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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 20

SER HALLADO EN CRISTO

  Lectura bíblica: Fil. 3:8-9

  Si deseamos entender apropiadamente Filipenses 3:9, no debemos separarlo del versículo 8. Más bien, debemos conectar el final del versículo 8 con el comienzo del versículo 9 y leer de la siguiente manera: “Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Conforme a estos versículos, Pablo lo había perdido todo y lo tenía por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El. Además, él anhelaba ser hallado en Cristo, no teniendo su propia justicia, sino la justicia que proviene de Dios basada en la fe.

LA ASPIRACION DE PABLO

  En el versículo 9 el apóstol Pablo expresa su más vivo anhelo de ser hallado en Cristo. Anteriormente había estado entregado por completo a la religión judía, viviendo bajo la ley, y siempre había sido hallado por otros en la ley. Pero en su conversión fue trasladado de la ley y de su antigua religión a Cristo, llegando a ser “un hombre en Cristo” (2 Co. 12:2). Ahora él esperaba ser hallado en Cristo por todos los que lo observaban, es decir, por los judíos, los ángeles y los demonios. Esto indica que aspiraba a que todo su ser estuviera sumergido en Cristo y saturado de El, para que todos los que lo observaran, lo hallaran en Cristo. Nosotros también debemos aspirar a ser hallados en Cristo. De hecho, ser hallado en Cristo significa ser observado, visto y descubierto por los demás en Cristo.

  Antes de su conversión Pablo vivía en la ley y bajo ella. Todo aquel que le conocía, podía percibir que él se encontraba bajo la ley y comprometido totalmente con ella. Saulo de Tarso era prisionero de la ley, pues estaba encerrado en ella. El vivía por la ley, con la ley y bajo ella. Sin embargo, un día fue trasladado de la ley a Cristo y, a partir de entonces, todo el que lo veía y lo observaba podía testificar que había llegado a ser una persona en Cristo. Pablo no se hallaba en la esfera de la cultura, de la filosofía ni de la religión. El vivía absolutamente en Cristo, y su anhelo y esperanza era ser hallado en El. El apóstol lo había perdido todo y lo tenía todo por basura para ganar a Cristo, a fin de ser hallado en El.

LA JUSTICIA PROCEDENTE DE DIOS BASADA EN LA FE

  En el versículo 9, las palabras de Pablo son muy claras y concretas. El expresa que no busca su propia justicia, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe. La cláusula “no teniendo mi propia justicia...sino...la justicia procedente de Dios”, define la condición en la que Pablo deseaba ser hallado en Cristo. El no quería vivir en su propia justicia, sino en la de Dios, y ser hallado en tal condición trascendente, expresando a Dios al vivir a Cristo, y no por guardar la ley.

  Antes de su conversión, Pablo no tenía ni la más remota idea de que Cristo pudiera ser su justicia. La justicia que es por la ley es aquella que proviene de los esfuerzos del hombre por guardar la ley, tal como lo menciona el versículo 6. Esta era la justicia en la que Pablo vivía anteriormente y en la cual se hallaba totalmente envuelto. Pero ahora, él deseaba que todo el que lo observara pudiera ver que era una persona que vivía en Cristo y lo tenía como su justicia.

  La justicia en la que Pablo aspiraba a ser hallado era la justicia “que es por medio de la fe de Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. La expresión “la fe de Cristo” implica la acción de creer en Cristo. Tal fe proviene de nuestro conocimiento de Cristo y de nuestro aprecio por El. Esta fe es Cristo mismo infundido en nosotros mediante nuestro aprecio por El, que viene a ser nuestra fe, en El. Por esta razón, es la fe de Cristo la que nos introduce en una unión orgánica con El.

  La justicia procedente de Dios basada en la fe es el propio Dios que vivimos y expresamos, quien llega a ser nuestra justicia por medio de nuestra fe en Cristo. Tal justicia es la expresión de Dios, quien vive en nosotros. Esta justicia se basa en la fe, es decir, sobre la base o la condición de fe. La fe es la base o condición sobre la cual recibimos y poseemos la justicia que proviene de Dios, la justicia más elevada, que es Cristo mismo (1 Co. 1:30).

LA VISION DEL SUPREMO VALOR DE CRISTO

  Una cosa es entender doctrinalmente lo que significa ser hallado en Cristo, y otra muy distinta es ser hallado en El en nuestra vida diaria. Si yo fuera a visitarlo a su casa, ¿dónde lo encontraría? ¿En su buena conducta o en Cristo? La condición en la que los demás nos hallan determina la esfera en la cual vivimos. Si vivimos en nuestra cultura

  , los demás nos hallarán en la esfera de la cultura, y si vivimos en nuestra buena conducta, nos hallarán en dicha esfera. Por tanto, la esfera en la que vivamos será la misma en la que otros nos hallarán. Cuando Pablo vivía por la ley, los demás lo hallaban siempre en ella. Pero un día, él empezó a adquirir la excelencia del conocimiento de Cristo. Recibió la visión de que Cristo debía ser su todo: su amor, bondad, humildad, sabiduría, paciencia, intenciones, actitudes, e incluso sus palabras y modo de expresarse. Por causa de la excelencia del conocimiento de Cristo, él estaba dispuesto a estimar todas las cosas como pérdida. Además, lo había perdido todo y lo tenía todo por basura, a fin de ganar a Cristo y ser hallado en El.

  Necesitamos recibir primero la visión del supremo valor de Cristo, y luego obtener al mismo Cristo que hemos visto. Por ejemplo, supongamos que una persona entra a una joyería y contempla las joyas que se exhiben en las vitrinas. Por supuesto, una cosa es verlas y admirarlas, y otra muy distinta es adquirirlas. Conocer a Cristo no equivale a tener cierto conocimiento acerca de El, sino a obtener Su persona. Cristo es la corporificación de la plenitud de la Deidad (Col. 2:9), y también la realidad de todas las cosas positivas, las cuales sólo son sombra de El (Col. 2:16-17). Ganarlo equivale a experimentarlo y disfrutarlo, y a apropiarnos de todas Sus inescrutables riquezas (Ef. 3:8). A medida que ganamos a Cristo, debemos vivir en El y llegar a ser personas que sean halladas en El, de manera práctica. Entonces, cuando los demás nos vean y nos observen, nos hallarán en Cristo. Nadie nos sorprenderá viviendo en nuestras propias virtudes, sino única y exclusivamente en Cristo. ¡Cuánto anhelo que podamos ganarlo y que seamos hallados en El! Que estemos dispuestos a perder todo y a tenerlo por basura a fin de ser hallados en Cristo.

  Si ganamos a Cristo y vivimos en El, El mismo será nuestra justicia y, como tal, llegará a ser nuestra expresión delante de Dios y de los hombres. Entonces los demás no sólo nos hallarán en Cristo de una manera general, sino en la justicia que es El mismo que se expresa por medio de nosotros. El Señor sólo estará satisfecho cuando seamos hallados en Cristo. De igual modo, los siervos del Señor estarán contentos y satisfechos únicamente cuando los creyentes sean hallados en Cristo.

SEIS MIL AÑOS DE TRADICION

  Si usted va a otro país y se hospeda en la casa de algún hermano, inevitablemente percibirá sus características nacionales. Esto se debe a que somos el producto de más de seis mil años de tradición. Cuando Pablo escribió Filipenses 3, en lo profundo de su ser sabía que las tradiciones humanas ocupan a las personas. No importa si pecamos o no, si somos morales o inmorales, todos estamos ocupados por algo que no es Cristo, estamos llenos de elementos que provienen de miles de años de historia humana.

  La tradición ha obstaculizado la edificación de la iglesia por más de diecinueve siglos. El Señor Jesús dijo: “He aquí, Yo vengo pronto” (Ap. 22:12); sin embargo, han transcurrido más de diecinueve siglos y aún no ha regresado. ¿Cómo puede regresar si Su propósito en la tierra aún no se ha cumplido? Satanás se ha mantenido sutilmente oculto detrás de estos seis mil años de tradición. Debido a su influencia vivimos en la tradición, en lugar de vivir en Cristo. A excepción de Pablo, casi nadie se ha atrevido a atacar la poderosa fortaleza de las tradiciones. No importa cuán espirituales seamos, rara vez somos hallados en Cristo. Por el contrario, muchas veces somos sorprendidos en diversas cosas que no son Cristo, cosas que pertenecen a los seis mil años de tradición humana. Es posible que cuando oramos seamos librados temporalmente de la tradición. Pero muchas veces, incluso en nuestras oraciones se puede percibir la influencia que ejercen estos seis mil años de tradición. ¡Cuán serio es esto!

  Por tanto, si deseamos ser hallados en Cristo y no en los miles de años de tradición, debemos estar dispuestos a olvidarnos de nuestro pasado, e incluso de nuestra vida cristiana anterior, y humillarnos delante del Señor pidiéndole que tenga misericordia de nosotros. Hoy, en el recobro del Señor, nos encontramos ante un gran obstáculo que bloquea nuestro camino. Para muchos de nosotros, parece que no hay forma de poder avanzar. Incluso algunos se hallan en una situación tal, que al Señor mismo le es difícil abrirse paso en ellos. Todo esto tiene que ver con el hecho de que muchas veces podemos ser hallados en diversas cosas que no son Cristo.

  Si visitamos a un hermano, tal vez no lo hallemos pecando ni haciendo nada indebido, pero es muy posible que lo hallemos en su buen comportamiento o en sus costumbres, mas no en Cristo. Aun si usted llegara a mi casa de imprevisto, no estoy muy seguro de que me hallaría en Cristo. Antes bien, es posible que, como anciano que soy, siga viviendo simplemente en mi bondad natural. Quizás usted me encuentre en muchas cosas que no son Cristo.

  Pablo escribió la epístola de Filipenses a finales de su ministerio, poco antes de partir con el Señor. Esto indica que era una persona madura. Aun así, él no tenía la certeza de ser hallado en Cristo. Es por eso que en los versículos 8 y 9, Pablo usa el tiempo presente: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor ... y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en El”.

  Si deseamos ser hallados en Cristo, debemos estar alertas en todo tiempo, y velar continuamente a fin de permanecer en Cristo. De lo contrario, muy fácilmente nos desviaremos de Cristo y viviremos en alguna otra cosa que no sea El. Puede ser que nuestra manera de vivir sea excelente, y que no estemos en Cristo de una forma práctica.

UNA SOLA EXPRESION

  Siento la carga de decirles que no deben considerar las palabras de Pablo en 3:8-9 como una simple doctrina. Antes bien, debemos preguntarnos seriamente delante del Señor cuál es nuestra situación en este momento. ¿Estamos realmente en Cristo? ¿Somos hallados en El por los ángeles y los demonios? ¿En dónde nos hallan los hombres, en Cristo o en cosas que, aunque buenas, no son Cristo? La expresión usada por Pablo, “ser hallado en Cristo”, es rica en significado. Ella comunica lo que Pablo aspiraba desde lo profundo de su corazón.

  Espero que todos tengamos este mismo anhelo y oremos: “Señor, deseo ser hallado en Ti. Quiero siempre ser hallado en Ti en todas mis actividades cotidianas”. Dudo que muchos de nosotros hayamos orado así.

  Pablo podía afirmar que tenía todo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El. Esta es una declaración muy importante. El usó todo lo que había dicho en los versículos del 5 al 7, para revelarnos su anhelo en los versículos 8 y 9. Oremos para ser hallados en Cristo por nuestro cónyuge, por nuestros hijos y demás parientes, por nuestros vecinos y también por nuestros compañeros de estudio y de trabajo.

  Si estamos verdaderamente en Cristo, ninguna cosa nos dominará. Ni la religión, ni la filosofía ni la cultura ejercerán ninguna influencia sobre nosotros. ¡Cuán maravilloso es ser hallados única y exclusivamente en Cristo! Cuando ésta es nuestra experiencia, la religión, la filosofía y la cultura pierden todo su poder sobre nosotros.

  Ser hallados en Cristo significa que El llega a ser nuestra expresión. Puesto que Pablo se hallaba en Cristo, Cristo mismo era su expresión. En todo aspecto y desde cualquier perspectiva, sólo se podía ver a Cristo en él. El apóstol anhelaba que Cristo fuera su única expresión. El no quería ser hallado en sus virtudes naturales, tales como la humildad, la paciencia o el amor. Todas estas virtudes ahora formaban parte de las cosas que él estimaba como basura o desechos con el fin de ganar a Cristo y ser hallado en El. La cultura, la paciencia, el afecto fraternal y la sumisión naturales, no son más que basura cuando se comparan con Cristo. No debemos aspirar a ser hallados en nuestro amor ni nuestra sumisión natural, sino únicamente en Cristo.

LA NORMA DE LA SALVACION DE DIOS

  La norma de la salvación de Dios es muy elevada. Con respecto a esta salvación, Pablo declara: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación” (1:19). La salvación que aquí se menciona es Cristo mismo, en quien podemos ser hallados por los que nos rodean, e incluso por los ángeles y los demonios.

  Si vemos cuán elevada es la norma de la salvación que Dios nos brinda, nos daremos cuenta de que necesitamos desesperadamente Su misericordia. Nos encontramos muy por debajo de dicha norma, pues muchas veces los demás todavía nos hallan en diversas cosas buenas que no son Cristo. Todas éstas provienen de los seis mil años de tradición humana. Satanás, el enemigo de Dios, usa las tradiciones para ocuparnos, frustrarnos e impedirnos experimentar a Cristo de una manera más rica y profunda. Por esta razón, en Filipenses, un libro que nos enseña a experimentar a Cristo según la norma elevada de Dios, Pablo expresó su anhelo de que todos experimentáramos a Cristo hasta el grado de ser hallados en El.

  Postrémonos delante del Señor y digámosle: “Señor, ten misericordia de mí. Permite que el anhelo de Pablo llegue a ser también el mío. Oh Señor, crea en mí hambre y sed de seguirte, a fin de que pueda ser hallado en Ti. No quiero que los demás me encuentren en nada que no seas Tú mismo. Deseo ser una persona que se halle enteramente en Ti; deseo que los demás me hallen en Ti”. Que el Señor nos conceda Su misericordia a fin de ser hallados en El.

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