a la posición original de la iglesia, a saber, que solamente puede haber una iglesia en cada localidad y que ésta debe incluir a todos los santos, quienes conforman la categoría única.
La iglesia en Filipos también tenía comunión con Pablo en cuanto al progreso del evangelio. En 1:5, Pablo dice: “Vuestra comunión en el progreso del evangelio, desde el primer día hasta ahora”. La palabra comunión significa participación, comunicación. La misma palabra griega se tradujo “contribución” en Romanos 15:26 y “ayuda mutua” en Hebreos 13:16. Los santos de Filipos tenían comunión en el evangelio, es decir, participaban en el progreso del evangelio por medio del ministerio del apóstol Pablo. Esta participación incluía sus contribuciones económicas al apóstol (4:10, 15-16); lo cual resultó en el progreso del evangelio. Esta clase de comunión, que los guardó de ser individualistas y de tener pensamientos distintos, indica que los filipenses eran uno, no sólo con el apóstol Pablo, sino también entre ellos. Esto les permitió experimentar y disfrutar a Cristo, lo cual constituye el tema principal de este libro. La vida en la cual se experimenta a Cristo y se le disfruta, es una vida que participa en el progreso del evangelio, una vida que predica el evangelio, no de forma individualista, sino corporativa. Por ende, se usa la expresión “la comunión para el progreso del evangelio”. Cuanto más comunión tenemos en el progreso del evangelio, más de Cristo experimentamos y disfrutamos. Esto pone fin a nuestro yo, nuestra ambición y preferencias.
Al contribuir los creyentes filipenses en el progreso del evangelio, o sea en el avance del mover de Dios sobre la tierra conforme a Su economía, ellos participaban de la gracia juntamente con Pablo. Los que participan de la gracia son aquellos que comparten y disfrutan al Dios Triuno procesado como gracia. El apóstol Pablo era esta clase de persona al defender y confirmar el evangelio, y los santos de Filipos par ticipaban con él de esa misma gracia. La gracia es el Dios Triuno procesado quien se nos imparte para que lo disfrutemos. Los filipenses disfrutaban de esta gracia mediante la comunión que tenían con Pablo en el evangelio. En griego, la expresión “participantes” implica que llegaron a ser partícipes de la misma gracia que Pablo, es decir de la misma gracia que él disfrutaba.
Además, la iglesia en Filipos también oraba por Pablo (1:19), completaba su gozo, le proporcionaba regocijo (2:1-2) y le proveía para sus necesidades materiales. Sin duda, ésta era una iglesia excepcional.
Aunque la iglesia en Filipos estaba establecida en buen orden y tenía comunión con Pablo en el progreso del evangelio, aun así, había disensiones entre ellos. Esto muestra que es muy difícil evitar las disensiones, las cuales pueden presentarse en cualquier lugar y en cualquier momento. Las disensiones provienen de las opiniones, las cuales a su vez se originan en la mente, que es la parte principal del alma. En la epístola de Filipenses, Pablo menciona muy a menudo el alma, la mente, y los pensamientos. En 1:27, él usa la expresión “unánimes”, en 2:2 usa la frase “unidos en el alma”, y más adelante, en 2:20, el término “mismo ánimo”.
Hoy, en la vida de iglesia, debemos ser uno en el alma. Los cristianos hablan mucho de ser uno en el Señor o uno en el Espíritu, pero ¿había oído usted alguna vez hablar de que tenemos que ser uno en el alma? Nuestra unidad sólo será práctica cuando seamos uno en el alma. De lo contrario, sólo consistirá en darnos la mano por encima del muro divisorio. Los cristianos hablan de unidad, pero no están dispuestos a abandonar sus opiniones disidentes. Pablo, en cambio, tenía un concepto diferente de la unidad. En Filipenses, él muestra claramente que debemos ser uno en el alma.
Para ser uno en el alma, primero necesitamos ser transformados y renovados en nuestra mente. Romanos 12:2 dice que somos transformados por medio la renovación de nuestra mente. Es posible que tengamos una mente vieja. Incluso la mente de los jóvenes puede ser muy vieja. Pero si nuestra mente ha sido renovada, será nueva y fresca, aun cuando tengamos una edad avanzada. Yo puedo testificar que Cristo nunca ha dañado mi mente, sino que por el contrario, la ha renovado.
Una de las razones por las que tenemos una mente vieja es que recordamos ofensas pasadas. Es posible que hace años nos haya ocurrido algo que no estamos dispuestos a olvidar. Esto indica que no estamos dispuestos a perdonar, puesto que el verdadero perdón implica el olvido de la ofensa. Debido a que algunos santos recuerdan las ofensas del pasado, su mente se ha envejecido. Si nuestra mente es vieja, nos causará problemas, los cuales resultarán en disensiones. Por lo tanto, es crucial que nuestra mente sea renovada.
El único defecto de la iglesia en Filipos era la disensión, la cual proviene de las opiniones. En 4:2, Pablo dijo: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Estas dos hermanas, que eran colaboradoras de Pablo, no tenían un mismo sentir. Probablemente su desacuerdo no era sobre cosas seculares, sino en cuanto al mover de Dios en la tierra. Al respecto, ellas tenían diferentes opiniones en su alma. Puesto que eran uno en el espíritu, no estaban divididas. Pero en la práctica, había disensiones entre ellas debido a sus distintos conceptos. Esta era una deficiencia de la iglesia en Filipos, una iglesia muy buena. No obstante, por causa de las disensiones, los filipenses no eran unánimes en la predicación del evangelio (1:27).
Conforme a 2:2 y 4:2, vemos que los filipenses no tenían el mismo pensamiento ni el mismo amor, es decir, no estaban unidos en el alma ni eran de un mismo sentir. Hoy en día, en el recobro del Señor algunos hermanos se encuentran en esta situación. Ciertamente el Señor los ha cautivado para Su recobro, han visto el terreno de unidad de la iglesia y lo honran, pero no tienen el mismo pensamiento que los demás santos, ni el mismo amor ni son unánimes. Sin duda alguna, ellos pueden afirmar que son uno en el espíritu con todos los santos, pero no pueden declarar que son unánimes, ni que tienen un mismo pensamiento ni “este único pensamiento”.
¿Qué significa tener “el mismo pensamiento” y tener “este único pensamiento”? Ambas expresiones se encuentran en 2:2. Y más adelante, en 4:2, Pablo exhorta a Evodia y a Síntique a tener un mismo sentir. El mismo sentir es Cristo mismo, y el único pensamiento es ir en pos de Cristo para ganarlo, asirse de El y poseerlo. No debemos pensar que la frase “un mismo sentir” del que habla Pablo, es otra cosa aparte de Cristo. Muchos grupos cristianos tienen en común algo que ellos consideran “el mismo pensamiento”. Pero según Pablo, “el mismo pensamiento” es Cristo, y “este único pensamiento” es ir en pos de El para ganarlo. Esto lo reafirma el contexto de la epístola de Filipenses.
Debemos tener el mismo sentir, Cristo; y el único pensamiento, ir en pos de El para ganarlo. Esto hará que nuestra mente sea disciplinada y renovada. Ser renovados en nuestra mente equivale a experimentar un cambio metabólico, que consiste en eliminar todo lo viejo y en recibir un elemento nuevo. Cuando el elemento de Cristo se infunde en nuestro ser, desecha el viejo elemento y lo reemplaza. De esta forma, nuestra mente es renovada. Aun los jóvenes tienen muchos elementos viejos que deben ser eliminados y reemplazados por el elemento de Cristo.
Debemos permitir, por tanto, que Cristo sea el elemento positivo en nuestra constitución que renueve nuestra mente. Muchos se valen de su astucia natural de una manera negativa, por ejemplo, al centrarse en las ofensas u otras cosas negativas. Pero nosotros debemos fijar nuestros pensamientos en Cristo y permitir que El ocupe nuestra mente. Si nuestra mente no es renovada, habrá disensiones entre nosotros, como las hubo en Filipos. La iglesia en Filipos tenía esta deficiencia porque los santos no estaban dispuestos a renunciar a su mente natural y a su vejez.
Pablo demostró su excelencia como escritor al no mencionar directamente el defecto de los santos filipenses. En lugar de amonestarles diciendo: “Quiero que sepáis que os falta amor”, él les dijo en 1:9: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en pleno conocimiento y en todo discernimiento”. Estas palabras implican que ellos no tenían el amor adecuado, que su amor era insuficiente. Así que, Pablo primero admitió que en cierta medida tenían amor, pero luego añadió que dicho amor tenía que abundar más y más.
Es muy significativo el hecho de que Pablo orara para que el amor de ellos abundara “en pleno conocimiento y en todo discernimiento”. Esto quiere decir que, aunque los creyentes filipenses tenían amor, necesitaban que éste abundara y rebosara aun más y más, pero no de una manera insensata, sino en pleno conocimiento; y no en ignorancia, sino en cabal discernimiento. Tal amor les permitiría poner a prueba y aprobar las cosas que se destacan por su excelencia, las cuales incluían el discernimiento de las diferentes maneras de predicar del evangelio referidas en 1:15-18 y de las distintas clases de personas mencionadas en 3:2-3.
El apóstol Pablo no oró para que el amor de los filipenses abundase en el celo o en el afecto que nace de un buen corazón. El amor, como sabemos, tiene que ver más con nuestra parte emotiva. Sin embargo, Pablo oró para que el amor de los creyentes abundase en pleno conocimiento y en todo discernimiento, dos virtudes relacionadas con la mente. Las personas comúnmente dicen que el amor es ciego, y creen que el amor se desvanece si mantenemos una mente sobria, es decir, si conservamos la calma, discernimos con claridad y analizamos los hechos. Piensan que es imposible amar y mantener una mente sobria al mismo tiempo; que un hermano sólo puede amar a su esposa de forma insensata, o volverse frío hacia ella si trata de mantener una mente clara y sobria.
Sin embargo, Pablo oró para que nuestro amor abundase más y más en pleno conocimiento y en todo discernimiento. La palabra griega traducida discernimiento designa una percepción aguda o tacto moral. El discernimiento es la capacidad de percibir las cosas. Pablo no quería que los filipenses amaran de una manera insensata. Antes bien, los exhortaba a amar con una mente llena de conocimiento y de discernimiento, esto es, con una percepción aguda y tacto moral.
En realidad, el conocimiento y el discernimiento que Pablo menciona en 1:9, son Cristo mismo. Cuando lo experimentamos, El llega a ser nuestro conocimiento y discernimiento. Pero debido a que lo experimentamos muy poco, carecemos del conocimiento y discernimiento necesarios para diferenciar las distintas clases de predicación.
Según el contexto presentado en 1:9, Pablo daba a entender que los filipenses requerían conocimiento y discernimiento para distinguir entre la predicación del apóstol y la de los creyentes judaizantes. Hoy en día, también necesitamos discernir las diferentes clases de predicación. Los cristianos predican a Cristo de muchas maneras, y cada una de ellas tiene sus puntos positivos, pues si no los tuviese, nadie les prestaría atención. Sin embargo, aunque dichas predicaciones contengan ciertos aspectos positivos, debemos preguntarnos si tienen como meta la economía de Dios, con miras al mover actual de Dios en la tierra. Pablo sabía que algunos creyentes filipenses habían sido distraídos por la predicación de los judaizantes. Así que, en estos versículos, parecía decirles: “Hermanos filipenses, la predicación de los creyentes judaizantes ha distraído a algunos de vosotros de la economía de Dios. Estoy de acuerdo en que debéis amarlos, pero es necesario que vuestro amor abunde en pleno conocimiento y en todo discernimiento, pero no améis de forma insensata, sino sobriamente, en todo conocimiento y con una percepción aguda”.
El discernimiento es la capacidad de percibir las cosas de una manera sensible. Puede ser que los predicadores más famosos tengan mucho conocimiento y elocuencia, pero si tenemos discernimiento, nos daremos cuenta de que la meta de su predicación es promover su propia obra, y no la economía de Dios. Si deseamos discernir la predicación de otros, debemos experimentar más a Cristo. Sólo la experiencia de Cristo puede hacer que el amor abunde en nosotros en pleno conocimiento y en todo discernimiento. Este amor nos permitirá amar con sensatez.
Sin lugar a dudas, algunos santos filipenses apreciaban la predicación de los creyentes judaizantes. Es por eso que Pablo oraba para que el amor de ellos por estas personas abundara en pleno conocimiento y en todo discernimiento. El motivaba a los filipenses a amar, pero no de una manera insensata y ciega, sino en conocimiento y discernimiento.
Pablo oraba también para que los filipenses pusieran a prueba “las cosas que difieren” y para fuesen “puros y sin tacha” para el día del Señor. La palabra griega traducida “puros” significa juzgado a la luz del sol, es decir, de autenticidad comprobada; y por ende, puro y sincero. Sin tacha significa sin ofender a otros, es decir, sin causar tropiezo a los demás. Esto quiere decir que al ejercer discernimiento debemos ser puros en cuanto al motivo de nuestro corazón. De lo contrario, ofenderemos a otros. No es fácil discernir de una manera pura y sin tacha, puesto que esto depende de nuestra motivación.
En los versículos 9 y 10, Pablo ofreció tres oraciones por los filipenses, a saber, que el amor de ellos abundara en pleno conocimiento y todo discernimiento; que pusieran a prueba y aprobaran las cosas que se destacan por su excelencia; y que fueran puros y sin tacha para el día de Cristo. En el versículo 11, se revela el secreto para obtener estas tres cosas, donde Pablo habla de ser “llenos del fruto de justicia, que es por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. Según la gramática, el versículo 11 modifica las tres cosas por las que Pablo oró. Una vez que fueran llenos del fruto de justicia, los filipenses podrían abundar en amor, discernir todas las cosas poniéndolas a prueba, y ser puros y sin tacha. De esta manera vemos que a fin de obtener estas tres cualidades, es necesario que seamos llenos del fruto de justicia por medio de Jesucristo. Por consiguiente, si queremos que nuestro amor abunde, y si deseamos discernir las cosas que sobresalen, poniéndolas a prueba y aprobándolas, y si buscamos ser puros y sin tacha, debemos ser llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo.
En realidad, el versículo 11 tiene que ver con nuestra experiencia de Cristo. Una vez más, vemos que experimentar a Cristo es la clave. La expresión “por medio de Jesucristo” nos permite afirmar que el versículo 11 se refiere a nuestra experiencia de Cristo. De ahí, el hecho de que el fruto de justicia se obtenga por medio de Jesucristo, da a entender que lo obtenemos al experimentar a Cristo. El Cristo a quien disfrutamos y experimentamos produce en nosotros tal fruto de justicia. Esto significa que, cuanto más experimentamos a Cristo, más se produce en nosotros este fruto de justicia, que es el producto viviente de una vida apropiada y justa delante de Dios y de los hombres. Tal vida no puede obtenerse mediante el hombre natural de los creyentes para que ellos se gloríen en sí mismos, sino sólo por medio de Jesucristo, para la gloria y la alabanza de Dios. Por consiguiente, nuestro amor debe abundar de un modo acorde con la economía de Dios. Si experimentamos a Cristo, ciertamente nuestro amor abundará, tendremos la capacidad de discernir todas las cosas poniéndolas a prueba y aprobándolas, y como resultado, seremos puros y sin tacha.