Mensaje 23
Lectura bíblica: Fil. 3:12-14
En Filipenses 3:7-11, Pablo presenta la manera de experimentar a Cristo. En los versículos 12-14, él se aplica a sí mismo las palabras mencionadas en los versículos 7-11. En el versículo 12, él dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya haya sido perfeccionado; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. La palabra griega traducida “perfeccionado” significa también completado o madurado en vida. Las palabras de Pablo indican que él todavía estaba creciendo y que no consideraba haber alcanzado ya la plena madurez. Si el apóstol Pablo, quien había crecido tanto en la vida divina y había acumulado tantas experiencias de Cristo, no pretendía haberlo alcanzado ni haber sido ya perfeccionado, ¡con cuánta mayor razón nosotros deberíamos adoptar la misma actitud!
En el versículo 12 Pablo escribe: “Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. El verbo griego traducido “asir” significa también ganar, echar mano o tomar posesión. También podría traducirse capturar. Pero para hacerlo más sencillo, en este mensaje usaremos simplemente el verbo “ganar”. Pablo anhelaba ganar a Aquel que lo había ganado a él. Cuando Pablo se convirtió, fue ganado por Cristo. Cristo ganó a Pablo con la intención de que Pablo lo ganara a El.
Son pocos los cristianos que hablan de su conversión de esta manera. ¿Alguna vez ha escuchado a alguien decir que cuando se convirtió, Cristo lo ganó para que él ganase a Cristo? Todos deberíamos estar conscientes de que Cristo nos ganó con el fin de que nosotros lo ganemos a El. Además, deberíamos usar las mismas expresiones de Pablo cuando hablamos de nuestra experiencia de conversión. En realidad, Cristo no nos ganó principalmente para que recibamos el perdón, la redención y la salvación, ni para que vayamos al cielo. No, Cristo nos ganó con el expreso propósito de que nosotros lo ganemos a El.
¿Se había dado cuenta de que Cristo lo ganó a usted? En el momento de su conversión, El lo atrapó y usted fue asido y ganado por El. En ese momento, el Señor tomó posesión de usted. Ahora le es imposible escaparse de El. El Señor tiene la tierra entera en Sus manos. ¿Cómo podría escaparse de El? Además, El es muy paciente con nosotros; no se ofende ni se irrita fácilmente. En ocasiones los cristianos proyectan una imagen equivocada del Señor Jesús, dejando en los demás la impresión de que el Señor se enoja tan pronto como un cristiano actúa incorrectamente. Sin embargo, el Señor es capaz de ser paciente con nosotros por mucho tiempo sin llegar a enojarse. A El no le molesta que intentemos escaparnos de El, pues bien sabe que, una vez nos haya ganado, jamás nos podremos escapar.
Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús por primera vez, fuimos “pescados” por El. Es muy importante que invoquemos, porque al hacerlo, El nos gana. Y una vez que nos gana, ya no tenemos escapatoria. Algunos cristianos han testificado que por años trataron de mantenerse alejados del Señor, pero que finalmente tuvieron que regresar a El.
El Señor tomó posesión de nosotros para que nosotros tomemos posesión de El. Este es el propósito por el que fuimos asidos por El. Cristo desea que lo ganemos. El nos salvó con la meta de atraparnos para que tomáramos plena posesión de El. Ni el mismo Pablo, cuando escribió la epístola a los filipenses, consideraba haberlo ganado plenamente, pero proseguía con miras a ganarlo.
En Filipenses 3 Pablo usa tres verbos griegos diferentes, los cuales son traducidos como ganar, alcanzar y asir. Sin embargo, el significado de ellos es similar, ya que alcanzar equivale a ganar, y ganar es lo mismo que asir. La más fuerte de estas acciones es asir. Cristo se asió de nosotros para que nosotros podamos asirlo; El nos ganó a fin de que nosotros lo ganemos a El. Por consiguiente, la vida cristiana consiste en ganar a Cristo. ¿Cuánto ha ganado usted de Cristo? Esta es una pregunta crucial. Crecemos en vida al ganar a Cristo. La medida en que ganamos a Cristo determina la medida de nuestro crecimiento. Tenemos que ganar a Cristo a fin de crecer en vida. El crecimiento espiritual se mide conforme a cuánto hayamos ganado de Cristo.
Espero que aprovechemos Filipenses 3:12 para enriquecer nuestro vocabulario en cuanto a la experiencia de conversión y de salvación. Conforme a este versículo, convertirse a Cristo significa que El nos gana para que nosotros lo ganemos a El. Ganar a Cristo es un asunto que dura toda la vida. Día tras día debemos hacer de esto nuestra meta. Aun mientras Pablo estaba en la cárcel, él buscaba ganar a Cristo.
La palabra “si” que usó Pablo en el versículo 12 indica que él mismo no estaba muy seguro de la medida de su crecimiento. Es bueno que tengamos la certeza de que somos salvos, pero no la certeza de haber crecido plenamente en vida. Si nos sentimos muy seguros de haber crecido satisfactoriamente en vida y de encontrarnos en un nivel elevado, puede ser que en realidad no hayamos crecido lo suficiente. Más bien, lo que debemos hacer es seguir el ejemplo de Pablo y declarar juntamente con él: “por ver si logro asir aquello...”
En los versículos 13 y 14, Pablo añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo Jesús”. Pablo había experimentado a Cristo y ganado de El en gran manera; con todo y eso, no consideraba que hubiese experimentado a Cristo en plenitud o que lo hubiese ganado cabalmente. Esta era la razón por la que proseguía con todas sus fuerzas hacia la meta, que consistía en ganar a Cristo al máximo grado.
En el versículo 13 Pablo habla de olvidar lo que queda atrás. A fin de ganar a Cristo a lo sumo, el apóstol Pablo no sólo había olvidado las experiencias que había tenido en el judaísmo, sino que también se negaba a estancarse en sus antiguas experiencias de Cristo. Estancarnos en nuestras experiencias pasadas, por muy genuinas que éstas hayan sido, estorba nuestra búsqueda de Cristo.
En el versículo 13, Pablo dice que se extiende a lo que está delante. El sabía que Cristo era insondablemente rico y que Sus riquezas eran un vasto territorio aún por poseer. Por tanto, él se extendía para ver si podía llegar a los confines de dicho territorio.
El apóstol proseguía a la meta para alcanzar el premio. Cristo es la meta y también el premio. La meta es el pleno disfrute de Cristo y el hecho de ganarlo a El; mientras que el premio es el máximo disfrute de Cristo en el reino milenario como recompensa para los corredores que obtengan la victoria en la carrera neotestamentaria. Para llegar a la meta y alcanzar el premio, Pablo continuamente olvidaba lo que quedaba atrás y se extendía a lo que estaba delante. Esto es lo que significa ganar a Cristo siguiéndole.
Pablo era un creyente maduro y un apóstol con mucha experiencia, y aun así declaró que todavía no lo había alcanzado, ni había sido plenamente perfeccionado. El no consideró ya haber obtenido el deleite pleno de Cristo, ni la plena madurez en vida. Por supuesto que había recibido la salvación común, por medio de la fe común (1 Ti. 1:14-16), pero todavía seguía a Cristo con miras a ganarlo. Además, lo buscaba para obtener la porción especial de la resurrección. Si hemos de recibir esta porción, llamada la superresurrección, debemos proseguir, correr y terminar nuestra carrera triunfalmente.
Al igual que Pablo, nosotros también fuimos regenerados, pero aún no hemos sido perfeccionados ni hemos llegado a la plena madurez en la vida divina. Cuando nos convertimos, fuimos ganados por Cristo para ganarlo a El. Pero como todavía no hemos sido plenamente perfeccionados, seguimos en pos de Cristo.
Para ir en pos de Cristo, lo primero que debemos hacer es reconocer que aún no lo hemos alcanzado. Luego, debemos hacer una sola cosa: olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante.
La meta a la que proseguimos es el pleno disfrute de Cristo, y el premio que obtenemos es el deleite máximo de Cristo. Esta porción superior nos será otorgada en el reino milenario, durante el cual los vencedores disfrutarán a Cristo de una manera extraordinaria. El disfrute extraordinario de Cristo corresponde a la superresurrección mencionada en el versículo 11. Para entender mejor lo que es la superresurrección, tomemos el ejemplo de la ceremonia de graduación de un grupo de estudiantes de secundaria. Durante la entrega de diplomas, los estudiantes más sobresalientes disfrutan de una porción superior. Aunque todos se gradúan al mismo tiempo, sólo unos cuantos disfrutarán esta porción especial. Conforme al mismo principio, todos los creyentes que hayan muerto antes del regreso del Señor, resucitarán, pero sólo algunos disfrutarán de una resurrección extraordinaria y excepcional. Pablo se refiere a ella como la superresurrección de entre los muertos, la cual será un premio reservado para los creyentes que hayan terminado triunfalmente la carrera neotestamentaria.
Muchos cristianos piensan que si resucitan al regreso del Señor, todo estará bien, y que no habrá problemas. Pero este es un concepto equivocado, pues la Biblia revela que todos los incrédulos también resucitarán. De acuerdo con Juan 5:28-29, hay dos clases de resurrección: la primera es para vida y, la segunda, para condenación. Los creyentes que hayan muerto resucitarán para vida, es decir, para salvación; mientras que los incrédulos, resucitarán después del milenio para condenación, esto es, para perdición. A la luz de este principio, el cual nos dice que hay más de una clase de resurrección, no debemos suponer que un creyente no tendrá ningún problema por el simple hecho de resucitar. Es posible que tanto creyentes como incrédulos enfrenten serios problemas cuando resuciten. No sólo habrá una distinción entre la resurrección de los creyentes y la de los incrédulos, sino también entre los mismos creyentes que hayan resucitado. Ciertamente todos resucitaremos. Pero de entre nosotros algunos sólo participarán de una resurrección común, lo cual implica que no disfrutarán de la superresurrección. Estos creyentes pueden compararse con la mayoría de los estudiantes que se gradúan. Sin embargo, sólo unos cuantos creyentes disfrutarán de la porción superior de la resurrección; éstos pueden compararse con los estudiantes que se gradúan con honores.
Quizás algunos creyentes no estén de acuerdo con la interpretación de que la meta y el premio mencionados en 3:14 se refieren al reino milenario. Pero en realidad, lo importante no es cómo interpretemos este versículo, sino que entendamos que delante de nosotros hay una meta que alcanzar, y un premio que obtener. No tengo ningún interés en defender mi propia interpretación, sino subrayar el hecho de que hay una meta y un premio. Si queremos llegar a la meta y obtener el premio, debemos correr adecuadamente; de otro modo, ni llegaremos a la meta ni obtendremos el premio.
No nos conformemos con el simple hecho de que, como creyentes que somos, un día resucitaremos. Por supuesto, sí nos “graduaremos” en la resurrección; pero, ¿tendremos derecho a la porción de la superresurrección? Rechacemos la influencia de la enseñanza tan difundida entre los cristianos de hoy, que afirma que todos los creyentes serán reyes durante el milenio. Sí, todos los creyentes genuinos serán salvos eternamente. Pero en cuanto a la recompensa se refiere, no todos ellos estarán en el mismo nivel. Cuando el Señor regrese, ése será el momento en que se otorgará la recompensa; y el hecho de que recibamos una recompensa o no, depende de cómo corramos la carrera hoy.
Como ya dijimos, la meta corresponde al pleno disfrute de Cristo y al hecho de ganarlo; y el premio es el máximo disfrute que tendremos de El durante el reino milenario, el cual será la recompensa que recibirán los corredores que ganen la carrera neotestamentaria. Este es el premio del llamamiento a lo alto que Dios hace en Cristo Jesús. La palabra griega traducida “a lo alto” significa “de arriba”. El llamamiento a lo alto es el llamamiento que Dios nos hace desde arriba, es decir, desde los cielos. Este llamamiento celestial (He. 3:1) corresponde con nuestra ciudadanía celestial mencionada en el versículo 20; no es un llamamiento terrenal como el que se les hizo a los hijos de Israel. Este llamamiento a lo alto nos insta a tomar posesión de Cristo, mientras que el llamamiento terrenal, hecho a los hijos del Israel, tenía como fin que ellos tomaran posesión de una tierra física.
No hemos recibido un llamamiento terrenal, sino un llamamiento a lo alto, un llamamiento celestial. Dios nos llamó para que ganemos a Cristo, quien es nuestra verdadera tierra. En tipología, Dios hizo un llamamiento terrenal al pueblo de Israel para que tomara posesión de la buena tierra. Pero hoy en día, El nos hace un llamamiento celestial; nos llama a ganar a Cristo.
Quisiera pedirles una vez más que prestemos atención a los hechos mencionados en 3:14. No importa cómo interpretemos las palabras de Pablo acerca de la meta y el premio, no podemos negar el hecho de que ambos asuntos tienen ciertas implicaciones. Aun cuando usted no esté de acuerdo con la interpretación de que el premio es el disfrute máximo que tendremos de Cristo en el reino milenario, de todos modos debe prestar atención al hecho de que existe un premio que usted debe alcanzar. Además, debe entender que para obtener tal premio, es necesario llegar a la meta, y que para llegar a la meta, debe correr la carrera. Todos estos detalles son muy relevantes.
Al examinar cada uno de estos detalles, debemos aplicarlos a nuestra situación conforme al contexto de Filipenses 3. En dicho capítulo, Pablo nos muestra que debemos ganar a Cristo. Cristo es la meta y también el premio. No nos distraigamos tratando de averiguar qué clase de premio recibiremos cuando hayamos llegado a la meta. Lo importante es que veamos que, conforme a la revelación divina, Dios puso a Cristo delante de nosotros como meta y como premio. Además, El nos llamó para que prosiguiéramos hacia la meta.
Algunos cristianos tal vez argumenten diciendo que el premio mencionado en 3:14 no se refiere al disfrute en el reino milenario. Pero digo una vez más que, aunque usted no esté de acuerdo con esta interpretación, no puede negar el hecho de que Dios tiene previsto un premio para nosotros. Además, el contexto de Filipenses 3 revela que la meta y el premio son Cristo. De otro modo ¿por qué diría Pablo que Cristo lo había ganado a él para que él ganase a Cristo? En el versículo 12, él dijo: “Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. Luego, en los versículos 13 y 14, añade: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús”. Les animo a que presten atención al hecho de que Dios tiene establecida una meta y un premio para nosotros. También les insto a que tomen conciencia de que necesitan correr la carrera y seguir a Cristo, olvidándose de lo que queda atrás y extendiéndose a lo que está delante. Las cosas que están delante deben referirse a Cristo y Su Cuerpo, la iglesia. Olvidémonos de lo que queda atrás y centremos toda nuestra atención en el futuro glorioso que tenemos por delante, en el que estaremos dedicados a ganar a Cristo en Su Cuerpo y a experimentarlo al máximo.
No nos conformemos con obtener un simple conocimiento bíblico, ni siquiera con el conocimiento que hemos recibido de Filipenses 3. Antes bien, prosigamos decididamente hacia Cristo. La palabra griega traducida “prosigo” significa “persigo”. Antes de ser salvo, Pablo perseguía a Cristo de una manera negativa. Pero después de convertirse, prosiguió hacia Cristo con la misma intensidad con la que solía perseguir a la iglesia, aunque ahora de una forma muy positiva. Perseguir a una persona, es importunarla y no dejarla en paz. Antes de ser salvo, Pablo incomodaba a Cristo y no lo dejaba actuar libremente, lo perseguía de una forma negativa. Pero una vez que fue salvo y ganado por Cristo, siguió persiguiéndolo, aunque esta vez de manera positiva, ya que se asió a El y rehusó soltarlo. Asimismo, nosotros debemos seguir a Cristo. Esto es lo que quiere decir proseguir hacia Cristo con el deseo de ganarlo. No lo dejemos ir. Importunémoslo, persigámoslo, procurando ganarlo. Perseguir a Cristo de esta manera nos dejará exhaustos. Al perseguirlo, debemos gastarnos completamente; debemos consumir todo nuestro ser y todas nuestras fuerzas. Espero que muchos recibamos una profunda impresión con respecto a la imperiosa necesidad de proseguir hacia a Cristo, y nos sintamos motivados a buscarle, incluso hasta el grado de perseguirlo. No permitamos que Cristo se aparte de nosotros; al contrario, busquémoslo y persigámoslo de manera positiva. Si lo hacemos, ciertamente lo ganaremos a El.